La luz se fue
asfixiando, los músicos recogían sus instrumentos. El sol, en su parsimonia
dejaba caer chispas brillantes sobre los presentes. Las gotas de lluvia
desmaquillaban las risas de los rostros, sólo unos ojos grises acompañaban la
tristeza del momento.
Era alta y muy hermosa,
sus amigos la llamaban Kate. En pocos días se había convertido en la alegría
del Instituto. Su melena roja era sacudida por la fuerte brisa que azotaba su
rostro. No se supo dónde llovía más fuerte, si en el jardín o en esos ojos
tristes y nublados que se ahogaban en el silencio. Ya era una sombra que se
desvanecía lentamente ante el vapor de la tierra.
La vida había cobrado
muy caro su derecho a amar. Ese día asistía a su propio funeral
Carmen Pacheco
lasculpasylamuertedelamorii@hotmail.com
26 de julio de 2019
@Erotismo10
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