¿A escondidas hemos estado discutiendo nuestra soberanía con Trump, Elliot Abrahams y John Bolton?
Eligio Damas
La política estadounidense frente a Venezuela es sinuosa, confusa; de un ir hacia adelante y para atrás como quien baila en medio de un tusero. Hoy, Elliot Abrams, en reconocimiento de lo mismo que ha dicho Maduro, como que representantes de su gobierno y el de Estados Unidos se han venido reuniendo, declaró que “Whashington aceptaría que algunos funcionarios del régimen de Nicolás Maduro acompañen al presidente interino de Venezuela, Juan Guaidó, en un eventual gobierno de transición”, según nota inserta en El Nacional.
Mientras que pocas horas antes, el almirante Craig Faller, Jefe del Comando Sur, declaró estar preparado para con respecto a Venezuela hacer lo que “sea preciso”. Y que sólo esperaban por la orden pertinente.https://www.panorama.com.ve/politicayeconomia/Comando-Sur-Marina-de-EE-UU-preparada-para-despliegue-en-Venezuela-si-recibe-la-orden--20190819-0078.html
Por supuesto, tratándose de una fuerza armada, uno bien sabe a qué se refiere y eso sería por lo menos a poner en acción el “macabro plan” de Trump de tirarnos un bloqueo naval, una “cuarentena” para que nadie ni nada salga o entre. Ni más ni menos que matarnos de hambre y de todo tipo de calamidades, un genocidio avalado por la opinión mundial. Una guerra nada convencional pero más agresiva y cruel.
Es que eso que Estados Unidos y los suyos llaman diálogo, no es más que un solicitar al contrario se rinda y entregue todos los pertrechos sin que las condiciones estén dadas para eso y de paso, de lo contrario te aniquilaría y sobre todo lo haría con la población venezolana.
Abrams, en su hablar, declara que, en esas conversaciones, la solicitud del gobierno de Estados Unidos es que el contrario se rinda y le entregue los pertrechos y hasta las llaves que serían transferidas a su futuro amanuense, dicho así porque hablar de “amo de llaves”, luciría inapropiado. Eso nos evitaría lo que envuelve el actuar o el hacer “lo preciso” de lo que habla el almirante Faller. Y demuestra que lo de Trump y la Casa Blanca, es que les demos el derecho a decidir sobre Venezuela por las razones que todo el mundo conoce. Y a eso no van a renunciar, tanto que por eso juegan a las cuatro bandas o como que “todas las opciones están sobre la mesa”.
No cabe duda que, como es habitual, Trump prefiere la invasión militar, pues según su parecer, eso le daría el control absoluto, sin estorbos, para hacer lo que les convenga a sus intereses, como disponer de lo nuestro sin darle explicaciones ni rendirle cuentas a nadie. Sólo tendrían que cuidar las apariencias, poniendo en el Palacio de Gobierno alguien que no les cause molestias.
Pero es por demás evidente que esa opción no cuenta con el respaldo necesario en el marco de América Latina, el que ellos hasta ahora han privilegiado, tanto que el Grupo de Lima, escogido con pinzas, en vista que la OEA y otras instancias no le sirven, tampoco le ha dado el visto bueno a sus malignos planes. Sabe bien el gobierno de EEUU que el de Maduro, pese sus deficiencias, ineptitud y tantos factores en su contra, como la desmedida corrupción y aberrante percepción de la coyuntura, goza de un muy importante apoyo popular. También que la comunidad internacional, más allá de nuestro espacio, no avalaría se agreda a Venezuela, pues una invasión, una guerra convencional declarada no sería vista de manera pasiva. Más si China, la primera potencia del mundo y Rusia han manifestado su respaldo al gobierno venezolano; o lo que es lo mismo, Venezuela no está sola. Pero además, a nivel interno, la oposición que se cuadra con la política de EEUU es minoritaria, pues dentro de ese universo es mayoría quienes claman por un acuerdo entre venezolanos.
El cuadro anterior obliga a Trump y sus asesores optar por el “diálogo” que ellos conciben, donde la otra parte no tendría otra opción que rendirse a discreción. Por esto, Abrams, como si Venezuela fuese una colonia de Estados Unidos y ellos depositarios de la soberanía nacional, gesto que debería causar molestia en cualquier venezolano con vergüenza, dice, “Nosotros ciertamente estableceríamos un límite para excluir a quienes están involucrados en el narcotráfico. Hay otros ejemplos alrededor del mundo en los que personas de ese tipo han estado involucradas en un gobierno, y nosotros hemos dicho que no vamos a tener nada que ver con eso. No vamos a hablar con ellos ni tratar con ellos”.
Serían ellos quienes señalarían o impondrían los posibles integrantes de un gobierno de transición, pues es su parecer que “una eventual decisión de Guaidó”, sería la legítima “para integrar un gobierno de unidad nacional”.https://www.elnacional.com/mundo/abrams-cabello-y-el-aissami-no-pueden-estar-en-gobierno-de-transicion/. Además, pone como condición, tal portase una credencial del pueblo de Venezuela que le transfiere su poder, que no pueden formar parte de un nuevo gobierno quienes estén “solicitados por la justicia estadounidense.” Pues esta estaría por encima de la soberanía nacional.
De todo lo dicho anteriormente, más lo que admitió Maduro, uno saca como conclusión varias cosas. Lo primero es que en esas conversaciones, donde no ha estado presente, por lo menos físicamente, Diosdado, como nosotros sostuvimos en artículo publicado días atrás*, no se ha avanzado por la rigidez del gobierno de Trump. También que ha estado sucediendo aquello de “no hablo con los payasos sino con el dueño del circo”; es decir que el verdadero diálogo, aunque uno de los participantes sea sordo, se hace en otro espacio distinto a Barbados. Pues a este concurren quienes no tienen poder para acordar nada, como quedó demostrado en República Dominicana.
También que lo que hemos calificado “rigidez” de parte del gobierno de Estados Unidos, se manifiesta cuando trata de imponer su criterio, según el cual todo dependería, en lo que se refiere a la integración de un nuevo gobierno, de“una eventual decisión de Guaidó”. Lo que implica que Maduro debe dejar el gobierno y en lugar de ser sustituido por el vicepresidente, como demanda la constitución, por un plazo perentorio para llamar a nuevas elecciones, lo sería por Guaidó y una vez violada la magna ley se podría continuar haciéndolo, “que es una raya más para un tigre”. Pues el artículo 233 de la Constitución vigente establece que, “Si la falta absoluta del Presidente o Presidenta de la República se produce durante los primeros cuatro años del período constitucional, se procederá a una nueva elección universal, directa y secreta dentro de los treinta días consecutivos siguientes. Mientras se elige y toma posesión el nuevo Presidente o la nueva Presidenta, se encargará de la Presidencia de la República el Vicepresidente Ejecutivo o la Vicepresidenta Ejecutiva”. Es obvio que si Maduro renunciase se trataría de una “falta absoluta”, pero dentro de los“primeros cuatro años del período constitucional”, en cuyo caso no le correspondería a Guaidó, sino a la vivepresidenta ejecutiva, la señora Delcy Rodríguez.
Es decir, la posición de Estados Unidos, ejerciendo la representación de la oposición venezolana, le deja al gobierno o a Maduro muchos soportes legales, constitucionales, históricos y morales, como la vergüenza nacional, para defender sus posiciones y dificultar la solución de la crisis venezolana, aunque traten de simular admitiendo, como lo hace Abrams, que chavistas, menos Maduro, Cabello y Tareck El Aissami, pudieran formar parte del nuevo gobierno. Pues eso dice; no objetarían que integrantes del gobierno de Maduro pudieran formar parte de un “eventual nuevo de transición”. El gobierno de Estados Unidos estaría proponiendo que el acuerdo pasase por violar lo constitucional en contradicción de su discurso que presume de respetuoso de la Carta Magna.
En conclusión, hay dos frentes de diálogo, uno en Barbados, el que fue suspendido formal y transitoriamente, que sería algo así como eco del otro. Y este otro, entre los gobiernos de Estados Unidos y Venezuela, sin definición de espacio de concurrencia, donde se pudieran dar los verdaderos acuerdos, lugar donde se reúnen los dueños de circo. Donde los contendientes se debaten en posiciones rígidas, pues para las partes, el interés nacional y el de las multitudes no están presentes. Privilegian sus particulares intereses.
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