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Julio
Carranza: “La economía socialista no es la supresión del mercado”
LA
HABANA. En intercambio con el equipo de Progreso Semanal, el profesor y
académico cubano Julio Carranza ofrece algunas opiniones sobre el actual
escenario económico en Cuba, relacionadas con la necesidad de acelerar la
implementación de las reformas económicas pendientes en el país.
El momento actual que vive Cuba requiere cambios
imprescindibles. Y existen muchas opiniones al respecto. ¿Cuáles señalaría
usted?
En
primer lugar debo decir que en mi opinión el proceso de cambios necesarios de la
economía cubana se ha ido retrasando. En lo que a mi y otros compañeros se
refiere venimos planteando esta necesidad desde el año 1995 en que se publica
nuestro libro “Cuba: la Reestructuración de la Economía, una propuesta para el
debate”, entonces la situación era diferente pero considero (otros quizás no)
que en esencia el tipo de transformaciones son las mismas que planteábamos
allí, al trazo grueso me refiero, obviamente con las actualizaciones y los
cálculos necesarios que se derivan de los detalles de la situación actual.
No es hasta hace algunos
años que, con la evolución del panorama cubano y los diferentes acontecimientos
nacionales e internacionales, se alcanzó un consenso más claro al respecto,
expresado en importantes documentos oficiales, como la Conceptualización del
modelo económico cubano, que da un amplio marco para la realización de ese
proceso, y luego la nueva Constitución, que reafirma esos espacios.
Algunas
importantes transformaciones se han realizado desde entonces, pero aún se está
lejos de alcanzar la profundidad y la integralidad necesaria.
Sobre
las diferentes propuestas existentes, comparto con otros compañeros el criterio
de que el país debe marchar hacia una economía socialista descentralizada,
eficiente, diversa e incluyente. En ningún caso hacia una restauración
capitalista.
El
proceso que argumentamos y que proponemos desde la publicación del libro
mencionado supone la diversificación de las formas de gestión y de propiedad,
incluyendo la propiedad estatal (o pública), la propiedad cooperativa y la propiedad
privada para pequeñas y medianas empresas, todas integradas en un sistema con
instituciones fortalecidas y legalmente reconocidas. Otra característica es la
prevalencia del liderazgo de las empresas estatales (públicas), las cuales
deberán alcanzar un importante nivel de descentralización y actuar en un
mercado regulado que le plantee fuertes restricciones financieras. Pero la
existencia de otras formas de propiedad es esencial para permitir una mayor
eficiencia a aquellas (estatales), que a su vez es un factor imprescindible en
el establecimiento de un liderazgo armonioso sobre el resto de los agentes
económicos del sistema.
Dicho
proceso supone también otra serie de medidas para que la economía funcione
adecuadamente como un sistema dinámico. Entre ellas se incluyen la reforma
monetaria/cambiaria y de la empresa estatal —ambas cuestiones son esenciales—,
el establecimiento legal de las PYMES, el ajuste del gasto presupuestario, la
creación de mercados de medios de producción (mayoristas), la mayor activación
del crédito, el ajuste de la política inversionista nacional y extranjera, la
descentralización del comercio exterior, el ajuste de la política fiscal y el
establecimiento de un marco regulatorio para articular todo lo demás. Todas
estas medidas han sido detalladas en textos anteriores, así como las han
analizado otros colegas. En resumen, estas deben dar lugar al crecimiento de la
eficiencia económica, pero también de la eficiencia social, basada en el
crecimiento de la productividad del trabajo y del empleo digno, factor esencial
de la inclusión social.
Aquí
quiero destacar algo, las transformaciones o se abordan de manera integral,
cuidando la secuencialidad y la simultaneidad entre las diferentes medidas o no
funcionarán bien. Esa es una cuestión esencial, no quiere decir todo al mismo
tiempo, pero todo en una secuencia adecuada y bien pensada.
Pongo
un ejemplo: En las condiciones actuales, al no tener de dónde obtener parte de
sus insumos sistemática y legalmente, el sector no estatal que se ha
establecido asiste con frecuencia a vías ilegales o alegales, que son las que
le quedan a falta de los necesarios mercados mayoristas de productos,
herramientas, maquinarias, etc. Esto da lugar a desvíos de recursos, con
frecuencia desde las empresas estatales, entrando toda clase de agentes
económicos en dinámicas de corruptelas que afectan fuertemente la economía y
también la conducta ética de muchas personas, con todas las implicaciones que
eso tiene. Una reforma integral puede en gran medida impedir todo esto y
organizar el conjunto de la economía y la sociedad en una dinámica positiva y
productiva. Habrá problemas y contradicciones que atender siempre, pero cuando
el sistema funciona estas se pueden controlar y superar adecuadamente.
Estoy
cada vez más convencido de que el camino es el avance integral en la reforma.
Las recientes declaraciones del Presidente de la República en reunión del
Consejo de Ministros parecen ser una importante señal en la dirección correcta.
Comencé
señalando el atraso de la reforma económica. Ahora el problema se complica
porque la situación es muy tensa y todos los pronósticos advierten sobre
notables contracciones de la economía como consecuencia de la actual crisis
mundial provocada por la pandemia de Coronavirus y la criminal política de
bloqueo reforzada cada vez más por la actual administración de Trump, lo cual
tiene impactos fuertes debido al carácter abierto de la economía cubana. Esto
no quiere decir que el bloqueo tenga la capacidad de paralizar la economía ni
su proceso de transformación, pero no se pueden olvidar sus consecuencias y
condicionantes.
O sea,
hay que manejar la crisis y a la vez hacer avanzar adecuadamente las
transformaciones pendientes, complejo proceso pero posible, en mi opinión es la
alternativa necesaria.
El
avance debe ser sistémico y coherente, lo cual, como apunte anteriormente, no
quiere decir todo a la vez, hay que definir etapas. De nada vale avanzar en un
sector sin la coherencia del otro. Por ejemplo, la reforma de la empresa
estatal no sería efectiva si se aborda como un ente aislado, sin que se den
pasos de avance con las PYMES no estatales, y viceversa. Sin un marco
institucional adecuado no podría avanzar efectiva y legalmente ninguna empresa
de ningún tipo.
También
hay otros aspectos importantes sobre los cuales es necesario actuar. El
gobierno ha trabajado en ello, como la definición de los sectores estratégicos
para concentrar la inversión en las actuales circunstancias. En este sentido el
impacto de la pandemia implica muchos cambios. En el caso del turismo, los
estudios indican que a corto plazo ya no tendrá las potencialidades de antes
por la afectación de los mercados. Este sector ha tenido una alta tasa de
inversión durante los últimos años, cuyo efecto queda temporalmente anulado
debido a la crisis, mientras la producción de alimentos es cada vez más
importante. Es imprescindible poner a funcionar al máximo posible las
capacidades instaladas que tiene el país en sectores que tengan condiciones
para operar en las actuales condiciones, e invertir en ellos. Desde esa
perspectiva, el sector agropecuario (incluida la agricultura y la industria) es
el más importante ahora.
Esto no
quiere decir que el turismo no mantenga su importancia estratégica para el
futuro, pues las condiciones naturales y culturales del país son muy favorables
para esta actividad y la infraestructura ya establecida es muy notable, pero no
tendrá impacto positivo inmediato para manejar y superar la crisis. El centro
de gravedad de la economía, si vale la expresión, deberá desplazarse
temporalmente a otros sectores.
En mi
opinión, es hora de abordar todo esto rigurosamente.
Se habla de la importancia del sector privado en la economía
cubana, tanto en el presente como en el futuro, en dependencia de las
condiciones de desarrollo que se le permita. ¿Cuál es su criterio?
Específicamente en el ámbito social, ¿qué impactos podría tener la ampliación
del llamado cuentapropismo en Cuba?
Como
señalé antes, es necesario un sistema económico único, más diverso y dinámico
donde las diferentes formas de propiedad y gestión formen parte orgánica de él,
bajo el liderazgo del sector estatal, donde este esté descentralizado y con
formas de planificación más flexibles y estratégicas, a la vez que un mercado
regulado desde el estado pero con regulaciones económicamente fundamentadas al
cual asisten todos los agentes económicos, estatales y no estatales.
El
sector no estatal (cooperativo y privado) no tendría el liderazgo de la
economía, pero su existencia legalmente reconocida en pequeñas y medianas
empresas dinámicas es imprescindible para que todo el sistema funcione bien.
Primero porque genera gran cantidad de empleo que el sector estatal no puede
retener si pretende ser eficiente; segundo, porque garantiza determinadas
producciones y servicios que pueden contribuir notablemente al crecimiento de
la economía y que, como ha demostrado la evidencia histórica, el sector estatal
no las puede realizar con eficiencia; y tercero, porque permite movilizar
capitales internos (ahorros) y externos (remesas), que de otra forma estarían
inactivos o no llegarían al país.
Ya los
llamados trabajadores por cuenta propia dan cuenta de casi la tercera parte del
empleo. Además, el sector no estatal es el más importante productor de
alimentos, actividad absolutamente esencial para el desarrollo y la seguridad
nacional. A todo esto habría que añadir que el sector no estatal ha estimulado
la creatividad y la iniciativa, sobre todo de las generaciones más jóvenes,
actualmente muy impactadas por la migración y por lo general con altos niveles
de calificación y aprendizaje tecnológico.
Es en
ese sentido que considero muy importante el sector no estatal de la economía.
Creo que es un error hablar de la parte socialista de la economía y la parte
privada. La economía es una sola, es un sistema. En el caso de Cuba defendemos
y argumentamos el carácter socialista de ese sistema, al cual se integrarían
dinámicamente todos los sectores, estatal y no estatal, con las proporciones y
regulaciones necesarias pero todos interactuando dinámicamente.
A la
pregunta de si puede haber sectores sociales afectados por esta dinámica, la
respuesta es sí. Cualquier política económica es acompañada por efectos de ese
tipo. De hecho, como consecuencia de las difíciles condiciones que ha
enfrentado la economía cubana desde los noventa, en combinación con algunas de
las medidas que se tomaron para enfrentarla, los índices de desigualdad en Cuba
han aumentado con el paso de los años. Aunque hace un buen tiempo no se publica
el índice Gini —indicador que mide la desigualdad—, las observaciones
especializadas muestran este hecho.
Este es
un tema muy importante. En un sistema socialista es irrenunciable el principio
de que nadie debe quedar desprotegido; es el papel de las políticas sociales
dispuestas a atender a esos sectores vulnerables y compensar adecuadamente los
efectos negativos de las políticas económicas. Pero estas deben ser más
focalizadas y eficientes, no con subsidios generalizados a toda la población
como ha sucedido hasta el momento. Eso no excluye —por el contrario, refuerza—
el carácter universal y gratuito de determinados servicios sociales, como la
educación, la salud, la seguridad pública, etc. Son conquistas irrenunciables.
El abordaje conjunto de las políticas sociales y determinados subsidios estatales
sería parte importante del sistema socioeconómico, pero con una correspondiente
fundamentación económica y social que se apoye en una política fiscal adecuada
y progresiva. Vistas así, son perfectamente viables y sostenibles por el
estado.
En ese llamado al desarrollo de la mediana y pequeña empresa,
¿qué papel podrían desempeñar las cooperativas no agropecuarias? ¿Qué medidas
se necesitarían, o qué obstáculos deberían eliminarse para que ese rol fuera
posible?
Las
formas cooperativas tanto agropecuarias como no agropecuarias deben ser parte
importante de las nuevas formas de gestión y propiedad, ya se tiene una amplia
experiencia sobre esto, lo cual permite identificar lo que funciona y lo que no
funciona.
Parte
de lo que afecta a las cooperativas es lo mismo que afecta a los otros agentes
económicos, por ejemplo la falta de un mercado de medios de producción y de un
sistema de créditos más dinámicos, además de una política fiscal más
económicamente fundamentada y en condiciones de funcionar bien. En el caso
específico de las cooperativas agropecuarias ha sido negativo el alto nivel de
interferencia por parte de las estructuras de gobierno que actúan en el sector
agropecuario, incluyendo la falta de eficiencia de los mecanismos de acopio, el
manejo de los precios, etc. Estas lecciones también hay que tomarlas en cuenta
para las cooperativas no agropecuarias.
Sobre
el importante tema de la agricultura quiero subrayar que desde la década del
noventa se han tomado decisiones que modificaron las formas de propiedad y
gestión en ese sector estratégico. De una producción agropecuaria que en su
mayoría era estatal, solo queda un 18 por ciento de las tierras cultivadas
gestionadas directamente por el estado. El resto funciona bajo formas no
estatales (diferentes tipos de cooperativas, usufructuarios, campesinos
individuales, etc.). Sin embargo, el subsistema de producción agropecuaria,
caracterizado por fuertes formas de intervención y control de las estructuras
gubernamentales, incluyendo las actividades de comercialización y de asignación
de recursos ejercidos monopólica e ineficientemente por Acopio, continúa siendo
el mismo de antes de estos cambios. Esto es causa de disfuncionalidades en la
producción agropecuaria y agroindustrial, fundamentalmente de alimentos,
que se expresa en los insuficientes resultados actuales, es un problema de la
mayor urgencia que en mi opinión es necesario resolver. Es parte de la
integralidad del cambio.
El día cero, referido al proceso de unificación Monetaria y
cambiaria en Cuba, está anunciado hace un buen tiempo. Se han tomado algunas
medidas que indican que este proceso ya ha comenzado, pero los pasos
definitivos aún no llegan. ¿Considera usted que es este un buen momento para
llevarlo a cabo? ¿Por qué?
Las
autoridades del gobierno, en sus más altos niveles, han reconocido en varias
ocasiones la necesidad de la reforma monetaria y cambiaria y su voluntad para
implementarla. Sin embargo, es aún una cuestión pendiente. Esta reforma, por un
lado, es necesaria y urgente, y por otro es extraordinariamente compleja.
Es
necesaria y urgente porque la existencia de la diversidad de tasas de cambio
entre las diferentes monedas circulantes y la sobre valuación del peso cubano
(CUP) en el sector estatal dan lugar a fuertes distorsiones en la medición de
la economía. Se habla de la necesidad de una “mentalidad exportadora y de
sustitución de importaciones”, pero las condiciones de la economía bajo el
actual sistema monetario y cambiario conducen a todo lo contrario. Apelar a esa
mentalidad es bueno, pero no cambiar las condiciones que la impiden es predicar
en el desierto. Es, también, compleja. En sí misma supone un cambio importante
en las proporciones y los tipos de recursos en manos de diferentes agentes
económicos, incluyendo a las empresas, a los trabajadores y a la población en
general. De hecho, habría empresas que podrían quebrar debido a la modificación
de la tasa de cambio, porque en estos momentos se manejan con la sobrevaluación
de la moneda nacional (CUP).
El
punto esencial y más complejo de la reforma monetaria y cambiaria es
precisamente la tasa de cambio. Esta es también un precio dentro del sistema
económico, pero de tanta importancia que impacta en casi todos los demás. La
actual diferencia entre las diversas tasas existentes es tal que su reforma
implicaría la necesidad de una reforma general de precios, un tema que necesita
ser abordado con los criterios adecuados, incluyendo el debate sobre el
mercado, pero no solo sobre el mercado.
Un
punto que cabe destacar es que la segunda moneda nacional establecida hace
algunos años ya —el peso convertible (CUC)— pretendía sustituir la circulación
directa de dólares. Esto suponía mantener determinada equivalencia entre los
nuevo CUC y el dólar, además de una determinada oferta para esa moneda. Sin
embargo, por diferentes razones, el carácter del CUC se ha ido desnaturalizando
y ya no juega la misma función que en sus inicios, pues no tiene los mismos
respaldos con los que fue concebido.
He aquí
una razón de más para la unificación monetaria. Pero, en mi opinión, esto no
excluye que se permita el uso directo de divisas en espacios específicos (zonas
francas) que permita a los diferentes agentes económicos y a la población en
general que disponga de esta moneda (remesas incluidas), acudir a estos lugares
para realizar las llamadas “importaciones en frontera”. Hay que tener en cuenta
que hoy millones de dólares salen del país en manos de importadores informales
(no ilegales), que traen mercancías al país, las mismas que perfectamente
podrían ser importadas por el estado (medios de producción incluidos) y ser
vendidas en las zonas francas a precios adecuados, dejando una ganancia
comercial razonable en las arcas del estado. Esto no quiere decir que se
prohiban las importaciones particulares, pero el estado podría tomar el control
de esa actividad en mejores condiciones y conveniencias.
Aunque
algo de eso se ha hecho con las tiendas especiales en divisas que se han
abierto, aún el mecanismo es inestable, ineficiente y lento.
Antes
me refería a la necesidad de la integralidad en la transformación. El tema
monetario y cambiario, que es parte de eso, tiene que ser abordado a pesar de
su tremenda complejidad, pues se requiere simultanear la urgencia de la crisis
con lo estratégico de la transformación. Esto no quiere decir que la
devaluación o las devaluaciones secuenciales se implementen de manera inmediata,
pero de lo que no hay dudas es que debe ser abordada lo antes posible y en
correspondencia con el resto de las transformaciones.
Muchas
decisiones se fueron postergando y ahora hay que asumirlas todas. Por etapas,
con todas sus complejidades, pero se puede, hay que poder, puesto que no quedan
muchas opciones. Entiendo que hay equipos de especialistas de alto nivel
trabajando con el gobierno específicamente en la reforma monetaria y cambiaria,
pero, insisto, esta no tendría sentido como una medida aislada, sino que es
parte de una reforma integral.
Una
idea final, en las actuales circunstancias internacionales cualquier
alternativa socialista es difícil, pero a la vez no sólo necesaria sino
posible. La actual pandemia le deja al mundo muchas interrogantes y también
muchas lecciones, una de ellas es la incapacidad del capitalismo como sistema
global, sobretodo en su versión neoliberal, de proteger efectivamente los
intereses de las grandes mayorías de la humanidad a la vez que la
sustentabilidad del planeta, hace tiempo que en este sentido las evidencias
sobran y ahora se refuerzan dramáticamente en todas partes con los efectos de
la pandemia del COVID-19.
Pero
claro, en sentido general, la existencia de estas evidencias no quiere decir
que el mundo necesariamente marchará de inmediato por una ruta alternativa,
puesto que los límites siempre son políticos. Pero al hablar de una alternativa
socialista es necesario debatir acerca de qué estamos entendiendo por eso, y
sobre todo en las condiciones específicas de cada país.
Cuba
vive situaciones complejas, pero tal como entiendo el socialismo, la economía
socialista, no es la supresión del mercado. Tampoco la supresión total de la
propiedad privada sobre los medios de producción. Se trata, en mi opinión, de
la supresión de la hegemonía del capital, de la subordinación del interés
privado al interés público y de la subordinación del mercado a la sociedad.
El
estado y sus instituciones deben ser la garantía de todo esto en una dinámica
de adecuada inclusión y representación. Un estado socialista y democrático en
el sentido más profundo de ese concepto. En particular, la transformación de la
economía requiere análisis técnicos y estadísticos muy rigurosos y
especializados, pero estos no deben estar distanciados de consideraciones y
objetivos sociales y políticos claros. De lo contrario caeríamos en
“tecnicismos fríos”, que en nada contribuirían al proyecto de nación que
comparto.
Aunque
ha atravesado por dificultades enormes, ha obtenido logros extraordinarios y
también ha cometido costosos errores, algunos sin justificación, la Revolución
Cubana como proceso histórico es esencialmente un proyecto de nación que supone
la plena independencia, la soberanía, la autodeterminación y la seguridad
nacional del país, así como el desarrollo económico y social, la justa
distribución de la riqueza, la inclusión y la democracia.
Ambas
dimensiones forman parte del mismo proceso y se condicionan mutuamente. Sin
soberanía y autodeterminación no habría un futuro para la nación donde quepan
los intereses legítimos de los cubanos. ¿Es difícil alcanzar estos objetivos en
los tiempos que corren? Sí, pero, ¿es imposible? No.
Nota: Julio Carranza es Doctor en Ciencias
Económicas y profesor cubano.
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