De neo opositores con pesebre e ideas altas a leales bajitos en todo
Eligio Damas
En Cumaná tener el pesebre alto, era esto que ahora vivimos, como que comer cuesta y es hasta una conquista olímpica. Eran aquellos tiempos de grandes dificultades y pocos sabían a ciencia cierta si en el día verían las tres, como ahora es habitual no sepamos si veremos la segunda. Pero eso nos pasó siendo muchachos, hijos de gente de la vieja Venezuela, casi entrando en la era petrolera, por demás humilde y de estudiantes, no como ahora estando viejos y después de haberle servido al país por casi cuatro décadas enseñando muchachos. Y lo peor no es eso, sino que nos ofrecen a cambio villas y castillos para lo que ya uno no tiene tiempo y más parece una oferta engañosa, pues a todas vista la dirección o camino a seguir es chimbo, pues pareciera creyeron podían aplanar la montaña andina con una pala. De donde hasta los niños están resultando víctimas, pues le niegan el presente por un futuro incierto, brumoso, por un camino incierto con un discurso romántico y hasta enternecedor.
De estas cosas me acordé y quizás por aquello que, por lo menos yo leí en Berthold Brecht y que a su manera también dijo Federico García Lorca, como que “Primero es el comer, la moral viene después”, pensando en gente humilde, sencillos trabajadores y de lo que uno sabe bastante. Como que en los tiempos de la lucha armada, unos cuantos de nosotros sin tener nadie a quien acudir, más era el tiempo que pasábamos pensando en comida que en la revolución.
“Los leales siempre y traidores nunca”, quienes en su mayoría no pertenecen a la clase obrera, pero si asumen que son sus dirigentes, quieren ignorar que esta tiene como meta inmediata la defensa del salario o lo que es lo mismo, el comer. Por supuesto, ellos también, “si no fuesen realistas”, palabra que ahora nada tiene que ver con monarquía, pero quizás con real, nunca apoyarían y menos serían leales siempre, en la medida que se les exige, a quienes no nos bajan el pesebre. El “kirchnerismo” perdió las elecciones en Argentina en los pasados comicios porque, entre otras cosas, el pesebre subió y ahora Macri corre el riesgo de perder con el adversario que antes venció porque dejó que aquél, el pesebre, subiera más la cuesta.
Mucha de la “lealtad” de ahora tiene que ver con eso del pesebre. Aunque debo advertir que hay pesebres de pesebres. En el más bajo nivel está referido a los “tres golpes”; pero hay quienes eso no le basta. Para ellos debe haber otras cosas menos pedestres y más exquisitas, como embajadas, ministerios, cargos parlamentarios, contratos, buenas sinecuras y, en fin, que les pongan donde “haiga”. En estas circunstancias, pues se trata de un “leal” exquisito, les sobrarán palabras entresacadas del diccionario, de uso académico y hasta disquisiciones filosóficas para adornarse de dirigentes y sesudos “intérpretes del proceso” que, según ellos, marcha viento en popa, pese los balurdos e ignorantes no lo perciban y hasta nada entiendan y solo piensan en comer. El comer es algo fácil y no hay nada que entender. Como que este socialismo, que más que todo “es un batallar contra las adversidades”; adversidades estas que en buena medida pudieran ser el resultado de no saber por quién luchamos y hasta que debemos hacer. Por eso ellos hablan sin que uno les entienda, pues su realidad es otra, de salud gratuita y de excelente calidad, de alto consumo de nutrientes y de tantas ventajas que depara ser leal.
Lo cierto de todo es que los trabajadores casi todos, quienes son el alma y herramienta vital de todo proceso de cambio, están inconformes; recordemos como Schemel recoge que casi el 60% de los venezolanos no apoya al gobierno ni a la oposición, lo que hace pensar que aquél y esta, en el mejor de los casos, tendrían apenas el 30% de apoyo cada uno. Y ese precario apoyo, o lo que es lo mismo, por decir lo contrario, esa enorme multitud de desleales y traidores, lo es por aquello que “primero es el comer”. Tanto es esto cierto que, todo “dirigente” del proceso que se precie de serlo y por serlo, por lo menos merodea, a causa de su lealtad, alrededor de quienes esta le demandan, no sufre de hambre o hasta mejor prefiere arrimarse al toro que es un pendejo en materia de cornadas cuando del hambre se trata. Y conste que esta hambre es de todo; es decir, de medicinas, transporte, ropa, abrigo, distracción, hasta servicios y afectos porque el hambre todo destruye.
Quien tiene el pesebre al alcance de la mano y de la boca, entendiendo esta como el medio de llegarle al estómago, sus razones tiene de molestarse cuando observa que alguien está insatisfecho, inconforme y hasta molesto, tanto como para sentirse “neo opositor”. Le estorba y hasta mueve el piso. Además le molesta que el tipo, quien pudiera no tener el pesebre alto, pero eso no le satisface, como le aconteció a Bolívar, Sucre, opte por asumir posiciones desafiantes y reclame no sólo al gobierno sino a la “tradicional” u oficialista oposición misma por el hambre de muchos. Este tipo, que si es leal de verdad y nunca traidor, porque sigue fiel a los principios, le produce más molestia que aquellos como aquel ya olvidado García (fíjense que ya ni me acuerdo el nombre) que “saltó la talanquera” y se pasó para la derecha con todo y equipaje, pues iba para quedarse allá. Y no fue por idealismo sino porque le quitaron de donde había. Es o fue de los tantos leales que después cogerse cuanto han podido se marchan “insatisfechos”.
Nos ofrecieron el cielo, ese que quisimos asaltar infantilmente; nos pidieron respaldásemos iniciar esa colosal hazaña y les dimos todo. Nuestra lealtad y hasta corotos. Le regalamos tranquilidad y derecho a vivir decentemente, sin lujos pero con dignidad para que pudiésemos emprender la marcha. Desde tiempo atrás sabemos que perdieron el camino, la brújula rota, sin tomar precaución alguna, la dejaron abandonada en el camino y como marchan al frente, quienes atrás venimos la hemos visto allí tirada. Dan vueltas y más vueltas buscando el mejor postor y se sabe a ciencia cierta que no conocen para nada el rumbo que llevan, pese ellos y los tantos con quienes comparten su pesebre, aunque siempre habrá más para unos que para otros, digan que la meta está allí y ya la aguaitan; y siendo así, como ellos aseguran, piden lealtad y califican de traidor a quienes por encima de las brumas del camino ven que se acercan a un precipicio y sin tener paracaídas porque estos también van en los pesebres y no alcanzan para tantos, optan por lo elemental, hasta supervivencia y resguardar el futuro, abrirse otro camino con otros conductores. Y eso, para ellos es deslealtad. ¿Cómo ser leal a quien perdió el camino, da vueltas y más vueltas y quiere que uno con él se hunda en el abismo?
El pesebre está alto y hasta dejamos lo subieran para que gradualmente nos lo volvieran a bajar, pero eso no pasa sino que sube sin discreción alguna, pero a nosotros, los de nuestra clase. Pero abundan quienes si lo tienen bajito por lealtad y haberle metido al gobierno las cabras en el corral. Y están allá y aquí ¿Y si eso pasa, cómo entender que esto tenga algo que ver con un proceso que supuestamente construye una sociedad de iguales o de menos desiguales, si cuando esto empezó la desigualdad era menos pronunciada y grosera?
El hambre da más “corná” que un toro de lidia y para el pueblo “lo primero es el comer, la moral viene después”.
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