JESUCRISTO Y LOS CUBANOS
Este
artículo lo escribí en el año
1992. Lo encontré
buscando otros papeles perdidos pero creo que todavía está actualizado .Los
lectores dirán.
El
pasado 25 de diciembre se celebró, según la tradición cristiana, el nacimiento de
nuestro Señor Jesucristo. Se podrá argumentar sobre la divinidad de Jesús pero
la filosofía que estructura su existencia es real. Jesucristo existió y existe
porque existe y perduran sus enseñanzas. Concibió o fue en él concebido el
estado ideal de las relaciones humanas. Fue tan revolucionario y radical en el
ordenamiento de los valores humanos, en la interpretación de la justicia y en
la concepción integral de la vida, que hoy, a casi 2000 años de su nacimiento,
todavía no se le comprende cabalmente.
Despojó
de toda importancia a los valores primarios de su época: La prepotencia, el
orgullo…..y colocó en primer lugar al menos apreciado de todos los valores
humanos; la humildad. Si se considera la humildad como el valor supremo se
puede eliminar todo obstáculo que impida vivir de acuerdo con las enseñanzas
cristianas y se garantiza la igualdad de oportunidades en la consecución de
este valor pues hasta el más pobre, desolado y débil puede llegar a alcanzarlo.
Cuando Jesús le lavaba los pies, en gesto de humildad, a uno de sus discípulos,
no se estaba humillando, todo lo contrario, estaba practicando el más alto de
los valores humanos. Jesús, al ojo por ojo y diente por diente de su época,
opuso el poner la otra mejilla. Predicó, no tan sólo querer al prójimo, sino
también al enemigo, luchar contra el pecado y no contra el pecador y perdonar
siempre. Nos enseñó que el amor todo lo puede.
Claro,
la visión de Jesucristo no se centraba en el término de vida de una persona,
sino en la existencia del ser humano a través de los siglos y milenios. Era la
visión de una humanidad que no muere, que se reproduce a sí misma y va
alargando su vida hasta su desarrollo total, donde la vida pasajera no es más
que una etapa transitoria y evolutiva de la vida eterna. No hay dudas de que si
el ser humano lograra alcanzar el estado de humildad y desprendimiento que
emana de la doctrina enunciada por Cristo, sin perder las motivaciones
genéticas para su esfuerzo personal en el desarrollo de su vida terrestre, sus
problemas terminarían, pero es tal el grado de desarrollo y perfección que tiene
que alcanzar para este logro que es imposible alcanzarlo en el lapso de una
vida. Es por eso que hablamos de una humanidad que no muere, donde cada
generación representa, tan sólo, una etapa de una larga vida..Las enseñanzas de
Jesucristo son como una estrella que nos indica el camino por donde tenemos que
andar y recordarnos donde se encuentra ésta cuando nos alejamos.
Al
principio, cuando, cuando los primeros cristianos, adheridos a las enseñanzas
de Cristo, practicaban la humildad, el perdón y exponían la otra mejilla, a
pesar de que muchos perdieron la vida, lograron mantener la supervivencia de la
doctrina cristiana. Poco a poco fueron ganando adeptos. Con el tiempo no sólo
lograron ser reconocidos ampliamente sino que obtuvieron poder.Con el poder (¿Recuerdan
la estructura de valores cristianos?) perdieron la humildad e impusieron su
doctrina en forma tan dogmática y brutal que sumieron a la humanidad, durante
la Edad Media, en el oscurantismo y la parálisis evolutiva. Obviamente, esto no
era culpa de Jesucristo ni de su ordenamiento de valores, todo lo contrario,
sucedió por el abandono de los preceptos enseñado por el propio Jesús.
El
comunismo proclama que busca la igualdad, la justicia social, la educación
universaly el cuidado médico para todos. Estos son objetivos que pueden ser sustentados
por un convencido cristiano. Sin
embargo, para lograr estos objetivos, el comunismo impone un sistema político
con control absoluto de la economía y la vida social de los pueblos. Es esta
imposición forzosa a la que hay que oponerse y es la injusticia que provoca
esta imposición a la que hay que combatir. La Historia nos enseña que cuando se
combate al injusto y se triunfa, casi siempre éste es reemplazado por otro
injusto. Cuando se lucha contra la injusticia y esta desaparece, con ella
desaparece el injusto.
El
problema cubano no es que haya una educación universal porque con todos sus
problemas, existe, ni que el cuidado médico llegue a toda la población, porqué
también, con todos sus problemas, llega. El problema cubano es la ineficiencia
y la injusticia que provoca el sistema por ser impuesto. El método utilizado,
aunque ilegítimo por inicuo no ilegitima los fines buscados. Es decir, los fines
buscados son legítimos, lo que hay hacer es buscar otros métodos para
alcanzarlos.
¿Qué
hacer?. La respuesta es complicada pero quizás ayudaría la concepción cristiana
sobre las relaciones humanas. Que tal, por ejemplo. Dejar de odiar…..
Hasta
aquí el artículo escrito en el año 1992 cuando Cuba entraba de lleno en la
debacle económica de lo que llamarían Periodo Especial, una etapa de miseria
extrema. Han pasado 24 años, Fidel Castro ha muerto. El mundo recuerda sus años
de esplendor. Durante su mandato Cuba se convirtió en una Potencia política,
militar y deportiva a nivel mundial. La Isla se llenó de escuelas y centros de
atención médica, ganó guerras en Africa y resistió las embestidas del más
poderoso país que la humanidad haya conocido. Fue un héroe para millones de
ciudadanos del mundo, pero para muchos cubanos fue una pesadilla. Impuso un
sistema económico que sencillamente no funcionó, dividió al pueblo e incluso a
las familias, fue implacable con sus enemigos. Manejó el odio escondido en todo
ser humano con extraordinaria habilidad. Los que lo aman, odian. Los que lo
odian, como una maldita enfermedad incurable, no pueden dejar de hacerlo.
Obama
llegó a Cuba sin odios ni rencores, más tarde lo recibió un Raúl Castro risueño,parecía
contento por la visita. Obama dijo un discurso exponiendo lo que era, según él,
una verdadera democracia. Raúl lo despidió sonriendo. En Miami, los que no
habían podido dejar de odiar, estaban molestos,otros, dudosos, quizás
esperanzados, asintieron manteniéndose callados. Los creyentes expresaban
abiertamente sus contenturas. Este era el panorama que existía en ese momento.
Entonces, Fidel hizo un artículo con un sarcástico título: Hermano Obama.
Alertaba, según él, las intenciones nada
inocentes del Presidente norteamericano. Los que odiaban se regocijaron, los dudosos dejaron
de dudar y los creyentes, sorprendidos, se callaron. Murió, no lo celebro,
tampoco lo lloro. He dejado de odiar, me hacía daño. La Historia, sin latentes
emociones, lo juzgará.