LA HABANA. Una de las cuestiones en la que hizo énfasis el gobierno cubano después de la crisis de los noventa fue que los cambios en el modelo económico no implicaban una transición completa hacia una economía de mercado. En esa lógica, Cuba desde hace 60 años existe en una realidad marcada por el control administrativo de la economía, lo que incluye prominentemente a la fijación central de precios, aspecto decisivo de las economías centralmente planificadas.
Luego de 1990, esta característica adoptó matices en tanto proliferaron segmentos donde los precios se fijaban con amplios márgenes de libertad, y otros donde estos se determinaban a partir de consideraciones de costos que no incluían ningún subsidio. El panorama se complejizó, y se incorporaron nuevos actores. Más recientemente, se han vuelto a ensayar topes de precios en los productos agrícolas y en el transporte privado, especialmente en la Capital.
En ambos casos, con poco o nulo éxito. De todas maneras, a partir del recorrido anterior no debe sorprender que se acuda a este mecanismo una vez más. Lo que sí debería llamar la atención es que se insista en una fórmula desacreditada por el tiempo, sobre todo cuando se ha llegado a afirmar que se aspira a incorporar mecanismos económico-financieros para la conducción de la actividad productiva. Bueno, este es un camino que niega esa intención.
Es preciso establecer una diferencia entre la fijación de precios a un determinado nivel, y la dinámica de los mismos en el tiempo. Un precio puede considerarse alto en relación a los ingresos, pero puede que no experimente mucha variación a lo largo del tiempo. Una parte importante del nivel de vida de los individuos y las familias depende de la cantidad y calidad de los bienes y servicios que pueda adquirir.
El acceso a una canasta determinada depende fundamentalmente de la productividad media de la economía, esto es, la masa de riqueza total creada en un período en relación a los factores que se emplean para ello, especialmente capital físico (maquinarias, infraestructura) y trabajo. Esto sirve incluso para entender el papel de las importaciones, donde juega un rol la productividad en los renglones exportables, que permiten traer los recursos en moneda extranjera para pagar esas compras.
A partir de lo anterior, el poder adquisitivo de un individuo está determinado tanto por sus ingresos totales como por el nivel de precios. La determinación de los precios depende principalmente de tres elementos: la relación entre la oferta y la demanda, los costos de producción y la estructura del mercado. Esta última no se aborda comúnmente, y hace referencia al nivel de competencia en mercados específicos. En la medida en que la competencia entre los oferentes es mayor, cada uno de ellos tendrá menor poder para imponer precios más altos. Los precios desempeñan un papel clave en las economías de mercado. El movimiento de los precios trasmite información a los productores y los consumidores, orientando sus decisiones.
Los gobiernos no se desentienden de este movimiento e intervienen oportunamente para corregir desequilibrios que se pueden generar a partir de acciones monopólicas, o ante desastres naturales u otras situaciones extremas. En ese sentido, los controles de precios están definitivamente dentro de las opciones de política económica.
Sin embargo, la evidencia histórica es abrumadora respecto a la escasa efectividad de los controles de precios cuando estos se aplican a muchos productos, o por un tiempo prolongado. El caso extremo se verificó en las economías centralmente planificadas, donde todos los precios se establecían directamente por el gobierno, lo que a la larga causó enormes ineficiencias en la asignación de recursos y factores en la economía. El reemplazo del mecanismo de precios por otros de tipo administrativo probó ser contraproducente. El aparato administrativo que se necesitaba para sustituir al mercado era enorme, y no podía responder a las siempre cambiantes situaciones de la economía.
Esa es precisamente una de las funciones y méritos fundamentales de los precios: recabar y trasmitir información ágilmente para informar a todos los agentes sobre el comportamiento de mercados específicos. Los controles de precios, allí donde se practican, también deben procurar un equilibrio entre los intereses de los productores y los consumidores.
Es interesante observar cómo en la mayoría de los países los bancos centrales se fijan objetivos de inflación positiva. Los precios deben crecer, solo que moderadamente. La economía, sostienen los expertos, se ajusta mejor cuando los precios suben, no al revés. La deflación (caída de los precios) en Japón ha sido largamente considerada una situación indeseable, con repercusiones serias para el aparato productivo.
La apuesta que hacen las autoridades cubanas a través del control de un amplio grupo de precios es riesgosa. El poder adquisitivo de las familias cubanas está determinado por el bajo nivel de productividad media, fenómeno que responde a diversas condicionantes que no tienen una solución en el marco que se plantea. La criminalización de la acción del mercado y la introducción de mecanismos de control adicionales en un país abrumado por el control administrativo excesivo, son parte del problema y no la solución.
La economía cubana no tiene una restricción de demanda fundamental, sí tiene un problema de oferta insuficiente. No resulta claro cómo controlar los precios va a ayudar a incrementar la producción. Existe una obsesión con el nivel de precios, pero se habla poco de cómo hacer crecer los ingresos. La creación de riqueza es un asunto de capital importancia, pero es imposible abordarlo sin que nos conduzca a fallos esenciales de nuestro modelo, a los que se les sigue dando de lado, andando por las ramas. Mantener los precios bajos, además de desincentivar la producción, tiene efectos regresivos en la distribución del ingreso, para aquellos que gustan hablar de equidad. Todos se benefician de precios bajos, y los grupos de altos ingresos se benefician proporcionalmente más. En la presentación del asunto de esta manera se enmascara también el tema de la distribución de los ingresos y, sobre todo, la posposición de una discusión profunda sobre sus causas y la presentación de datos para describir el fenómeno. Detrás del tan llevado y traído comportamiento de los precios, también yace el problema de la inequidad.
Lamentablemente, las medidas relacionadas con el control de los precios han resultado populares. Especialmente debido a que no se puede establecer una discusión más amplia sobre sus implicaciones y los efectos a mediano plazo. He aquí algunas de las falencias del enfoque adoptado.
Más allá de desequilibrios que puedan existir e incluso necesario corregir, no se pueden resolver en la circulación los problemas que son esencialmente de la producción. Se dice mucho sobre los bajos niveles de inversión, pero se habla poco sobre la mejoría del esquema de incentivos para atraer nuevos recursos. Cuando mejoraron las condiciones, aparecieron del día a la noche los recursos para reparar media Habana.
También es poco probable que se estimule la actividad productiva en el sector privado si se corre el riesgo que una medida administrativa inesperada modifique los cálculos de rentabilidad. Lo que se puede ganar a corto plazo con precios más bajos se perderá a largo plazo con la caída de la producción. Esto no es nuevo, lo vemos cada día en Cuba.
Otro error es volver a insistir en la noción de que casi por arte de magia, un decreto o una resolución va a conseguir mejorar el poder adquisitivo de los ciudadanos. Es lamentable que se invoquen o inventen enemigos recurridos una y otra vez, como los cuentapropistas, los revendedores, o el mercado informal para legitimar la acción pública. El sector informal y los revendedores solo vienen a recordarnos diariamente las falencias de nuestro modelo, y el escaso progreso que hemos logrado en deshacernos de ella. Si existen conductas reprochables y unos ciudadanos que lucran a través del acaparamiento, son el reflejo de nuestra sociedad. Puro marxismo. Si la oferta no aumenta en un nivel proporcional a la demanda, y los precios no se ajustan correspondientemente lo que sigue es escasez, mercado negro y colas.
Resulta tan obvia la discusión anterior que uno no puede sino imaginarse qué motivos realmente poderosos podrían justificar estas decisiones.
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