¿Lo sabía usted? Aumentar textoDisminuir textoImprimir texto Ciro Bianchi RossCiro Bianchi Ross * digital@juventudrebelde.cu 28 de Junio del 2014 20:42:18 CDT La señora Carmen Cantón se comunicó con el escribidor. Pese a que no lo conocía personalmente, quería hacerle un regalo. Nada menos que el libro que durante años ella mantuvo en la cabecera de su cama y que repasó en incontables ocasiones. No piense en ninguno de esos grandes títulos de la literatura o el periodismo, ni en un volumen de lujo. En verdad, el libro, impreso en 1947, en La Habana, no puede ser más modesto, aunque debe haberse vendido en su momento como pan caliente. En sus páginas su autor recogió las notas que cada semana publicaba en la revista Carteles, apuntes breves y desembarazados en los que abordó la historia de Cuba. Mejor, su <<pequeña>> historia, su crónica, contada de manera ligera y suelta, despojada de arquitectura enfática, imbuida por la anécdota. El libro se titula ¿Lo sabía usted? Su autor, Santiago González Palacios, lo firma con el seudónimo de Don Cándido, el mismo que calzaba su columna en la revista mencionada. La pregunta que le sirve de título, más que la interrogante de un historiador, es la de un reportero, dice Miguel de Marcos en el prólogo del volumen. Treinta años de reportaje calzan sus páginas, pero es el reportero que empezó a sentir la fatiga de lo cotidiano y se ha vuelto hacia el pasado sin la aspiración de ser historiador, sino con el deseo de <<proporcionar al lector un rato de distracción y esparcimiento>>. ¿Lo sabía usted?, pregunta Don Cándido, y a la vuelta de los casi 70 años transcurridos respondemos sin rubor que desconocíamos mucho de lo que cuenta en su libro, del que reproducimos a continuación algunos fragmentos. La vajilla de Tacón Miguel Tacón, en sus tiempos de Capitán General de la Isla de Cuba (1834-38) regaló al Ayuntamiento de La Habana una vajilla de plata, cuyas piezas llevaban grabadas las armas de la ciudad. Su costo, en números redondos, fue de 20 000 pesos oro español. El valioso obsequio estaba bajo la custodia del alcalde. Al cesar este en el cargo, entregaba la vajilla a su sucesor mediante un inventario riguroso que se llevaba a cabo en ceremonia solemne. El Marqués de Esteban, último alcalde español que rigió los destinos del municipio habanero, imitó, en 1898, el gesto de sus antecesores y la traspasó al alcalde designado por el gobierno interventor norteamericano. A partir de ese momento, nada ha vuelto a saberse del regalo del general Tacón. El mataperros Un verdugo célebre fue José María Peraza. Ejerció su macabra función en la villa de Trinidad. Condenado a morir en la horca, en 1767, por haber matado a su mujer a cuchilladas, no podía cumplirse la sentencia, como tampoco la de otro reo, por carecer Trinidad entonces de <<ministro ejecutor>>. Se pidió a Santa Clara el que ejercía en esa ciudad, pero el hombre murió durante el viaje. Así, Peraza, a cambio de salvar la vida, se ofreció para desempeñar el cargo de verdugo e inició un rosario de ejecuciones con su propio compañero. Llegó a adquirir una destreza inusitada en su profesión. Se dice que no era raro que después de lanzar del tablado al reo, trepara a la horca y se deslizara por la soga hasta quedar a horcajadas en los hombros de los ajusticiados, a los que entonces daba de patadas en el pecho para acelerarles la muerte. Cierta vez, al realizar la operación se partió la cuerda, y reo y verdugo quedaron confundidos en un tétrico abrazo, lo que permitió al sentenciado salvar la vida. José María Peraza percibía 125 pesetas por cada ejecución. Se las tiraban sobre el tablado, y el hombre, luego de recogerlas, daba las gracias al público. Parece que nunca utilizó ese dinero para satisfacer sus necesidades, sino que lo repartía como limosna entre los pobres y ordenaba misas por el alma de sus <<clientes>>. Tras 20 años en el cargo, Peraza dejó de ser verdugo. Lo nombraron mataperros municipal, labor que realizaba con gran destreza, evitando sufrimientos inútiles a los animalitos. Envejeció y en sus años finales vivió de la caridad pública. No pocas mujeres llevaban sus limosnas hasta la choza de Peraza, pero ya próximas a la cesta que el sujeto tenía dispuesta para recibir las dádivas, se volvían de espaldas para no ver la cara del antiguo verdugo. Peraza murió a los 103 años de edad, en 1847. Había nacido en 1744. El vena'o no es de soga Los primeros venados que llegaron a Cuba descendían de una raza de ciervos salvajes de Australia. Los trajo el ricachón oriental don Nicanor del Castillo al regreso de unos de los viajes de recreo y observación que solía realizar. En 1712, año cuando hizo su última excursión, Castillo trajo consigo cuatro parejas de venados y dos de águilas, y los confinó en su finca Jesús María, en las afueras de la ciudad de Santiago de Cuba. Los venados procrearon por cinco años, mientras que dos de las águilas murieron al poco tiempo a pesar de la buena alimentación que recibían, pues les suministraban pollos varias veces al día. Las dos águilas restantes no se resignaron al cautiverio y murieron también meses más tarde. A su fallecimiento, don Nicanor dejó en su testamento el mandato de que los venados fueran liberados en los bosques, lo que sus herederos cumplieron al pie de la letra. La conspiración de la corbata En medio de tantas conspiraciones misteriosas y más o menos siniestras reportadas en Cuba, sobresale la llamada <<Conspiración de la Corbata>>, descubierta y <<aplastada>> en 1843 por Ramón María de Labra, gobernador de Cienfuegos, sin que para conseguirlo tuviera que utilizar otros recursos que su habilidad, su mano izquierda y su palabra. Sucede que en dicha fecha un violento huracán causó estragos sin cuento en esa localidad del sur de la región central de la Isla. Pasado el meteoro, comenzó a extenderse entre la población el rumor de que los esclavos tramaban un plan para aniquilar a todos los blancos. Una corbata negra iría señalando las viviendas de las personas que iban a morir. No tardó el Gobernador en advertir que cada vez que en una casa aparecía la fatídica señal, desaparecía la cría de pollos, y en la morada de Adelina Petit, francesa residente en la zona, los conspiradores, luego de apropiarse de todas las gallinas, dejaran la corbata negra en el pescuezo de un gallo viejo, única ave que quedó en el gallinero. Sin revelar sus propósitos, Labra comenzó a investigar. Localizó la tienda que expendía las dichosas corbatas y, puesto de acuerdo con uno de los empleados del establecimiento, obtuvo la relación de los clientes que habían adquirido dicho artículo. Los llamó entonces uno a uno a su despacho y les habló con cariño paternal. No demoró en conocer toda la verdad. No existía tal conspiración; nada tramaban los esclavos ni eran los culpables de delito alguno. Se trataba simplemente de un grupo de jóvenes blancos, sin trabajo ni dinero, ansiosos de zamparse de vez en cuando y sin costo alguno un suculento arroz con pollo. Ellos aportaban la carne, y el grano corría a cuenta de un tal Juan, conocido por El Criollo, cocinero del señor Caseaux, un vecino de la villa, que tenía fama por su trabajo en los fogones. Amonestó el Gobernador a aquellos muchachos y les recomendó que siguieran un buen camino. La calle Figuras Se dice que en 1807 don Vicente Segura, español acaudalado, mandó a construir, en la habanera barriada de Chávez, una casa para vivirla. Terminada la obra, encargó al artista Casimiro Recio que decorase tanto el interior como el exterior de la morada con pinturas de temas históricos. Gran escándalo provocaron las imágenes. Hubo denuncias y el Capitán General dispuso que las obras fuesen examinadas por el retratista y pintor Juan de los Ríos. Rindió este un dictamen desfavorable y de inmediato se ordenó a Segura que borrase las pinturas. La casa estaba situada en la calle San Juan, hoy Tenerife. Hacía esquina con otra a la que a partir de ese momento la gente dio el nombre de Figuras. Y ya que hablamos acerca de nombres de calles de La Habana de ayer, digamos enseguida que Indio se llamó primero Peña Blanca del Indio, y que Peña Pobre, en 1867, era conocida por Cayo. Industria, en el tramo de San José a Dragones, se nombró también del Diorama, por el teatro que allí existía en 1827. Picota es Picota por el palo que, en la esquina de Jesús María, se utilizaba para amarrar a los condenados a penas de azotes. La calzada de San Lázaro se llamó Avenida de la República y, antes, Ancha del Norte, pero nadie les llamó de esa forma. Revillagigedo fue antes Real de Jesús María, y Luz recibió el nombre de Correo porque en ella existió la primera estafeta en la residencia de don Antonio de la Luz y Docabo, Correo Mayor de la Isla. Empedrado fue una calle de chinas pelonas hasta mediados del siglo XVIII, cuando, como vía de ensayo, se pavimentó con adoquines en el tramo comprendido entre la Catedral y el parque de San Juan de Dios. Fue la primera calle de adoquines que existió en La Habana y, gracias a ese adoquinado, recibió el nombre que todavía conserva. -- Ciro Bianchi Ross cbianchi@enet.cu http://wwwcirobianchi.blogia.com/ http://cbianchiross.blogia.com/
domingo, 29 de junio de 2014
¿LO SABIA USTED?
DE LO QUE HE VIVIDO , DE LO QUE PIENSO Y CREO
De
lo que he vivido, de lo que pienso y creo
Con motivo de la presentación del Libro “Hart, pasión por Cuba”, de Eloísa M. Carreras
II y última
Especial para Unicornio
Con motivo de la presentación del Libro “Hart, pasión por Cuba”, de Eloísa M. Carreras
II y última
Especial para Unicornio
Félix Sautié
Mederos.
Realmente, no me fue suficiente el espacio de un único artículo para referirme a las emociones, sentimientos, recuerdos, e incluso, consideraciones que asaltaron mi conciencia durante y después de haber asistido a la presentación del libro “Hart, Pasión por Cuba”, realizada hace algunos días en el Salón Simón Bolívar del Centro de Estudios Martianos coincidiendo, además, con la celebración del 84 cumpleaños de Armando Hart, simplemente Hart para algunos, mientras que para otros es Armando, e incluso, hay quienes indistintamente usan uno u otro nombre, lo cual en sentido general es símbolo del aprecio sensiblemente humano que, en mi opinión, ha generado Armando Hart durante su extensa vida política, caracterizada por una ética inclaudicable puesta en práctica en todo momento de la cual en lo que a mí me corresponde, como parte esencial de mis relaciones con Hart, puedo afirmar que soy testigo, a veces de excepción, lo que es honrado reconocer porque se corresponde con la verdad histórica.
Las polarizaciones que lamentablemente se manifiestan en la Cuba de hoy, a partir de la cuales se clasifican o desclasifican a las personas, considerándolas ubicadas únicamente en uno u otro de los polos opuestos y de sus contradicciones enfrentadas, determinan que, sin muchas veces tener en cuenta las objetividades de la verdad histórica y del real desenvolvimiento de la vida por sí mismos, de quienes son clasificados o desclasificados dentro de esos enquistamientos contrapuestos, que se creen juicios injustos sobre la vida de algunas personas más allá de sus verdaderas realidades existenciales. Según las improntas de esas polarizaciones y enquistamientos, los que no pueden prescindirlas ven a la sociedad y a las personas que la componen en blanco o negro, sin tener en cuenta la diversidad de la coloratura existencial, que es posiblemente la mayor riqueza de una sociedad determinada.
Todo ello echa por tierra la objetividad de juicio sobre el papel real de la personas trascendentes en la vida política del país, que se elevan más allá de cualquier enquistamiento sectario, que es el caso que, en mi criterio, me ocupa en la valoración de Armando Hart; y sucede como consecuencia, en mi consideración, de los muchos años de centralización y autoritarismo vertical que han ahogado sentimientos y derechos, han nublado los entendimientos de juicios y han debilitado el sentido de la objetividad, lo que lleva al enquistamiento conceptual de las personas que son juzgadas de acuerdo con los esquemas grises en que son agrupadas artificialmente en contra o favor, sin entender nada más. En lo personal, debo decir que me resisto a aceptar esos enquistamientos que, en mi opinión, empobrecen la vida y la realidad sin tener en cuenta aquello que Goethe escribió en Fausto, de que gris es la teoría y sólo es verde el árbol de la vida, lo que adaptado a las circunstancias y coyunturas, a las que me refiero, bien podría decirse que grises son los enquistamientos esquemáticos y que sólo es verde el árbol de la realidad, manifiéstese como se manifieste.
En este caso, de acuerdo con mi experiencia directa de muchos años, tengo que decir que a Armando Hart, para ser verdaderamente justo con su persona, no debería confundirse ni ser agrupado dentro del conjunto de funcionarios burocráticos que le han cogido el ritmo al sistema del Socialismo Real, para en vez de vivir para y por la causa de la equidad distributiva, la justicia social y la paz en el pueblo, se han dedicado a vivir de esa causa y manifestarse sobre esos principios en la teoría, si poner por delante el ejemplo personal. De estos personajes se conocen a muchos tristemente, e incluso hay algunos que su sola presencia pública evoca al dogmatismo esquemático y a las ideas conservadoras. En mi opinión muy personal, Hart desde la dignidad de su sillón de ruedas y sus limitaciones de salud, evoca todo lo contrario: nos conmina a la lucha por la ética y por la utopía de José Martí. Esto lo afirmo sin ambages desde lo más profundo de la nueva izquierda cubana y de las concepciones a favor de desarrollar un socialismo próspero y sustentable, cada vez más participativo y más democrático
Para mí, que lo conocí desde que yo era muy joven, puedo afirmar que siempre encontré en él el rechazo a todo lo que fueran los esquematismos dogmáticos que enclaustran al pensamiento en aquellas épocas y aún hoy lo hacen. Lo vi precisamente como algo distinto en aquellos momentos de finales de los 60’s y principios de los 70’s, en que el dogmatismo político se desarrollaba en el medio revolucionario en su verdadero esplendor. Hart, en cambio, como procedimiento muy propio de su personalidad y de su ética de vida, se manifestaba y se manifiesta hoy a favor de la búsqueda en libertad de los análisis apegados a lo que pudiéramos denominar el humanismo martiano, que en su vida lo ha llevado hasta sus últimas consecuencias, lo que no podrán negar ni siquiera los que son sus enemigos ideológicos.
Recuerdo que cuando yo formaba parte de la Dirección Nacional de la UJC, durante los tiempos de epopeyas y luchas exentos de las estratificaciones, que con el paso de los años se han ido estableciendo en el tejido social de la Revolución Cubana, Hart ya en aquellos momentos nos instaba a romper con el “índice prohibitivo” de lecturas, establecido por los que pudiéramos denominar como los guardianes sectarios de la pureza ideológica apegados a un Realismo Socialista a ultranza, circunstancias que algunos hoy, que intentan ser más progresistas que el progreso y menos grises que la grisura, mantienen aún vigente. Los surrealistas como Matta, Saura; en Cuba Posada, y las expresiones de libertad formal junto con pensadores como, por ejemplo, Sartre, Marcuse y otros más, incluyendo los libros de Rosa de Luxemburgo y Trotsky, fueron iconos importantes en nuestra época, que recuerdo buscábamos con avidez estimulados por los planteamientos anti dogmáticos que Hart expresaba desde sus posiciones y encuentros con nosotros. Si en el Buró y en el Comité Nacional de la UJC entonces se mantuvo abierta, prioritariamente, la necesidad de ejercer y respetar el pensamiento propio, en mi criterio, se lo debíamos a la orientación y conceptos de Armando Hart desde la Secretaria de Organización del Partido, como parte de su Buró Político y a la correcta interpretación y sensibilidad que Jaime Crombet, como Primer Secretario, siempre mantuvo al frente de sus responsabilidades.
Entrando más específicamente en algunos aspectos esenciales de mis experiencias, que no pude exponer completamente en la primera parte de este testimonio mío, regreso a la etapa final de la Columna Juvenil del Centenario y del experimento de reeducación de jóvenes pre delincuentes que realizamos con positivos resultados en la experiencia que Hart nos propuso y que denominamos Pre Columna del Centenario. En aquellas tareas, en Camagüey, se concertaron dos pensamientos éticos muy definidos, el de Armando Hart y el de Jaime Crombet, puestos plenamente en la práctica cotidiana, de los cuales tuve la muy especial circunstancia de vivir muy de cerca, a partir de responsabilidades concretas en su ejecución, porque como expresé en la primera parte de este artículo, fui responsabilizado por Hart y por Crombet con la dirección de aquel proyecto que desarrollamos desde finales de 1968, durante 1969 hasta que en 1970 se culminó la Zafra de los 10 millones y posteriormente en 1971, hasta que se creó el Ejército Juvenil del Trabajo, EJT, en la que, por cierto, quiero significar que en Camagüey, La Columna Juvenil del Centenario y su Pre Columna cumplimos a cabalidad con los metas de corte de caña que nos correspondía entregar a la industria azucarera para que se cumplieran los planes de los 10 millones de toneladas de azúcar. Otros en el país no lo hicieron así, por múltiples causas que no vienen al caso explicar, porque no es el asunto que me ocupa; pero nosotros sí, lo que fue plenamente reconocido en aquel final maratónico.
También expliqué la entusiasta participación en aquellos propósitos formativos de la Columna y la Pre Columna del Centenario, en su condición de Vice Ministro de Educación encargado de la Educación de adultos en el país, del veterano e insigne maestro y poeta Raúl Ferrer, quien fuera uno de los Coordinadores de la Campaña de Alfabetización que dirigió Armando Hart como Ministro de Educación, en los primeros años de la Revolución. Debo decir que yo terminé aquellas zafras maratónicas, enfermo e ingresado en la Sala Borges del Hospital Calixto García, como consecuencia de aquellas epopeyas que, en .lo personal, habían comenzado durante el trabajo agrícola directo en la Granja Juventud Heroica de Ciego de Avila, al que me referí en la primera parte de este artículo, de donde fui sacado a finales de 1968 para incorporarme directamente a la Columna del Centenario, como Jefe de su Sección Política, y posteriormente como Jefe de la Pre Columna del Centenario, de acuerdo con las ideas y la designación que Armando Hart y Jaime Crombet me plantearon al respecto.
Cuando fui dado de alta de aquella situación de salud en la que estuve por espacio de dos meses aproximadamente, a finales de 1971, me esperaba una nueva designación en el Buró Nacional de la UJC, dirigida a crear una Secretaría de Trabajo Social encaminada a poner en práctica las experiencias que habíamos alcanzado en la formación de los jóvenes en la Columna del Centenario y muy especialmente en el proyecto que Hart nos había planteado con la Pre Columna del Centenario. En esa etapa, después de la Zafra de los 10 Millones, según recuerdo, ya Hart no estaba directamente relacionado con nosotros y con toda aquella epopeya Camagüeyana; tenía otras responsabilidades y otros empeños sobre los cuales no me corresponde escribir, pero aquella idea y aquel estilo de trabajo había calado muy profundamente en nosotros y contaba con el sostén y el ejemplo de Jaime Crombet y la atención por la dirección del Partido de Jesús Montané Oropesa, así como con la entusiasta y activa participación del inolvidable Raúl Ferrer.
Como resultado de todo aquello, en que la impronta de las ideas de Hart fueron decisivas junto con Raúl Ferrer en el Buró Nacional de la UJC de entonces, trabajamos en la elaboración del Decreto de las Escuelas Talleres y del Movimiento de Aprendices, que comenzamos a desarrollar hasta que llegó el congreso de la UJC en el que un grupo de veteranos dirigentes juveniles fuimos enviados a otras tareas y a mí me tocó la Dirección de la Escuela Nacional de Arte y la Dirección General de las Escuelas de Arte en el Consejo Nacional de Cultura; y en las memorias que estoy publicando dominicalmente, en el suplemento cultural Unicornio con el título de la Espiritualidad Prohibida, narro los testimonios de mi paso por esas responsabilidades que, en definitiva, no están relacionadas con Armando Hart y, por tanto, no vienen al caso mencionarlas.
Pero las vueltas y vueltas que da la vida, poco tiempo después, de nuevo las circunstancias me volvieron a relacionar directamente con Armando Hart, fue durante un Consejo de Ministros en que se estaba analizando la estructura del gobierno y de las entidades gubernamentales con vistas al establecimiento del Poder Popular y las primeras elecciones previstas al respecto. En aquellos momentos yo era Vicepresidente del Consejo Nacional de Cultura y, aunque continuaba atendiendo a las escuelas de arte en el país, el motivo principal de aquella responsabilidad era apoyar a Luis Pavón, quien tenía serios problemas de salud. Debo confesar que había sido quizás una de las responsabilidades más complejas que he tenido en mi vida, porque me encontraba en un medio muy complicado y controvertido en el que la famosa Resolución No. 3 cargada de exclusiones había hecho muchos estragos en los medios artísticos, principalmente en el teatro, y yo me encontraba en realidad en un medio hostil en el que tenía que cumplir una responsabilidad compleja que me hacía chocar con muchas cosas con las que no estaba de acuerdo.
Como parte de ese cargo había tenido que ir a varias reuniones de ministros de cultura de los países socialistas, en sustitución de Pavón imposibilitado de viajar por razones de su salud muy complicada entonces. También los avatares de esta etapa los he testimoniado en los capítulos correspondientes de La Espiritualidad Prohibida, e incluso, en mis participaciones en el intercambio de correos entre los intelectuales cubanos que se produjo cuando la denominada “guerrita de los email, o emilios”, como se le denominó entonces, así como con mis respuestas a unas desafortunadas declaraciones de Desiderio Navarro con motivo de un artículo publicado por la periodista Soledad Cruz. Igualmente, sobre estas cuestiones he publicado mis testimonios en La Espiritualidad Prohibida, e incluso en la ediciones diarias de entonces en Por Esto!, en donde salieron varios trabajos sobre mi respuesta a Desiderio Navarro. Todo lo cual me exime de tener que explicitarme al respecto en este artículo, que además de hacerlo muy extenso no vendría al caso, dado que el testimonio que estoy expresando es mi valoración sobre la pasión por Cuba de Armando Hart, vista desde mis relaciones con su actividad y con su persona.
Pues bien, a aquella reunión del Consejo Ministros, que de acuerdo con sus propósitos fue dedicada al análisis del proyecto de estructura de los organismos de la Administración Central del Estado en la implantación del Poder Popular a nivel nacional; en definitiva, yo asistí en sustitución de Pavón que en esos días tenía una crisis de salud; y, ¿qué sucedió entonces en relación con Hart?
Reitero que yo asistía como sustituto del Presidente del CNC en aquella reunión y, por tanto, no me correspondía ponerme a opinar sobre las cuestiones que estaban analizando y que no se encontraban relacionadas con la actividad de cultura, porque en realidad yo no era un miembro titular de aquel alto organismo gubernamental; pero sucedió que los distintos ministros y titulares de Organismos de la Administración Central del Estado estaban siendo conminados a expresar sus opiniones al respecto de la reestructuración del gobierno que se planeaba con motivo del establecimiento del Poder Popular. Y en medio de aquellos análisis, recuerdo que Fidel hizo una pregunta que no olvidaré ¿Y…Cultura , qué hacemos con Cultura?, fue directa para mi representación y no pude evadirla y comencé a responder; yo no había ido preparado con un estudio sobre la cuestión, era un sustituto circunstancial e inesperado de mi parte, porque la indisposición de Luis Pavón había sido repentina y Celia Sánchez había insistido en que fuera su sustituto, porque la reunión era muy importante. Además había algunas cuestiones en el CNC de las que yo no estaba al tanto y aquélla de la reestructuración era una de ellas.
Confieso, además, que yo estaba muy impresionado con todas las complicaciones que entonces existían, y mi respuesta fue rápida y muy directa. Dije a Fidel: disolver el Conejo de Cultura y crear un Ministerio, con un Ministro con responsabilidad y autoridad política de primer nivel, así como credibilidad en el medio. Yo acaba de regresar de una reunión de ministros de Cultura de los países socialistas y fundamenté mi respuesta con lo que había percibido en aquellos encuentros y con mi visita a la URSS, Hungría, Bulgaria, Polonia y la RDA, en las que había visto el funcionamiento de los organismos de Cultura, todos dirigidos por personas del más alto nivel en la política y en los gobiernos.
Entonces recuerdo que Fidel volvió a la carga con sus preguntas incisivas y me dijo entonces algo que tampoco olvidaré: ¿Qué tú dices…qué te nombre a tí Ministro de Cultura y que te hagamos miembro del Buró Político?, aquello fue medio en broma medio en serio y muchos se echaron a reír, pero sin inmutarme, seco y alto dije: No …yo ni siquiera soy el Presidente del CNC, soy su vicepresidente y estoy en sustitución de Luis Pavón que está enfermo, le he respondido a sus preguntas con mi experiencia muy personal al respecto. Y Fidel volvió de nuevo a la carga; sabemos que él era penetrante e incansable con sus preguntas: ¿Y a quien tú propones entonces como Ministro de Cultura?, a lo que volví a responder alto, escueto y claro: A Armando Hart.
Después pasó de nuevo el tiempo y recuerdo algo muy triste, cuando se hicieron las elecciones nacionales primeras del Poder Popular y se estaba preparando su primera sesión constitutiva, me sucedió algo muy trágico, cuando yo me encontraba enfrascado en la organización del programa artístico con vistas a aquel evento a celebrarse en la Ciudad Deportiva. En aquellos momentos me sorprendió la muerte casi repentina por causa de un extraño cáncer de uno de mis hijos, algo que nunca tampoco olvidaré. En aquella primera asamblea constitutiva a que me refiero, se expuso el nuevo gobierno con las fusiones, reestructuraciones, disoluciones y creaciones de ministerios y organismos de la Administración Central del Estado que se habían estado preparando desde aquella reunión del Consejo de Ministros que he narrado; y se planteó quienes eran los nuevos jefes de organismos, así como los que continuaban en sus cargos, en definitiva, yo la pasé en la funeraria velando a mi hijo con una profunda crisis de tristeza, ensimismado en mi Ser Interior y apartado mentalmente de toda la realidad externa. Fue al día siguiente que era el entierro, que algunos amigos que vinieron a acompañarme y que habían estado en la Asamblea Nacional y en aquel Consejo de Ministros que relato y conocían del asunto. Me dijeron que habían nombrado a Armando Hart, ministro del nuevo Ministerio de Cultura. No creí entonces ni creo ahora que aquello hubiera sido mi planteamiento y mi exposición. La cuestión era parte de una lógica evidente para muchos que de seguro a Fidel no se le escapó y era que para sacar a la Cultura de la crisis en que se había empantanado el Consejo Nacional de Cultura y crear una estructura más eficaz y creíble, Armando Hart, exitoso en sus empeños educacionales y políticos desde los primeros años de la Revolución, con una profunda cultura martiana y general, era realmente la persona indicada. En aquel momento no había otra persona más idónea y la vida nos dio la razón a todos los que así pensamos. Los hechos están a la vista y no hace falta que los relate en este testimonio. Son sus obras, escritos e intervenciones los que mejor lo expresan, yo sólo soy un testigo de primera mano, en algunos casos quizás de excepción, y cumplo con el deber de relatar mi experiencia para que se incluya en los esfuerzos que Eloísa Carreras está haciendo para recopilar una obra del presente que se proyecta al futuro, especialmente para las nuevas generaciones.
Después de aquella experiencia en el CNC, le pedí a Hart irme para la Isla de la Juventud, salir de La Habana, donde me martillaba día a día el recuerdo de la muerte de mi hijo, buscar nuevos aires sanadores y trabajar en aquella Isla, con cuya transformación estaba comprometido desde mi época de dirigente de la UJC, mis amigos y hermanos del alma; Roberto Ogando, que era entonces el Presidente del Poder Popular y el entrañable Arturo Lince, Delegado del Buró Político, ambos en la Isla me habían invitado y me esperaban para reorganizar la cultura en aquel territorio. Recuerdo que el día de la entrega en la Presidencia del CNC, estaba muy fresca la muerte de mi hijo que reconozco me golpeó en lo personal con mucha fuerza, y recuerdo que esperábamos a Hart en el despacho de Pavón en la torre del Palacio del Segundo Cabo, en donde estaba el CNC. Cuando Hart llegó en aquella oficina estábamos Pavón y yo esperándolo. Por mi parte estaba derrumbado sobre un sofá como si fuera un verdadero zombis. Entonces Hart dijo algo que no olvidaré, más o menos esto: Pavón, tú y yo sabemos que él no está triste por la disolución del CNC, él está triste por su hijo. Después le pedí irme para atender Cultura en la Isla y él estuvo de acuerdo; pero antes le dejé un estudio sobre el teatro en Cuba que elaboré como producto de las entrevistas que realicé con algunos de los principales artistas del país, al respecto del muy lamentable proceso de “parametración” con que me encontré cuando me sacaron de las escuelas de arte para ayudar a Pavón en su cargo; de esto también he escrito explícitamente en la Espiritualidad Prohibida.
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En la Isla de la Juventud con el apoyo de Hart que nos visitó varias veces hicimos una verdadera revolución cultural. Se creó un taller de gráfica con una máquina de grabado que trajimos de La Habana, se creó un taller de arte popular con Marta Machado, la mamá de Cacho, al frente; allí ella desarrolló al máximo con los jóvenes y los niños su arte, se fundó el Grupo de Teatro Los Pinos Nuevos y el grupo de teatro Infantil La Toronjita Dorada, ambos con alumnos recién graduados de las escuelas de arte, que vinieron como parte de su servicio social a establecerse en la Isla; se creó el Museo Antiimperialista sobre la intromisión directa de los Estados Unidos en la Isla de Pinos desde 1868 hasta 1925, en que por fin se reconoció la soberanía cubana que pretendieron escamotearnos, se fundó un taller de cerámica artística que dio cabida a importantes ceramistas que vinieron para la Isla, como Angelito Norniella, José Ramón y Amelia. Angelito y Amelia hoy tienen su taller en La Habana Vieja. Se creó una Casa de Cultura con las perspectivas de lo que habría de ser ese movimiento. Se reparó el teatro Victoria y se comenzaron a dar funciones con una primera visita en mucho tiempo del Ballet Nacional de Cuba con Alicia Alonso al frente. Se comenzaron a realizar tertulias literarias. Fue un cambio radical en apoyo a la Transformación de la Isla y en todo aquello estaba la mano de Armando Hart en su estreno como Ministro de Cultura.
Posteriormente, unos 10 años después Hart me volvió a convocar para fundar la Editorial José Martí de Publicaciones en Lenguas Extranjeras, otra idea suya que personalmente me tocó implementar. Fueron de nuevo años de trabajo dentro de los ámbitos que él creó y dirigió en el Instituto del Libro en Cuba, de los cuales Rafael Almeida es un testigo de excepción. Sería muy extenso relatar todo ese tiempo que también he escrito en los capítulos correspondientes de La Espiritualidad Prohibida en Unicornio, quizás alguna otra vez se propicie la ocasión para volver de nuevo sobre este tema de una pasión apasionante, y valga la redundancia, que removió mi conciencia y mis recuerdos como consecuencia del libro presentado “Hart, pasión por Cuba” a que me he estado refiriendo en los dos artículos que he publicado en Unicornio. Me queda referirme a un tema importante que fue la fundación del movimiento de estudios juveniles martianos, del cual también soy un testigo de excepción, y quizás alguna otra vez vuelva a escribir sobre este tan importante movimiento en sus inicios.
En la Isla de la Juventud con el apoyo de Hart que nos visitó varias veces hicimos una verdadera revolución cultural. Se creó un taller de gráfica con una máquina de grabado que trajimos de La Habana, se creó un taller de arte popular con Marta Machado, la mamá de Cacho, al frente; allí ella desarrolló al máximo con los jóvenes y los niños su arte, se fundó el Grupo de Teatro Los Pinos Nuevos y el grupo de teatro Infantil La Toronjita Dorada, ambos con alumnos recién graduados de las escuelas de arte, que vinieron como parte de su servicio social a establecerse en la Isla; se creó el Museo Antiimperialista sobre la intromisión directa de los Estados Unidos en la Isla de Pinos desde 1868 hasta 1925, en que por fin se reconoció la soberanía cubana que pretendieron escamotearnos, se fundó un taller de cerámica artística que dio cabida a importantes ceramistas que vinieron para la Isla, como Angelito Norniella, José Ramón y Amelia. Angelito y Amelia hoy tienen su taller en La Habana Vieja. Se creó una Casa de Cultura con las perspectivas de lo que habría de ser ese movimiento. Se reparó el teatro Victoria y se comenzaron a dar funciones con una primera visita en mucho tiempo del Ballet Nacional de Cuba con Alicia Alonso al frente. Se comenzaron a realizar tertulias literarias. Fue un cambio radical en apoyo a la Transformación de la Isla y en todo aquello estaba la mano de Armando Hart en su estreno como Ministro de Cultura.
Posteriormente, unos 10 años después Hart me volvió a convocar para fundar la Editorial José Martí de Publicaciones en Lenguas Extranjeras, otra idea suya que personalmente me tocó implementar. Fueron de nuevo años de trabajo dentro de los ámbitos que él creó y dirigió en el Instituto del Libro en Cuba, de los cuales Rafael Almeida es un testigo de excepción. Sería muy extenso relatar todo ese tiempo que también he escrito en los capítulos correspondientes de La Espiritualidad Prohibida en Unicornio, quizás alguna otra vez se propicie la ocasión para volver de nuevo sobre este tema de una pasión apasionante, y valga la redundancia, que removió mi conciencia y mis recuerdos como consecuencia del libro presentado “Hart, pasión por Cuba” a que me he estado refiriendo en los dos artículos que he publicado en Unicornio. Me queda referirme a un tema importante que fue la fundación del movimiento de estudios juveniles martianos, del cual también soy un testigo de excepción, y quizás alguna otra vez vuelva a escribir sobre este tan importante movimiento en sus inicios.
Finalmente, para terminar esta serie de dos artículos titulados “HART, PASIÓN POR CUBA… YO TAMBIÉN SOY UN TESTIGO, I y II.”, quiero decir que Yo lo afirmo y doy fe, sobre todo ahora que ello no podría implicar algún elogio al ejercicio de un poder político y gubernamental, de los cuales ya no es exponente ni ejecutor Armando Hart. En las actuales circunstancias, para mi opinión muy personal, que tengo pleno derecho a expresar en mis testimonios y consideraciones al respecto de estos temas, con mis respetos a quienes piensen diferente y sin querer ofender a nadie en particular, tal como termino mis Crónicas Cubanas, Hart es poseedor máximo de la dignidad, la ética y la honradez de pensamiento que mueven y dan alimento a su vida. fsmederos@gmail.com
Nota final
Se adjuntan facsímiles de documentos firmados por Armando Hart, que tienen que ver directamente con algunas de las responsabilidades cumplidas de las que escribo en estos dos artículos y que avalan mi expresión “yo también soy testigo”, con el uso del Yo Teresiano que hace muchos años hice mío, en sustitución del “nos mayestático”, tan al uso. Yo teresiano, que el famoso crítico español Martín Alonso en su prólogo al “Libro de las Fundaciones; y “Las Moradas” de Santa Teresa de Jesús, Editorial EDAF, Madrid 1966, definió textualmente con una expresión que mucho tiene que ver con la concepción y el contenido de este testimonio mío sobre Armando Hart, salido de mi conciencia y del alma, de mi ser interior. Y cito textual como conclusión de mi testimonio: “El ‘yo’ teresiano tiene el sello de las confesiones sinceras y el amor inflamado de las comunicaciones divinas.
Fin
Unicornio,
domingo 29 de junio del 2014.
http://www.poresto.net/ver_nota.php?zona=yucatan&idSeccion=24&idTitulo=335150
sábado, 28 de junio de 2014
Segunda
Guerra Mundial
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Segunda Guerra Mundial
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Todos los continentes y océanos, pero
especialmente Europa, África
del Norte, Extremo
Oriente, Atlántico
Norte y Océano
Pacífico.
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Resultado
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Victoria completa de los aliados con
rendición incondicional de todas las potencias del Eje.
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Consecuencias
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Cambios territoriales
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Beligerantes
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Comandantes
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Bajas
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La Segunda Guerra Mundial fue un conflicto militar global que se desarrolló entre 1939
y 1945. En él se vieron implicadas la mayor parte de las naciones del mundo, incluidas
todas las grandes potencias,
agrupadas en dos alianzas militares enfrentadas: los Aliados
y las Potencias
del Eje. Fue la mayor contienda bélica de la Historia, con
más de cien millones de militares movilizados y un
estado de «guerra total» en que
los grandes contendientes destinaron toda su capacidad económica, militar y
científica al servicio del esfuerzo bélico, borrando la distinción entre
recursos civiles y militares. Marcada por hechos de enorme significación que
incluyeron la muerte masiva de civiles, el Holocausto y el uso, por primera y única vez, de armas nucleares en un conflicto militar, la
Segunda Guerra Mundial fue el conflicto más mortífero en la historia de la
humanidad,[1] con un resultado
final de entre 50
y 70 millones de víctimas.
El comienzo del conflicto se suele situar en el 1 de septiembre de 1939, con la invasión alemana
de Polonia, el primer paso bélico de la Alemania nazi en su pretensión de fundar un gran
imperio en Europa, que produjo la inmediata declaración de guerra de Francia y la mayor parte de los países del Imperio Británico
y la Commonwealth al Tercer Reich. Desde finales
de 1939 hasta inicios de 1941, merced a una serie de fulgurantes campañas militares y la firma de
tratados, Alemania conquistó o
sometió gran parte de la Europa continental.
En virtud de los acuerdos firmados entre los nazis y los soviéticos, la
nominalmente neutral Unión Soviética ocupó
o se anexionó territorios de las seis naciones vecinas con las que compartía
frontera en el oeste. El Reino Unido y la Commonwealth se mantuvieron
como la única gran fuerza capaz de combatir contra las Potencias del Eje en el Norte de África y en una extensa guerra naval. En junio de 1941 las potencias
europeas del Eje comenzaron la invasión de la Unión
Soviética, dando así inicio a la más extensa operación de guerra
terrestre de la Historia, donde desde ese momento se empleó la mayor parte del
poder militar del Eje. En diciembre de 1941 el Imperio del Japón,
que había estado en guerra con China
desde 1937[2] y pretendía
expandir sus dominios en Asia, atacó a los Estados
Unidos y a las posesiones europeas en el Océano Pacífico, conquistando
rápidamente gran parte de la región.
El avance de las fuerzas del Eje fue detenido por los Aliados en 1942
tras la derrota de Japón en varias batallas navales y de las tropas europeas del Eje
en el Norte de África
y en la decisiva batalla de Stalingrado.
En 1943, como consecuencia de los diversos reveses de los alemanes en Europa del Este, la invasión aliada
de la Italia Fascista y
las victorias de los Estados Unidos en el Pacífico, el Eje perdió la iniciativa
y tuvo que emprender la retirada estratégica en todos los frentes. En 1944
los aliados occidentales invadieron Francia,
al mismo tiempo que la Unión Soviética
recuperó las pérdidas territoriales e invadía Alemania y sus aliados.
La guerra en Europa terminó con la captura de Berlín
por tropas soviéticas y polacas y la consiguiente rendición
incondicional alemana el 8 de mayo de 1945. La Armada Imperial
Japonesa resultó derrotada por los
Estados Unidos y la invasión del Archipiélago japonés
se hizo inminente. Tras el bombardeo
atómico sobre Hiroshima y Nagasaki por parte de los Estados Unidos y
la invasión soviética de
Manchuria, la guerra en Asia terminó el 15 de agosto de 1945 cuando Japón aceptó la rendición incondicional.
La guerra acabó con una victoria total de los
Aliados sobre el Eje en 1945. La Segunda Guerra Mundial alteró las relaciones
políticas y la estructura social del mundo. La Organización
de las Naciones Unidas (ONU) fue creada tras la conflagración para
fomentar la cooperación internacional y prevenir futuros conflictos. La Unión
Soviética y los Estados Unidos se alzaron como superpotencias
rivales, estableciéndose el escenario para la Guerra Fría, que se prolongó por los siguientes
46 años. Al mismo tiempo declinó la influencia de las grandes potencias
europeas, materializado en el inicio de la descolonización de Asia y África.
La mayoría de los países cuyas industrias habían sido dañadas iniciaron la recuperación económica, mientras que la
integración política, especialmente en Europa, emergió como un esfuerzo
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