Cuba y los candidatos políticos en USA
Por Lorenzo Gonzalo, 30 de enero del 2012
Estados Unidos se ha especializado en fabricar monstruos. Fabricó a Bin Landen, Posada Carriles, Orlando Bosch, Manuel Antonio Noriega, a Pinochet y a tantos otros, que nos ocuparía el espacio de un escrito cuyo objetivo no es mencionarlos a todos. De una manera u otra, cada uno de ellos, en algún momento le ha mordido la mano a su creador.
Entre las muchas de esas horribles fabricaciones podemos enumerar la política exterior respecto a Cuba y el cohesionado grupo de advenedizos, pícaros y ladinos, utilizados como punta de lanza para reforzar sus estrategias hegemónicas durante la Guerra Fría.
La prueba de que esa política respecto a Cuba se ha convertido en un monstruo la hemos visto en los debates de los aspirantes republicanos a la candidatura presidencial estadounidense.
Parece ser que un político de Estados Unidos, electo o aspirante, para visitar el Sur de Florida tiene la obligación de mencionar a Cuba. No se trata de hacerlo en bien o en mal, a favor o en contra. Cuba es un tema obligado en el territorio comprendido al Sur del Condado Broward y desde hace pocos años, despunta peligrosamente a nivel de la legislatura del Estado y en la gobernación. No es de extrañar que su llegada a la Casa Blanca y al Congreso Federal fuese anterior que su introducción a la Legislatura Estatal, porque fue precisamente el Gobierno Central el laboratorio donde se diseñó y alimentó el deforme animal.
Una de las más terribles consecuencias que esto ha causado es la apreciación en ambas orillas, en Estados Unidos y en Cuba, de que para evaluar y escoger un candidato estadounidense, deben calibrarse sus criterios en este sentido.
Un buen amigo se alarmó que llamase loco a Ron Paul, el aspirante republicano, porque tenía entendido que tiene una posición “positiva” respecto a Cuba. Como la persona vive en Cuba, la palabra “positiva”, significa que dicho candidato no plantea una política agresiva contra el Estado cubano.
La dimensión alcanzada por el monstruo estriba precisamente en haberse convertido en un asunto nacional, cuando en realidad nada tiene que ver con el bienestar de la ciudadanía del país.
Si Ron Paul es un loco político, en el sentido figurado de la palabra, no es por estar a favor o en contra de inmiscuirse en los asuntos internos de Cuba. Este mismo criterio lo defiende Ron Paul respecto al resto de los países del mundo, lo cual pudiera parece cuerdo y en correspondencia con el pensamiento de George Washington cuando precedió el primer gobierno de la Nación. Washington no quería heredar las querellas europeas y su planteamiento fue concentrarse en el desarrollo del país, comerciar y defender las nuevas fronteras, las existentes en su momento y las que se incorporarían en los próximos cien años.
La diferencia es que los problemas de hoy son debido a que la política de Washington no pudo sostenerse más allá del instante en que el crecimiento económico obligó a la maquinaria productiva a buscar recursos más allá de sus fronteras. A partir de entonces el mundo se torció con mayor aceleración y los intereses estadounidenses de los grandes capitales primaron sobre el resto de las naciones, formando un despelote que no puede abandonarse impunemente al azar y el buen juicio de los demás. Estados Unidos está obligado a ayudar en la recomposición de un mundo que ha sufrido malformaciones, precisamente por sus políticas de injerencia. Por consiguiente el aislacionismo planteado por Ron Paul es realistamente imposible de aplicar sin tener consecuencias aún más desastrosas que las existentes. Dicho planteamiento es inmoral y contrario a un mundo globalizado más por las comunicaciones que por un desarrollo cuya desigualdad profundiza contradicciones y azuza los conflictos.
El planteamiento de Paul respecto a Cuba tiene una base perniciosa y su aplicación es peor que el Bloqueo y los ataques terroristas que su país ha ordenado sobre el territorio cubano a lo largo de más de cincuenta años.
Pero independientemente del tema, el mérito a considerar para la elección de un candidato estadounidense por el ciudadano medio, debe ser su enfoque para solucionar problemas fundamentales de su sociedad. No importa que sea republicano o demócrata, en definitiva ambos son la misma cosa a la hora de convertir soluciones en entuertos. El sistema es torcido en términos de justicia y equidad y dentro del mismo no pueden existir soluciones adecuadas para un propósito semejante, pero las políticas aplicadas pueden aliviar o endurecer la vida de la población.
Un candidato a la Presidencia del país puede que plantee la continuidad de la política aislacionista en contra de Cuba, pero en cambio, tener una actitud fuerte respecto a la banca y las instituciones financieras y un retorno moderno a los planteamientos de Jefferson, quien en su época concedía más importancia a la agricultura que a las finanzas y el sistema bancario, por su ausencia de solidez real y el peligro de que manipulasen la vida económica en su conjunto. La agricultura era la industria nacional de la época, hoy la industria es otra y más diversa, pero la banca y las instituciones financieras se han convertido en el real peligro de la democracia. Para la sociedad estadounidense una industria vigorosa y amplia, es fundamental para que parcialmente al menos, un trabajador pueda garantizar techo, comida, salud y educación para sus hijos. No es la solución definitiva pero contribuye al proceso evolutivo.
Evaluar candidatos en base a sus criterios sobre Cuba, es un horror nacido de una política de injerencia que no han sabido contener a tiempo y que aun, ni remotamente parecen estar interesados en rectificar.
La monstruosidad que significa incluir como obligación el tema cubano en las campañas políticas de Estados Unidos, estriba en haber convertido un asunto que nada tiene que ver con la política nacional en un aspecto consustancial de la misma.
Sorprendentemente, el tema de Cuba se ha convertido para Estado Unidos en algo tan importante como puede serlo la inmigración, con la diferencia que esta última está íntimamente ligada al devenir nacional, mientras que el anterior no tiene mayores consecuencias para la vida de la ciudadanía o un segmento determinado de la misma.
Han fabricado un monstruo cuya realidad, para ambas orillas es obvia.
El grupo de personas de origen cubano, convocado por Washington en los años de 1960, entrenado por sus órganos de inteligencia y utilizado para los trabajos sucios que dieron al traste con sanguinarias dictaduras en Latinoamérica, tienen hoy vida propia.
Dicho tema, introducido en la política nacional como si se tratase de un asunto vital para la sociedad estadounidense, no desaparecerá hasta que ese grupo sea sacado por el voto de las direcciones políticas, el Bloqueo eliminado y Washington se desentienda de la política nacional cubana.
Estos tres factores alimentan ese monstruo, quien al igual que todas esas obscuras invenciones, muerden a su creador cuando menos lo espera.
Una prueba de esas mordeduras, es lo ocurrido cuando se discutía el último presupuesto nacional, donde estos congresistas introdujeron una cláusula relativa a Cuba, que nada tenía que ver con el tema pero que ocasionó inconveniencias.
martes, 31 de enero de 2012
lunes, 30 de enero de 2012
IMPORTANTE ES LA VACA
IMPORTANTE ES LA VACA
Para la MUD y Aveledo, la vaca es lo primero.
ELIGIO DAMAS
Ramón Guillermo Aveledo, asegura que MUD “está más unida que nunca”. Que Leopoldo López, haya esperado final del debate, otro contra Chávez, para anunciar pasar sus votos a Capriles, sellando el proyecto Capoldo, no mortifica a nadie, empezando por él, quien amarra para que patas de la mesa no se abran.
Que Pablo Medina haya reaccionado airadamente y calificado a Leopoldo de inconsecuente y engañar sus votantes, por no renunciar antes del debate, no significa nada, son gajes del oficio y habituales incontinencias de Pablo.
“Requeté” menos que María Corina acuse a los Capoldo de falta de principios y practicantes de pequeños cálculos busca votos.
Que Capriles haya acusado a Pablo Pérez de representar el pasado por ser abanderado de AD, COPEI y UNT, que en éste último caso es como decir de Rosales, lo que por poco no se le salió al de Primero Justicia, no es asunto para mortificar a nadie.
¿Qué importancia tiene que Pablo Pérez, estando ausente Ramos Allup, reaccione molesto por el pacto Capoldo?
Que molesto haya dicho que ese acuerdo no garantiza que los votos de López se transferirán por completo a Capriles, no manifiesta inconformidad ni rencor alguno. Todo está bien.
Tampoco es nada que Diego Arria se haya negado a firmar el Plan de Gobierno de la MUD y exprese rabia por “las confrontaciones partidistas que dividen”. Menos que Medina lo haya firmado con reservas.
“La unidad”, dice Aveledo, “en la MUD, se mantiene incólume. Todos saben que al final quienes pierdan apoyarán al ganador”.
-“Nada de eso importa. Leopoldo tiene todo el derecho de renunciar a su candidatura, pese a que le mete a Chávez las cabras en el corral. Es una cuestión de fuelle que la Comisión Electoral de la MUD no evalúa ni puso como condición para entrar en carrera”.
Ese es el criterio de Ramón Guillermo Aveledo, el idealista que paró el beisbol para tumbar a Chávez. Por idealista y pulcro que es, nada de eso le interesa, son conchas de ajo.
Lo importante, declaró a la prensa, allí están sus palabras, es la vaca. Se refirió así a la plata que recolectaron por la inscripción de cada candidato.
“Por eso” dijo con énfasis, “Leopoldo puede hacer lo que bien le parezca, pero no pedir le devuelvan la plata”.
--
Publicado por Eligio Damas para BLOG DE ELIGIO DAMAS el 1/30/2012 08:30:00 AM
Para la MUD y Aveledo, la vaca es lo primero.
ELIGIO DAMAS
Ramón Guillermo Aveledo, asegura que MUD “está más unida que nunca”. Que Leopoldo López, haya esperado final del debate, otro contra Chávez, para anunciar pasar sus votos a Capriles, sellando el proyecto Capoldo, no mortifica a nadie, empezando por él, quien amarra para que patas de la mesa no se abran.
Que Pablo Medina haya reaccionado airadamente y calificado a Leopoldo de inconsecuente y engañar sus votantes, por no renunciar antes del debate, no significa nada, son gajes del oficio y habituales incontinencias de Pablo.
“Requeté” menos que María Corina acuse a los Capoldo de falta de principios y practicantes de pequeños cálculos busca votos.
Que Capriles haya acusado a Pablo Pérez de representar el pasado por ser abanderado de AD, COPEI y UNT, que en éste último caso es como decir de Rosales, lo que por poco no se le salió al de Primero Justicia, no es asunto para mortificar a nadie.
¿Qué importancia tiene que Pablo Pérez, estando ausente Ramos Allup, reaccione molesto por el pacto Capoldo?
Que molesto haya dicho que ese acuerdo no garantiza que los votos de López se transferirán por completo a Capriles, no manifiesta inconformidad ni rencor alguno. Todo está bien.
Tampoco es nada que Diego Arria se haya negado a firmar el Plan de Gobierno de la MUD y exprese rabia por “las confrontaciones partidistas que dividen”. Menos que Medina lo haya firmado con reservas.
“La unidad”, dice Aveledo, “en la MUD, se mantiene incólume. Todos saben que al final quienes pierdan apoyarán al ganador”.
-“Nada de eso importa. Leopoldo tiene todo el derecho de renunciar a su candidatura, pese a que le mete a Chávez las cabras en el corral. Es una cuestión de fuelle que la Comisión Electoral de la MUD no evalúa ni puso como condición para entrar en carrera”.
Ese es el criterio de Ramón Guillermo Aveledo, el idealista que paró el beisbol para tumbar a Chávez. Por idealista y pulcro que es, nada de eso le interesa, son conchas de ajo.
Lo importante, declaró a la prensa, allí están sus palabras, es la vaca. Se refirió así a la plata que recolectaron por la inscripción de cada candidato.
“Por eso” dijo con énfasis, “Leopoldo puede hacer lo que bien le parezca, pero no pedir le devuelvan la plata”.
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Publicado por Eligio Damas para BLOG DE ELIGIO DAMAS el 1/30/2012 08:30:00 AM
LA HOMOFOBIA LA RELIONFOBIA Y LA PRENSAFOBIA
La dicotomía del ser humano,que lo que un día construye con behemencia al otro lo destruye con violencia y viceversa.Es el quehacer humano que se mueve segun las reglas del momento y, en base a ellas,se ajusta y reajusta,perdiendo y ganando segun como machaque sobre el mismo yunke un material antiguo u otro nuevo o del momento.Este andar circunstancial tiene la pretención de ser una necesidad vital y por lo tanto todo ha de encontrar una justificación que nos ampara del juicio crítico de la historia.
No podemos olvidar que fuimos ateos y, a mucha honra,que no nos arrepentimos de la importacion de libros como La Religión al Alcance de Todos,y otros muchos, que sirvieron de base idiológica para la preparación de ideólogos que preparaban a los líderes polícos destinados a cambiar la mentalidad de un pueblo sincretista en uno ateo científico, semejante a un hombre nuevo sin las ataduras de una idea distordcionada de la realidad como lo es la religión,sinónimo de opio adormededor de la conciencia individual y social.
Éste andar errado,según hoy se reconoce, nos llevó a la declaración constitucional de un ateismo oficial y constitucional.Un ateismo impuesto e inconsulto,sobre los hombros de un pueblo que jamás en la praxis renunció a sus creenccia y,creó la doble moral que escondia los crucifijos y metian las biblias en cartuchos para estar a tono con los paradigmas asiolológicos del momento.
En el saco de los errores de cincuenta años este es uno de ellos.La única diferencia es que ahora este error se le puede llamar por su nombre ahora en este momento de cdambios extructurales que han de hacerse y ya se comienzan,para no seguir bordeqando el precicpio que amenaza la unidad de una nación noble y generosa como lo es la nuestra.
Ya hoy,se reconoce la pertinencia de la unidad de todo el pueblo,sin que se pare mientes en sobre el más acá o el más allá y las diversas formas de pensar sobre la vida y la muerte.
Ya EL CREER EN DIOS no es obstáculo alguno para la militancia activa en el partido o para el el ejercio pleno en cualquier puesto de dirección.En hora buena tal cambio de actitud,que viene en concordancia al llamado al cambio de mentalidad para el logro de la unidad de todos los cubanos para el alcance de las metas propuestas para la viabiliodad de un proyecto liberador como lo es el cubano.
Otro asunto no menos importante es el cambio sobre el tratamiento que ha de darse a los individuos que tienen diversidad en el campo de su sexualidad.Es decir, se pide que estas personas no sean discriminadas y que se les respete por su persona aparte de su modo de actuar en cuanto a sus preferencias.esto no quiere decir que cada personA no tenga sus puntos de vista sobre este tema,sino que se busca que se respeten como personas y no se les dicriminen como otrora se hizo al puento que junto con muchos cristianos fueron llevados a granjas de produucción como política desacertada en un momento dado.Ya hay un principio base sobre un NO A LA HOMOFOBIA.
Otro punto imnportante,es el rol fundamental de la prensa,a la cual se le pide encarecidamente,que terminen con su autocensura y s eden a la tarea de informar verazmente sobre lso temas cualquiera que estos sean y a los cuales los cubanos tienen derecho a saber en tiempo y forma.Una prensa sin secretismo inútil y sin medias verdades y sin miramientos al dedo del señalador del momento opara saber que se ha de escribir que cosa nho ha de ser dado ha conocer.Se busca el que periodista cubano no sea tan solo un repetidor d elqo eue dice Cuba Debate o los periodicos que han cubierto la noticia,Qu eno se diga que si ya fue leido en el granma porque leer lo mismo en un periodico provincial.Tambien que los blogueros cubanos a tenor de si son periodistas sepan generar ideas y crear opiniones por ellos mismos.Esto es lo que según veo se espera de los periodistas cubanos.Se espera la inmediatez de la noticia,su veracidad,su fuerza comunicativa y su vigor para lograr particaciones concientes en el proseso de construcción de una sociedad justa como la que se enfoca al manteniemiento de las conquistas sociales y al logro de otras muchas que serviran para la plena satisfacción de cada individuo dentro de su país.
Rev Leonides Penton Amador
Agencia de Periodismo Independiente
continental.
No podemos olvidar que fuimos ateos y, a mucha honra,que no nos arrepentimos de la importacion de libros como La Religión al Alcance de Todos,y otros muchos, que sirvieron de base idiológica para la preparación de ideólogos que preparaban a los líderes polícos destinados a cambiar la mentalidad de un pueblo sincretista en uno ateo científico, semejante a un hombre nuevo sin las ataduras de una idea distordcionada de la realidad como lo es la religión,sinónimo de opio adormededor de la conciencia individual y social.
Éste andar errado,según hoy se reconoce, nos llevó a la declaración constitucional de un ateismo oficial y constitucional.Un ateismo impuesto e inconsulto,sobre los hombros de un pueblo que jamás en la praxis renunció a sus creenccia y,creó la doble moral que escondia los crucifijos y metian las biblias en cartuchos para estar a tono con los paradigmas asiolológicos del momento.
En el saco de los errores de cincuenta años este es uno de ellos.La única diferencia es que ahora este error se le puede llamar por su nombre ahora en este momento de cdambios extructurales que han de hacerse y ya se comienzan,para no seguir bordeqando el precicpio que amenaza la unidad de una nación noble y generosa como lo es la nuestra.
Ya hoy,se reconoce la pertinencia de la unidad de todo el pueblo,sin que se pare mientes en sobre el más acá o el más allá y las diversas formas de pensar sobre la vida y la muerte.
Ya EL CREER EN DIOS no es obstáculo alguno para la militancia activa en el partido o para el el ejercio pleno en cualquier puesto de dirección.En hora buena tal cambio de actitud,que viene en concordancia al llamado al cambio de mentalidad para el logro de la unidad de todos los cubanos para el alcance de las metas propuestas para la viabiliodad de un proyecto liberador como lo es el cubano.
Otro asunto no menos importante es el cambio sobre el tratamiento que ha de darse a los individuos que tienen diversidad en el campo de su sexualidad.Es decir, se pide que estas personas no sean discriminadas y que se les respete por su persona aparte de su modo de actuar en cuanto a sus preferencias.esto no quiere decir que cada personA no tenga sus puntos de vista sobre este tema,sino que se busca que se respeten como personas y no se les dicriminen como otrora se hizo al puento que junto con muchos cristianos fueron llevados a granjas de produucción como política desacertada en un momento dado.Ya hay un principio base sobre un NO A LA HOMOFOBIA.
Otro punto imnportante,es el rol fundamental de la prensa,a la cual se le pide encarecidamente,que terminen con su autocensura y s eden a la tarea de informar verazmente sobre lso temas cualquiera que estos sean y a los cuales los cubanos tienen derecho a saber en tiempo y forma.Una prensa sin secretismo inútil y sin medias verdades y sin miramientos al dedo del señalador del momento opara saber que se ha de escribir que cosa nho ha de ser dado ha conocer.Se busca el que periodista cubano no sea tan solo un repetidor d elqo eue dice Cuba Debate o los periodicos que han cubierto la noticia,Qu eno se diga que si ya fue leido en el granma porque leer lo mismo en un periodico provincial.Tambien que los blogueros cubanos a tenor de si son periodistas sepan generar ideas y crear opiniones por ellos mismos.Esto es lo que según veo se espera de los periodistas cubanos.Se espera la inmediatez de la noticia,su veracidad,su fuerza comunicativa y su vigor para lograr particaciones concientes en el proseso de construcción de una sociedad justa como la que se enfoca al manteniemiento de las conquistas sociales y al logro de otras muchas que serviran para la plena satisfacción de cada individuo dentro de su país.
Rev Leonides Penton Amador
Agencia de Periodismo Independiente
continental.
domingo, 29 de enero de 2012
?EXISTE UNA IGLESIA CATOLICA CUBANA FUERA DE CUBA?
Inicio Número 67
TEMAS no. 67 julio-septiembre de 2011
Estimado lector, la revista Temas ya cuenta con una versión de este artículo en formato HTML, además, ponemos a su disposición una versión en formato PDF.
¿Existe una Iglesia católica cubana fuera de Cuba?
Inicio Número 67
TEMAS no. 67 julio-septiembre de 2011
Estimado lector, la revista Temas ya cuenta con una versión de este artículo en formato HTML, además, ponemos a su disposición una versión en formato PDF.
¿Existe una Iglesia católica cubana fuera de Cuba?
Enrique López Oliva
Periodista e historiador. CEHILA-CUBA.
(268.5k)
¿Existe una Iglesia católica cubana fuera de Cuba?
Enrique López Oliva
Periodista e historiador. CEHILA-CUBA.
* Gerald E. Poyo, Cuban Catholics in the United States, 1960-1980. Exile and Integration, Institute for Latino Studies, University of Notre Dame Press, Notre Dame, 2007.
L
legó a nuestras manos, gracias a la revista Temas, una obra sobre los católicos cubanos en los Estados Unidos. Se trata de Cuban Catholics in the United States, 1960-1980. Exile and Integration,* del investigador Gerald E. Poyo, actualmente profesor de Historia de St. Mary´s University, en San Antonio, Texas.
Según el autor, escribió el libro para
entender un poco el proceso de formación de la comunidad cubana en los Estados Unidos [...] usando los católicos como un case studio (caso de estudio) [y] explorar cómo las ideas de «exilio» e «integración» surgieron y coexistieron entre los cubanos durante esa época.
Poyo vio a los católicos como «un grupo activista, visible, y con muchas publicaciones».1
El libro, además de una introducción del autor, comprende nueve capítulos: «Reforma y Revolución», «Traición y disidencia», «Comunidad de fe», «Identidad e ideología», «La cuestión social», «Una guerra justa y necesaria», «Etnicidad y derechos», «Católicos hispanos en los Estados Unidos» y «Diálogo». A estos se añaden un epílogo y una amplia bibliografía que incluye materiales de archivos, informaciones tomadas de diversos medios, historias orales, entrevistas y comunicaciones de veintidós personalidades: académicos y actores políticos de la comunidad cubana —entre los últimos concurren tres sacerdotes católicos y un prelado estadounidense (Mons. Bryan Walsh2).
Siempre que leo un libro sobre historia del cristianismo viene a mi mente una cita del célebre teólogo de la antigüedad, Aurelio Agustín,3 quien representó un puente entre el llamado Mundo antiguo y la civilización cristiana, y fuera llevado a los altares católicos con el nombre de San Agustín. En su obra Confesiones (de 397 d.C.) escribió:
Cuando se narran acontecimientos pasados que sucedieron realmente, no se atraen a la memoria los acontecimientos propiamente sucedidos, sino aquellos conceptos que, sugeridos por sus imágenes y tamizados a través de los sentidos, se imprimieron como huellas en el alma.4
La historia de la Iglesia católica en Cuba en los últimos cincuenta años ha estado marcada por desgarramientos, en gran medida reflejos de los cambios provocados por la radicalidad de la Revolución cubana.5 Entre estos desgarramientos figuró la separación de un sector importante de creyentes, contrario al proyecto de cambios políticos y sociales emprendidos por la Revolución, que abandonó su patria y se dirigió, principalmente, hacia los Estados Unidos. Muchos de los integrantes del grupo trataron de estructurar un contraproyecto político y se proclamaron «contrarrevolucionarios».
Durante su primera etapa, el exilio cubano en los Estados Unidos estuvo caracterizado por un anticomunismo militante y un catolicismo de corte conservador, inspirado en varias encíclicas papales, en especial la Divini Redemptoris (1937) de Pío XI —que percibía al comunismo como «intrínsecamente perverso»6—, e influido ideológicamente por el impacto de las revoluciones bolchevique y mexicana7 y, por la Guerra civil española, así como por la política de guerra fría apoyada por la jerarquía católica estadounidense. En ella se destacó el Arzobispo de Nueva York y cardenal Francis Spellman, que ordenó al primer sacerdote cubano en el exilio, Daniel Sánchez, en agosto de 1962. (p. 95)
Esta caracterización resulta incomprensible si no recordáramos quiénes eran sus principales guías espirituales antes de salir del país. Habría que señalar que, en 1959, alrededor de 70% del clero católico en Cuba era de origen español. Muchos habían pasado por el trauma de la Guerra civil (p. 123), algunos combatiendo en las filas de la Falange franquista contra «los rojos» y solo unos pocos —en especial del clero vasco— en el campo republicano, los llamados «curas rojos», que después permanecerían, casi todos, en Cuba. Entre estos últimos se destacó el franciscano Ignacio Biain,9 quien fuera director de la revista La Quincena, y mostrara sus simpatías hacia el proceso revolucionario. Permaneció en la Isla hasta su muerte en 1963, pues se negó a aceptar las presiones de sus superiores para que saliera del país.
El anticomunismo en lo político y el conservadurismo en la fe católica, que distinguió a aquellos primeros exiliados a partir de 1959, no impidió que sectores minoritarios de esta emigración asumieran posiciones diferentes ante el hecho revolucionario cubano y realizaran diversas lecturas del suceso. Fueron estos los que buscaron, por diversas vías, un acercamiento hacia los cubanos de la Isla; lograron la creación de organizaciones con tales fines, como la Brigada Antonio Maceo y de publicaciones como la revista Areito. Su enfoque del asunto y las intervenciones públicas los situaron en la posición de tener que enfrentar el rechazo y la hostilidad de la mayoría «exiliada», que llegó a extremos como emprender acciones violentas contra ellos, incluyendo al asesinato de algunos de sus miembros, como Carlos Muñiz Varela en abril de 1979.
Surgieron, incluso, pequeños grupos de jóvenes cristianos con inquietudes sociales, que bajo la influencia del pensamiento y la acción del sacerdote guerrillero y sociólogo colombiano Camilo Torres Restrepo, y al calor de la incipiente Teología Latinoamericana de la Liberación —vista por los conservadores como un caballo de Troya de los comunistas dentro de la Iglesia—, abogaron por una «Revolución cristiana, no comunista», para enfrentar la creciente pobreza y la injusticia social en Latinoamérica (p. 207). Llegaron a apoyar la elección del socialista Salvador Allende como presidente de Chile.
Acercarnos a esa «otra Cuba» —como se le ha llamado—, instalada en los Estados Unidos, no es tarea fácil para los que vivimos en la Isla. La distancia es no solo geográfica; está teñida por dolorosas y profundas rupturas que dividieron a muchas familias y condujeron a enfrentamientos fraticidas violentos. Recuérdese la expedición por Bahía de Cochinos de 1961, organizada por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), para la cual se logró movilizar a muchos miembros de organizaciones católicas de la comunidad cubana residente en los Estados Unidos, los cuales llevaban, en una manga de la camisa del uniforme, un escudo con una cruz sobre la isla de Cuba, y el lema: Dios, Patria y Libertad. En la expedición armada participaron tres sacerdotes católicos —ninguno nacido en Cuba— y un ministro evangélico.
Lo interesante es que, pese al dolor y la violencia que nos han marcado, continúan existiendo lazos entre los cubanos de ambas orillas y permanecen inquebrantables muchos afectos.
¿Cómo se vieron a sí mismos los católicos cubanos que se marcharon de Cuba, por razones políticas, después de 1959? La respuesta a tal interrogante es, en nuestra opinión, el principal aporte de este serio estudio académico, que trasciende la estrechez de los condicionamientos políticos e ideológicos, para ofrecernos un rico, tenso y dinámico panorama histórico de una comunidad establecida fuera de su territorio nacional, obligada a adaptarse a una serie de códigos nuevos que incluyó la adopción de una lengua diferente y distante de la materna, y de hábitos de vida enraizados en otra cultura religiosa: el protestantismo. Un grupo que inicialmente pensó que abandonaba la Isla por corto tiempo para retornar a restablecer su forma de concebir Cuba, inspirada en el modelo pre-revolucionario.
El primer grupo que abandonó la Isla en los diez primeros años luego del triunfo revolucionario se consideró a sí mismo «exiliado» y no «emigrado», pues confiaban en un pronto retorno que «nunca se materializó» (p. 184). Solo unos pocos de los que murieron fuera de su terruño lograron que sus familiares repatriaran sus restos, luego de engorrosos y costosos trámites; la mayoría fueron y siguen siendo enterrados lejos del lugar donde nacieron.
El presidente histórico de Democracia Cristiana en el exilio, Dr. José Ignacio Rasco, antiguo profesor de Cívica en el Colegio de Belén en Cuba, insistía en 1969: «No debemos abandonar nuestro deseo de un futuro retorno» (p. 156). Con él tuve oportunidad de conversar ampliamente en varias ocasiones en Miami —ciudad considerada «la segunda capital de los cubanos». En esos intensos y honestos ratos el viejo profesor criticó algunas de sus actitudes de aquellos primeros años de exilio, y declaró su deseo de volver a Cuba algún día.
Pudiéramos preguntarnos si existen dos Historias de Cuba: la escrita en la Isla, y la de los cubanoamericanos, recreada por el contexto en el cual, según quién lo interprete, escogieron vivir o los obligaron a ello. Poyo se detiene en un aspecto poco abordado por los estudiosos que encaran este complejo proceso: el papel desempeñado por la religión católica, tal como fue interpretada y vivida por esos feligreses cubanos que se establecieron en los Estados Unidos, y trasladaron sus formas de religiosidad, pastorales, asociaciones laicales, escuelas, organizaciones políticas de inspiración católica (surgirían nuevas en el exilio), publicaciones, etc. Para preservar sus costumbres y hábitos, sus jerarquías sociales y de valores, así como retener una identidad, que amenazó con desintegrarse y ser absorbida por la cultura dominante estadounidense, se aferraron a un pasado que iba poco a poco borrándose de la memoria; intentaron retenerlo mediante la recreación de símbolos y narrativas que pretendían mantener vivo lo que ellos consideraban propiamente «cubano», tan difícil de trasmitir a sus hijos formados o nacidos en los Estados Unidos, con escasos contactos con el país de origen.
Según Poyo, surgieron «escuelas cívico-religiosas» en las parroquias católicas de asistencia mayoritariamente cubana, con el objetivo de proveer «un contexto nacional y cultural» a los niños de la comunidad cubana, para mantenerles vivo el recuerdo de la patria. A partir de 1979 se organizaron peregrinaciones a San Agustín, en la Florida, lugar donde falleció, en 1853, el sacerdote patriota cubano Félix Varela, y se fomentó la devoción a la patrona del pueblo cubano, la Virgen de la Caridad del Cobre, a la cual se le dedicó una ermita, consagrada por el cardenal de Filadelfia, John Krol, el 2 de diciembre de 1973, que se convertiría en un centro religioso y espiritual de particular importancia para los católicos cubanos del sur de la Florida y otros insertados en el extenso territorio estadounidense.9
El simbolismo encarnado por la Patrona de Cuba merece especial interés para no pocos estudiosos de la temática cultural-religiosa cubana. Para la mayoría de los nacidos en la Isla y no pocos de los que lo hicieron en el exterior, de madre o padre cubanos, la Virgen de la Caridad se erige como el símbolo por excelencia de la cubanidad. Trasladarse hasta la basílica dedicada a ella, en el poblado santiaguero de El Cobre, tiene algo de cálida aventura, acto semejante a la hipotética vuelta al seno materno.10
Se ha hecho cada vez más frecuente encontrar allí, en cualquier época del año, a cubanos residentes en el exterior, cuyo viaje a los orígenes identitarios pasa por el reencuentro con la «virgen mambisa», como también se le conoce. Por eso, no es azaroso que la ermita construida en Miami mire hacia la Isla, ni que el sitio sea de casi obligada peregrinación para aquellos que llegan de la Isla en visitas familiares (pp. 105-7).
Pero no todo fue fácil para los exiliados cubanos en los Estados Unidos; no siempre hallaron acogida y comprensión, idea errónea que suele a veces tenerse en Cuba. En 1972, Monseñor Coleman Carrol prohibió al sacerdote cubano Ramón O´Farril realizar una invocación en español en una ceremonia ecuménica celebrada durante la Convención anual del Partido Republicano, y removió al sacerdote Jorge Bez Chabebe, primer presidente de la Asociación de Clérigos Hispanos, por sus denuncias contra el comunismo y por su apoyo «a la causa cubana» (pp. 196-7).
Durante los 60 y los 70, los católicos cubanos en el sur de la Florida construyeron una comunidad dependiente en la fe, valores y tradiciones [...] de su lugar de origen» y «recrearon su nuevo mundo en exacta imagen de su lugar de origen», afirma Poyo (p. 119). Pero ello no debiera entenderse como que la comunidad no encontraría fuertes obstáculos en sus propósitos de conservarse identitariamente. En un primer momento, los católicos cubanos chocaron con una Iglesia católica estadounidense marcada por la mentalidad de origen irlandés, que inicialmente no aceptó en su seno a las organizaciones católicas trasplantadas desde la Isla. No obstante, en 1961 los cubanos establecieron un Comité de Organizaciones Católicas en el Exilio, con el cual se enfrentaron al Obispo de Miami, Carroll, y a su equipo diocesano, quienes no veían con buenos ojos el surgimiento, de facto, de una «iglesia étnica», con una «específica agenda política» en la Florida (p. 191).
Se trató de someterlos a las estructuras diocesanas de la Iglesia católica estadounidense, «americanizarlos», rechazando, en un principio, la realización de cultos religiosos en español, resistiéndose a la incorporación, en sus estructuras, de los obispos que abandonaban la Isla, e incluso manteniendo en posiciones marginales al clero procedente de Cuba.11
Hasta el papado, al corriente del conflicto, vio con reservas lo que llegó a considerarse una actitud extremista de los católicos cubanos residentes en los Estados Unidos, quienes reclamaron el apoyo de esta frente a la jerarquía católica estadounidense, así como respecto a su política de enfrentamiento con el gobierno revolucionario cubano. Este último, mantuvo relaciones oficiales con la Santa Sede, aunque esta apoyó con firmeza a la Iglesia católica de la Isla.
Por intermedio de su representante en La Habana, especialmente Monseñor Cesare Zacchi (rechazado por el exilio), el Vaticano intentó frenar el éxodo de católicos de la Isla, y mediar con las autoridades revolucionarias ante las diferencias y contradicciones que surgieron con la Iglesia. Estas se debieron a los efectos de medidas como la estatización de las escuelas católicas, en el marco de la nacionalización del sistema de enseñanza, y las confrontaciones derivadas de una política ideológica ateizante, además de la utilización del espacio religioso cubano por opositores políticos al gobierno de la Isla.
Los opositores políticos al nuevo gobierno, luego del aplastamiento de las organizaciones contrarrevolucionarias en la Isla, intentaron convertir a la Iglesia católica en Cuba en «un partido de oposición», a lo que se negaron la jerarquía y el clero cubanos, por lo que fueron acusados por sectores católicos del exilio de debilidad y de confabulación con el gobierno revolucionario.
En 1969 la Fraternidad del Clero y Religiosos de Cuba en la diáspora envió una carta al Secretario de Estado de la Santa Sede, que expresaba su inconformidad con la política seguida hacia el gobierno revolucionario y el mantenimiento de relaciones diplomáticas con este (p. 170).
El papado renovador de Juan XXIII (1958-1963), llamado por los conservadores «el Papa rojo», abrió la posibilidad a los católicos de dialogar con los marxistas —lo que rechazarían los cubanos del exilio, firmes anticomunistas. La celebración en Roma del Concilio Vaticano Segundo (1962-65), iniciado por ese pontífice y culminado por Pablo VI, propició un proceso de aggiornamento (puesta al día) de la Iglesia; y la realización en Medellín (Colombia) de la Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (CELAM, 1968), para poner en práctica, en América Latina, los acuerdos del Concilio.
La aparición, a principios de los años 70, de la Teología Latinoamericana de la Liberación —en alguna medida inspirada en la Revolución cubana—, más cambios ocurridos en los propios Estados Unidos a consecuencia del Movimiento Pro Derechos Civiles de la población afroestadounidense; la elección, por primera vez, de un presidente católico en los Estados Unidos; los asesinatos de John F. Kennedy (1963), Malcolm X (1965), el reverendo Martin Luther King, Jr. (1968), y Robert Kennedy (1968); así como la sucesión de golpes militares en América Latina, auspiciados por los Estados Unidos, fueron hechos que tener en cuenta para visualizar el cambiante contexto en que se desenvolverían los católicos cubanos exiliados.
No obstante, como muestra Poyo en su investigación, los exiliados cubanos desarrollaron diversas estrategias de lucha contra la incipiente Revolución cubana: momentos de lucha armada, presiones diplomáticas, discursos políticos y lobbys ante el gobierno estadounidense para tratar de favorecer su agenda política (pp. 174-80). Pero hubo cubanos que «por razones morales» se opusieron «a asesinatos y acciones terroristas» (p. 158).
El diálogo: ¿posible o imposible?
Las reiteradas visitas de cubanoamericanos a la Isla, rechazadas por el sector más radical del exilio, así como los diálogos iniciados a partir de 1978 entre representantes del gobierno cubano y de las comunidades cubanas residentes en el exterior abrieron una controversia que no solo tuvo manifestaciones violentas, sino que complejizó aun más las casi inexistentes relaciones entre los gobiernos de Cuba y los Estados Unidos.
La creciente población cubana que abandonó la Isla —mayoritariamente blanca— llevaría a tratar de definir su lugar en los Estados Unidos en los 70. Los pocos afrocubanos que emigraron por entonces se enfrentaron —incluso aquellos que se habían comprometido con la causa del exilio— a una «doble discriminación». Tal fue el caso del cubano negro Sergio Carrillo, quien trabajaba en Cuba con la Agrupación Católica Universitaria, y después se unió a la invasión de Bahía de Cochinos. Carrillo reconoció que en la Florida tenía dificultad para encontrar empleo, se enfrentaba con carteles que decían: «No perros, no negros» y con baños segregados, razón por la cual muchos negros y mulatos cubanos se mudaron al norte de los Estados Unidos (p. 204).
Con el tiempo, las divisiones se acentuaron, sobre todo después de la llegada de nuevos emigrados procedentes de Cuba. No dejó de preocupar a los líderes católicos del exilio que cubanos blancos abandonaran la práctica ortodoxa católica y se vincularan a religiones cubanas de origen africano (pp. 200-2).
La comunidad católica del exilio buscó en la población hispana católica una conexión y un aliado para ampliar su influencia en la sociedad estadounidense. No obstante, le censuraron la simpatía con la cual muchos líderes de movimientos de origen hispano veían el proceso revolucionario cubano; especialmente a los de la población mexicano-estadounidense les criticaban que «vieran a la Revolución cubana [como] aceptable alternativa a la opresiva pobreza en los Estados Unidos» (p. 216).
Muchos cubanos exiliados encontraron en su catolicismo —como señala Poyo— un asidero «de ideas y de prácticas» para asumir el dilema que afrontaron en todos los órdenes; no solo las consecuencias de la Revolución, sino significativas reformas dentro de su propia Iglesia, y turbulentos acontecimientos en los Estados Unidos y América Latina.
Va siendo hora de que los académicos cubanos de la Isla nos aproximemos con seriedad y políticamente desprejuiciados —aunque podamos en algunos aspectos no estar de acuerdo—, a esta «otra Cuba», tan diferente a la nuestra y a la cual, sin embargo, no somos del todo extraños, como tampoco a ellos les somos tan ajenos. Obras como la de Gerald E. Poyo ayudan, sin dudas, a entender esa otra Cuba en su complejidad, al sistematizar un complejo proceso que, hasta el momento, se nos pierde.
No son pocos los impedimentos para trasladarnos entre ambos lugares —sobre todo para los cubanos de la Isla—, ni las serias limitaciones con la bibliografía. Solo una pequeña parte de la producción intelectual de los cubanos de dentro se conoce en los Estados Unidos, y viceversa. Por ahora nos unen más la música, los tostones y las remesas económicas que los libros.
Ojalá no esté lejos el día en que exista en Cuba una colección de textos publicados fuera de de sus fronteras geográficas, similar a la que tuvo el Fondo de Cultura Económica de México, que atesoró y difundió todo lo que se publicaba en el exterior sobre ese país.
Conocer las percepciones que tienen otros sobre nosotros es un paso importante hacia el conocimiento propio e indudablemente ayuda a corregir errores —todos los humanos los tenemos—, y a vincularnos con ese «otro mundo» que tanto tiene que ver con el nuestro. De ahí la importancia, para los cubanos de la Isla y del resto del mundo, de poder acceder a ensayos como Cuban Catholics in the United States..., de Gerald E. Poyo.
Notas
1. Comunicación por e-mail del profesor Gerald E. Poyo al autor de esta nota, 16 de abril de 2010.
2. Monseñor Bryan Walsh fue director en Miami de Caritas Católicas-Chatolic Charities, y figura clave en la llamada Operación Peter Pan, que trasladó hacia los Estados Unidos a unos 14 000 niños cubanos, entre 1962 y 1963.
3. Aurelio Agustín (354-430), nacido en Tagaste, provincia romana de Numidia, actual Túnez.
4. Véase Atlas Universal de Filosofía, Océano, Barcelona, 2008, p. 684.
5. Véase Enrique López Oliva, «La Iglesia católica y la Revolución cubana», Temas, n. 55, La Habana, julio-septiembre de 2008, pp. 138-151.
6. Véase Gerald E. Poyo, ob. cit., p. 122. En lo adelante, solo se señalará la página de referencia a la obra reseñada.
7. Véase Enrique López Oliva, «La Iglesia católica y la Revolución mexicana», Temas, n. 61, La Habana, enero-marzo de 2010, pp. 49-60.
8. Véanse varias referencias a Biain en Gerald E. Poyo, ob. cit., pp. 35, 39-40, 42, 48, 54, 62 y 248.
9. Este autor tuvo ocasión de visitarla, y allí conversar con quien fuera, durante mucho tiempo, su capellán, el cubano Monseñor Agustín Román, que llegó a ser Obispo auxiliar de Miami y desempeñó un importante papel dentro de la comunidad católica cubana exiliada.
10. Véase Thomas A. Tweed, Our Lady of the Exile. Diasporic Religion at a Cuban Catholic Shrine in Miami, Oxford University Press, Nueva York, 1997.
11. Este fue el motivo por el cual Monseñor Eduardo Boza Masvidal, antiguo Obispo auxiliar de La Habana, se vio obligado a realizar su ministerio en una parroquia en Los Teques (Venezuela). Véase Gerald E. Poyo, ob. cit., pp. 269-70.
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Revista Temas© Copyright 1996-2012 ISSN 0864-134X
Enrique López Oliva
Periodista e historiador. CEHILA-CUBA.
(268.5k)
¿Existe una Iglesia católica cubana fuera de Cuba?
Enrique López Oliva
Periodista e historiador. CEHILA-CUBA.
* Gerald E. Poyo, Cuban Catholics in the United States, 1960-1980. Exile and Integration, Institute for Latino Studies, University of Notre Dame Press, Notre Dame, 2007.
L
legó a nuestras manos, gracias a la revista Temas, una obra sobre los católicos cubanos en los Estados Unidos. Se trata de Cuban Catholics in the United States, 1960-1980. Exile and Integration,* del investigador Gerald E. Poyo, actualmente profesor de Historia de St. Mary´s University, en San Antonio, Texas.
Según el autor, escribió el libro para
entender un poco el proceso de formación de la comunidad cubana en los Estados Unidos [...] usando los católicos como un case studio (caso de estudio) [y] explorar cómo las ideas de «exilio» e «integración» surgieron y coexistieron entre los cubanos durante esa época.
Poyo vio a los católicos como «un grupo activista, visible, y con muchas publicaciones».1
El libro, además de una introducción del autor, comprende nueve capítulos: «Reforma y Revolución», «Traición y disidencia», «Comunidad de fe», «Identidad e ideología», «La cuestión social», «Una guerra justa y necesaria», «Etnicidad y derechos», «Católicos hispanos en los Estados Unidos» y «Diálogo». A estos se añaden un epílogo y una amplia bibliografía que incluye materiales de archivos, informaciones tomadas de diversos medios, historias orales, entrevistas y comunicaciones de veintidós personalidades: académicos y actores políticos de la comunidad cubana —entre los últimos concurren tres sacerdotes católicos y un prelado estadounidense (Mons. Bryan Walsh2).
Siempre que leo un libro sobre historia del cristianismo viene a mi mente una cita del célebre teólogo de la antigüedad, Aurelio Agustín,3 quien representó un puente entre el llamado Mundo antiguo y la civilización cristiana, y fuera llevado a los altares católicos con el nombre de San Agustín. En su obra Confesiones (de 397 d.C.) escribió:
Cuando se narran acontecimientos pasados que sucedieron realmente, no se atraen a la memoria los acontecimientos propiamente sucedidos, sino aquellos conceptos que, sugeridos por sus imágenes y tamizados a través de los sentidos, se imprimieron como huellas en el alma.4
La historia de la Iglesia católica en Cuba en los últimos cincuenta años ha estado marcada por desgarramientos, en gran medida reflejos de los cambios provocados por la radicalidad de la Revolución cubana.5 Entre estos desgarramientos figuró la separación de un sector importante de creyentes, contrario al proyecto de cambios políticos y sociales emprendidos por la Revolución, que abandonó su patria y se dirigió, principalmente, hacia los Estados Unidos. Muchos de los integrantes del grupo trataron de estructurar un contraproyecto político y se proclamaron «contrarrevolucionarios».
Durante su primera etapa, el exilio cubano en los Estados Unidos estuvo caracterizado por un anticomunismo militante y un catolicismo de corte conservador, inspirado en varias encíclicas papales, en especial la Divini Redemptoris (1937) de Pío XI —que percibía al comunismo como «intrínsecamente perverso»6—, e influido ideológicamente por el impacto de las revoluciones bolchevique y mexicana7 y, por la Guerra civil española, así como por la política de guerra fría apoyada por la jerarquía católica estadounidense. En ella se destacó el Arzobispo de Nueva York y cardenal Francis Spellman, que ordenó al primer sacerdote cubano en el exilio, Daniel Sánchez, en agosto de 1962. (p. 95)
Esta caracterización resulta incomprensible si no recordáramos quiénes eran sus principales guías espirituales antes de salir del país. Habría que señalar que, en 1959, alrededor de 70% del clero católico en Cuba era de origen español. Muchos habían pasado por el trauma de la Guerra civil (p. 123), algunos combatiendo en las filas de la Falange franquista contra «los rojos» y solo unos pocos —en especial del clero vasco— en el campo republicano, los llamados «curas rojos», que después permanecerían, casi todos, en Cuba. Entre estos últimos se destacó el franciscano Ignacio Biain,9 quien fuera director de la revista La Quincena, y mostrara sus simpatías hacia el proceso revolucionario. Permaneció en la Isla hasta su muerte en 1963, pues se negó a aceptar las presiones de sus superiores para que saliera del país.
El anticomunismo en lo político y el conservadurismo en la fe católica, que distinguió a aquellos primeros exiliados a partir de 1959, no impidió que sectores minoritarios de esta emigración asumieran posiciones diferentes ante el hecho revolucionario cubano y realizaran diversas lecturas del suceso. Fueron estos los que buscaron, por diversas vías, un acercamiento hacia los cubanos de la Isla; lograron la creación de organizaciones con tales fines, como la Brigada Antonio Maceo y de publicaciones como la revista Areito. Su enfoque del asunto y las intervenciones públicas los situaron en la posición de tener que enfrentar el rechazo y la hostilidad de la mayoría «exiliada», que llegó a extremos como emprender acciones violentas contra ellos, incluyendo al asesinato de algunos de sus miembros, como Carlos Muñiz Varela en abril de 1979.
Surgieron, incluso, pequeños grupos de jóvenes cristianos con inquietudes sociales, que bajo la influencia del pensamiento y la acción del sacerdote guerrillero y sociólogo colombiano Camilo Torres Restrepo, y al calor de la incipiente Teología Latinoamericana de la Liberación —vista por los conservadores como un caballo de Troya de los comunistas dentro de la Iglesia—, abogaron por una «Revolución cristiana, no comunista», para enfrentar la creciente pobreza y la injusticia social en Latinoamérica (p. 207). Llegaron a apoyar la elección del socialista Salvador Allende como presidente de Chile.
Acercarnos a esa «otra Cuba» —como se le ha llamado—, instalada en los Estados Unidos, no es tarea fácil para los que vivimos en la Isla. La distancia es no solo geográfica; está teñida por dolorosas y profundas rupturas que dividieron a muchas familias y condujeron a enfrentamientos fraticidas violentos. Recuérdese la expedición por Bahía de Cochinos de 1961, organizada por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), para la cual se logró movilizar a muchos miembros de organizaciones católicas de la comunidad cubana residente en los Estados Unidos, los cuales llevaban, en una manga de la camisa del uniforme, un escudo con una cruz sobre la isla de Cuba, y el lema: Dios, Patria y Libertad. En la expedición armada participaron tres sacerdotes católicos —ninguno nacido en Cuba— y un ministro evangélico.
Lo interesante es que, pese al dolor y la violencia que nos han marcado, continúan existiendo lazos entre los cubanos de ambas orillas y permanecen inquebrantables muchos afectos.
¿Cómo se vieron a sí mismos los católicos cubanos que se marcharon de Cuba, por razones políticas, después de 1959? La respuesta a tal interrogante es, en nuestra opinión, el principal aporte de este serio estudio académico, que trasciende la estrechez de los condicionamientos políticos e ideológicos, para ofrecernos un rico, tenso y dinámico panorama histórico de una comunidad establecida fuera de su territorio nacional, obligada a adaptarse a una serie de códigos nuevos que incluyó la adopción de una lengua diferente y distante de la materna, y de hábitos de vida enraizados en otra cultura religiosa: el protestantismo. Un grupo que inicialmente pensó que abandonaba la Isla por corto tiempo para retornar a restablecer su forma de concebir Cuba, inspirada en el modelo pre-revolucionario.
El primer grupo que abandonó la Isla en los diez primeros años luego del triunfo revolucionario se consideró a sí mismo «exiliado» y no «emigrado», pues confiaban en un pronto retorno que «nunca se materializó» (p. 184). Solo unos pocos de los que murieron fuera de su terruño lograron que sus familiares repatriaran sus restos, luego de engorrosos y costosos trámites; la mayoría fueron y siguen siendo enterrados lejos del lugar donde nacieron.
El presidente histórico de Democracia Cristiana en el exilio, Dr. José Ignacio Rasco, antiguo profesor de Cívica en el Colegio de Belén en Cuba, insistía en 1969: «No debemos abandonar nuestro deseo de un futuro retorno» (p. 156). Con él tuve oportunidad de conversar ampliamente en varias ocasiones en Miami —ciudad considerada «la segunda capital de los cubanos». En esos intensos y honestos ratos el viejo profesor criticó algunas de sus actitudes de aquellos primeros años de exilio, y declaró su deseo de volver a Cuba algún día.
Pudiéramos preguntarnos si existen dos Historias de Cuba: la escrita en la Isla, y la de los cubanoamericanos, recreada por el contexto en el cual, según quién lo interprete, escogieron vivir o los obligaron a ello. Poyo se detiene en un aspecto poco abordado por los estudiosos que encaran este complejo proceso: el papel desempeñado por la religión católica, tal como fue interpretada y vivida por esos feligreses cubanos que se establecieron en los Estados Unidos, y trasladaron sus formas de religiosidad, pastorales, asociaciones laicales, escuelas, organizaciones políticas de inspiración católica (surgirían nuevas en el exilio), publicaciones, etc. Para preservar sus costumbres y hábitos, sus jerarquías sociales y de valores, así como retener una identidad, que amenazó con desintegrarse y ser absorbida por la cultura dominante estadounidense, se aferraron a un pasado que iba poco a poco borrándose de la memoria; intentaron retenerlo mediante la recreación de símbolos y narrativas que pretendían mantener vivo lo que ellos consideraban propiamente «cubano», tan difícil de trasmitir a sus hijos formados o nacidos en los Estados Unidos, con escasos contactos con el país de origen.
Según Poyo, surgieron «escuelas cívico-religiosas» en las parroquias católicas de asistencia mayoritariamente cubana, con el objetivo de proveer «un contexto nacional y cultural» a los niños de la comunidad cubana, para mantenerles vivo el recuerdo de la patria. A partir de 1979 se organizaron peregrinaciones a San Agustín, en la Florida, lugar donde falleció, en 1853, el sacerdote patriota cubano Félix Varela, y se fomentó la devoción a la patrona del pueblo cubano, la Virgen de la Caridad del Cobre, a la cual se le dedicó una ermita, consagrada por el cardenal de Filadelfia, John Krol, el 2 de diciembre de 1973, que se convertiría en un centro religioso y espiritual de particular importancia para los católicos cubanos del sur de la Florida y otros insertados en el extenso territorio estadounidense.9
El simbolismo encarnado por la Patrona de Cuba merece especial interés para no pocos estudiosos de la temática cultural-religiosa cubana. Para la mayoría de los nacidos en la Isla y no pocos de los que lo hicieron en el exterior, de madre o padre cubanos, la Virgen de la Caridad se erige como el símbolo por excelencia de la cubanidad. Trasladarse hasta la basílica dedicada a ella, en el poblado santiaguero de El Cobre, tiene algo de cálida aventura, acto semejante a la hipotética vuelta al seno materno.10
Se ha hecho cada vez más frecuente encontrar allí, en cualquier época del año, a cubanos residentes en el exterior, cuyo viaje a los orígenes identitarios pasa por el reencuentro con la «virgen mambisa», como también se le conoce. Por eso, no es azaroso que la ermita construida en Miami mire hacia la Isla, ni que el sitio sea de casi obligada peregrinación para aquellos que llegan de la Isla en visitas familiares (pp. 105-7).
Pero no todo fue fácil para los exiliados cubanos en los Estados Unidos; no siempre hallaron acogida y comprensión, idea errónea que suele a veces tenerse en Cuba. En 1972, Monseñor Coleman Carrol prohibió al sacerdote cubano Ramón O´Farril realizar una invocación en español en una ceremonia ecuménica celebrada durante la Convención anual del Partido Republicano, y removió al sacerdote Jorge Bez Chabebe, primer presidente de la Asociación de Clérigos Hispanos, por sus denuncias contra el comunismo y por su apoyo «a la causa cubana» (pp. 196-7).
Durante los 60 y los 70, los católicos cubanos en el sur de la Florida construyeron una comunidad dependiente en la fe, valores y tradiciones [...] de su lugar de origen» y «recrearon su nuevo mundo en exacta imagen de su lugar de origen», afirma Poyo (p. 119). Pero ello no debiera entenderse como que la comunidad no encontraría fuertes obstáculos en sus propósitos de conservarse identitariamente. En un primer momento, los católicos cubanos chocaron con una Iglesia católica estadounidense marcada por la mentalidad de origen irlandés, que inicialmente no aceptó en su seno a las organizaciones católicas trasplantadas desde la Isla. No obstante, en 1961 los cubanos establecieron un Comité de Organizaciones Católicas en el Exilio, con el cual se enfrentaron al Obispo de Miami, Carroll, y a su equipo diocesano, quienes no veían con buenos ojos el surgimiento, de facto, de una «iglesia étnica», con una «específica agenda política» en la Florida (p. 191).
Se trató de someterlos a las estructuras diocesanas de la Iglesia católica estadounidense, «americanizarlos», rechazando, en un principio, la realización de cultos religiosos en español, resistiéndose a la incorporación, en sus estructuras, de los obispos que abandonaban la Isla, e incluso manteniendo en posiciones marginales al clero procedente de Cuba.11
Hasta el papado, al corriente del conflicto, vio con reservas lo que llegó a considerarse una actitud extremista de los católicos cubanos residentes en los Estados Unidos, quienes reclamaron el apoyo de esta frente a la jerarquía católica estadounidense, así como respecto a su política de enfrentamiento con el gobierno revolucionario cubano. Este último, mantuvo relaciones oficiales con la Santa Sede, aunque esta apoyó con firmeza a la Iglesia católica de la Isla.
Por intermedio de su representante en La Habana, especialmente Monseñor Cesare Zacchi (rechazado por el exilio), el Vaticano intentó frenar el éxodo de católicos de la Isla, y mediar con las autoridades revolucionarias ante las diferencias y contradicciones que surgieron con la Iglesia. Estas se debieron a los efectos de medidas como la estatización de las escuelas católicas, en el marco de la nacionalización del sistema de enseñanza, y las confrontaciones derivadas de una política ideológica ateizante, además de la utilización del espacio religioso cubano por opositores políticos al gobierno de la Isla.
Los opositores políticos al nuevo gobierno, luego del aplastamiento de las organizaciones contrarrevolucionarias en la Isla, intentaron convertir a la Iglesia católica en Cuba en «un partido de oposición», a lo que se negaron la jerarquía y el clero cubanos, por lo que fueron acusados por sectores católicos del exilio de debilidad y de confabulación con el gobierno revolucionario.
En 1969 la Fraternidad del Clero y Religiosos de Cuba en la diáspora envió una carta al Secretario de Estado de la Santa Sede, que expresaba su inconformidad con la política seguida hacia el gobierno revolucionario y el mantenimiento de relaciones diplomáticas con este (p. 170).
El papado renovador de Juan XXIII (1958-1963), llamado por los conservadores «el Papa rojo», abrió la posibilidad a los católicos de dialogar con los marxistas —lo que rechazarían los cubanos del exilio, firmes anticomunistas. La celebración en Roma del Concilio Vaticano Segundo (1962-65), iniciado por ese pontífice y culminado por Pablo VI, propició un proceso de aggiornamento (puesta al día) de la Iglesia; y la realización en Medellín (Colombia) de la Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (CELAM, 1968), para poner en práctica, en América Latina, los acuerdos del Concilio.
La aparición, a principios de los años 70, de la Teología Latinoamericana de la Liberación —en alguna medida inspirada en la Revolución cubana—, más cambios ocurridos en los propios Estados Unidos a consecuencia del Movimiento Pro Derechos Civiles de la población afroestadounidense; la elección, por primera vez, de un presidente católico en los Estados Unidos; los asesinatos de John F. Kennedy (1963), Malcolm X (1965), el reverendo Martin Luther King, Jr. (1968), y Robert Kennedy (1968); así como la sucesión de golpes militares en América Latina, auspiciados por los Estados Unidos, fueron hechos que tener en cuenta para visualizar el cambiante contexto en que se desenvolverían los católicos cubanos exiliados.
No obstante, como muestra Poyo en su investigación, los exiliados cubanos desarrollaron diversas estrategias de lucha contra la incipiente Revolución cubana: momentos de lucha armada, presiones diplomáticas, discursos políticos y lobbys ante el gobierno estadounidense para tratar de favorecer su agenda política (pp. 174-80). Pero hubo cubanos que «por razones morales» se opusieron «a asesinatos y acciones terroristas» (p. 158).
El diálogo: ¿posible o imposible?
Las reiteradas visitas de cubanoamericanos a la Isla, rechazadas por el sector más radical del exilio, así como los diálogos iniciados a partir de 1978 entre representantes del gobierno cubano y de las comunidades cubanas residentes en el exterior abrieron una controversia que no solo tuvo manifestaciones violentas, sino que complejizó aun más las casi inexistentes relaciones entre los gobiernos de Cuba y los Estados Unidos.
La creciente población cubana que abandonó la Isla —mayoritariamente blanca— llevaría a tratar de definir su lugar en los Estados Unidos en los 70. Los pocos afrocubanos que emigraron por entonces se enfrentaron —incluso aquellos que se habían comprometido con la causa del exilio— a una «doble discriminación». Tal fue el caso del cubano negro Sergio Carrillo, quien trabajaba en Cuba con la Agrupación Católica Universitaria, y después se unió a la invasión de Bahía de Cochinos. Carrillo reconoció que en la Florida tenía dificultad para encontrar empleo, se enfrentaba con carteles que decían: «No perros, no negros» y con baños segregados, razón por la cual muchos negros y mulatos cubanos se mudaron al norte de los Estados Unidos (p. 204).
Con el tiempo, las divisiones se acentuaron, sobre todo después de la llegada de nuevos emigrados procedentes de Cuba. No dejó de preocupar a los líderes católicos del exilio que cubanos blancos abandonaran la práctica ortodoxa católica y se vincularan a religiones cubanas de origen africano (pp. 200-2).
La comunidad católica del exilio buscó en la población hispana católica una conexión y un aliado para ampliar su influencia en la sociedad estadounidense. No obstante, le censuraron la simpatía con la cual muchos líderes de movimientos de origen hispano veían el proceso revolucionario cubano; especialmente a los de la población mexicano-estadounidense les criticaban que «vieran a la Revolución cubana [como] aceptable alternativa a la opresiva pobreza en los Estados Unidos» (p. 216).
Muchos cubanos exiliados encontraron en su catolicismo —como señala Poyo— un asidero «de ideas y de prácticas» para asumir el dilema que afrontaron en todos los órdenes; no solo las consecuencias de la Revolución, sino significativas reformas dentro de su propia Iglesia, y turbulentos acontecimientos en los Estados Unidos y América Latina.
Va siendo hora de que los académicos cubanos de la Isla nos aproximemos con seriedad y políticamente desprejuiciados —aunque podamos en algunos aspectos no estar de acuerdo—, a esta «otra Cuba», tan diferente a la nuestra y a la cual, sin embargo, no somos del todo extraños, como tampoco a ellos les somos tan ajenos. Obras como la de Gerald E. Poyo ayudan, sin dudas, a entender esa otra Cuba en su complejidad, al sistematizar un complejo proceso que, hasta el momento, se nos pierde.
No son pocos los impedimentos para trasladarnos entre ambos lugares —sobre todo para los cubanos de la Isla—, ni las serias limitaciones con la bibliografía. Solo una pequeña parte de la producción intelectual de los cubanos de dentro se conoce en los Estados Unidos, y viceversa. Por ahora nos unen más la música, los tostones y las remesas económicas que los libros.
Ojalá no esté lejos el día en que exista en Cuba una colección de textos publicados fuera de de sus fronteras geográficas, similar a la que tuvo el Fondo de Cultura Económica de México, que atesoró y difundió todo lo que se publicaba en el exterior sobre ese país.
Conocer las percepciones que tienen otros sobre nosotros es un paso importante hacia el conocimiento propio e indudablemente ayuda a corregir errores —todos los humanos los tenemos—, y a vincularnos con ese «otro mundo» que tanto tiene que ver con el nuestro. De ahí la importancia, para los cubanos de la Isla y del resto del mundo, de poder acceder a ensayos como Cuban Catholics in the United States..., de Gerald E. Poyo.
Notas
1. Comunicación por e-mail del profesor Gerald E. Poyo al autor de esta nota, 16 de abril de 2010.
2. Monseñor Bryan Walsh fue director en Miami de Caritas Católicas-Chatolic Charities, y figura clave en la llamada Operación Peter Pan, que trasladó hacia los Estados Unidos a unos 14 000 niños cubanos, entre 1962 y 1963.
3. Aurelio Agustín (354-430), nacido en Tagaste, provincia romana de Numidia, actual Túnez.
4. Véase Atlas Universal de Filosofía, Océano, Barcelona, 2008, p. 684.
5. Véase Enrique López Oliva, «La Iglesia católica y la Revolución cubana», Temas, n. 55, La Habana, julio-septiembre de 2008, pp. 138-151.
6. Véase Gerald E. Poyo, ob. cit., p. 122. En lo adelante, solo se señalará la página de referencia a la obra reseñada.
7. Véase Enrique López Oliva, «La Iglesia católica y la Revolución mexicana», Temas, n. 61, La Habana, enero-marzo de 2010, pp. 49-60.
8. Véanse varias referencias a Biain en Gerald E. Poyo, ob. cit., pp. 35, 39-40, 42, 48, 54, 62 y 248.
9. Este autor tuvo ocasión de visitarla, y allí conversar con quien fuera, durante mucho tiempo, su capellán, el cubano Monseñor Agustín Román, que llegó a ser Obispo auxiliar de Miami y desempeñó un importante papel dentro de la comunidad católica cubana exiliada.
10. Véase Thomas A. Tweed, Our Lady of the Exile. Diasporic Religion at a Cuban Catholic Shrine in Miami, Oxford University Press, Nueva York, 1997.
11. Este fue el motivo por el cual Monseñor Eduardo Boza Masvidal, antiguo Obispo auxiliar de La Habana, se vio obligado a realizar su ministerio en una parroquia en Los Teques (Venezuela). Véase Gerald E. Poyo, ob. cit., pp. 269-70.
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Revista Temas© Copyright 1996-2012 ISSN 0864-134X
TEMAS no. 67 julio-septiembre de 2011
Estimado lector, la revista Temas ya cuenta con una versión de este artículo en formato HTML, además, ponemos a su disposición una versión en formato PDF.
¿Existe una Iglesia católica cubana fuera de Cuba?
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TEMAS no. 67 julio-septiembre de 2011
Estimado lector, la revista Temas ya cuenta con una versión de este artículo en formato HTML, además, ponemos a su disposición una versión en formato PDF.
¿Existe una Iglesia católica cubana fuera de Cuba?
Enrique López Oliva
Periodista e historiador. CEHILA-CUBA.
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¿Existe una Iglesia católica cubana fuera de Cuba?
Enrique López Oliva
Periodista e historiador. CEHILA-CUBA.
* Gerald E. Poyo, Cuban Catholics in the United States, 1960-1980. Exile and Integration, Institute for Latino Studies, University of Notre Dame Press, Notre Dame, 2007.
L
legó a nuestras manos, gracias a la revista Temas, una obra sobre los católicos cubanos en los Estados Unidos. Se trata de Cuban Catholics in the United States, 1960-1980. Exile and Integration,* del investigador Gerald E. Poyo, actualmente profesor de Historia de St. Mary´s University, en San Antonio, Texas.
Según el autor, escribió el libro para
entender un poco el proceso de formación de la comunidad cubana en los Estados Unidos [...] usando los católicos como un case studio (caso de estudio) [y] explorar cómo las ideas de «exilio» e «integración» surgieron y coexistieron entre los cubanos durante esa época.
Poyo vio a los católicos como «un grupo activista, visible, y con muchas publicaciones».1
El libro, además de una introducción del autor, comprende nueve capítulos: «Reforma y Revolución», «Traición y disidencia», «Comunidad de fe», «Identidad e ideología», «La cuestión social», «Una guerra justa y necesaria», «Etnicidad y derechos», «Católicos hispanos en los Estados Unidos» y «Diálogo». A estos se añaden un epílogo y una amplia bibliografía que incluye materiales de archivos, informaciones tomadas de diversos medios, historias orales, entrevistas y comunicaciones de veintidós personalidades: académicos y actores políticos de la comunidad cubana —entre los últimos concurren tres sacerdotes católicos y un prelado estadounidense (Mons. Bryan Walsh2).
Siempre que leo un libro sobre historia del cristianismo viene a mi mente una cita del célebre teólogo de la antigüedad, Aurelio Agustín,3 quien representó un puente entre el llamado Mundo antiguo y la civilización cristiana, y fuera llevado a los altares católicos con el nombre de San Agustín. En su obra Confesiones (de 397 d.C.) escribió:
Cuando se narran acontecimientos pasados que sucedieron realmente, no se atraen a la memoria los acontecimientos propiamente sucedidos, sino aquellos conceptos que, sugeridos por sus imágenes y tamizados a través de los sentidos, se imprimieron como huellas en el alma.4
La historia de la Iglesia católica en Cuba en los últimos cincuenta años ha estado marcada por desgarramientos, en gran medida reflejos de los cambios provocados por la radicalidad de la Revolución cubana.5 Entre estos desgarramientos figuró la separación de un sector importante de creyentes, contrario al proyecto de cambios políticos y sociales emprendidos por la Revolución, que abandonó su patria y se dirigió, principalmente, hacia los Estados Unidos. Muchos de los integrantes del grupo trataron de estructurar un contraproyecto político y se proclamaron «contrarrevolucionarios».
Durante su primera etapa, el exilio cubano en los Estados Unidos estuvo caracterizado por un anticomunismo militante y un catolicismo de corte conservador, inspirado en varias encíclicas papales, en especial la Divini Redemptoris (1937) de Pío XI —que percibía al comunismo como «intrínsecamente perverso»6—, e influido ideológicamente por el impacto de las revoluciones bolchevique y mexicana7 y, por la Guerra civil española, así como por la política de guerra fría apoyada por la jerarquía católica estadounidense. En ella se destacó el Arzobispo de Nueva York y cardenal Francis Spellman, que ordenó al primer sacerdote cubano en el exilio, Daniel Sánchez, en agosto de 1962. (p. 95)
Esta caracterización resulta incomprensible si no recordáramos quiénes eran sus principales guías espirituales antes de salir del país. Habría que señalar que, en 1959, alrededor de 70% del clero católico en Cuba era de origen español. Muchos habían pasado por el trauma de la Guerra civil (p. 123), algunos combatiendo en las filas de la Falange franquista contra «los rojos» y solo unos pocos —en especial del clero vasco— en el campo republicano, los llamados «curas rojos», que después permanecerían, casi todos, en Cuba. Entre estos últimos se destacó el franciscano Ignacio Biain,9 quien fuera director de la revista La Quincena, y mostrara sus simpatías hacia el proceso revolucionario. Permaneció en la Isla hasta su muerte en 1963, pues se negó a aceptar las presiones de sus superiores para que saliera del país.
El anticomunismo en lo político y el conservadurismo en la fe católica, que distinguió a aquellos primeros exiliados a partir de 1959, no impidió que sectores minoritarios de esta emigración asumieran posiciones diferentes ante el hecho revolucionario cubano y realizaran diversas lecturas del suceso. Fueron estos los que buscaron, por diversas vías, un acercamiento hacia los cubanos de la Isla; lograron la creación de organizaciones con tales fines, como la Brigada Antonio Maceo y de publicaciones como la revista Areito. Su enfoque del asunto y las intervenciones públicas los situaron en la posición de tener que enfrentar el rechazo y la hostilidad de la mayoría «exiliada», que llegó a extremos como emprender acciones violentas contra ellos, incluyendo al asesinato de algunos de sus miembros, como Carlos Muñiz Varela en abril de 1979.
Surgieron, incluso, pequeños grupos de jóvenes cristianos con inquietudes sociales, que bajo la influencia del pensamiento y la acción del sacerdote guerrillero y sociólogo colombiano Camilo Torres Restrepo, y al calor de la incipiente Teología Latinoamericana de la Liberación —vista por los conservadores como un caballo de Troya de los comunistas dentro de la Iglesia—, abogaron por una «Revolución cristiana, no comunista», para enfrentar la creciente pobreza y la injusticia social en Latinoamérica (p. 207). Llegaron a apoyar la elección del socialista Salvador Allende como presidente de Chile.
Acercarnos a esa «otra Cuba» —como se le ha llamado—, instalada en los Estados Unidos, no es tarea fácil para los que vivimos en la Isla. La distancia es no solo geográfica; está teñida por dolorosas y profundas rupturas que dividieron a muchas familias y condujeron a enfrentamientos fraticidas violentos. Recuérdese la expedición por Bahía de Cochinos de 1961, organizada por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), para la cual se logró movilizar a muchos miembros de organizaciones católicas de la comunidad cubana residente en los Estados Unidos, los cuales llevaban, en una manga de la camisa del uniforme, un escudo con una cruz sobre la isla de Cuba, y el lema: Dios, Patria y Libertad. En la expedición armada participaron tres sacerdotes católicos —ninguno nacido en Cuba— y un ministro evangélico.
Lo interesante es que, pese al dolor y la violencia que nos han marcado, continúan existiendo lazos entre los cubanos de ambas orillas y permanecen inquebrantables muchos afectos.
¿Cómo se vieron a sí mismos los católicos cubanos que se marcharon de Cuba, por razones políticas, después de 1959? La respuesta a tal interrogante es, en nuestra opinión, el principal aporte de este serio estudio académico, que trasciende la estrechez de los condicionamientos políticos e ideológicos, para ofrecernos un rico, tenso y dinámico panorama histórico de una comunidad establecida fuera de su territorio nacional, obligada a adaptarse a una serie de códigos nuevos que incluyó la adopción de una lengua diferente y distante de la materna, y de hábitos de vida enraizados en otra cultura religiosa: el protestantismo. Un grupo que inicialmente pensó que abandonaba la Isla por corto tiempo para retornar a restablecer su forma de concebir Cuba, inspirada en el modelo pre-revolucionario.
El primer grupo que abandonó la Isla en los diez primeros años luego del triunfo revolucionario se consideró a sí mismo «exiliado» y no «emigrado», pues confiaban en un pronto retorno que «nunca se materializó» (p. 184). Solo unos pocos de los que murieron fuera de su terruño lograron que sus familiares repatriaran sus restos, luego de engorrosos y costosos trámites; la mayoría fueron y siguen siendo enterrados lejos del lugar donde nacieron.
El presidente histórico de Democracia Cristiana en el exilio, Dr. José Ignacio Rasco, antiguo profesor de Cívica en el Colegio de Belén en Cuba, insistía en 1969: «No debemos abandonar nuestro deseo de un futuro retorno» (p. 156). Con él tuve oportunidad de conversar ampliamente en varias ocasiones en Miami —ciudad considerada «la segunda capital de los cubanos». En esos intensos y honestos ratos el viejo profesor criticó algunas de sus actitudes de aquellos primeros años de exilio, y declaró su deseo de volver a Cuba algún día.
Pudiéramos preguntarnos si existen dos Historias de Cuba: la escrita en la Isla, y la de los cubanoamericanos, recreada por el contexto en el cual, según quién lo interprete, escogieron vivir o los obligaron a ello. Poyo se detiene en un aspecto poco abordado por los estudiosos que encaran este complejo proceso: el papel desempeñado por la religión católica, tal como fue interpretada y vivida por esos feligreses cubanos que se establecieron en los Estados Unidos, y trasladaron sus formas de religiosidad, pastorales, asociaciones laicales, escuelas, organizaciones políticas de inspiración católica (surgirían nuevas en el exilio), publicaciones, etc. Para preservar sus costumbres y hábitos, sus jerarquías sociales y de valores, así como retener una identidad, que amenazó con desintegrarse y ser absorbida por la cultura dominante estadounidense, se aferraron a un pasado que iba poco a poco borrándose de la memoria; intentaron retenerlo mediante la recreación de símbolos y narrativas que pretendían mantener vivo lo que ellos consideraban propiamente «cubano», tan difícil de trasmitir a sus hijos formados o nacidos en los Estados Unidos, con escasos contactos con el país de origen.
Según Poyo, surgieron «escuelas cívico-religiosas» en las parroquias católicas de asistencia mayoritariamente cubana, con el objetivo de proveer «un contexto nacional y cultural» a los niños de la comunidad cubana, para mantenerles vivo el recuerdo de la patria. A partir de 1979 se organizaron peregrinaciones a San Agustín, en la Florida, lugar donde falleció, en 1853, el sacerdote patriota cubano Félix Varela, y se fomentó la devoción a la patrona del pueblo cubano, la Virgen de la Caridad del Cobre, a la cual se le dedicó una ermita, consagrada por el cardenal de Filadelfia, John Krol, el 2 de diciembre de 1973, que se convertiría en un centro religioso y espiritual de particular importancia para los católicos cubanos del sur de la Florida y otros insertados en el extenso territorio estadounidense.9
El simbolismo encarnado por la Patrona de Cuba merece especial interés para no pocos estudiosos de la temática cultural-religiosa cubana. Para la mayoría de los nacidos en la Isla y no pocos de los que lo hicieron en el exterior, de madre o padre cubanos, la Virgen de la Caridad se erige como el símbolo por excelencia de la cubanidad. Trasladarse hasta la basílica dedicada a ella, en el poblado santiaguero de El Cobre, tiene algo de cálida aventura, acto semejante a la hipotética vuelta al seno materno.10
Se ha hecho cada vez más frecuente encontrar allí, en cualquier época del año, a cubanos residentes en el exterior, cuyo viaje a los orígenes identitarios pasa por el reencuentro con la «virgen mambisa», como también se le conoce. Por eso, no es azaroso que la ermita construida en Miami mire hacia la Isla, ni que el sitio sea de casi obligada peregrinación para aquellos que llegan de la Isla en visitas familiares (pp. 105-7).
Pero no todo fue fácil para los exiliados cubanos en los Estados Unidos; no siempre hallaron acogida y comprensión, idea errónea que suele a veces tenerse en Cuba. En 1972, Monseñor Coleman Carrol prohibió al sacerdote cubano Ramón O´Farril realizar una invocación en español en una ceremonia ecuménica celebrada durante la Convención anual del Partido Republicano, y removió al sacerdote Jorge Bez Chabebe, primer presidente de la Asociación de Clérigos Hispanos, por sus denuncias contra el comunismo y por su apoyo «a la causa cubana» (pp. 196-7).
Durante los 60 y los 70, los católicos cubanos en el sur de la Florida construyeron una comunidad dependiente en la fe, valores y tradiciones [...] de su lugar de origen» y «recrearon su nuevo mundo en exacta imagen de su lugar de origen», afirma Poyo (p. 119). Pero ello no debiera entenderse como que la comunidad no encontraría fuertes obstáculos en sus propósitos de conservarse identitariamente. En un primer momento, los católicos cubanos chocaron con una Iglesia católica estadounidense marcada por la mentalidad de origen irlandés, que inicialmente no aceptó en su seno a las organizaciones católicas trasplantadas desde la Isla. No obstante, en 1961 los cubanos establecieron un Comité de Organizaciones Católicas en el Exilio, con el cual se enfrentaron al Obispo de Miami, Carroll, y a su equipo diocesano, quienes no veían con buenos ojos el surgimiento, de facto, de una «iglesia étnica», con una «específica agenda política» en la Florida (p. 191).
Se trató de someterlos a las estructuras diocesanas de la Iglesia católica estadounidense, «americanizarlos», rechazando, en un principio, la realización de cultos religiosos en español, resistiéndose a la incorporación, en sus estructuras, de los obispos que abandonaban la Isla, e incluso manteniendo en posiciones marginales al clero procedente de Cuba.11
Hasta el papado, al corriente del conflicto, vio con reservas lo que llegó a considerarse una actitud extremista de los católicos cubanos residentes en los Estados Unidos, quienes reclamaron el apoyo de esta frente a la jerarquía católica estadounidense, así como respecto a su política de enfrentamiento con el gobierno revolucionario cubano. Este último, mantuvo relaciones oficiales con la Santa Sede, aunque esta apoyó con firmeza a la Iglesia católica de la Isla.
Por intermedio de su representante en La Habana, especialmente Monseñor Cesare Zacchi (rechazado por el exilio), el Vaticano intentó frenar el éxodo de católicos de la Isla, y mediar con las autoridades revolucionarias ante las diferencias y contradicciones que surgieron con la Iglesia. Estas se debieron a los efectos de medidas como la estatización de las escuelas católicas, en el marco de la nacionalización del sistema de enseñanza, y las confrontaciones derivadas de una política ideológica ateizante, además de la utilización del espacio religioso cubano por opositores políticos al gobierno de la Isla.
Los opositores políticos al nuevo gobierno, luego del aplastamiento de las organizaciones contrarrevolucionarias en la Isla, intentaron convertir a la Iglesia católica en Cuba en «un partido de oposición», a lo que se negaron la jerarquía y el clero cubanos, por lo que fueron acusados por sectores católicos del exilio de debilidad y de confabulación con el gobierno revolucionario.
En 1969 la Fraternidad del Clero y Religiosos de Cuba en la diáspora envió una carta al Secretario de Estado de la Santa Sede, que expresaba su inconformidad con la política seguida hacia el gobierno revolucionario y el mantenimiento de relaciones diplomáticas con este (p. 170).
El papado renovador de Juan XXIII (1958-1963), llamado por los conservadores «el Papa rojo», abrió la posibilidad a los católicos de dialogar con los marxistas —lo que rechazarían los cubanos del exilio, firmes anticomunistas. La celebración en Roma del Concilio Vaticano Segundo (1962-65), iniciado por ese pontífice y culminado por Pablo VI, propició un proceso de aggiornamento (puesta al día) de la Iglesia; y la realización en Medellín (Colombia) de la Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (CELAM, 1968), para poner en práctica, en América Latina, los acuerdos del Concilio.
La aparición, a principios de los años 70, de la Teología Latinoamericana de la Liberación —en alguna medida inspirada en la Revolución cubana—, más cambios ocurridos en los propios Estados Unidos a consecuencia del Movimiento Pro Derechos Civiles de la población afroestadounidense; la elección, por primera vez, de un presidente católico en los Estados Unidos; los asesinatos de John F. Kennedy (1963), Malcolm X (1965), el reverendo Martin Luther King, Jr. (1968), y Robert Kennedy (1968); así como la sucesión de golpes militares en América Latina, auspiciados por los Estados Unidos, fueron hechos que tener en cuenta para visualizar el cambiante contexto en que se desenvolverían los católicos cubanos exiliados.
No obstante, como muestra Poyo en su investigación, los exiliados cubanos desarrollaron diversas estrategias de lucha contra la incipiente Revolución cubana: momentos de lucha armada, presiones diplomáticas, discursos políticos y lobbys ante el gobierno estadounidense para tratar de favorecer su agenda política (pp. 174-80). Pero hubo cubanos que «por razones morales» se opusieron «a asesinatos y acciones terroristas» (p. 158).
El diálogo: ¿posible o imposible?
Las reiteradas visitas de cubanoamericanos a la Isla, rechazadas por el sector más radical del exilio, así como los diálogos iniciados a partir de 1978 entre representantes del gobierno cubano y de las comunidades cubanas residentes en el exterior abrieron una controversia que no solo tuvo manifestaciones violentas, sino que complejizó aun más las casi inexistentes relaciones entre los gobiernos de Cuba y los Estados Unidos.
La creciente población cubana que abandonó la Isla —mayoritariamente blanca— llevaría a tratar de definir su lugar en los Estados Unidos en los 70. Los pocos afrocubanos que emigraron por entonces se enfrentaron —incluso aquellos que se habían comprometido con la causa del exilio— a una «doble discriminación». Tal fue el caso del cubano negro Sergio Carrillo, quien trabajaba en Cuba con la Agrupación Católica Universitaria, y después se unió a la invasión de Bahía de Cochinos. Carrillo reconoció que en la Florida tenía dificultad para encontrar empleo, se enfrentaba con carteles que decían: «No perros, no negros» y con baños segregados, razón por la cual muchos negros y mulatos cubanos se mudaron al norte de los Estados Unidos (p. 204).
Con el tiempo, las divisiones se acentuaron, sobre todo después de la llegada de nuevos emigrados procedentes de Cuba. No dejó de preocupar a los líderes católicos del exilio que cubanos blancos abandonaran la práctica ortodoxa católica y se vincularan a religiones cubanas de origen africano (pp. 200-2).
La comunidad católica del exilio buscó en la población hispana católica una conexión y un aliado para ampliar su influencia en la sociedad estadounidense. No obstante, le censuraron la simpatía con la cual muchos líderes de movimientos de origen hispano veían el proceso revolucionario cubano; especialmente a los de la población mexicano-estadounidense les criticaban que «vieran a la Revolución cubana [como] aceptable alternativa a la opresiva pobreza en los Estados Unidos» (p. 216).
Muchos cubanos exiliados encontraron en su catolicismo —como señala Poyo— un asidero «de ideas y de prácticas» para asumir el dilema que afrontaron en todos los órdenes; no solo las consecuencias de la Revolución, sino significativas reformas dentro de su propia Iglesia, y turbulentos acontecimientos en los Estados Unidos y América Latina.
Va siendo hora de que los académicos cubanos de la Isla nos aproximemos con seriedad y políticamente desprejuiciados —aunque podamos en algunos aspectos no estar de acuerdo—, a esta «otra Cuba», tan diferente a la nuestra y a la cual, sin embargo, no somos del todo extraños, como tampoco a ellos les somos tan ajenos. Obras como la de Gerald E. Poyo ayudan, sin dudas, a entender esa otra Cuba en su complejidad, al sistematizar un complejo proceso que, hasta el momento, se nos pierde.
No son pocos los impedimentos para trasladarnos entre ambos lugares —sobre todo para los cubanos de la Isla—, ni las serias limitaciones con la bibliografía. Solo una pequeña parte de la producción intelectual de los cubanos de dentro se conoce en los Estados Unidos, y viceversa. Por ahora nos unen más la música, los tostones y las remesas económicas que los libros.
Ojalá no esté lejos el día en que exista en Cuba una colección de textos publicados fuera de de sus fronteras geográficas, similar a la que tuvo el Fondo de Cultura Económica de México, que atesoró y difundió todo lo que se publicaba en el exterior sobre ese país.
Conocer las percepciones que tienen otros sobre nosotros es un paso importante hacia el conocimiento propio e indudablemente ayuda a corregir errores —todos los humanos los tenemos—, y a vincularnos con ese «otro mundo» que tanto tiene que ver con el nuestro. De ahí la importancia, para los cubanos de la Isla y del resto del mundo, de poder acceder a ensayos como Cuban Catholics in the United States..., de Gerald E. Poyo.
Notas
1. Comunicación por e-mail del profesor Gerald E. Poyo al autor de esta nota, 16 de abril de 2010.
2. Monseñor Bryan Walsh fue director en Miami de Caritas Católicas-Chatolic Charities, y figura clave en la llamada Operación Peter Pan, que trasladó hacia los Estados Unidos a unos 14 000 niños cubanos, entre 1962 y 1963.
3. Aurelio Agustín (354-430), nacido en Tagaste, provincia romana de Numidia, actual Túnez.
4. Véase Atlas Universal de Filosofía, Océano, Barcelona, 2008, p. 684.
5. Véase Enrique López Oliva, «La Iglesia católica y la Revolución cubana», Temas, n. 55, La Habana, julio-septiembre de 2008, pp. 138-151.
6. Véase Gerald E. Poyo, ob. cit., p. 122. En lo adelante, solo se señalará la página de referencia a la obra reseñada.
7. Véase Enrique López Oliva, «La Iglesia católica y la Revolución mexicana», Temas, n. 61, La Habana, enero-marzo de 2010, pp. 49-60.
8. Véanse varias referencias a Biain en Gerald E. Poyo, ob. cit., pp. 35, 39-40, 42, 48, 54, 62 y 248.
9. Este autor tuvo ocasión de visitarla, y allí conversar con quien fuera, durante mucho tiempo, su capellán, el cubano Monseñor Agustín Román, que llegó a ser Obispo auxiliar de Miami y desempeñó un importante papel dentro de la comunidad católica cubana exiliada.
10. Véase Thomas A. Tweed, Our Lady of the Exile. Diasporic Religion at a Cuban Catholic Shrine in Miami, Oxford University Press, Nueva York, 1997.
11. Este fue el motivo por el cual Monseñor Eduardo Boza Masvidal, antiguo Obispo auxiliar de La Habana, se vio obligado a realizar su ministerio en una parroquia en Los Teques (Venezuela). Véase Gerald E. Poyo, ob. cit., pp. 269-70.
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Revista Temas© Copyright 1996-2012 ISSN 0864-134X
Enrique López Oliva
Periodista e historiador. CEHILA-CUBA.
(268.5k)
¿Existe una Iglesia católica cubana fuera de Cuba?
Enrique López Oliva
Periodista e historiador. CEHILA-CUBA.
* Gerald E. Poyo, Cuban Catholics in the United States, 1960-1980. Exile and Integration, Institute for Latino Studies, University of Notre Dame Press, Notre Dame, 2007.
L
legó a nuestras manos, gracias a la revista Temas, una obra sobre los católicos cubanos en los Estados Unidos. Se trata de Cuban Catholics in the United States, 1960-1980. Exile and Integration,* del investigador Gerald E. Poyo, actualmente profesor de Historia de St. Mary´s University, en San Antonio, Texas.
Según el autor, escribió el libro para
entender un poco el proceso de formación de la comunidad cubana en los Estados Unidos [...] usando los católicos como un case studio (caso de estudio) [y] explorar cómo las ideas de «exilio» e «integración» surgieron y coexistieron entre los cubanos durante esa época.
Poyo vio a los católicos como «un grupo activista, visible, y con muchas publicaciones».1
El libro, además de una introducción del autor, comprende nueve capítulos: «Reforma y Revolución», «Traición y disidencia», «Comunidad de fe», «Identidad e ideología», «La cuestión social», «Una guerra justa y necesaria», «Etnicidad y derechos», «Católicos hispanos en los Estados Unidos» y «Diálogo». A estos se añaden un epílogo y una amplia bibliografía que incluye materiales de archivos, informaciones tomadas de diversos medios, historias orales, entrevistas y comunicaciones de veintidós personalidades: académicos y actores políticos de la comunidad cubana —entre los últimos concurren tres sacerdotes católicos y un prelado estadounidense (Mons. Bryan Walsh2).
Siempre que leo un libro sobre historia del cristianismo viene a mi mente una cita del célebre teólogo de la antigüedad, Aurelio Agustín,3 quien representó un puente entre el llamado Mundo antiguo y la civilización cristiana, y fuera llevado a los altares católicos con el nombre de San Agustín. En su obra Confesiones (de 397 d.C.) escribió:
Cuando se narran acontecimientos pasados que sucedieron realmente, no se atraen a la memoria los acontecimientos propiamente sucedidos, sino aquellos conceptos que, sugeridos por sus imágenes y tamizados a través de los sentidos, se imprimieron como huellas en el alma.4
La historia de la Iglesia católica en Cuba en los últimos cincuenta años ha estado marcada por desgarramientos, en gran medida reflejos de los cambios provocados por la radicalidad de la Revolución cubana.5 Entre estos desgarramientos figuró la separación de un sector importante de creyentes, contrario al proyecto de cambios políticos y sociales emprendidos por la Revolución, que abandonó su patria y se dirigió, principalmente, hacia los Estados Unidos. Muchos de los integrantes del grupo trataron de estructurar un contraproyecto político y se proclamaron «contrarrevolucionarios».
Durante su primera etapa, el exilio cubano en los Estados Unidos estuvo caracterizado por un anticomunismo militante y un catolicismo de corte conservador, inspirado en varias encíclicas papales, en especial la Divini Redemptoris (1937) de Pío XI —que percibía al comunismo como «intrínsecamente perverso»6—, e influido ideológicamente por el impacto de las revoluciones bolchevique y mexicana7 y, por la Guerra civil española, así como por la política de guerra fría apoyada por la jerarquía católica estadounidense. En ella se destacó el Arzobispo de Nueva York y cardenal Francis Spellman, que ordenó al primer sacerdote cubano en el exilio, Daniel Sánchez, en agosto de 1962. (p. 95)
Esta caracterización resulta incomprensible si no recordáramos quiénes eran sus principales guías espirituales antes de salir del país. Habría que señalar que, en 1959, alrededor de 70% del clero católico en Cuba era de origen español. Muchos habían pasado por el trauma de la Guerra civil (p. 123), algunos combatiendo en las filas de la Falange franquista contra «los rojos» y solo unos pocos —en especial del clero vasco— en el campo republicano, los llamados «curas rojos», que después permanecerían, casi todos, en Cuba. Entre estos últimos se destacó el franciscano Ignacio Biain,9 quien fuera director de la revista La Quincena, y mostrara sus simpatías hacia el proceso revolucionario. Permaneció en la Isla hasta su muerte en 1963, pues se negó a aceptar las presiones de sus superiores para que saliera del país.
El anticomunismo en lo político y el conservadurismo en la fe católica, que distinguió a aquellos primeros exiliados a partir de 1959, no impidió que sectores minoritarios de esta emigración asumieran posiciones diferentes ante el hecho revolucionario cubano y realizaran diversas lecturas del suceso. Fueron estos los que buscaron, por diversas vías, un acercamiento hacia los cubanos de la Isla; lograron la creación de organizaciones con tales fines, como la Brigada Antonio Maceo y de publicaciones como la revista Areito. Su enfoque del asunto y las intervenciones públicas los situaron en la posición de tener que enfrentar el rechazo y la hostilidad de la mayoría «exiliada», que llegó a extremos como emprender acciones violentas contra ellos, incluyendo al asesinato de algunos de sus miembros, como Carlos Muñiz Varela en abril de 1979.
Surgieron, incluso, pequeños grupos de jóvenes cristianos con inquietudes sociales, que bajo la influencia del pensamiento y la acción del sacerdote guerrillero y sociólogo colombiano Camilo Torres Restrepo, y al calor de la incipiente Teología Latinoamericana de la Liberación —vista por los conservadores como un caballo de Troya de los comunistas dentro de la Iglesia—, abogaron por una «Revolución cristiana, no comunista», para enfrentar la creciente pobreza y la injusticia social en Latinoamérica (p. 207). Llegaron a apoyar la elección del socialista Salvador Allende como presidente de Chile.
Acercarnos a esa «otra Cuba» —como se le ha llamado—, instalada en los Estados Unidos, no es tarea fácil para los que vivimos en la Isla. La distancia es no solo geográfica; está teñida por dolorosas y profundas rupturas que dividieron a muchas familias y condujeron a enfrentamientos fraticidas violentos. Recuérdese la expedición por Bahía de Cochinos de 1961, organizada por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), para la cual se logró movilizar a muchos miembros de organizaciones católicas de la comunidad cubana residente en los Estados Unidos, los cuales llevaban, en una manga de la camisa del uniforme, un escudo con una cruz sobre la isla de Cuba, y el lema: Dios, Patria y Libertad. En la expedición armada participaron tres sacerdotes católicos —ninguno nacido en Cuba— y un ministro evangélico.
Lo interesante es que, pese al dolor y la violencia que nos han marcado, continúan existiendo lazos entre los cubanos de ambas orillas y permanecen inquebrantables muchos afectos.
¿Cómo se vieron a sí mismos los católicos cubanos que se marcharon de Cuba, por razones políticas, después de 1959? La respuesta a tal interrogante es, en nuestra opinión, el principal aporte de este serio estudio académico, que trasciende la estrechez de los condicionamientos políticos e ideológicos, para ofrecernos un rico, tenso y dinámico panorama histórico de una comunidad establecida fuera de su territorio nacional, obligada a adaptarse a una serie de códigos nuevos que incluyó la adopción de una lengua diferente y distante de la materna, y de hábitos de vida enraizados en otra cultura religiosa: el protestantismo. Un grupo que inicialmente pensó que abandonaba la Isla por corto tiempo para retornar a restablecer su forma de concebir Cuba, inspirada en el modelo pre-revolucionario.
El primer grupo que abandonó la Isla en los diez primeros años luego del triunfo revolucionario se consideró a sí mismo «exiliado» y no «emigrado», pues confiaban en un pronto retorno que «nunca se materializó» (p. 184). Solo unos pocos de los que murieron fuera de su terruño lograron que sus familiares repatriaran sus restos, luego de engorrosos y costosos trámites; la mayoría fueron y siguen siendo enterrados lejos del lugar donde nacieron.
El presidente histórico de Democracia Cristiana en el exilio, Dr. José Ignacio Rasco, antiguo profesor de Cívica en el Colegio de Belén en Cuba, insistía en 1969: «No debemos abandonar nuestro deseo de un futuro retorno» (p. 156). Con él tuve oportunidad de conversar ampliamente en varias ocasiones en Miami —ciudad considerada «la segunda capital de los cubanos». En esos intensos y honestos ratos el viejo profesor criticó algunas de sus actitudes de aquellos primeros años de exilio, y declaró su deseo de volver a Cuba algún día.
Pudiéramos preguntarnos si existen dos Historias de Cuba: la escrita en la Isla, y la de los cubanoamericanos, recreada por el contexto en el cual, según quién lo interprete, escogieron vivir o los obligaron a ello. Poyo se detiene en un aspecto poco abordado por los estudiosos que encaran este complejo proceso: el papel desempeñado por la religión católica, tal como fue interpretada y vivida por esos feligreses cubanos que se establecieron en los Estados Unidos, y trasladaron sus formas de religiosidad, pastorales, asociaciones laicales, escuelas, organizaciones políticas de inspiración católica (surgirían nuevas en el exilio), publicaciones, etc. Para preservar sus costumbres y hábitos, sus jerarquías sociales y de valores, así como retener una identidad, que amenazó con desintegrarse y ser absorbida por la cultura dominante estadounidense, se aferraron a un pasado que iba poco a poco borrándose de la memoria; intentaron retenerlo mediante la recreación de símbolos y narrativas que pretendían mantener vivo lo que ellos consideraban propiamente «cubano», tan difícil de trasmitir a sus hijos formados o nacidos en los Estados Unidos, con escasos contactos con el país de origen.
Según Poyo, surgieron «escuelas cívico-religiosas» en las parroquias católicas de asistencia mayoritariamente cubana, con el objetivo de proveer «un contexto nacional y cultural» a los niños de la comunidad cubana, para mantenerles vivo el recuerdo de la patria. A partir de 1979 se organizaron peregrinaciones a San Agustín, en la Florida, lugar donde falleció, en 1853, el sacerdote patriota cubano Félix Varela, y se fomentó la devoción a la patrona del pueblo cubano, la Virgen de la Caridad del Cobre, a la cual se le dedicó una ermita, consagrada por el cardenal de Filadelfia, John Krol, el 2 de diciembre de 1973, que se convertiría en un centro religioso y espiritual de particular importancia para los católicos cubanos del sur de la Florida y otros insertados en el extenso territorio estadounidense.9
El simbolismo encarnado por la Patrona de Cuba merece especial interés para no pocos estudiosos de la temática cultural-religiosa cubana. Para la mayoría de los nacidos en la Isla y no pocos de los que lo hicieron en el exterior, de madre o padre cubanos, la Virgen de la Caridad se erige como el símbolo por excelencia de la cubanidad. Trasladarse hasta la basílica dedicada a ella, en el poblado santiaguero de El Cobre, tiene algo de cálida aventura, acto semejante a la hipotética vuelta al seno materno.10
Se ha hecho cada vez más frecuente encontrar allí, en cualquier época del año, a cubanos residentes en el exterior, cuyo viaje a los orígenes identitarios pasa por el reencuentro con la «virgen mambisa», como también se le conoce. Por eso, no es azaroso que la ermita construida en Miami mire hacia la Isla, ni que el sitio sea de casi obligada peregrinación para aquellos que llegan de la Isla en visitas familiares (pp. 105-7).
Pero no todo fue fácil para los exiliados cubanos en los Estados Unidos; no siempre hallaron acogida y comprensión, idea errónea que suele a veces tenerse en Cuba. En 1972, Monseñor Coleman Carrol prohibió al sacerdote cubano Ramón O´Farril realizar una invocación en español en una ceremonia ecuménica celebrada durante la Convención anual del Partido Republicano, y removió al sacerdote Jorge Bez Chabebe, primer presidente de la Asociación de Clérigos Hispanos, por sus denuncias contra el comunismo y por su apoyo «a la causa cubana» (pp. 196-7).
Durante los 60 y los 70, los católicos cubanos en el sur de la Florida construyeron una comunidad dependiente en la fe, valores y tradiciones [...] de su lugar de origen» y «recrearon su nuevo mundo en exacta imagen de su lugar de origen», afirma Poyo (p. 119). Pero ello no debiera entenderse como que la comunidad no encontraría fuertes obstáculos en sus propósitos de conservarse identitariamente. En un primer momento, los católicos cubanos chocaron con una Iglesia católica estadounidense marcada por la mentalidad de origen irlandés, que inicialmente no aceptó en su seno a las organizaciones católicas trasplantadas desde la Isla. No obstante, en 1961 los cubanos establecieron un Comité de Organizaciones Católicas en el Exilio, con el cual se enfrentaron al Obispo de Miami, Carroll, y a su equipo diocesano, quienes no veían con buenos ojos el surgimiento, de facto, de una «iglesia étnica», con una «específica agenda política» en la Florida (p. 191).
Se trató de someterlos a las estructuras diocesanas de la Iglesia católica estadounidense, «americanizarlos», rechazando, en un principio, la realización de cultos religiosos en español, resistiéndose a la incorporación, en sus estructuras, de los obispos que abandonaban la Isla, e incluso manteniendo en posiciones marginales al clero procedente de Cuba.11
Hasta el papado, al corriente del conflicto, vio con reservas lo que llegó a considerarse una actitud extremista de los católicos cubanos residentes en los Estados Unidos, quienes reclamaron el apoyo de esta frente a la jerarquía católica estadounidense, así como respecto a su política de enfrentamiento con el gobierno revolucionario cubano. Este último, mantuvo relaciones oficiales con la Santa Sede, aunque esta apoyó con firmeza a la Iglesia católica de la Isla.
Por intermedio de su representante en La Habana, especialmente Monseñor Cesare Zacchi (rechazado por el exilio), el Vaticano intentó frenar el éxodo de católicos de la Isla, y mediar con las autoridades revolucionarias ante las diferencias y contradicciones que surgieron con la Iglesia. Estas se debieron a los efectos de medidas como la estatización de las escuelas católicas, en el marco de la nacionalización del sistema de enseñanza, y las confrontaciones derivadas de una política ideológica ateizante, además de la utilización del espacio religioso cubano por opositores políticos al gobierno de la Isla.
Los opositores políticos al nuevo gobierno, luego del aplastamiento de las organizaciones contrarrevolucionarias en la Isla, intentaron convertir a la Iglesia católica en Cuba en «un partido de oposición», a lo que se negaron la jerarquía y el clero cubanos, por lo que fueron acusados por sectores católicos del exilio de debilidad y de confabulación con el gobierno revolucionario.
En 1969 la Fraternidad del Clero y Religiosos de Cuba en la diáspora envió una carta al Secretario de Estado de la Santa Sede, que expresaba su inconformidad con la política seguida hacia el gobierno revolucionario y el mantenimiento de relaciones diplomáticas con este (p. 170).
El papado renovador de Juan XXIII (1958-1963), llamado por los conservadores «el Papa rojo», abrió la posibilidad a los católicos de dialogar con los marxistas —lo que rechazarían los cubanos del exilio, firmes anticomunistas. La celebración en Roma del Concilio Vaticano Segundo (1962-65), iniciado por ese pontífice y culminado por Pablo VI, propició un proceso de aggiornamento (puesta al día) de la Iglesia; y la realización en Medellín (Colombia) de la Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (CELAM, 1968), para poner en práctica, en América Latina, los acuerdos del Concilio.
La aparición, a principios de los años 70, de la Teología Latinoamericana de la Liberación —en alguna medida inspirada en la Revolución cubana—, más cambios ocurridos en los propios Estados Unidos a consecuencia del Movimiento Pro Derechos Civiles de la población afroestadounidense; la elección, por primera vez, de un presidente católico en los Estados Unidos; los asesinatos de John F. Kennedy (1963), Malcolm X (1965), el reverendo Martin Luther King, Jr. (1968), y Robert Kennedy (1968); así como la sucesión de golpes militares en América Latina, auspiciados por los Estados Unidos, fueron hechos que tener en cuenta para visualizar el cambiante contexto en que se desenvolverían los católicos cubanos exiliados.
No obstante, como muestra Poyo en su investigación, los exiliados cubanos desarrollaron diversas estrategias de lucha contra la incipiente Revolución cubana: momentos de lucha armada, presiones diplomáticas, discursos políticos y lobbys ante el gobierno estadounidense para tratar de favorecer su agenda política (pp. 174-80). Pero hubo cubanos que «por razones morales» se opusieron «a asesinatos y acciones terroristas» (p. 158).
El diálogo: ¿posible o imposible?
Las reiteradas visitas de cubanoamericanos a la Isla, rechazadas por el sector más radical del exilio, así como los diálogos iniciados a partir de 1978 entre representantes del gobierno cubano y de las comunidades cubanas residentes en el exterior abrieron una controversia que no solo tuvo manifestaciones violentas, sino que complejizó aun más las casi inexistentes relaciones entre los gobiernos de Cuba y los Estados Unidos.
La creciente población cubana que abandonó la Isla —mayoritariamente blanca— llevaría a tratar de definir su lugar en los Estados Unidos en los 70. Los pocos afrocubanos que emigraron por entonces se enfrentaron —incluso aquellos que se habían comprometido con la causa del exilio— a una «doble discriminación». Tal fue el caso del cubano negro Sergio Carrillo, quien trabajaba en Cuba con la Agrupación Católica Universitaria, y después se unió a la invasión de Bahía de Cochinos. Carrillo reconoció que en la Florida tenía dificultad para encontrar empleo, se enfrentaba con carteles que decían: «No perros, no negros» y con baños segregados, razón por la cual muchos negros y mulatos cubanos se mudaron al norte de los Estados Unidos (p. 204).
Con el tiempo, las divisiones se acentuaron, sobre todo después de la llegada de nuevos emigrados procedentes de Cuba. No dejó de preocupar a los líderes católicos del exilio que cubanos blancos abandonaran la práctica ortodoxa católica y se vincularan a religiones cubanas de origen africano (pp. 200-2).
La comunidad católica del exilio buscó en la población hispana católica una conexión y un aliado para ampliar su influencia en la sociedad estadounidense. No obstante, le censuraron la simpatía con la cual muchos líderes de movimientos de origen hispano veían el proceso revolucionario cubano; especialmente a los de la población mexicano-estadounidense les criticaban que «vieran a la Revolución cubana [como] aceptable alternativa a la opresiva pobreza en los Estados Unidos» (p. 216).
Muchos cubanos exiliados encontraron en su catolicismo —como señala Poyo— un asidero «de ideas y de prácticas» para asumir el dilema que afrontaron en todos los órdenes; no solo las consecuencias de la Revolución, sino significativas reformas dentro de su propia Iglesia, y turbulentos acontecimientos en los Estados Unidos y América Latina.
Va siendo hora de que los académicos cubanos de la Isla nos aproximemos con seriedad y políticamente desprejuiciados —aunque podamos en algunos aspectos no estar de acuerdo—, a esta «otra Cuba», tan diferente a la nuestra y a la cual, sin embargo, no somos del todo extraños, como tampoco a ellos les somos tan ajenos. Obras como la de Gerald E. Poyo ayudan, sin dudas, a entender esa otra Cuba en su complejidad, al sistematizar un complejo proceso que, hasta el momento, se nos pierde.
No son pocos los impedimentos para trasladarnos entre ambos lugares —sobre todo para los cubanos de la Isla—, ni las serias limitaciones con la bibliografía. Solo una pequeña parte de la producción intelectual de los cubanos de dentro se conoce en los Estados Unidos, y viceversa. Por ahora nos unen más la música, los tostones y las remesas económicas que los libros.
Ojalá no esté lejos el día en que exista en Cuba una colección de textos publicados fuera de de sus fronteras geográficas, similar a la que tuvo el Fondo de Cultura Económica de México, que atesoró y difundió todo lo que se publicaba en el exterior sobre ese país.
Conocer las percepciones que tienen otros sobre nosotros es un paso importante hacia el conocimiento propio e indudablemente ayuda a corregir errores —todos los humanos los tenemos—, y a vincularnos con ese «otro mundo» que tanto tiene que ver con el nuestro. De ahí la importancia, para los cubanos de la Isla y del resto del mundo, de poder acceder a ensayos como Cuban Catholics in the United States..., de Gerald E. Poyo.
Notas
1. Comunicación por e-mail del profesor Gerald E. Poyo al autor de esta nota, 16 de abril de 2010.
2. Monseñor Bryan Walsh fue director en Miami de Caritas Católicas-Chatolic Charities, y figura clave en la llamada Operación Peter Pan, que trasladó hacia los Estados Unidos a unos 14 000 niños cubanos, entre 1962 y 1963.
3. Aurelio Agustín (354-430), nacido en Tagaste, provincia romana de Numidia, actual Túnez.
4. Véase Atlas Universal de Filosofía, Océano, Barcelona, 2008, p. 684.
5. Véase Enrique López Oliva, «La Iglesia católica y la Revolución cubana», Temas, n. 55, La Habana, julio-septiembre de 2008, pp. 138-151.
6. Véase Gerald E. Poyo, ob. cit., p. 122. En lo adelante, solo se señalará la página de referencia a la obra reseñada.
7. Véase Enrique López Oliva, «La Iglesia católica y la Revolución mexicana», Temas, n. 61, La Habana, enero-marzo de 2010, pp. 49-60.
8. Véanse varias referencias a Biain en Gerald E. Poyo, ob. cit., pp. 35, 39-40, 42, 48, 54, 62 y 248.
9. Este autor tuvo ocasión de visitarla, y allí conversar con quien fuera, durante mucho tiempo, su capellán, el cubano Monseñor Agustín Román, que llegó a ser Obispo auxiliar de Miami y desempeñó un importante papel dentro de la comunidad católica cubana exiliada.
10. Véase Thomas A. Tweed, Our Lady of the Exile. Diasporic Religion at a Cuban Catholic Shrine in Miami, Oxford University Press, Nueva York, 1997.
11. Este fue el motivo por el cual Monseñor Eduardo Boza Masvidal, antiguo Obispo auxiliar de La Habana, se vio obligado a realizar su ministerio en una parroquia en Los Teques (Venezuela). Véase Gerald E. Poyo, ob. cit., pp. 269-70.
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Revista Temas© Copyright 1996-2012 ISSN 0864-134X
CHOQUE DE SISTEMAS CAPITALISTAS
“La Reforma .” Boletin #. 101. 01/27/2012
Auspiciado por la “Fundación Cambio Cubano.”
Trabajando por el Desarrollo Sostenible
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Choque de sistemas capitalistas
Viernes 27 de enero de 2012
Martin Khor
En muchas partes del mundo se espera que este año, el Año del Dragón según el zodiaco chino, sea auspicioso. Aunque sin duda será interesante, la mayor certeza es que será incierto.
El nuevo Año del Dragón traerá consigo un debate aún más intenso sobre el papel y el crecimiento de China y de otras “economías emergentes”. En momentos en que los países occidentales enfrentan sombrías perspectivas económicas, intelectuales y miembros de las elites políticas parecen temer el rápido avance de algunos países en desarrollo. Acostumbrados a siglos de dominio económico mundial, ahora temen que su liderazgo tambalee.
Éste podría ser el motivo de la obsesión con China. Aparecen constantemente nuevos libros, algunos sobre su alto crecimiento y perspectivas o su compleja evolución política, otros, como Death by China: Confronting the Dragon (Ejecutados por China: enfrentando al dragón) sostienen que el país asiático está destrozando no sólo la economía estadounidense sino el mundo entero y su ambiente.
Los temores van más allá de China e incluyen a otros países emergentes. The Economist describe en su nota de portada, “El ascenso del capitalismo de Estado: el nuevo modelo del mundo emergente”, las Torres Petrona de ochenta y ocho pisos en Kuala Lumpur, la construcción del edificio de la TV Central de China en Beijing y el banco VTB en Moscú como monumentos de la nueva empresa híbrida, apoyada por el Estado pero con un comportamiento similar al de las multinacionales del sector privado.
The Economist admite que el capitalismo de Estado ofrece un atractivo obvio para los países emergentes en la medida que da un peso e influencia a estas empresas que a las del sector privado les llevaría años construir. Pero sus peligros superan a sus ventajas, aduce. Por su propio bien y del comercio mundial, los enormes holding deberían ser entregados a inversionistas privados.
Pero la revista también admite que esta forma híbrida de “capitalismo dirigido por el Estado” no es nuevo y menciona a la Compañía de las Indias Orientales, un enorme conglomerado que se apropió de varias economías de países asiáticos, contando para ello con el respaldo de los buques cañoneros del gobierno inglés y su imperio colonial.
The Economist también cita a Estados Unidos después de su guerra de independencia, a Alemania en la década de 1870 y a Japón y Corea del Sur en la década de 1950 como ejemplos de poderes emergentes que utilizaron al Estado para dar un espaldarazo a su desarrollo y se reconoce que el crecimiento de los países hoy llamados adelantados se basó en un fuerte apoyo del Estado a sus empresas. Esas empresas han dominado la economía mundial durante décadas, y en algunos casos siglos, respaldadas no sólo por subsidios, crédito barato y otras medidas por el estilo, sino también por la fuerza política y militar de sus gobiernos.
En los últimos treinta años, a la mayoría de los países en desarrollo se le ha dicho, a través de los programas de ajuste estructural del FMI y el Banco Mundial, que el Estado no debe dirigir sus economías y deben apoyarse enteramente en el sector privado.
Sin embargo, otros países en desarrollo, en particular asiáticos, adoptaron un modelo diferente. Sus gobiernos apostaron por un papel activo e incluso dominante en el proceso de desarrollo. Al principio tenían empresas que dirigían como departamentos públicos y no resultaron eficientes. Este modelo fue cambiado por otro en el que el Estado puede poseer en su totalidad o en parte empresas dirigidas con espíritu comercial y también puede apoyar a empresas privadas para que crezcan. Instituciones con inversión pública como Khazanah y PNB en Malasia o Temasek en Singapur se crearon como componentes cruciales de este modelo.
La creciente crítica de los intelectuales y políticos occidentales al “capitalismo de Estado” no se limita a observaciones académicas. Estados Unidos está considerando la aprobación de leyes y medidas para establecer aranceles adicionales a los productos chinos con argumentos antidumping y porque China no es una economía de mercado. El Congreso también está discutiendo la aplicación de aranceles a los productos chinos en función de que su moneda está manipulada y subvaluada.
Si bien hoy el foco está puesto en China, otros países en desarrollo pueden sufrir las mismas medidas basadas en el mismo razonamiento, de que esos países están ayudando indebidamente a sus empresas a través de políticas que representan el capitalismo de Estado.
Además, Estados Unidos y Europa negocian ahora acuerdos de libre comercio con países en desarrollo que contienen cláusulas que procuran prohibir o restringir las prácticas de empresas estatales o la prestación de subsidios y preferencias a empresas locales por parte del gobierno.
El economista coreano Ha Joon-chang describió en su famoso libro Kicking Away the Ladder (Pateando la escalera del crecimiento) cómo los países desarrollados utilizaron políticas que los hicieron ricos y ahora quieren impedir que los países en desarrollo hagan lo mismo y pretenden prohibir esas mismas políticas.
Martin Khor, fundador de la Red del Tercer Mundo, es director ejecutivo de South Centre, una organización de países en desarrollo con sede en Ginebra.
Auspiciado por la “Fundación Cambio Cubano.”
Trabajando por el Desarrollo Sostenible
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Choque de sistemas capitalistas
Viernes 27 de enero de 2012
Martin Khor
En muchas partes del mundo se espera que este año, el Año del Dragón según el zodiaco chino, sea auspicioso. Aunque sin duda será interesante, la mayor certeza es que será incierto.
El nuevo Año del Dragón traerá consigo un debate aún más intenso sobre el papel y el crecimiento de China y de otras “economías emergentes”. En momentos en que los países occidentales enfrentan sombrías perspectivas económicas, intelectuales y miembros de las elites políticas parecen temer el rápido avance de algunos países en desarrollo. Acostumbrados a siglos de dominio económico mundial, ahora temen que su liderazgo tambalee.
Éste podría ser el motivo de la obsesión con China. Aparecen constantemente nuevos libros, algunos sobre su alto crecimiento y perspectivas o su compleja evolución política, otros, como Death by China: Confronting the Dragon (Ejecutados por China: enfrentando al dragón) sostienen que el país asiático está destrozando no sólo la economía estadounidense sino el mundo entero y su ambiente.
Los temores van más allá de China e incluyen a otros países emergentes. The Economist describe en su nota de portada, “El ascenso del capitalismo de Estado: el nuevo modelo del mundo emergente”, las Torres Petrona de ochenta y ocho pisos en Kuala Lumpur, la construcción del edificio de la TV Central de China en Beijing y el banco VTB en Moscú como monumentos de la nueva empresa híbrida, apoyada por el Estado pero con un comportamiento similar al de las multinacionales del sector privado.
The Economist admite que el capitalismo de Estado ofrece un atractivo obvio para los países emergentes en la medida que da un peso e influencia a estas empresas que a las del sector privado les llevaría años construir. Pero sus peligros superan a sus ventajas, aduce. Por su propio bien y del comercio mundial, los enormes holding deberían ser entregados a inversionistas privados.
Pero la revista también admite que esta forma híbrida de “capitalismo dirigido por el Estado” no es nuevo y menciona a la Compañía de las Indias Orientales, un enorme conglomerado que se apropió de varias economías de países asiáticos, contando para ello con el respaldo de los buques cañoneros del gobierno inglés y su imperio colonial.
The Economist también cita a Estados Unidos después de su guerra de independencia, a Alemania en la década de 1870 y a Japón y Corea del Sur en la década de 1950 como ejemplos de poderes emergentes que utilizaron al Estado para dar un espaldarazo a su desarrollo y se reconoce que el crecimiento de los países hoy llamados adelantados se basó en un fuerte apoyo del Estado a sus empresas. Esas empresas han dominado la economía mundial durante décadas, y en algunos casos siglos, respaldadas no sólo por subsidios, crédito barato y otras medidas por el estilo, sino también por la fuerza política y militar de sus gobiernos.
En los últimos treinta años, a la mayoría de los países en desarrollo se le ha dicho, a través de los programas de ajuste estructural del FMI y el Banco Mundial, que el Estado no debe dirigir sus economías y deben apoyarse enteramente en el sector privado.
Sin embargo, otros países en desarrollo, en particular asiáticos, adoptaron un modelo diferente. Sus gobiernos apostaron por un papel activo e incluso dominante en el proceso de desarrollo. Al principio tenían empresas que dirigían como departamentos públicos y no resultaron eficientes. Este modelo fue cambiado por otro en el que el Estado puede poseer en su totalidad o en parte empresas dirigidas con espíritu comercial y también puede apoyar a empresas privadas para que crezcan. Instituciones con inversión pública como Khazanah y PNB en Malasia o Temasek en Singapur se crearon como componentes cruciales de este modelo.
La creciente crítica de los intelectuales y políticos occidentales al “capitalismo de Estado” no se limita a observaciones académicas. Estados Unidos está considerando la aprobación de leyes y medidas para establecer aranceles adicionales a los productos chinos con argumentos antidumping y porque China no es una economía de mercado. El Congreso también está discutiendo la aplicación de aranceles a los productos chinos en función de que su moneda está manipulada y subvaluada.
Si bien hoy el foco está puesto en China, otros países en desarrollo pueden sufrir las mismas medidas basadas en el mismo razonamiento, de que esos países están ayudando indebidamente a sus empresas a través de políticas que representan el capitalismo de Estado.
Además, Estados Unidos y Europa negocian ahora acuerdos de libre comercio con países en desarrollo que contienen cláusulas que procuran prohibir o restringir las prácticas de empresas estatales o la prestación de subsidios y preferencias a empresas locales por parte del gobierno.
El economista coreano Ha Joon-chang describió en su famoso libro Kicking Away the Ladder (Pateando la escalera del crecimiento) cómo los países desarrollados utilizaron políticas que los hicieron ricos y ahora quieren impedir que los países en desarrollo hagan lo mismo y pretenden prohibir esas mismas políticas.
Martin Khor, fundador de la Red del Tercer Mundo, es director ejecutivo de South Centre, una organización de países en desarrollo con sede en Ginebra.
LA MUERTE DEL CORONEL CORNELIO ROJAS
La muerte del coronel Cornelio Rojas
París, 28 de enero de 2012.
Querida Ofelia:
En mi niñez, allá en nuestro pueblo villaclareño de Camajuaní, me gustaba bajar la loma del tanque del acueducto hasta su base, en donde se encontraba la gallería, a la cual iba a menudo los domingos por la tarde con mi padre a ver las peleas de gallos, espectáculo que hoy me parece horrendo y que sin embargo entonces me gustaba. Allí conocí al coronel Cornelio Rojas. Yo tenía sólo nueve años.
Unas semanas más tarde fui con mis padres en un jeep hasta la playa de Juan Fanguito, a llevarle un lechón asado de parte del coronel Hernández. Para mí fue una aventura, pues ese día me levanté a las cinco de la mañana.
Recuerdo que el coronel Rojas me ofreció un batido de mamey y poniéndome la mano sobre la cabeza con gesto afectuoso, me dijo que fuera militar, para que llegara a ser coronel como él. Pocos meses después vi en la revista Bohemia las fotos de su fusilamiento. En el año 1959 aún los condenados a muerte podían recibir una atención religiosa y hablar. Los comentarios de todos los que visitaban nuestro humilde hogar, giraban en torno a la valentía que había mostrado frente al pelotón de fusilamientos. Las fotos lo mostraban muerto con los ojos espalancados, en un charco de sangre y con la mitad de la cabeza destruída.
Te hago llegar este interesantísimo testimonio del exguerrillero del Escambray Roger Redondo:
“Rodolfo Santín era natural de Encrucijadas en la provincia de Las Villas. En sus tiempos de buen pelotero conoció e hizo amistad con Ramiro Valdés Menéndez, que también era pelotero, aunque no muy bueno.
Ramiro dejó la pelota y se dedicó por entero a la lucha revolucionaria. A finales del 1958, Rodolfo Santín al enterarse de que su viejo amigo Ramiro se había destacado en la insurrección y que estaba en el Escambray, se le unió en las cercanías del campamento rebelde de Dos Arroyos.
En pocos días se produjo la caída de Batista. Alguien con poder nombró a Rodolfo Santín, jefe del Regimiento de Santa Clara. Santín, que no tenía muchos méritos, al poco tiempo fue sustituido por el comandante Puerta. Además le rebajaron los grados a capitán; rápidamente como estaba flojo su historial revolucionario, lo volvieron a degradar a teniente, y lo nombraron alcalde del poblado de Las Vueltas.
En su corto tiempo de jefe del Regimiento de Santa Clara, a Santín le tocó encargarse del fusilamiento de Cornelio Rojas. Ese día también se fusiló a otro militar de nombre Juan Centella y a otros a los que no se celebró juicio alguno, en total fueron catorce.
A Rodolfo Santín claro que le gustaba ser comandante, pero lo de fusilar sin que se les juzgará en un tribunal, sin la firma de un juez, eso no era para él. Al buen pelotero la comandancia “le había caído del cielo”.
Yo tenía mucho interés en hablar con Cornelio Rojas a causa de sus conversaciones secretas, de las cuales yo tenía noticias. Él cayó prisionero unos días antes de que Batista abandonara el país. Yo pensé que me sobraría tiempo, ya que el juicio a un miembro de una familia de origen mambisa (su abuelo fue general del ejército mambí, nacido allí en Santa Clara), duraría meses. Se habían cometido crímenes por toda la provincia, pero como también operaban los miembros del S.I.M., de la Guardia Rural, del servicio de inteligencia Naval y de los Tigres de Masferrer, una investigación para depurar responsabilidades, era totalmente necesaria, si se quería hacer justicia. A Cornelio Rojas lo fusilaron en cuestión de horas. Fue un hombre que en su juventud contó con un expediente revolucionario y con inquietudes políticas, que fue expedicionario del grupo que desembarcó en Jibara con Emilio Laurent, y Gustavo Aldereguía. Este último era médico de Cienfuegos, dirigente del Partido Comunista y gran amigo de Julio Antonio Mella.
Ya habíamos derrotado al gobierno de Batista. En la ciudad de Santa Clara se contaba con tribunales y cárceles. ¿Cuál era el apuro? Se me hacía muy difícil de entender. Se habían producido reuniones en la Ciudad de México con José Castaño jefe de la policía (BRAC), Joaquín Ordoqui y Edith García Buchaca, (yo en aquel tiempo no lo sabía), lo supe mucho después. Pero sí estaba al tanto de las reuniones secretas que tuvieron lugar en el pueblo de Cruces, entre Rolando Masferrer, Osvaldo Dorticós y Cornelio Rojas, y las del pueblo de Manacas entre Otén Menzana Milián, y Cornelio Rojas, al igual que la reunión de Faure Chomón con Honorio Muñoz, jefe de redacción del diario órgano oficial del P.S.P., el periódico “Hoy”. No las consideraba como reuniones extrañas, por ser lógicas, ya que Faure tenía un hermano locutor de nombre Florián que trabajaba junto a Muñoz en Radio Reloj.
Al caer Batista pude interrogar al segundo al mando de la policía de la provincia de Las Villas, el comandante Ferrer Nodal, que operaba en Sancti Spiritus, y fue hecho prisionero en la ciudad de Cienfuegos. Mi interés en hablar con Ferrer Nodal, era porque las dos veces que Batista gobernó Cuba, él había sido
el jefe de la policía de Sancti Spiritus. En 1942 cuando mataron a Sandalio Junco él estaba al mando de aquella estación de policías. Hablé muchas horas con él. Ferrer estaba muy vulnerable, él se dio cuenta de mi interés en averiguar sobre la muerte de Sandalio Junco. Sobre las raras reuniones no le pregunté nada pensando que habían sucedido lejos de su jurisdicción.
Pero fue él quien me contó por su propia voluntad que todos los jefes estaban conspirando contra Batista, empezando por el jefe del Regimiento de Santa Clara Río Chaviano y Cornelio Rojas.
En Cuba, no tuve la oportunidad de conocer a Rodolfo Santín. Me lo presentó Miguel Álvarez en Miami mucho tiempo después. Me contó con lujo de detalles, como pudo evitar participar en los fusilamientos directamente. Me dijo que Otén Menzana fue capitán del ejército rebelde a las órdenes de Víctor Bordón Machado, que había trabajado en la planta de la fábrica de cerveza Hatuey de Manacas en Las Villas y que había sido cazador de venados al igual que Cornelio Rojas, y llegaron hacer buenos amigos.
Cornelio Rojas le dijo que quería hablar con el capitán Otén Menzana, y Satín le consiguió la entrevista. Hablaron ellos solos tras las rejas varios minutos, y después Santín, Otén Menzana y Cornelio, se reunieron. Cornelio Rojas les dijo que él no quería que lo hicieran sufrir al ser fusilado, que no lo fueran a herir solamente. Se dirigió hacia Otén Menzana y le dijo: ‘consigue a los mejores tiradores y tú Otén que yo sé que eres buen tirador, también participa’. Otén se negó y le respondió : ‘es lo único que yo no puedo hacer, yo soy tu amigo’.
Entonces le dijo Cornelio a Otén: ‘consigue tú los mejores tiradores y me lo traes acá’. Otén se fue y trajo la escuadra de los mejores tiradores que él conocía.
‘¡Muchachos (dijo Cornelio Rojas), yo quiero que todos los tiros me den aquí, (tocándose la frente), si ustedes creen que es mejor, que me pinten una diana en la frente!’
‘No es necesario’, contestaron los tiradores del pelotón.
Rodolfo Santín sudaba la gota gorda, como si fuera él quien iba a ser fusilado.
El fusilamiento no lo dirigió ni Santín ni Otén Menzana, sino otro oficial rebelde.
Eso explica como se ve en la película, todos los disparos al mismo tiempo en la frente. Sus últimas palabras fueron: ‘¡Muchachos ya tiene su revolución, cuídenla!’ A continuación se sintió una descarga cerrada, la cámara captó como el cerebro volaba y el hombre caía, no debió sentir dolor alguno. Esa imagen fue publicada por todo el mundo.
Los mismos intereses, la misma mano oculta, necesitaban que el Coronel Cornelio Rojas y José Castaño, jefe del BRAC en la Habana, fueran eliminados rápidamente.
A José Castaño si se le celebró un juicio a la carrera. El jefe del tribunal fue Víctor Bordón Machado.
El comportamiento de Cornelio Rojas frente al pelotón de fusilamiento, fue un ejemplo de hombría, gran productor de testosteronas, que es lo que hay que tener para pararse frente al pelotón, para mandar a fusilar no se necesitan ni una cosa ni la otra.
Ha pasado más de medio siglo, y aún hoy no he podido encontrar a alguien, que me pueda aportar pruebas de que el coronel de la policía batistiana Cornelio Rojas, hubiera participado en un asesinato. Sin embargo si me he encontrado a varios revolucionarios que me han dicho todo lo contrario.
Le hice una entrevista a un tío de Quintín Pino Machado, hermano de Margot, el cual me contó que su hermana vive aún y que ya cumplió cien años, pero que esta lúcida. Según él, Cornelio se comportó caballerosamente con Margot.
El final del capitán Otén Mezana fue producto de la patada de una mula en la frente: muerte instantánea.
Personalmente Víctor Bordón Machado delante de un grupo de subalternos, durante una exposición comercial en la que él estaba al frente de una de las empresas que allí mostraban sus productos, me contó que él estaba por hacer un monumento a la mula que mató a su compañero Otén Menzana. Una gran incógnita para nuestra historia.
Nota: esto es sólo un testimonio mío. Faure Chomón, que vive aún, debería de dar su testimonio, ya que él participó en aquellas conversaciones secretas ». Roger Redondo González.
Sé muy bien que este testimonio del gran amigo Roger te debe de haber llevado a aquel 1959 en que compartimos momentos que nos marcarían de por vida.
Un gran abrazo desde La Ciudad Luz,
Félix José Hernández.
París, 28 de enero de 2012.
Querida Ofelia:
En mi niñez, allá en nuestro pueblo villaclareño de Camajuaní, me gustaba bajar la loma del tanque del acueducto hasta su base, en donde se encontraba la gallería, a la cual iba a menudo los domingos por la tarde con mi padre a ver las peleas de gallos, espectáculo que hoy me parece horrendo y que sin embargo entonces me gustaba. Allí conocí al coronel Cornelio Rojas. Yo tenía sólo nueve años.
Unas semanas más tarde fui con mis padres en un jeep hasta la playa de Juan Fanguito, a llevarle un lechón asado de parte del coronel Hernández. Para mí fue una aventura, pues ese día me levanté a las cinco de la mañana.
Recuerdo que el coronel Rojas me ofreció un batido de mamey y poniéndome la mano sobre la cabeza con gesto afectuoso, me dijo que fuera militar, para que llegara a ser coronel como él. Pocos meses después vi en la revista Bohemia las fotos de su fusilamiento. En el año 1959 aún los condenados a muerte podían recibir una atención religiosa y hablar. Los comentarios de todos los que visitaban nuestro humilde hogar, giraban en torno a la valentía que había mostrado frente al pelotón de fusilamientos. Las fotos lo mostraban muerto con los ojos espalancados, en un charco de sangre y con la mitad de la cabeza destruída.
Te hago llegar este interesantísimo testimonio del exguerrillero del Escambray Roger Redondo:
“Rodolfo Santín era natural de Encrucijadas en la provincia de Las Villas. En sus tiempos de buen pelotero conoció e hizo amistad con Ramiro Valdés Menéndez, que también era pelotero, aunque no muy bueno.
Ramiro dejó la pelota y se dedicó por entero a la lucha revolucionaria. A finales del 1958, Rodolfo Santín al enterarse de que su viejo amigo Ramiro se había destacado en la insurrección y que estaba en el Escambray, se le unió en las cercanías del campamento rebelde de Dos Arroyos.
En pocos días se produjo la caída de Batista. Alguien con poder nombró a Rodolfo Santín, jefe del Regimiento de Santa Clara. Santín, que no tenía muchos méritos, al poco tiempo fue sustituido por el comandante Puerta. Además le rebajaron los grados a capitán; rápidamente como estaba flojo su historial revolucionario, lo volvieron a degradar a teniente, y lo nombraron alcalde del poblado de Las Vueltas.
En su corto tiempo de jefe del Regimiento de Santa Clara, a Santín le tocó encargarse del fusilamiento de Cornelio Rojas. Ese día también se fusiló a otro militar de nombre Juan Centella y a otros a los que no se celebró juicio alguno, en total fueron catorce.
A Rodolfo Santín claro que le gustaba ser comandante, pero lo de fusilar sin que se les juzgará en un tribunal, sin la firma de un juez, eso no era para él. Al buen pelotero la comandancia “le había caído del cielo”.
Yo tenía mucho interés en hablar con Cornelio Rojas a causa de sus conversaciones secretas, de las cuales yo tenía noticias. Él cayó prisionero unos días antes de que Batista abandonara el país. Yo pensé que me sobraría tiempo, ya que el juicio a un miembro de una familia de origen mambisa (su abuelo fue general del ejército mambí, nacido allí en Santa Clara), duraría meses. Se habían cometido crímenes por toda la provincia, pero como también operaban los miembros del S.I.M., de la Guardia Rural, del servicio de inteligencia Naval y de los Tigres de Masferrer, una investigación para depurar responsabilidades, era totalmente necesaria, si se quería hacer justicia. A Cornelio Rojas lo fusilaron en cuestión de horas. Fue un hombre que en su juventud contó con un expediente revolucionario y con inquietudes políticas, que fue expedicionario del grupo que desembarcó en Jibara con Emilio Laurent, y Gustavo Aldereguía. Este último era médico de Cienfuegos, dirigente del Partido Comunista y gran amigo de Julio Antonio Mella.
Ya habíamos derrotado al gobierno de Batista. En la ciudad de Santa Clara se contaba con tribunales y cárceles. ¿Cuál era el apuro? Se me hacía muy difícil de entender. Se habían producido reuniones en la Ciudad de México con José Castaño jefe de la policía (BRAC), Joaquín Ordoqui y Edith García Buchaca, (yo en aquel tiempo no lo sabía), lo supe mucho después. Pero sí estaba al tanto de las reuniones secretas que tuvieron lugar en el pueblo de Cruces, entre Rolando Masferrer, Osvaldo Dorticós y Cornelio Rojas, y las del pueblo de Manacas entre Otén Menzana Milián, y Cornelio Rojas, al igual que la reunión de Faure Chomón con Honorio Muñoz, jefe de redacción del diario órgano oficial del P.S.P., el periódico “Hoy”. No las consideraba como reuniones extrañas, por ser lógicas, ya que Faure tenía un hermano locutor de nombre Florián que trabajaba junto a Muñoz en Radio Reloj.
Al caer Batista pude interrogar al segundo al mando de la policía de la provincia de Las Villas, el comandante Ferrer Nodal, que operaba en Sancti Spiritus, y fue hecho prisionero en la ciudad de Cienfuegos. Mi interés en hablar con Ferrer Nodal, era porque las dos veces que Batista gobernó Cuba, él había sido
el jefe de la policía de Sancti Spiritus. En 1942 cuando mataron a Sandalio Junco él estaba al mando de aquella estación de policías. Hablé muchas horas con él. Ferrer estaba muy vulnerable, él se dio cuenta de mi interés en averiguar sobre la muerte de Sandalio Junco. Sobre las raras reuniones no le pregunté nada pensando que habían sucedido lejos de su jurisdicción.
Pero fue él quien me contó por su propia voluntad que todos los jefes estaban conspirando contra Batista, empezando por el jefe del Regimiento de Santa Clara Río Chaviano y Cornelio Rojas.
En Cuba, no tuve la oportunidad de conocer a Rodolfo Santín. Me lo presentó Miguel Álvarez en Miami mucho tiempo después. Me contó con lujo de detalles, como pudo evitar participar en los fusilamientos directamente. Me dijo que Otén Menzana fue capitán del ejército rebelde a las órdenes de Víctor Bordón Machado, que había trabajado en la planta de la fábrica de cerveza Hatuey de Manacas en Las Villas y que había sido cazador de venados al igual que Cornelio Rojas, y llegaron hacer buenos amigos.
Cornelio Rojas le dijo que quería hablar con el capitán Otén Menzana, y Satín le consiguió la entrevista. Hablaron ellos solos tras las rejas varios minutos, y después Santín, Otén Menzana y Cornelio, se reunieron. Cornelio Rojas les dijo que él no quería que lo hicieran sufrir al ser fusilado, que no lo fueran a herir solamente. Se dirigió hacia Otén Menzana y le dijo: ‘consigue a los mejores tiradores y tú Otén que yo sé que eres buen tirador, también participa’. Otén se negó y le respondió : ‘es lo único que yo no puedo hacer, yo soy tu amigo’.
Entonces le dijo Cornelio a Otén: ‘consigue tú los mejores tiradores y me lo traes acá’. Otén se fue y trajo la escuadra de los mejores tiradores que él conocía.
‘¡Muchachos (dijo Cornelio Rojas), yo quiero que todos los tiros me den aquí, (tocándose la frente), si ustedes creen que es mejor, que me pinten una diana en la frente!’
‘No es necesario’, contestaron los tiradores del pelotón.
Rodolfo Santín sudaba la gota gorda, como si fuera él quien iba a ser fusilado.
El fusilamiento no lo dirigió ni Santín ni Otén Menzana, sino otro oficial rebelde.
Eso explica como se ve en la película, todos los disparos al mismo tiempo en la frente. Sus últimas palabras fueron: ‘¡Muchachos ya tiene su revolución, cuídenla!’ A continuación se sintió una descarga cerrada, la cámara captó como el cerebro volaba y el hombre caía, no debió sentir dolor alguno. Esa imagen fue publicada por todo el mundo.
Los mismos intereses, la misma mano oculta, necesitaban que el Coronel Cornelio Rojas y José Castaño, jefe del BRAC en la Habana, fueran eliminados rápidamente.
A José Castaño si se le celebró un juicio a la carrera. El jefe del tribunal fue Víctor Bordón Machado.
El comportamiento de Cornelio Rojas frente al pelotón de fusilamiento, fue un ejemplo de hombría, gran productor de testosteronas, que es lo que hay que tener para pararse frente al pelotón, para mandar a fusilar no se necesitan ni una cosa ni la otra.
Ha pasado más de medio siglo, y aún hoy no he podido encontrar a alguien, que me pueda aportar pruebas de que el coronel de la policía batistiana Cornelio Rojas, hubiera participado en un asesinato. Sin embargo si me he encontrado a varios revolucionarios que me han dicho todo lo contrario.
Le hice una entrevista a un tío de Quintín Pino Machado, hermano de Margot, el cual me contó que su hermana vive aún y que ya cumplió cien años, pero que esta lúcida. Según él, Cornelio se comportó caballerosamente con Margot.
El final del capitán Otén Mezana fue producto de la patada de una mula en la frente: muerte instantánea.
Personalmente Víctor Bordón Machado delante de un grupo de subalternos, durante una exposición comercial en la que él estaba al frente de una de las empresas que allí mostraban sus productos, me contó que él estaba por hacer un monumento a la mula que mató a su compañero Otén Menzana. Una gran incógnita para nuestra historia.
Nota: esto es sólo un testimonio mío. Faure Chomón, que vive aún, debería de dar su testimonio, ya que él participó en aquellas conversaciones secretas ». Roger Redondo González.
Sé muy bien que este testimonio del gran amigo Roger te debe de haber llevado a aquel 1959 en que compartimos momentos que nos marcarían de por vida.
Un gran abrazo desde La Ciudad Luz,
Félix José Hernández.
2012: UNA CRISIS DE CONCIENCIA
ENVIADO POR -NR-
DESDE CUBA
2012: una crisis de conciencia
Entrevista a Fernando Malkún, experto en cultura maya .
Hace quince años, Fernando Malkún, barranquillero de origen libanés, dejó la arquitectura que había estudiado en la Universidad de los Andes, y a la que se había dedicado casi una década, para responderse preguntas que se le atravesaron en su vida. Durante ese recorrido se encontró con la cultura maya y se dedicó por completo a su estudio. Hoy es un experto en el tema, con reconocimiento internacional, y se mantiene de viaje por el mundo explicando el mensaje que esa civilización dejó para los seres humanos.
María Paulina Ortiz. ¿Los mayas dijeron que se iba a acabar el mundo en el 2012?
Fernando Malkún. Se está generando un pánico colectivo absurdo aduciendo que ellos habían anunciado que el mundo se acabaría en diciembre del 2012. No es cierto. Los mayas nunca usaron la palabra fin. Sí anunciaron un momento de cambio, de gran aumento de la energía del planeta, lo que vendría a causar 'eventos destino', es decir, definitivos, en la gente.
¿Cuándo va a pasar esto?
No va a pasar: está pasando. Solo que las personas no están juntando todas las piezas del rompecabezas para verlo. Pero estamos en una ola de cambio como nunca.
¿En qué se percibe, según lo dicho por los mayas?
La profecía anunció que el planeta elevaría su frecuencia vibratoria, lo que es un hecho: esta frecuencia -que se mide con la resonancia Shumann- pasó de 8 a 13 ciclos. Todos los planetas del sistema solar están cambiando. De 1992 a hoy, los polos de Marte han desaparecido un 60 por ciento y Venus tiene casi dos veces más luminiscencia. Llevamos 300 años registrando el Sol, y las tormentas solares más grandes han sucedido en los últimos seis meses. Ha habido un aumento de terremotos del 425 por ciento. Todo está acelerado desde los puntos de vista geofísico y solar. Nuestro cerebro, que irradia sus propias ondas, se afecta por esta mayor irradiación del sol. Esa carga electromagnética es la razón de que sintimos el tiempo más rápido.
Habla de 1992. ¿Por qué ese año?¿qué pasó ahí?
La esencia de las profecías mayas es comunicarnos la existencia de un ciclo de 26 mil años, llamado 'el gran ciclo cósmico'. Todo, estaciones, meses, días, se ajusta a ese ciclo. Hace 13 mil años, el Sol -igual que ahora- irradió más energía sobre el planeta y derritió la capa de hielo. Esa capa cayó al mar, subió su nivel en 120 metros y sucedió el llamado 'diluvio universal'. Los mayas dijeron que cuando el sistema solar esté otra vez a 180 grados de donde estaba hace 13 mil años, la estrella polar brille sobre el polo, la constelación de Acuario aparezca en el horizonte y el tránsito decimotercero de Venus se dé -lo que sucederá el 6 de junio del 2012- el centro de la galaxia pulsará y habrá manifestaciones de fuego, agua, tierra, aire. Y hablan, en específico, de dos periodos de veinte años -de 1992 a 2012 y de 2012 a 2032- de cambios intensos.
¿Para qué lo anunciaban?
La cercanía a la muerte hace que la gente repiense su vida, la examine y corrija la dirección que lleva. Esto es algo que ocurre solo si algo cerca a ti, o que te pasa directamente, te impacta tremendamente. Es lo que ha sucedido con los tsunamis, los terremotos, los eventos de la naturaleza que estamos viviendo.
Entonces, sí hablan de muerte.
Hablan de un cambio, de un despertar de la conciencia. Todo lo que está mal en el planeta se está potenciando con el objetivo de que la mente humana se dedique a resolverlo. Hay una crisis de conciencia individual. La gente está viviendo 'eventos destino', sea en sus relaciones, en sus recursos, en su salud. Es un proceso de cambio que se basa sobre todo en que se está develando lo invisible, y está afectando en especial a la mujer.
¿Por qué a la mujer?
La mujer es quien tendrá el poder de crear la nueva era, por su mayor sensibilidad. Según las profecías -no solo mayas, sino muchísimas-, la era que viene es de armonía y espiritualidad. Las cosas que están mal se van a resolver en el periodo que los mayas llamaron 'el tiempo del no tiempo', que irá de 2012 a 2032. Desde 1992, el porcentaje de mujeres que ven el aura (seres sanadores) en el planeta ha subido. Hoy, es del 8,6 por ciento. Imagínate que en 2014 sea el 10 por ciento. Significaría el inicio de un periodo más transparente. Esa sería la dirección hacia el cambio no violento.
Pero lo que uno ve hoy es un aumento de la agresividad...
Las dos polaridades están intensificadas. Están abiertos ambos caminos, el negativo, oscuro, de destrucción, de enfrentamiento del hombre con el hombre; y el de crecimiento de la conciencia. Hay varias voces que están poniendo a reflexionar al ser humano respecto de esto. Desde 1992, la información vedada de los gnósticos, los masones, los illuminati, está abierta para que se utilice en el proceso de cambiarse a sí mismo.
¿Todo esto lo dejaron escrito los mayas, así de específico?
No hasta este punto. Ellos dijeron que el sol iba a modificar las condiciones del planeta y que generaría 'eventos destino'. El sol ha roto todos los récords este año. Los terremotos han aumentado el 425 por ciento. El cambio de temperatura es muy intenso: del 92 para acá ha subido casi un grado, lo mismo que subimos en los 100 años anteriores. Antes, había 600 o 700 tormentas eléctricas simultáneas; hoy se presentan dos mil. Antes se registraban 80 rayos por segundo, hoy caen entre 180 y 220.
¿Cómo sabían ellos que iba a pasar esto?
Tenían una tecnología extraordinaria. En sus pirámides había altares desde donde estudiaban el movimiento del sol en el horizonte. Producían gráficas con las cuales sabían cuándo habría manchas solares, cuándo sucederían tormentas eléctricas. Fue un conocimiento que recibieron de los egipcios, que, a su vez, lo recibieron de sacerdotes sobrevivientes de la Atlántida , la civilización destruida hace 13 mil años. Los mayas perfeccionaron el conocimiento y fueron los creadores de los calendarios más exactos. Uno, llamado'la cuenta larga', termina el 21 de diciembre de 2012, y marca el punto del centro exacto del periodo de 26 mil años. Sabían que vendrían estos cambios y lo que hicieron fue darle esta información al hombre del 2012.
¿Estos cambios solo han sido planteados por ellos?
Todas las profecías hablan de lo mismo. Las hindúes, por ejemplo, anuncian el momento de cambio y hablan de la llegada de un ser extraordinario. Los mayas nunca hablaron de un ser extraordinario que viniera a salvarnos, sino de crecer en conciencia y asumir nuestra responsabilidad.
¿Y si uno no cree en eso?
Creas o no, lo vas a sentir en tu interior. En este momento, la mayoría está viviendo un tiempo de evaluación de su vida. ¿Por qué estoy aquí, qué está pasando, para dónde quiero ir? Basta mirar el crecimiento de la búsqueda de espiritualidad, no de religiosidad, porque la religión no le está dando respuestas a la gente.
¿Su vida personal cambió?
Hace quince años. Era tremendamente materialista. Mi conducta hoy es muy distinta. Me pregunté por qué estaba aquí, para qué, y por razones especiales terminé metido en el mundo maya. Y puedo afirmar que no se trata de falsas creencias para remplazar por falsas creencias. Yo me quité muchas historias de mi mente, aunque aún sigo en el tercer nivel de conciencia, que es el que predomina en el planeta.
¿Quiénes están más arriba?
Hay personas que están en un nivel 4 o 5. Son las menos famosas, de bajo perfil. En un viaje me encontré a un jardinero extraordinario, por ejemplo. Esos seres están en servicio permanente, afectando la vida de muchas personas, pero no de manera pública.
¿Qué tenemos que hacer, según esta teoría?
El universo nos está dando una oportunidad individual para reestructurar nuestras vidas. La manera de sincronizarnos es, primero, no tener miedo, darnos cuenta de que podemos cambiar nuestra conciencia. La física cuántica ya lo ha dicho: la conciencia modifica la materia. Lo que significa que tu vida depende de lo que tú pienses. La distancia entre causa y efecto ha disminuido. Hace veinte años, para que se manifestara algo en tu vida, necesitabas gran energía. Hoy, piensas algo y a la semana está sucediendo. Tu mente lo causa. Lo que debemos es buscar las respuestas, que están ahí.
Existen cuatro tipos de personas en el mundo:
Los dormidos: personas que actúan y no piensan.
Los analíticos: personas que piensan y no actúan.
Los vacíos: personas que están activas constantemente, llenándose de cosas equivocadas.
Los completos: personas que trabajan en cambiarse a sí mismos y llenarse de Luz.
Pasa de dormido a completo el día de hoy.
DESDE CUBA
2012: una crisis de conciencia
Entrevista a Fernando Malkún, experto en cultura maya .
Hace quince años, Fernando Malkún, barranquillero de origen libanés, dejó la arquitectura que había estudiado en la Universidad de los Andes, y a la que se había dedicado casi una década, para responderse preguntas que se le atravesaron en su vida. Durante ese recorrido se encontró con la cultura maya y se dedicó por completo a su estudio. Hoy es un experto en el tema, con reconocimiento internacional, y se mantiene de viaje por el mundo explicando el mensaje que esa civilización dejó para los seres humanos.
María Paulina Ortiz. ¿Los mayas dijeron que se iba a acabar el mundo en el 2012?
Fernando Malkún. Se está generando un pánico colectivo absurdo aduciendo que ellos habían anunciado que el mundo se acabaría en diciembre del 2012. No es cierto. Los mayas nunca usaron la palabra fin. Sí anunciaron un momento de cambio, de gran aumento de la energía del planeta, lo que vendría a causar 'eventos destino', es decir, definitivos, en la gente.
¿Cuándo va a pasar esto?
No va a pasar: está pasando. Solo que las personas no están juntando todas las piezas del rompecabezas para verlo. Pero estamos en una ola de cambio como nunca.
¿En qué se percibe, según lo dicho por los mayas?
La profecía anunció que el planeta elevaría su frecuencia vibratoria, lo que es un hecho: esta frecuencia -que se mide con la resonancia Shumann- pasó de 8 a 13 ciclos. Todos los planetas del sistema solar están cambiando. De 1992 a hoy, los polos de Marte han desaparecido un 60 por ciento y Venus tiene casi dos veces más luminiscencia. Llevamos 300 años registrando el Sol, y las tormentas solares más grandes han sucedido en los últimos seis meses. Ha habido un aumento de terremotos del 425 por ciento. Todo está acelerado desde los puntos de vista geofísico y solar. Nuestro cerebro, que irradia sus propias ondas, se afecta por esta mayor irradiación del sol. Esa carga electromagnética es la razón de que sintimos el tiempo más rápido.
Habla de 1992. ¿Por qué ese año?¿qué pasó ahí?
La esencia de las profecías mayas es comunicarnos la existencia de un ciclo de 26 mil años, llamado 'el gran ciclo cósmico'. Todo, estaciones, meses, días, se ajusta a ese ciclo. Hace 13 mil años, el Sol -igual que ahora- irradió más energía sobre el planeta y derritió la capa de hielo. Esa capa cayó al mar, subió su nivel en 120 metros y sucedió el llamado 'diluvio universal'. Los mayas dijeron que cuando el sistema solar esté otra vez a 180 grados de donde estaba hace 13 mil años, la estrella polar brille sobre el polo, la constelación de Acuario aparezca en el horizonte y el tránsito decimotercero de Venus se dé -lo que sucederá el 6 de junio del 2012- el centro de la galaxia pulsará y habrá manifestaciones de fuego, agua, tierra, aire. Y hablan, en específico, de dos periodos de veinte años -de 1992 a 2012 y de 2012 a 2032- de cambios intensos.
¿Para qué lo anunciaban?
La cercanía a la muerte hace que la gente repiense su vida, la examine y corrija la dirección que lleva. Esto es algo que ocurre solo si algo cerca a ti, o que te pasa directamente, te impacta tremendamente. Es lo que ha sucedido con los tsunamis, los terremotos, los eventos de la naturaleza que estamos viviendo.
Entonces, sí hablan de muerte.
Hablan de un cambio, de un despertar de la conciencia. Todo lo que está mal en el planeta se está potenciando con el objetivo de que la mente humana se dedique a resolverlo. Hay una crisis de conciencia individual. La gente está viviendo 'eventos destino', sea en sus relaciones, en sus recursos, en su salud. Es un proceso de cambio que se basa sobre todo en que se está develando lo invisible, y está afectando en especial a la mujer.
¿Por qué a la mujer?
La mujer es quien tendrá el poder de crear la nueva era, por su mayor sensibilidad. Según las profecías -no solo mayas, sino muchísimas-, la era que viene es de armonía y espiritualidad. Las cosas que están mal se van a resolver en el periodo que los mayas llamaron 'el tiempo del no tiempo', que irá de 2012 a 2032. Desde 1992, el porcentaje de mujeres que ven el aura (seres sanadores) en el planeta ha subido. Hoy, es del 8,6 por ciento. Imagínate que en 2014 sea el 10 por ciento. Significaría el inicio de un periodo más transparente. Esa sería la dirección hacia el cambio no violento.
Pero lo que uno ve hoy es un aumento de la agresividad...
Las dos polaridades están intensificadas. Están abiertos ambos caminos, el negativo, oscuro, de destrucción, de enfrentamiento del hombre con el hombre; y el de crecimiento de la conciencia. Hay varias voces que están poniendo a reflexionar al ser humano respecto de esto. Desde 1992, la información vedada de los gnósticos, los masones, los illuminati, está abierta para que se utilice en el proceso de cambiarse a sí mismo.
¿Todo esto lo dejaron escrito los mayas, así de específico?
No hasta este punto. Ellos dijeron que el sol iba a modificar las condiciones del planeta y que generaría 'eventos destino'. El sol ha roto todos los récords este año. Los terremotos han aumentado el 425 por ciento. El cambio de temperatura es muy intenso: del 92 para acá ha subido casi un grado, lo mismo que subimos en los 100 años anteriores. Antes, había 600 o 700 tormentas eléctricas simultáneas; hoy se presentan dos mil. Antes se registraban 80 rayos por segundo, hoy caen entre 180 y 220.
¿Cómo sabían ellos que iba a pasar esto?
Tenían una tecnología extraordinaria. En sus pirámides había altares desde donde estudiaban el movimiento del sol en el horizonte. Producían gráficas con las cuales sabían cuándo habría manchas solares, cuándo sucederían tormentas eléctricas. Fue un conocimiento que recibieron de los egipcios, que, a su vez, lo recibieron de sacerdotes sobrevivientes de la Atlántida , la civilización destruida hace 13 mil años. Los mayas perfeccionaron el conocimiento y fueron los creadores de los calendarios más exactos. Uno, llamado'la cuenta larga', termina el 21 de diciembre de 2012, y marca el punto del centro exacto del periodo de 26 mil años. Sabían que vendrían estos cambios y lo que hicieron fue darle esta información al hombre del 2012.
¿Estos cambios solo han sido planteados por ellos?
Todas las profecías hablan de lo mismo. Las hindúes, por ejemplo, anuncian el momento de cambio y hablan de la llegada de un ser extraordinario. Los mayas nunca hablaron de un ser extraordinario que viniera a salvarnos, sino de crecer en conciencia y asumir nuestra responsabilidad.
¿Y si uno no cree en eso?
Creas o no, lo vas a sentir en tu interior. En este momento, la mayoría está viviendo un tiempo de evaluación de su vida. ¿Por qué estoy aquí, qué está pasando, para dónde quiero ir? Basta mirar el crecimiento de la búsqueda de espiritualidad, no de religiosidad, porque la religión no le está dando respuestas a la gente.
¿Su vida personal cambió?
Hace quince años. Era tremendamente materialista. Mi conducta hoy es muy distinta. Me pregunté por qué estaba aquí, para qué, y por razones especiales terminé metido en el mundo maya. Y puedo afirmar que no se trata de falsas creencias para remplazar por falsas creencias. Yo me quité muchas historias de mi mente, aunque aún sigo en el tercer nivel de conciencia, que es el que predomina en el planeta.
¿Quiénes están más arriba?
Hay personas que están en un nivel 4 o 5. Son las menos famosas, de bajo perfil. En un viaje me encontré a un jardinero extraordinario, por ejemplo. Esos seres están en servicio permanente, afectando la vida de muchas personas, pero no de manera pública.
¿Qué tenemos que hacer, según esta teoría?
El universo nos está dando una oportunidad individual para reestructurar nuestras vidas. La manera de sincronizarnos es, primero, no tener miedo, darnos cuenta de que podemos cambiar nuestra conciencia. La física cuántica ya lo ha dicho: la conciencia modifica la materia. Lo que significa que tu vida depende de lo que tú pienses. La distancia entre causa y efecto ha disminuido. Hace veinte años, para que se manifestara algo en tu vida, necesitabas gran energía. Hoy, piensas algo y a la semana está sucediendo. Tu mente lo causa. Lo que debemos es buscar las respuestas, que están ahí.
Existen cuatro tipos de personas en el mundo:
Los dormidos: personas que actúan y no piensan.
Los analíticos: personas que piensan y no actúan.
Los vacíos: personas que están activas constantemente, llenándose de cosas equivocadas.
Los completos: personas que trabajan en cambiarse a sí mismos y llenarse de Luz.
Pasa de dormido a completo el día de hoy.
sábado, 28 de enero de 2012
ES MEJOR COMBATIR LA DICTADURA DONDE ESTA LA DICTADURA
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Entrevista de los lectores
Eloy Gutiérrez Menoyo: «Es mejor combatir la dictadura donde está la dictadura»
26-01-2012 - 8:40 am.
10 comentarios
Eloy Gutiérrez Menoyo
Eloy Gutiérrez Menoyo (Madrid,1934) pasó en Cuba casi 22 años de prisión tras haber sido comandante del Ejército Rebelde. En 1986 salió al exilio.
Fundó el grupo Cambio Cubano y sus posiciones dialogantes le han valido críticas desde los sectores más duros del exilio. Desde La Habana, donde reside desde 2003, responde a los lectores de DIARIO DE CUBA. (Por motivos de tiempo y vías de comunicación con el entrevistado, algunas preguntas han tenido que ser agrupadas por temas.)
Rodrigo: Como español de nacimiento, ¿qué piensa usted del proyecto Cuba-Española? ¿Cree usted en la posibilidad de que algún día Cuba vuelva a estar integrada en la Madre Patria? Gracias.
Esta es una cuestión que jamás la vas a poder desvincular, porque España es para Cuba la Madre Patria. Lo fue ayer, lo es hoy y lo será siempre.
R. Melo: ¿Qué elementos humanos o políticos le movieron a regresar a Cuba, tras haber pasado allí más de 20 años de prisión?
Alfredo de J. Viso: Qué posibilidades tiene Cambio Cubano, ante un régimen que no entiende de reconciliacion ni diálogo con opositores? Un gran abrazo.
Yo amo a este país y, por haber nacido en la dictadura franquista, comprendo perfectamente bien lo que es una dictadura. Creo que si todos los cubanos estuviéramos aquí, pues encontraríamos muchos oídos receptivos y podríamos hacer mucho más de lo que se hace desde el exterior. Por lo tanto, considero que mi lugar está aquí. Es mejor combatir la dictadura donde está la dictadura.
Jorge66: Usted ha sido valiente al exponerse a la opinión de quienes le cercamos con millones de dudas. Desconozco cuál es su real posición política hoy, preferiría que me aclarase su opinión sobre los alzados del Escambray…
Imagínate, yo mismo desembarqué en Cuba con la intención de alzarme. ¿Cuál puede ser mi criterio? Que toda lucha contra la dictadura es válida y que los alzados del Escambray, de Matanzas o de donde sea, tienen todo mi respeto.
Ricardo Alfonso: ¿Nos podría contar si ha habido algún cambio significativo en Cuba desde que llegó hasta el día de hoy? ¿Y si ha tenido algún contacto oficial con el gobierno cubano? Muchas gracias.
Luis Manuel González: ¿Cómo ve la realidad actual de Cuba? ¿Y qué lo hizo alejarse de las ideas de Fidel Castro?
Hay mucha gente que dice que están ocurriendo cambios. Yo no los veo absolutamente por ningún lado, porque te llega lo que les interesa a los que están gobernando. El pueblo y sus penurias les importan tres pepinos. Por lo tanto, le tienen miedo al cambio, miedo a que el cambio les pueda llevar alguna parcela del poder. Van a seguir teniendo miedo eternamente.
Realmente, si estás viviendo aquí, lógicamente te encuentras por la calle, en un restaurante o en cualquier lugar, a gente del gobierno cubano. Pero, el gobierno cubano no ha tenido contacto oficial conmigo. Me tienen apartado completamente de todo tipo de contacto, porque no les interesa que haya una oposición independiente en este país.
Tony Abreu: ¿Cómo es su vida actual en la Isla? Díganos cómo es un día para usted, ¿qué hace, adónde va, dónde vive, puede entrar y salir del país?
Es un día como otro cualquiera. Si tuviera que salir del país, puedo, porque lo he hecho cuando me ha invitado el PSOE a sus congresos o cuando he tenido alguna invitación del exterior. He podido salir y entrar. Pero, entro y salgo en una forma, que diría yo, en el limbo, porque cada vez que salgo tengo problemas: hay que llamar al aeropuerto para que me dejen salir y cuando entro, tengo el mismo problema. Hay que buscar por dónde salir y cómo entrar, y esto es un lío diariamente.
Vivo como un ciudadano normal y corriente, como vive cualquier cubano de a pie.
Antonio González: Respeto su trayectoria a lo largo de estos años, pero a partir de que usted se quedó en Cuba su voz se apagó. ¿Qué ha hecho en estos años de silencio en Cuba? ¿Por qué no hay una verdadera integración de los grupos disidentes para organizar un frente común? ¿No han aceptado los grupos disidentes de la Isla su participación en las actividades que ellos realizan?
Lucrecia Vizarro: Con todo respeto, ¿cuánto ha logrado con su actitud —desde dentro de Cuba— en la oposición al gobierno? ¿Por qué no hace un frente común con todos los demás disidentes que hacen una oposicion, a ojos vistas más activa que su grupo?
Quienes creemos en la democracia, sabemos que se hace desde la diversidad. Es como si yo les dijera ahora: ¿por qué en Estados Unidos no hacen un solo partido los republicanos y los demócratas, o en España no hacen un solo partido el PP y el PSOE? Pues aquí es exactamente lo mismo. Nosotros respetamos la diversidad, y cada cual trabaja o no, y se mueve en el ambiente o en el terreno que estima conveniente.
Tirofijo: Aunque no lo juzgo, nunca he entendido el porqué regresó a Cuba después de estar 22 años en prisiones castristas. ¿Cuál fue su motivo y qué ha logrado en sus posiciones dialogantes con el régimen? ¿Cómo avizora el futuro a corto plazo del país?
Sergio: ¿Pensó que su regreso le permitiría influir más directamente en el futuro del país o fueron razones emocionales las que lo movieron a regresar, después de tantos años? Transcurridos varios años desde su regreso, ¿se siente usted reconocido por el resto de la oposición interna?¿Con qué grupos mantiene las mejores relaciones?
Yo realmente no estoy dialogante con el gobierno. La gente no entiende, por ejemplo, que nosotros en el Escambray tuvimos cuarenta y pico de muertos. Sin embargo, son los únicos muertos que en este país no tienen un panteón ni un reconocimiento. Gutiérrez Menoyo, ciudadano cubano, es el único opositor al que le han suprimido la ciudadanía y no aparece ni en los centros espiritistas.
El asalto al Palacio Presidencial, el hecho más audaz que recuerda la historia de Cuba, lo realizó mi hermano, Carlos Gutiérrez Menoyo. Ah, pues hay que quitarle también que fue Carlos Gutiérrez Menoyo. Un Menoyo, hay que quitarlo… Hay que hablar de José Antonio Echevarría.
La gente no se da cuenta de lo que es la lucha diaria en este país, pero es aquí donde debemos estar. El otro día murió el líder de Corea del Norte, y Cuba decretó tres días de duelo por la muerte de un dictador de una dinastía. Esas cosas se pueden decir fuera de este país, pero es mucho más bonito, mucho más eficiente, poderlas decir dentro de este país.
Armando Paz: Durante el tiempo que ha estado residiendo en Cuba, ¿ha coincidido usted con oficiales de la FAR y el MININT que fueron ex compañeros de lucha, le saludan en la calle?
La posición mía, que no depende de ningún gobierno ni de ninguna potencia extranjera, tiene un tremendo respeto en Cuba. Y, lógicamente, yo saludo al que me saluda. En el barrio me llevo bien con todos los trabajadores, con todos los obreros. Y, en cualquier lugar donde me encuentro, incluso a gente que combatió a mi lado contra la dictadura de Batista, mantengo relaciones muy buenas con todos ellos.
Tomás Perdigón: Quisiera saber ¿dónde poder contactar para integrarme a su grupo? Siempre he admirado su forma de lucha y me gustaría formar parte de algún grupo de trabajo para una Cuba futura.
En Madrid puede buscar donde está Cambio Cubano. En Miami puede buscar dónde está Cambio Cubano. Y aquí en Cuba, si viene para Cuba, puede hacer contacto conmigo.
Orlando Luis Pardo: ¿Aceptaría colaborar con un artículo o con sus memorias en la revista freelance de literatura Voces, que un grupo de blogueros hace desde La Habana?
Sí, yo colaboraría con mucho gusto, pero les recuerdo que tengo muy poco tiempo, porque estoy haciendo mis memorias y quiero sacar un libro de todo este proceso.
Lucien: Más que sobre el país quisiera saber sobre qué ha hecho desde el 2003 hasta ahora. ¿Ha abandonado el proyecto de Cambio Cubano, tan diferente de la media de las organizaciones exiliadas?
Michael Cervantes: ¿Qué espacio, si alguno, ha ganado usted viviendo todos estos años en Cuba?
El espacio que se gana, por ejemplo, es el del respeto de mucha gente, infinidad de gente, la posibilidad de tratar directamente con mucha gente e indudablemente poder ir encontrando oídos receptivos en muchos que se consideran opositores independientes.
Anónimo: Según su criterio, ¿cuál es el sistema político más adecuado para Cuba?
Cualquier sistema que no sea la dictadura ésta, que están haciendo una dinastía, uno detrás de otro. Cualquier sistema podría encajar perfectamente como transición. Pero, lógicamente, el sistema por el cual estamos luchando y batallando es un sistema democrático, donde se entienda que es el pueblo de Cuba el que debe tener la soberanía. Es el pueblo de Cuba el que debe de elegir libremente su destino y sus dirigentes
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Entrevista de los lectores
Eloy Gutiérrez Menoyo: «Es mejor combatir la dictadura donde está la dictadura»
26-01-2012 - 8:40 am.
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Eloy Gutiérrez Menoyo
Eloy Gutiérrez Menoyo (Madrid,1934) pasó en Cuba casi 22 años de prisión tras haber sido comandante del Ejército Rebelde. En 1986 salió al exilio.
Fundó el grupo Cambio Cubano y sus posiciones dialogantes le han valido críticas desde los sectores más duros del exilio. Desde La Habana, donde reside desde 2003, responde a los lectores de DIARIO DE CUBA. (Por motivos de tiempo y vías de comunicación con el entrevistado, algunas preguntas han tenido que ser agrupadas por temas.)
Rodrigo: Como español de nacimiento, ¿qué piensa usted del proyecto Cuba-Española? ¿Cree usted en la posibilidad de que algún día Cuba vuelva a estar integrada en la Madre Patria? Gracias.
Esta es una cuestión que jamás la vas a poder desvincular, porque España es para Cuba la Madre Patria. Lo fue ayer, lo es hoy y lo será siempre.
R. Melo: ¿Qué elementos humanos o políticos le movieron a regresar a Cuba, tras haber pasado allí más de 20 años de prisión?
Alfredo de J. Viso: Qué posibilidades tiene Cambio Cubano, ante un régimen que no entiende de reconciliacion ni diálogo con opositores? Un gran abrazo.
Yo amo a este país y, por haber nacido en la dictadura franquista, comprendo perfectamente bien lo que es una dictadura. Creo que si todos los cubanos estuviéramos aquí, pues encontraríamos muchos oídos receptivos y podríamos hacer mucho más de lo que se hace desde el exterior. Por lo tanto, considero que mi lugar está aquí. Es mejor combatir la dictadura donde está la dictadura.
Jorge66: Usted ha sido valiente al exponerse a la opinión de quienes le cercamos con millones de dudas. Desconozco cuál es su real posición política hoy, preferiría que me aclarase su opinión sobre los alzados del Escambray…
Imagínate, yo mismo desembarqué en Cuba con la intención de alzarme. ¿Cuál puede ser mi criterio? Que toda lucha contra la dictadura es válida y que los alzados del Escambray, de Matanzas o de donde sea, tienen todo mi respeto.
Ricardo Alfonso: ¿Nos podría contar si ha habido algún cambio significativo en Cuba desde que llegó hasta el día de hoy? ¿Y si ha tenido algún contacto oficial con el gobierno cubano? Muchas gracias.
Luis Manuel González: ¿Cómo ve la realidad actual de Cuba? ¿Y qué lo hizo alejarse de las ideas de Fidel Castro?
Hay mucha gente que dice que están ocurriendo cambios. Yo no los veo absolutamente por ningún lado, porque te llega lo que les interesa a los que están gobernando. El pueblo y sus penurias les importan tres pepinos. Por lo tanto, le tienen miedo al cambio, miedo a que el cambio les pueda llevar alguna parcela del poder. Van a seguir teniendo miedo eternamente.
Realmente, si estás viviendo aquí, lógicamente te encuentras por la calle, en un restaurante o en cualquier lugar, a gente del gobierno cubano. Pero, el gobierno cubano no ha tenido contacto oficial conmigo. Me tienen apartado completamente de todo tipo de contacto, porque no les interesa que haya una oposición independiente en este país.
Tony Abreu: ¿Cómo es su vida actual en la Isla? Díganos cómo es un día para usted, ¿qué hace, adónde va, dónde vive, puede entrar y salir del país?
Es un día como otro cualquiera. Si tuviera que salir del país, puedo, porque lo he hecho cuando me ha invitado el PSOE a sus congresos o cuando he tenido alguna invitación del exterior. He podido salir y entrar. Pero, entro y salgo en una forma, que diría yo, en el limbo, porque cada vez que salgo tengo problemas: hay que llamar al aeropuerto para que me dejen salir y cuando entro, tengo el mismo problema. Hay que buscar por dónde salir y cómo entrar, y esto es un lío diariamente.
Vivo como un ciudadano normal y corriente, como vive cualquier cubano de a pie.
Antonio González: Respeto su trayectoria a lo largo de estos años, pero a partir de que usted se quedó en Cuba su voz se apagó. ¿Qué ha hecho en estos años de silencio en Cuba? ¿Por qué no hay una verdadera integración de los grupos disidentes para organizar un frente común? ¿No han aceptado los grupos disidentes de la Isla su participación en las actividades que ellos realizan?
Lucrecia Vizarro: Con todo respeto, ¿cuánto ha logrado con su actitud —desde dentro de Cuba— en la oposición al gobierno? ¿Por qué no hace un frente común con todos los demás disidentes que hacen una oposicion, a ojos vistas más activa que su grupo?
Quienes creemos en la democracia, sabemos que se hace desde la diversidad. Es como si yo les dijera ahora: ¿por qué en Estados Unidos no hacen un solo partido los republicanos y los demócratas, o en España no hacen un solo partido el PP y el PSOE? Pues aquí es exactamente lo mismo. Nosotros respetamos la diversidad, y cada cual trabaja o no, y se mueve en el ambiente o en el terreno que estima conveniente.
Tirofijo: Aunque no lo juzgo, nunca he entendido el porqué regresó a Cuba después de estar 22 años en prisiones castristas. ¿Cuál fue su motivo y qué ha logrado en sus posiciones dialogantes con el régimen? ¿Cómo avizora el futuro a corto plazo del país?
Sergio: ¿Pensó que su regreso le permitiría influir más directamente en el futuro del país o fueron razones emocionales las que lo movieron a regresar, después de tantos años? Transcurridos varios años desde su regreso, ¿se siente usted reconocido por el resto de la oposición interna?¿Con qué grupos mantiene las mejores relaciones?
Yo realmente no estoy dialogante con el gobierno. La gente no entiende, por ejemplo, que nosotros en el Escambray tuvimos cuarenta y pico de muertos. Sin embargo, son los únicos muertos que en este país no tienen un panteón ni un reconocimiento. Gutiérrez Menoyo, ciudadano cubano, es el único opositor al que le han suprimido la ciudadanía y no aparece ni en los centros espiritistas.
El asalto al Palacio Presidencial, el hecho más audaz que recuerda la historia de Cuba, lo realizó mi hermano, Carlos Gutiérrez Menoyo. Ah, pues hay que quitarle también que fue Carlos Gutiérrez Menoyo. Un Menoyo, hay que quitarlo… Hay que hablar de José Antonio Echevarría.
La gente no se da cuenta de lo que es la lucha diaria en este país, pero es aquí donde debemos estar. El otro día murió el líder de Corea del Norte, y Cuba decretó tres días de duelo por la muerte de un dictador de una dinastía. Esas cosas se pueden decir fuera de este país, pero es mucho más bonito, mucho más eficiente, poderlas decir dentro de este país.
Armando Paz: Durante el tiempo que ha estado residiendo en Cuba, ¿ha coincidido usted con oficiales de la FAR y el MININT que fueron ex compañeros de lucha, le saludan en la calle?
La posición mía, que no depende de ningún gobierno ni de ninguna potencia extranjera, tiene un tremendo respeto en Cuba. Y, lógicamente, yo saludo al que me saluda. En el barrio me llevo bien con todos los trabajadores, con todos los obreros. Y, en cualquier lugar donde me encuentro, incluso a gente que combatió a mi lado contra la dictadura de Batista, mantengo relaciones muy buenas con todos ellos.
Tomás Perdigón: Quisiera saber ¿dónde poder contactar para integrarme a su grupo? Siempre he admirado su forma de lucha y me gustaría formar parte de algún grupo de trabajo para una Cuba futura.
En Madrid puede buscar donde está Cambio Cubano. En Miami puede buscar dónde está Cambio Cubano. Y aquí en Cuba, si viene para Cuba, puede hacer contacto conmigo.
Orlando Luis Pardo: ¿Aceptaría colaborar con un artículo o con sus memorias en la revista freelance de literatura Voces, que un grupo de blogueros hace desde La Habana?
Sí, yo colaboraría con mucho gusto, pero les recuerdo que tengo muy poco tiempo, porque estoy haciendo mis memorias y quiero sacar un libro de todo este proceso.
Lucien: Más que sobre el país quisiera saber sobre qué ha hecho desde el 2003 hasta ahora. ¿Ha abandonado el proyecto de Cambio Cubano, tan diferente de la media de las organizaciones exiliadas?
Michael Cervantes: ¿Qué espacio, si alguno, ha ganado usted viviendo todos estos años en Cuba?
El espacio que se gana, por ejemplo, es el del respeto de mucha gente, infinidad de gente, la posibilidad de tratar directamente con mucha gente e indudablemente poder ir encontrando oídos receptivos en muchos que se consideran opositores independientes.
Anónimo: Según su criterio, ¿cuál es el sistema político más adecuado para Cuba?
Cualquier sistema que no sea la dictadura ésta, que están haciendo una dinastía, uno detrás de otro. Cualquier sistema podría encajar perfectamente como transición. Pero, lógicamente, el sistema por el cual estamos luchando y batallando es un sistema democrático, donde se entienda que es el pueblo de Cuba el que debe tener la soberanía. Es el pueblo de Cuba el que debe de elegir libremente su destino y sus dirigentes
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jueves, 26 de enero de 2012
LA GENEALIDAD DE CHAVEZ
Refelexiones de FIDEL:
La genialidad de Chávez
El presidente Chávez presentó ante el Parlamento de Venezuela su informe sobre la actividad realizada en 2011 y el programa a ejecutar en el año actual. Después de cumplir rigurosamente las formalidades que demanda esa importante actividad, habló en la Asamblea a las autoridades oficiales del Estado, a los parlamentarios de todos los partidos, y a los simpatizantes y adversarios que el país reúne en su acto más solemne.
El líder bolivariano fue amable y respetuoso con todos los presentes como es habitual en él. Si alguno le solicitaba el uso de la palabra para alguna aclaración, le concedía de inmediato esa posibilidad. Cuando una parlamentaria, que lo había saludado amablemente igual que otros adversarios, solicitó hablar, interrumpió su informe y le cedió la palabra, en un gesto de gran altura política. Llamó mi atención la dureza extrema con que el Presidente fue increpado con frases que pusieron a prueba su caballerosidad y sangre fría. Aquello constituía una incuestionable ofensa, aunque no fuese la intención de la parlamentaria. Sólo él fue capaz de responder con serenidad al insultante calificativo de “ladrón” que ella utilizó para juzgar la conducta del Presidente por las leyes y medidas adoptadas.
Después de cerciorarse sobre el término exacto empleado, respondió a la solicitud individual de un debate con una frase elegante y sosegada “Águila no caza moscas”, y sin añadir una palabra, prosiguió serenamente su exposición.
Fue una prueba insuperable de mente ágil y autocontrol. Otra mujer, de incuestionable estirpe humilde, con emotivas y profundas palabras expresó el asombro por lo que había visto e hizo estallar el aplauso de la inmensa mayoría allí presente, que por el estampido de los mismos, parecía proceder de todos los amigos y muchos de los adversarios del Presidente.
Más de nueve horas invirtió Chávez en su discurso de rendición de cuentas sin que disminuyera el interés suscitado por sus palabras y, tal vez debido al incidente, fue escuchado por incalculable número de personas. Para mí, que muchas veces abordé arduos problemas en extensos discursos haciendo siempre el máximo esfuerzo para que las ideas que deseaba trasmitir se comprendieran, no alcanzo a explicarme cómo aquel soldado de modesto origen era capaz de mantener con su mente ágil y su inigualable talento tal despliegue oratorio sin perder su voz ni disminuir su fuerza.
La política para mí es el combate amplio y resuelto de las ideas. La publicidad es tarea de los publicistas, que tal vez conocen las técnicas para hacer que los oyentes, espectadores y lectores hagan lo que se les dice. Si tal ciencia, arte o como le llamen, se empleara para el bien de los seres humanos, merecerían algún respeto; el mismo que merecen quienes enseñan a las personas el hábito de pensar.
En el escenario de Venezuela se libra hoy un gran combate. Los enemigos internos y externos de la revolución prefieren el caos, como afirma Chávez, antes que el desarrollo justo, ordenado y pacífico del país. Acostumbrado a analizar los hechos ocurridos durante más de medio siglo, y de observar cada vez con mayores elementos de juicio la azarosa historia de nuestro tiempo y el comportamiento humano, uno aprende casi a predecir el desarrollo futuro de los acontecimientos.
Promover una Revolución profunda no era tarea fácil en Venezuela, un país de gloriosa historia, pero inmensamente rico en recursos de vital necesidad para las potencias imperialistas que han trazado y aún trazan pautas en el mundo.
Líderes políticos al estilo de Rómulo Betancourt y Carlos Andrés Pérez, carecían de cualidades personales mínimas para realizar esa tarea. El primero era además, excesivamente vanidoso e hipócrita. Oportunidades tuvo de sobra para conocer la realidad venezolana. En su juventud había sido miembro del Buró Político del Partido Comunista de Costa Rica. Conocía muy bien la historia de América Latina y el papel del imperialismo, los índices de pobreza y el saqueo despiadado de los recursos naturales del continente. No podía ignorar que en un país inmensamente rico como Venezuela, la mayoría del pueblo vivía en extrema pobreza. Los materiales fílmicos están en los archivos y constituyen pruebas irrebatibles de aquellas realidades.
Como tantas veces ha explicado Chávez, Venezuela durante más de medio siglo fue el mayor exportador de petróleo en el mundo; buques de guerra europeos y yankis a principios del siglo XX intervinieron para apoyar un gobierno ilegal y tiránico que entregó el país a los monopolios extranjeros. Es bien conocido que incalculables fondos salieron para engrosar el patrimonio de los monopolios y de la propia oligarquía venezolana.
A mí me basta recordar que cuando visité por primera vez a Venezuela, después del triunfo de la Revolución, para agradecer su simpatía y apoyo a nuestra lucha, el petróleo valía apenas dos dólares el barril.
Cuando viajé después para asistir a la toma de posesión de Chávez, el día que juró sobre la “moribunda Constitución” que sostenía Calderas, el petróleo valía 7 dólares el barril, a pesar de los 40 años transcurridos desde la primera visita y casi 30 desde que el “benemérito” Richard Nixon había declarado que el canje metálico del dólar dejaba de existir y Estados Unidos comenzó a comprar el mundo con papeles. Durante un siglo la nación fue suministradora de combustible barato a la economía del imperio y exportadora neta de capital a los países desarrollados y ricos.
¿Por qué predominaron durante más de un siglo estas repugnantes realidades?
Los oficiales de las Fuerzas Armadas de América Latina tenían sus escuelas privilegiadas en Estados Unidos, donde los campeones olímpicos de las democracias los educaban en cursos especiales destinados a preservar el orden imperialista y burgués. Los golpes de Estado serían bienvenidos siempre que estuvieran destinados a “defender las democracias”, preservar y garantizar tan repugnante orden, en alianza con las oligarquías; si los electores sabían o no leer y escribir, si tenían o no viviendas, empleo, servicios médicos y educación, eso carecía de importancia siempre que el sagrado derecho a la propiedad fuese sostenido. Chávez explica esas realidades magistralmente. Nadie conoce como él lo que ocurría en nuestros países.
Lo que era todavía peor, el carácter sofisticado de las armas, la complejidad en la explotación y el uso del armamento moderno que requiere años de aprendizaje, y la formación de especialistas altamente calificados, el precio casi inaccesible de las mismas para las economías débiles del continente, creaba un mecanismo superior de subordinación y dependencia. El Gobierno de Estados Unidos a través de mecanismos que ni siquiera consultan a los gobiernos, traza pautas y determina políticas para los militares. Las técnicas más sofisticadas de torturas se trasmitían a los llamados cuerpos de seguridad para interrogar a los que se rebelaban contra el inmundo y repugnante sistema de hambre y explotación.
A pesar de eso, no pocos oficiales honestos, hastiados por tantas desvergüenzas, intentaron valientemente erradicar aquella bochornosa traición a la historia de nuestras luchas por la independencia.
En Argentina, Juan Domingo Perón, oficial del Ejército, fue capaz de diseñar una política independiente y de raíz obrera en su país. Un sangriento golpe militar lo derrocó, lo expulsó de su país, y lo mantuvo exiliado desde 1955 hasta 1973. Años más tarde, bajo la égida de los yankis, asaltaron de nuevo el poder, asesinaron, torturaron y desaparecieron a decenas de miles de argentinos, y no fueron siquiera capaces de defender el país en la guerra colonial contra Argentina que Inglaterra llevó a cabo con el apoyo cómplice de Estados Unidos y el esbirro Augusto Pinochet, con su cohorte de oficiales fascistas formados en la Escuela de las Américas.
En Santo Domingo, el Coronel Francisco Caamaño Deñó; en Perú, el General Velazco Alvarado; en Panamá, el General Omar Torrijos; y en otros países capitanes y oficiales que sacrificaron sus vidas anónimamente, fueron las antítesis de las conductas traidoras personificadas en Somoza, Trujillo, Stroessner y las sanguinarias tiranías de Uruguay, El Salvador y otros países de Centro y Sur América. Los militares revolucionarios no expresaban puntos de vista teóricamente elaborados en detalles, y nadie tenía derecho a exigírselos, porque no eran académicos educados en política, sino hombres con sentido del honor que amaban su país.
Sin embargo, hay que ver hasta donde son capaces de llegar por los senderos de la revolución hombres de tendencia honesta, que repudian la injusticia y el crimen.
Venezuela constituye un brillante ejemplo del rol teórico y práctico que los militares revolucionarios pueden desempeñar en la lucha por la independencia de nuestros pueblos, como ya lo hicieron hace dos siglos bajo la genial dirección de Simón Bolívar.
Chávez, un militar venezolano de humilde origen, irrumpe en la vida política de Venezuela inspirado en las ideas del libertador de América. Sobre Bolívar, fuente inagotable de inspiración, Martí escribió: “ganó batallas sublimes con soldados descalzos y medio desnudos [...] jamás se peleó tanto, ni se peleó mejor, en el mundo por la libertad…”
“… de Bolívar -dijo- se puede hablar con una montaña por tribuna [...] o con un manojo de pueblos libres en el puño…”
“… lo que él no dejó hecho, sin hacer está hasta hoy; porque Bolívar tiene que hacer en América todavía.”
Más de medio siglo después el insigne y laureado poeta Pablo Neruda escribió sobre Bolívar un poema que Chávez repite con frecuencia. En su estrofa final expresa:
“Yo conocí a Bolívar una mañana larga,
en Madrid, en la boca del Quinto Regimiento,
Padre, le dije, eres o no eres o quién eres?
Y mirando el Cuartel de la Montaña, dijo:
‘Despierto cada cien años cuando despierta el pueblo’.”
Pero el líder bolivariano no se limita a la elaboración teórica. Sus medidas concretas no se hacen esperar. Los países caribeños de habla inglesa, a los que modernos y lujosos buques cruceros yankis le disputaban el derecho a recibir turistas en sus hoteles, restaurantes y centros de recreación, no pocas veces de propiedad extranjera pero que al menos generaban empleo, agradecerán siempre a Venezuela el combustible suministrado por ese país con facilidades especiales de pago, cuando el barril alcanzó precios que a veces superaban los 100 dólares.
El pequeño Estado de Nicaragua, patria de Sandino, “General de Hombres Libres”, donde la Agencia Central de Inteligencia a través de Luis Posada Carriles, después de ser rescatado de una prisión venezolana, organizó el intercambio de armas por drogas que costó miles de vidas y mutilados a ese heroico pueblo, también ha recibido el apoyo solidario de Venezuela. Son ejemplos sin precedentes en la historia de este hemisferio.
El ruinoso Acuerdo de Libre Comercio que los yankis pretenden imponer a la América Latina, como hizo con México, convertiría los países latinoamericanos y caribeños no solo en la región del mundo donde peor está distribuida la riqueza, que ya lo es, sino también en un gigantesco mercado donde hasta el maíz y otros alimentos que son fuentes históricas de proteína vegetal y animal serían desplazados por los cultivos subsidiados de Estados Unidos, como ya está ocurriendo en territorio mexicano.
Los automóviles de uso y otros bienes desplazan a los de la industria mexicana; tanto las ciudades como los campos pierden su capacidad de empleo, el comercio de drogas y armas crece, jóvenes casi adolescentes con apenas 14 ó 15 años, en número creciente, son convertidos en temibles delincuentes. Jamás se vio que ómnibus u otros vehículos repletos de personas, que incluso pagaron para ser transportados al otro lado de la frontera en busca de empleo, fuesen secuestrados y eliminados masivamente. Las cifras conocidas crecen de año en año. Más de 10 mil personas están perdiendo ya la vida cada año.
No es posible analizar la Revolución Bolivariana sin tomar en cuenta estas realidades.
Las fuerzas armadas, en tales circunstancias sociales, se ven forzadas a interminables y desgastadoras guerras.
Honduras no es un país industrializado, financiero o comercial, ni siquiera gran productor de drogas, sin embargo algunas de sus ciudades rompen el record de muertos por violencia a causa de las drogas. Allí se yergue en cambio el estandarte de una importante base de las fuerzas estratégicas del Comando Sur de Estados Unidos. Lo que allí ocurre y está ocurriendo ya en más de un país latinoamericano es el dantesco cuadro señalado, de los cuales algunos países, han comenzado a salir. Entre ellos, y en primer lugar Venezuela, pero no solo porque posee cuantiosos recursos naturales, sino porque los rescató de la avaricia insaciable de las transnacionales extranjeras y ha desatado considerables fuerzas políticas y sociales capaces de alcanzar grandes logros. La Venezuela de hoy es otra muy distinta a la que conocí hace solo 12 años, y ya entonces me impresionó profundamente, al ver que como ave Fénix resurgía de sus históricas cenizas.
Aludiendo a la misteriosa computadora de Raúl Reyes, en manos de Estados Unidos y la CIA, a partir del ataque organizado y suministrado por ellos en pleno territorio ecuatoriano, que asesinó al sustituto de Marulanda y a varios jóvenes latinoamericanos desarmados, han lanzado la versión de que Chávez apoyaba la “organización narco-terrorista de las FARC”. Los verdaderos terroristas y narcotraficantes en Colombia han sido los paramilitares que le suministraban a los traficantes norteamericanos las drogas, que se venden en el mayor mercado de estupefacientes del mundo: Estados Unidos.
Nunca hablé con Marulanda, pero sí con escritores e intelectuales honrados que llegaron a conocerlo bien. Analicé sus pensamientos e historia. Era sin dudas un hombre valiente y revolucionario, lo cual no vacilo en afirmar. Expliqué que no coincidía con él en su concepción táctica. A mi juicio, dos o tres mil hombres habrían sido más que suficientes para derrotar en el territorio de Colombia a un ejército regular convencional. Su error era concebir un ejército revolucionario armado con casi tantos soldados como el adversario. Eso era sumamente costoso y virtualmente imposible de manejar; se torna un imposible.
Hoy la tecnología ha cambiado muchos aspectos de la guerra; las formas de lucha también cambian. De hecho el enfrentamiento de las fuerzas convencionales, entre potencias que poseen el arma nuclear, se ha tornado imposible. No hay que poseer los conocimientos de Albert Einstein, Stephen Hawking y miles de otros científicos para comprenderlo. Es un peligro latente y el resultado se conoce o se debiera conocer. Los seres pensantes podrían tardar millones de años en volver a poblar el planeta.
A pesar de todo, sostengo el deber de luchar, que es algo de por sí innato en el hombre, buscar soluciones que le permitan una existencia más razonada y digna.
Desde que conocí a Chávez, ya en la presidencia de Venezuela, desde la etapa final del gobierno de Pastrana, siempre lo vi interesado por la paz en Colombia, y facilitó las reuniones entre el gobierno y los revolucionarios colombianos que tuvieron por sede a Cuba, entiéndase bien, para un acuerdo verdadero de paz y no una rendición.
No recuerdo haber escuchado nunca a Chávez promover en Colombia otra cosa que no fuera la paz, ni tampoco mencionar a Raúl Reyes. Siempre abordábamos otros temas. Él aprecia particularmente a los colombianos; millones de ellos viven en Venezuela y todos se benefician con las medidas sociales adoptadas por la Revolución, y el pueblo de Colombia lo aprecia casi tanto como el de Venezuela.
Deseo expresar mi solidaridad y estima al General Henry Rangel Silva, Jefe del Comando Estratégico Operacional de las Fuerzas Armadas, y recién designado Ministro para la Defensa de la República Bolivariana. Tuve el honor de conocerlo cuando en meses ya distantes visitó a Chávez en Cuba. Pude apreciar en él un hombre inteligente y sano, capaz y a la vez modesto. Escuché su discurso sereno, valiente y claro, que inspiraba confianza.
Dirigió la organización del desfile militar más perfecto que he visto de una fuerza militar latinoamericana, que esperamos sirva de aliento y ejemplo a otros ejércitos hermanos.
Los yankis nada tienen que ver con ese desfile y no serían capaces de hacerlo mejor.
Es sumamente injusto criticar a Chávez por los recursos invertidos en las excelentes armas que allí se exhibieron. Estoy seguro de que jamás se utilizarán para agredir a un país hermano. Las armas, los recursos y los conocimientos deberán marchar por los senderos de la unidad para formar en América, como soñó El Libertador, “…la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riqueza que por su libertad y gloria”.
Todo nos une más que a Europa o a los propios Estados Unidos, excepto la falta de independencia que nos han impuesto durante 200 años.
Fidel Castro Ruz
Enero 25 de 2012
8 y 32 p.m.
La genialidad de Chávez
El presidente Chávez presentó ante el Parlamento de Venezuela su informe sobre la actividad realizada en 2011 y el programa a ejecutar en el año actual. Después de cumplir rigurosamente las formalidades que demanda esa importante actividad, habló en la Asamblea a las autoridades oficiales del Estado, a los parlamentarios de todos los partidos, y a los simpatizantes y adversarios que el país reúne en su acto más solemne.
El líder bolivariano fue amable y respetuoso con todos los presentes como es habitual en él. Si alguno le solicitaba el uso de la palabra para alguna aclaración, le concedía de inmediato esa posibilidad. Cuando una parlamentaria, que lo había saludado amablemente igual que otros adversarios, solicitó hablar, interrumpió su informe y le cedió la palabra, en un gesto de gran altura política. Llamó mi atención la dureza extrema con que el Presidente fue increpado con frases que pusieron a prueba su caballerosidad y sangre fría. Aquello constituía una incuestionable ofensa, aunque no fuese la intención de la parlamentaria. Sólo él fue capaz de responder con serenidad al insultante calificativo de “ladrón” que ella utilizó para juzgar la conducta del Presidente por las leyes y medidas adoptadas.
Después de cerciorarse sobre el término exacto empleado, respondió a la solicitud individual de un debate con una frase elegante y sosegada “Águila no caza moscas”, y sin añadir una palabra, prosiguió serenamente su exposición.
Fue una prueba insuperable de mente ágil y autocontrol. Otra mujer, de incuestionable estirpe humilde, con emotivas y profundas palabras expresó el asombro por lo que había visto e hizo estallar el aplauso de la inmensa mayoría allí presente, que por el estampido de los mismos, parecía proceder de todos los amigos y muchos de los adversarios del Presidente.
Más de nueve horas invirtió Chávez en su discurso de rendición de cuentas sin que disminuyera el interés suscitado por sus palabras y, tal vez debido al incidente, fue escuchado por incalculable número de personas. Para mí, que muchas veces abordé arduos problemas en extensos discursos haciendo siempre el máximo esfuerzo para que las ideas que deseaba trasmitir se comprendieran, no alcanzo a explicarme cómo aquel soldado de modesto origen era capaz de mantener con su mente ágil y su inigualable talento tal despliegue oratorio sin perder su voz ni disminuir su fuerza.
La política para mí es el combate amplio y resuelto de las ideas. La publicidad es tarea de los publicistas, que tal vez conocen las técnicas para hacer que los oyentes, espectadores y lectores hagan lo que se les dice. Si tal ciencia, arte o como le llamen, se empleara para el bien de los seres humanos, merecerían algún respeto; el mismo que merecen quienes enseñan a las personas el hábito de pensar.
En el escenario de Venezuela se libra hoy un gran combate. Los enemigos internos y externos de la revolución prefieren el caos, como afirma Chávez, antes que el desarrollo justo, ordenado y pacífico del país. Acostumbrado a analizar los hechos ocurridos durante más de medio siglo, y de observar cada vez con mayores elementos de juicio la azarosa historia de nuestro tiempo y el comportamiento humano, uno aprende casi a predecir el desarrollo futuro de los acontecimientos.
Promover una Revolución profunda no era tarea fácil en Venezuela, un país de gloriosa historia, pero inmensamente rico en recursos de vital necesidad para las potencias imperialistas que han trazado y aún trazan pautas en el mundo.
Líderes políticos al estilo de Rómulo Betancourt y Carlos Andrés Pérez, carecían de cualidades personales mínimas para realizar esa tarea. El primero era además, excesivamente vanidoso e hipócrita. Oportunidades tuvo de sobra para conocer la realidad venezolana. En su juventud había sido miembro del Buró Político del Partido Comunista de Costa Rica. Conocía muy bien la historia de América Latina y el papel del imperialismo, los índices de pobreza y el saqueo despiadado de los recursos naturales del continente. No podía ignorar que en un país inmensamente rico como Venezuela, la mayoría del pueblo vivía en extrema pobreza. Los materiales fílmicos están en los archivos y constituyen pruebas irrebatibles de aquellas realidades.
Como tantas veces ha explicado Chávez, Venezuela durante más de medio siglo fue el mayor exportador de petróleo en el mundo; buques de guerra europeos y yankis a principios del siglo XX intervinieron para apoyar un gobierno ilegal y tiránico que entregó el país a los monopolios extranjeros. Es bien conocido que incalculables fondos salieron para engrosar el patrimonio de los monopolios y de la propia oligarquía venezolana.
A mí me basta recordar que cuando visité por primera vez a Venezuela, después del triunfo de la Revolución, para agradecer su simpatía y apoyo a nuestra lucha, el petróleo valía apenas dos dólares el barril.
Cuando viajé después para asistir a la toma de posesión de Chávez, el día que juró sobre la “moribunda Constitución” que sostenía Calderas, el petróleo valía 7 dólares el barril, a pesar de los 40 años transcurridos desde la primera visita y casi 30 desde que el “benemérito” Richard Nixon había declarado que el canje metálico del dólar dejaba de existir y Estados Unidos comenzó a comprar el mundo con papeles. Durante un siglo la nación fue suministradora de combustible barato a la economía del imperio y exportadora neta de capital a los países desarrollados y ricos.
¿Por qué predominaron durante más de un siglo estas repugnantes realidades?
Los oficiales de las Fuerzas Armadas de América Latina tenían sus escuelas privilegiadas en Estados Unidos, donde los campeones olímpicos de las democracias los educaban en cursos especiales destinados a preservar el orden imperialista y burgués. Los golpes de Estado serían bienvenidos siempre que estuvieran destinados a “defender las democracias”, preservar y garantizar tan repugnante orden, en alianza con las oligarquías; si los electores sabían o no leer y escribir, si tenían o no viviendas, empleo, servicios médicos y educación, eso carecía de importancia siempre que el sagrado derecho a la propiedad fuese sostenido. Chávez explica esas realidades magistralmente. Nadie conoce como él lo que ocurría en nuestros países.
Lo que era todavía peor, el carácter sofisticado de las armas, la complejidad en la explotación y el uso del armamento moderno que requiere años de aprendizaje, y la formación de especialistas altamente calificados, el precio casi inaccesible de las mismas para las economías débiles del continente, creaba un mecanismo superior de subordinación y dependencia. El Gobierno de Estados Unidos a través de mecanismos que ni siquiera consultan a los gobiernos, traza pautas y determina políticas para los militares. Las técnicas más sofisticadas de torturas se trasmitían a los llamados cuerpos de seguridad para interrogar a los que se rebelaban contra el inmundo y repugnante sistema de hambre y explotación.
A pesar de eso, no pocos oficiales honestos, hastiados por tantas desvergüenzas, intentaron valientemente erradicar aquella bochornosa traición a la historia de nuestras luchas por la independencia.
En Argentina, Juan Domingo Perón, oficial del Ejército, fue capaz de diseñar una política independiente y de raíz obrera en su país. Un sangriento golpe militar lo derrocó, lo expulsó de su país, y lo mantuvo exiliado desde 1955 hasta 1973. Años más tarde, bajo la égida de los yankis, asaltaron de nuevo el poder, asesinaron, torturaron y desaparecieron a decenas de miles de argentinos, y no fueron siquiera capaces de defender el país en la guerra colonial contra Argentina que Inglaterra llevó a cabo con el apoyo cómplice de Estados Unidos y el esbirro Augusto Pinochet, con su cohorte de oficiales fascistas formados en la Escuela de las Américas.
En Santo Domingo, el Coronel Francisco Caamaño Deñó; en Perú, el General Velazco Alvarado; en Panamá, el General Omar Torrijos; y en otros países capitanes y oficiales que sacrificaron sus vidas anónimamente, fueron las antítesis de las conductas traidoras personificadas en Somoza, Trujillo, Stroessner y las sanguinarias tiranías de Uruguay, El Salvador y otros países de Centro y Sur América. Los militares revolucionarios no expresaban puntos de vista teóricamente elaborados en detalles, y nadie tenía derecho a exigírselos, porque no eran académicos educados en política, sino hombres con sentido del honor que amaban su país.
Sin embargo, hay que ver hasta donde son capaces de llegar por los senderos de la revolución hombres de tendencia honesta, que repudian la injusticia y el crimen.
Venezuela constituye un brillante ejemplo del rol teórico y práctico que los militares revolucionarios pueden desempeñar en la lucha por la independencia de nuestros pueblos, como ya lo hicieron hace dos siglos bajo la genial dirección de Simón Bolívar.
Chávez, un militar venezolano de humilde origen, irrumpe en la vida política de Venezuela inspirado en las ideas del libertador de América. Sobre Bolívar, fuente inagotable de inspiración, Martí escribió: “ganó batallas sublimes con soldados descalzos y medio desnudos [...] jamás se peleó tanto, ni se peleó mejor, en el mundo por la libertad…”
“… de Bolívar -dijo- se puede hablar con una montaña por tribuna [...] o con un manojo de pueblos libres en el puño…”
“… lo que él no dejó hecho, sin hacer está hasta hoy; porque Bolívar tiene que hacer en América todavía.”
Más de medio siglo después el insigne y laureado poeta Pablo Neruda escribió sobre Bolívar un poema que Chávez repite con frecuencia. En su estrofa final expresa:
“Yo conocí a Bolívar una mañana larga,
en Madrid, en la boca del Quinto Regimiento,
Padre, le dije, eres o no eres o quién eres?
Y mirando el Cuartel de la Montaña, dijo:
‘Despierto cada cien años cuando despierta el pueblo’.”
Pero el líder bolivariano no se limita a la elaboración teórica. Sus medidas concretas no se hacen esperar. Los países caribeños de habla inglesa, a los que modernos y lujosos buques cruceros yankis le disputaban el derecho a recibir turistas en sus hoteles, restaurantes y centros de recreación, no pocas veces de propiedad extranjera pero que al menos generaban empleo, agradecerán siempre a Venezuela el combustible suministrado por ese país con facilidades especiales de pago, cuando el barril alcanzó precios que a veces superaban los 100 dólares.
El pequeño Estado de Nicaragua, patria de Sandino, “General de Hombres Libres”, donde la Agencia Central de Inteligencia a través de Luis Posada Carriles, después de ser rescatado de una prisión venezolana, organizó el intercambio de armas por drogas que costó miles de vidas y mutilados a ese heroico pueblo, también ha recibido el apoyo solidario de Venezuela. Son ejemplos sin precedentes en la historia de este hemisferio.
El ruinoso Acuerdo de Libre Comercio que los yankis pretenden imponer a la América Latina, como hizo con México, convertiría los países latinoamericanos y caribeños no solo en la región del mundo donde peor está distribuida la riqueza, que ya lo es, sino también en un gigantesco mercado donde hasta el maíz y otros alimentos que son fuentes históricas de proteína vegetal y animal serían desplazados por los cultivos subsidiados de Estados Unidos, como ya está ocurriendo en territorio mexicano.
Los automóviles de uso y otros bienes desplazan a los de la industria mexicana; tanto las ciudades como los campos pierden su capacidad de empleo, el comercio de drogas y armas crece, jóvenes casi adolescentes con apenas 14 ó 15 años, en número creciente, son convertidos en temibles delincuentes. Jamás se vio que ómnibus u otros vehículos repletos de personas, que incluso pagaron para ser transportados al otro lado de la frontera en busca de empleo, fuesen secuestrados y eliminados masivamente. Las cifras conocidas crecen de año en año. Más de 10 mil personas están perdiendo ya la vida cada año.
No es posible analizar la Revolución Bolivariana sin tomar en cuenta estas realidades.
Las fuerzas armadas, en tales circunstancias sociales, se ven forzadas a interminables y desgastadoras guerras.
Honduras no es un país industrializado, financiero o comercial, ni siquiera gran productor de drogas, sin embargo algunas de sus ciudades rompen el record de muertos por violencia a causa de las drogas. Allí se yergue en cambio el estandarte de una importante base de las fuerzas estratégicas del Comando Sur de Estados Unidos. Lo que allí ocurre y está ocurriendo ya en más de un país latinoamericano es el dantesco cuadro señalado, de los cuales algunos países, han comenzado a salir. Entre ellos, y en primer lugar Venezuela, pero no solo porque posee cuantiosos recursos naturales, sino porque los rescató de la avaricia insaciable de las transnacionales extranjeras y ha desatado considerables fuerzas políticas y sociales capaces de alcanzar grandes logros. La Venezuela de hoy es otra muy distinta a la que conocí hace solo 12 años, y ya entonces me impresionó profundamente, al ver que como ave Fénix resurgía de sus históricas cenizas.
Aludiendo a la misteriosa computadora de Raúl Reyes, en manos de Estados Unidos y la CIA, a partir del ataque organizado y suministrado por ellos en pleno territorio ecuatoriano, que asesinó al sustituto de Marulanda y a varios jóvenes latinoamericanos desarmados, han lanzado la versión de que Chávez apoyaba la “organización narco-terrorista de las FARC”. Los verdaderos terroristas y narcotraficantes en Colombia han sido los paramilitares que le suministraban a los traficantes norteamericanos las drogas, que se venden en el mayor mercado de estupefacientes del mundo: Estados Unidos.
Nunca hablé con Marulanda, pero sí con escritores e intelectuales honrados que llegaron a conocerlo bien. Analicé sus pensamientos e historia. Era sin dudas un hombre valiente y revolucionario, lo cual no vacilo en afirmar. Expliqué que no coincidía con él en su concepción táctica. A mi juicio, dos o tres mil hombres habrían sido más que suficientes para derrotar en el territorio de Colombia a un ejército regular convencional. Su error era concebir un ejército revolucionario armado con casi tantos soldados como el adversario. Eso era sumamente costoso y virtualmente imposible de manejar; se torna un imposible.
Hoy la tecnología ha cambiado muchos aspectos de la guerra; las formas de lucha también cambian. De hecho el enfrentamiento de las fuerzas convencionales, entre potencias que poseen el arma nuclear, se ha tornado imposible. No hay que poseer los conocimientos de Albert Einstein, Stephen Hawking y miles de otros científicos para comprenderlo. Es un peligro latente y el resultado se conoce o se debiera conocer. Los seres pensantes podrían tardar millones de años en volver a poblar el planeta.
A pesar de todo, sostengo el deber de luchar, que es algo de por sí innato en el hombre, buscar soluciones que le permitan una existencia más razonada y digna.
Desde que conocí a Chávez, ya en la presidencia de Venezuela, desde la etapa final del gobierno de Pastrana, siempre lo vi interesado por la paz en Colombia, y facilitó las reuniones entre el gobierno y los revolucionarios colombianos que tuvieron por sede a Cuba, entiéndase bien, para un acuerdo verdadero de paz y no una rendición.
No recuerdo haber escuchado nunca a Chávez promover en Colombia otra cosa que no fuera la paz, ni tampoco mencionar a Raúl Reyes. Siempre abordábamos otros temas. Él aprecia particularmente a los colombianos; millones de ellos viven en Venezuela y todos se benefician con las medidas sociales adoptadas por la Revolución, y el pueblo de Colombia lo aprecia casi tanto como el de Venezuela.
Deseo expresar mi solidaridad y estima al General Henry Rangel Silva, Jefe del Comando Estratégico Operacional de las Fuerzas Armadas, y recién designado Ministro para la Defensa de la República Bolivariana. Tuve el honor de conocerlo cuando en meses ya distantes visitó a Chávez en Cuba. Pude apreciar en él un hombre inteligente y sano, capaz y a la vez modesto. Escuché su discurso sereno, valiente y claro, que inspiraba confianza.
Dirigió la organización del desfile militar más perfecto que he visto de una fuerza militar latinoamericana, que esperamos sirva de aliento y ejemplo a otros ejércitos hermanos.
Los yankis nada tienen que ver con ese desfile y no serían capaces de hacerlo mejor.
Es sumamente injusto criticar a Chávez por los recursos invertidos en las excelentes armas que allí se exhibieron. Estoy seguro de que jamás se utilizarán para agredir a un país hermano. Las armas, los recursos y los conocimientos deberán marchar por los senderos de la unidad para formar en América, como soñó El Libertador, “…la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riqueza que por su libertad y gloria”.
Todo nos une más que a Europa o a los propios Estados Unidos, excepto la falta de independencia que nos han impuesto durante 200 años.
Fidel Castro Ruz
Enero 25 de 2012
8 y 32 p.m.
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