FELIX SAUTIE MEDEROS
Queridos lectores de
Crónicas Cubanas,
continúo relatándoles
mis experiencias de
viaje por España,
porque la sensibilidad de quien
pretende desempeñarse como
cronista de su época no me permite
resistir la tentación de contar
lo que voy encontrando en el camino;
y eso, es lo que hago. Ya
les publiqué mi Crónica al respecto
de lo que vi en el Levante
de la Península Ibérica en la Ciudad
de Elche, en donde desde
tiempos inmemoriales tienen proclamada
a la Virgen de la Asunción
Patrona de la ciudad como
Alcaldesa emérita, a la que le
asignaron la propiedad de las palmerales
datileras que pueblan la
ciudad, lo que ha sido una política
conservacionista muy efectiva.
De Elche en el Levante alicantino
del Sur de la Península
me trasladé al Norte Cantábrico
de las grandes olas, que agitan un
mar que parece que nos va a tragar;
y en la hermosa y próspera
ciudad de Santander, con su Sol
constantemente refrescado por el
aire frío que corre en un especial
contrapunteo junto con los rayos
del astro rey que deberían quemar
y no lo logran, tal y como
nos quemaríamos en mi Cuba caribeña,
me encontré unas escaleras
mecánicas en las aceras diseminadas
por una ciudad tan empinada que nos permiten
subir sus múltiples colinas como si estuviéramos en un
aeropuerto .
Eso fue lo primero que me impresionó en Santander,
lo que considero lógico, dado mis dificultades para caminar,
que en aquellas calles se vieron tenidas muy en
cuenta. Pero lo más importante de mis días de estancia en
Santander fue mi descubrimiento de lo que mi muy querido
amigo “Chemi” como todos le decimos cariñosamente,
denomina como “Las industrias utópicas de Avelino”.
Fue lo descollante de mi estancia santanderina,
además de mis encuentros junto con mi Elena del alma,
con mis amigos de muchos años a quienes aprecio muy
grandemente. En especial al padre Isidro Hoyos, sacerdote
obrero que tanto bien hizo en Cuba en la localidad de
Alamar, en donde le dio vida a lo que hoy es la Parroquia
San Martín de Porres, y pudimos encontrarnos con él y
disfrutar de su compañía en su retiro de vida impuesto
por su salud y su edad.
Brevemente les cuento al respecto de lo que en realidad
son “Las industrias utópicas de Avelino”, una denominación
que considero muy atinada, porque la utopía es
siempre un sueño de lo que debería ser contra vientos y
mareas, frente a las realidades que no son y que deberían
ser erradicadas, transformadas y/o superadas en el buen
sentido de la palaba. Estoy consciente que me quedo corto
con esta definición, porque la utopía es mucho más que
eso, pero para el caso que les relato me sirve plenamente
como definición básica.
Primero les cuento quién es Avelino: un noble cura
obrero, o sea que vive de su trabajo como profesor de filosofía
ya jubilado y pensionado, con lo cual se mantiene
en su subsistencia sin depender del ejercicio del culto en
su función de Párroco de la Parroquia San Pío X de Santander.
Además de su nobleza como persona y hombre de
Dios, que en todo momento se desprende de su presencia
y modo de ser. Avelino Seco es, pues, un cura muy especial
en mi criterio muy personal.
En la Parroquia de Avelino se respira por completo el
ambiente del Vaticano II en toda su extensión, con una feligresía
activa que no cede a nadie
su protagonismo laico en el
ejercicio del culto Divino. Algo
que vi y viví plenamente en
aquel muy moderno templo erigido
en el bajo de un edificio.
Y, ¿cuáles son las industrias
utópicas de Avelino?, pues bien,
como cura obrero Avelino es un
emprendedor nato; y entonces
¿qué es lo que ha hecho Avelino?
Algo que debería ser muy cotidiano
para muchos pero que no
es. Acoger a emigrantes africanos
de acuerdo con sus posibilidades
en su pequeña parroquia;
y, para que se pudieran establecer
a plenitud, sin ser dependientes
todo el tiempo de la caridad cristiana,
Avelino ha comenzado a
crear en un viejo convento dominico
cercano a la ciudad con el
decidido apoyo de sus frailes, un
conjunto de pequeños centros
productivos acorde a sus posibilidades
como son un gallinero de
producción de huevos, un colmenar
para producir cera y miel de
abejas, una fábrica artesanal de
queso de cabra. Todo ello en las
pequeñas escalas que le han sido
posibles de momento, pero con
los correspondientes estudios de
factibilidad para aumentar sus
volúmenes y emplear a más africanos.
De ahí el concepto de
Utopía que les confiere nuestro
amigo Chemi, quien por demás
es otro cura en vida, que apoya plenamente a Avelino.
Y, ¿en dónde alberga de momento Avelino a sus emigrantes?
Ese es otro asunto muy importante con el que me
encontré, los tiene alojados en la casa que fue de sus padres,
herencia de Avelino y sus hermanos, que ha dedicado
para estos fines. Creo que sobran más comentarios, a buenos
entendedores pocas palabras. Europa necesita muchos
Avelinos y no olvidar nunca que los europeos fueron también
forasteros por miles y miles en épocas de la Segunda
Guerra Mundial y que no faltaron quienes en cumplimiento
de lo que se plantea en Mateo 25, 31 en adelante, los
acogieron, les dieron de comer, de beber, los vistieron, los
calzaron, y les abrieron espacios de vida y trabajo en su
respectivos países. Fueron muchos en Nuestra América los
que hicieron esto, como nos denominara nuestro José Martí.
Finalmente debo decir que los africanos y árabes que
hoy huyen a riesgo de sus vidas atravesando el mar Mediterráneo,
no son menos que aquellos europeos. Así lo pienso
y así lo expreso con mis respetos para el pensamiento
diferente y sin querer