El método Amaranta “diatrás pa´ lante y dialante pa´trás,
e´ como e´”
Eligio Damas
A Birdeau, Barreto, Sánchez y Servando Marín Lista,
no es con ustedes, sino con esta vieja vaina que nos
pasa y hasta agobia.
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-“Vamos a ver. Explícamelo de nuevo. Eso sí, vente de a poquito, diatrás pa´ lante, dialante pa´ tras, con suavidad, respira y explícamelo de nuevo, porque no entiendo un carajo”.
Eso pienso, tal como razonan en mi pueblo, que algo de sabio tiene pues, en fin de cuentas, es él quien habrá de hacer lo que sea menester para que la historia se escriba con propiedad. Pues si no es así, sino pienso que al decir “somos” es suficiente, por mi determinación el pueblo esté incluido en eso, entonces se corre el riesgo que la cosa se haga sin su participación y gusto. Y cuando así se procede pudiere suceder que pantalón y camisa no se ajusten a la talla de quien se supone debe usar ambas piezas.
Pero para que uno entienda, la gente del común, quien como ya dije es quien debería hacer la cosa porque en buena medida es para su gusto, hay que explicársela de la manera más sencilla. Uno que es maestro de escuela y trabajó por años con carajitos y adultos que mucho de eso tenían, se percató que había una exigencia pedagógica según la cual el lenguaje debía hacerse humilde, como la gente a la quien uno se dirige para que ellos entiendan. Que de paso, es una muestra contundente que quien se propone explicar entendió. “Dilo con tus propias palabras”, decía el buen maestro. Cuando Simón Rodríguez habló de aprender haciendo, pensó en una forma más simple que el lenguaje oral mismo, por la carga subjetiva e imaginaria de este. El hacer es algo más elemental, directo, práctico y fácil para el entendimiento. “Hazlo”, dijo Rodríguez. Chaplin logró con expresiones corporales, sin mucho enredo, explicarle a la gente más humilde, en la época del cine mudo, asuntos complicados como lo relacionado con la alienación y hasta aquella rio. Y eso mismo hizo Marcel Marceau quien, como el primero, con señas y gestos, pudo comunicarse con los hombres que hablan las distintas lenguas regadas por el mundo
Sucede que hay gente muy sabia, ya antes de los tiempos de ahora, de cuando éramos unos carajitos, de esa que solían o suelen llamar teórica, convencida que lo importante no es que la gente entienda el asunto a discutir y participe, porque sin ella no se va a ningún lado, sino al contrario que no se entienda porque así el exponente queda como lo que es. Se piensa que si el público entiende y queda todo claro, hasta participa y aporta, el tema entonces es insustancial y quien lo expuso, como decía mi suegro, un simple “carga caña” y hasta más pedestremente “guate e´ burro”. Eso no le sirve para sustentar su prestigio de sabio que habla cosas que los demás no entienden. Si hablo lo que todo el mundo entiende, entonces no alcanzo la fama que deja eso de ser misterioso y complicado. Para lucirse y ganar prestigio hay que subir de nivel y si es posible hasta allá dónde nadie llegue. ¿Acaso eso que he aprendido, jodiéndome, como para entender a los clásicos, no vale un carajo como para que todo el mundo lo entienda fácilmente? No señor, cada quien que se joda. Esto nada tiene que ver con el Clap.
Por ese enredo al hablar, ese escoger las palabras y exponer conceptos que uno no sabe si el mismo que los expuso los tiene claros, pues si los tiene por qué no pudo comunicarse convenientemente, Amaranta se percató que había que apelar al método del “diapatrás”, ya que la comunicación era una galleta. “Vamos a ver”, dijo Amaranta, “echa pa´ tras y luego vente poco a poco, con calma y suavecito”.
No sé si yo también meto la pata al intentar, como maestro, simplificar las cosas y diga lo que no es y eso no sería extraño, dada la ambigüedad de las señales. Los del documento con tres nombres, como los “Tres Mosqueteros”, que los parisienses eran cuatro, estos son sólo tres, trataron de decirnos, en mi entender, entre otras cosas, que después de los errores del estalinismo y de la lucha armada en Venezuela, hasta con lo acontecido el 23 de enero de 1958, la izquierda no ha sido lo suficientemente humilde y sabia para reflexionar sobre aquellos acontecimientos y hasta hacer la necesaria revisión, para asumir los errores y los aciertos. Sería esa una sana práctica que pudiera servir para hacer los ajustes pertinentes y no continuar dando cabezazos. Por eso dicen, que mucha gente “quiso ser gobierno”, como volviendo al “modernismo” y hasta, esto lo digo yo, arropándose con un discurso, prédica y practica romántica con la exaltación de los “héroes y caudillos”, pese se solía decir que “había más caciques que indios”. Y para eso imbricaron su discurso y práctica con la entrada de Chávez y este mismo, por la necesidad de unir, participó de aquella sin crítica y revisión Esta idea me pareció excelente, aunque no haya sido expuesta con la claridad que demandan las circunstancias. Quizás por eso mismo y haber hecho unas referencias confusas a Lenin, Guevara, Fidel y hasta Chávez, se ganaron les dijesen que “dejaron de pertenecer a la izquierda para convertirse en reformistas”. Por lo complicado del asunto no sé la pertinencia de ese juicio. Pero es habitual que cuando se intenta hacer crítica – tómese como lo dije – a las capillas y los santos, muchos que aquello escuchan, juzgan no por lo que se dijo sino por las entidades o íconos a los cuales se refirieron.
El mundo de hoy es como debe ser y no como uno quiere que sea o se lo imagina. Hay factores de un lado y otro que viven aferrados a la narrativa de los tiempos de la guerra fría. Para alguna gente, y es bastante, ser de izquierda hoy en Venezuela, suponiendo que el término tiene la misma validez – tomando en cuenta que en España, por ejemplo, según el discurso habitual, Podemos y el PSOE son de izquierda – significa mantener intacto el credo de los tiempos de la Guerra Fría. Eso habla de las iglesias, rezos y los santos. Quien no porte esa carga es un triste y decadente reformista. Y es así, en buena medida, porque no ha habido, no sé si la valentía, desprendimiento o inteligencia necesarios para someter a revisión todo lo que aquí ha sucedido desde 1958 para acá y poner en una mara los errores y en otra los aciertos y antes que estar inventándonos héroes, porque mártires y hasta inconsecuentes, sin duda, si los ha habido por montones, debemos establecer responsabilidades y recomponer el proceder de acuerdo a lo que de eso resulte. No es malo el llamado que “Los Tres Mosqueteros” hacen de “superar la entronización del marxismo soviético” y todo lo que eso desató y todavía impide que veamos la actual coyuntura o mapa mundial como es y no como lo vimos en el pasado bajo aquellos “parámetros”, que si fueron bastantes, y hasta por demás, de reformistas.
No creo o por lo menos no pienso que “Los Tres Mosqueteros” tengan la piedra filosofal en la mano, pero si me parece inteligente su llamado y válido aceptarlo para hacer esa revisión, pues hay algo elemental, como que hoy no hay pugna entre el viejo Estado Soviético, por un lado y un poco más allá, manteniendo una respetuosa distancia, acorde con la sabiduría milenaria china, el Partido Comunista y Mao y, al frente, Los Estados Unidos y sus socios menores de la OTAN. No hay aquel inventado cuadro de una lucha entre las fuerzas del socialismo y el capitalismo por la hegemonía mundial, porque el socialismo todavía como que es un óvulo inmaduro y no fecundado en el vientre de la sociedad mundial. La pugna de ahora, es entre dos expresiones del capitalismo que pudieran tener algunas diferencias pero en el fondo son capitalistas y obedecen a una lógica que le es inherente y, en medio de ellas o en el fondo de la pugna, estamos nosotros y, siendo esa realidad de ahora, demanda de nuestra parte un descubrir exactamente lo que somos y las formas de movernos sin confundirnos ni seguir cometiendo los mismos errores del pasado, como bailar al son que nos toquen. Y para esto, el método “diapatrás”, que no es más que volver al pasado, no para refocilarnos en él, sino para revisarlo y aclarar lo que sea menester, enfrentarnos y abordar presente y futuro con esa carga en la mano. Si algo debemos aprender es hablar claro, con sencillez y no repetir los errores del pasado. Uno de ellos fue descalificar aprioris lo que dijese el contrario, como llamarle reformista, para imponer nuestras opiniones y porque eso no aporta nada al debate.
Es posible que el intento de Amaranta no haya parecido lo suficientemente claro, porque esa es otra vaina, cuando intentamos simplificar una cosa con las palabras propias del maestro de escuela o de la gente como uno, la del botalón o bote y hasta catre, entonces pudiera que en determinado nivel no se entienda y se nos banalice.
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