De cuando la revista The Economic metía miedo con el comunismo a tiempos del coronavirus
Eligio Damas
La diaria revisión de los medios nacionales e internacionales me ha revivido un asunto de significativa importancia; de cómo los medios publicitarios, ideológicos del capitalismo, reproducen estrategias y hasta formas intimidatorias del pasado, con abundancia y sin discriminación. Y es que en cada coyuntura que el modelo y los intereses de EEU se sienten amenazados, no por nadie en particular ciertamente, sino por las crisis periódicas que le son inherentes, sus agencias de publicidad optan por amedrentar, especialmente al público norteamericano y, por supuesto, a todos aquellos a quienes puedan llegar en su área de influencia. En los últimos años, la economía norteamericana no se siente segura, pues aparte de los asuntos propios del modelo nacional, está sufriendo la seria competencia de otras potencias, dentro de la misma lógica capitalista, como Rusia y China. Y es curioso, aunque no accidental, que ambas potencias aparezcan relacionadas con las pasadas propuestas socialistas de los partidos comunistas del país asiático, el de Mao Ste Tung y del universo de los antiguos zares y Stalin.
Todo lo anterior, Mao y Stalin, que son cosas del pasado, la publicidad de las agencias ideológicas de EEUU, las traen al presente de manera maniquea para asustar, meter miedo, tanto como que en aquellos dos países, el asiático y el euroasiático, aquellos modelos continuasen existiendo. En la historia de la economía y política de esos dos países, según esa publicidad, nada ha acontecido. Todo sigue exactamente igual como entonces. China es el país de Mao y su concepto del socialismo; la URRSS no ha desaparecido y sigue mandando Stalin.
Entonces, según esa prédica propagandística, ideólogica aberrante, sobre el mundo vuelve, para decirlo cual en el tango argentino, “como el pasado que torna”, la amenaza de los comunismos Chino y Soviético. Y esto se agrava o mejor dicho la locura se exalta, cuando el coronavirus deja en evidencia las injusticias del modelo y pudiera predisponer a los trabajadores a plantear nuevas conquistas. Antes de la pandemia, ya a Bernie Sanders y sus acompañantes, unos clásicos social demócratas, se les ha acusado de comunistas por planear mejoras en los salarios y la asistencia social.
Y como decía al principio en los medios y las llamadas redes sociales, corren con persistencia y abundancia, las prédicas anticomunistas, según las cuales es comunista toda cosa que sea humana, generosa y justa. Hasta la solidaridad de los pueblos es comunista porque pone en peligro la competencia “libre”, lo es la OMS por alertar del peligro de no atender con el debido cuidado las normas inherentes al combate de la pandemia. Y es comunista quien reclame salarios justos, precios acordes con aquellos, limitaciones a la excesiva ganancia y la acumulación de capital. Eso que China en lugar de vender done en grandes cantidades insumos médicos para combatir la pandemia es comunismo. Por cierto, muchas de aquellas regulaciones ya existen en las sociedades europeas y también en EEUU, pero se vuelven comunistas si se aplican o reclaman para nosotros.
Todo lo anterior se complementa con el trabajo que sigue, escrito y publicado en agosto de 1993, donde hablamos de lo de meter miedo con el comunismo, como estrategia de la dominación dentro y fuera de EEUU. Lo que dice, sobre todo a los jóvenes, no se trata de una cosa nueva, sino algo viejo y desgastado para chantajear a la gente. Observe el lector, que en la fecha antes indicada, The Economic, estaba amenazando y advirtiendo sobre comunismo refiriéndose al no incremento del IVA y al aumento de gasolina en aquella época y como el no hacer eso fue sinónimo de comunismo. ¿Cuál sería entonces el enfoque sobre el gobierno de Maduro, sus políticas salariales, precios que favorecen a comerciantes y productores, la casi anunciada alza del precio de la gasolina y los terroríficos precios que se nos vienen de los servicios públicos?
Leamos pues como en lo los inicios de la década del 90 se atemorizaba con el comunismo, como ahora.
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La revista norteamericana The Economic, parece haber revivido con sus recientes afirmaciones y predicciones sobre la economía venezolana, aquella vieja manía, muy en boga en la década del cincuenta, según la cual todo lo fuese bueno para América Latina, algunos grupos norteamericanos lo consideraban malo para ellos y viceversa.
En aquella atmósfera de guerra fría, todo aquel que entre nosotros halagase un gesto, una opinión o una conquista del poder soviético, inmediatamente se le acusaba de agente del imperio comunista y propagandista vergonzante al servicio de una causa innoble. De otro lado, se asumía que lo yanky era condenable. Lo único que se podía elogiar era el swing maravilloso y perfecto de Ted Williams, el arrojo beisbolero de Mickey Mantle y el casi mágico dominio del bate de Stan Musial, el cardenal mayor, sobre la zona de strike.
Por aquella “lógica” elemental, a los latinos nos dividían, como una torta cortada en dos mitades, entre "despreciables capitalistas" e "inhumanos y vende patrias comunistas".
En el propio país de Abraham Lincoln y de los poetas Witman y Poe, la furia anticomunista del general MC Arthur, primero y del ex-jefe de la CIA, Hoover, después, hicieron de aquel simplismo la esencia de su política persecutoria contra toda opinión diferente al primitivismo de las suyas.
Era aquella una concepción absurda, derivada de la guerra fría y una nefasta herencia del enfrentamiento entre las grandes potencias.
Pero aquel simplismo parece haberse legalizado y prolongado en la manera de razonar algún sector de la dirigencia norteamericana. Primero fue Mc Arthur. Luego Hoover, quien desafió el poder del propio presidente de los Estados Unidos y le acusó junto a su hermano Bob y los dirigentes de los derechos civiles - vale decir de los derechos de los negros- de comunistas.
Para Hoover y toda la basura que le seguía, comunismo era reclamar el derecho de los negros a abordar el mismo autobús, comer en los mismos restaurantes que los blancos. De un niño negro a inscribirse en una escuela con blancos. Y hasta reclamar elecciones en América Latina.
Esta inmunda lógica hooveriana y macartista la aplica The Economic en sus análisis y predicciones sobre el futuro de la economía venezolana.
Lo que es comprobadamente malo para el pueblo de Venezuela, es celebrable y bueno para The Economic.
Es así como la revista que refleja el interés de los grandes capitales norteamericanos, de estrechos vínculos con los afortunados propietarios de la deuda externa del paìs y de América Latina toda, encuentra méritos en la desastrosa política económica del régimen de CAP. Elogia con descaro una administración que pulverizó la clase media y condenó al hambre y abandono a la mayoría aplastante de los venezolanos. A un régimen que hundió en el desespero a todo el mundo, incluyendo a lo mejor de su propio partido y colocó al borde del colapso al sistema democrático.
A The Economic le angustia que no se hayan continuado a contrapelo aquellas políticas, incluyendo el IVA y el aumento de la gasolina, lo que garantizaría el pago de la deuda externa. El costo, que no sería otro que más miseria para los venezolanos, poco importa a los editores de la prestigiosa revista.
Menos mal que las ideas de The Economic no reflejan el pensamiento del pueblo de Lincoln y de gran parte de su dirigencia.
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