viernes, 7 de junio de 2019

MIKE POMPEO, ALI BABA Y 40 OPOSITORES PRESIDENTE. "ABRETE SESAMO"

Mike Pompeo, Alí Babá y 40 opositores presidente. “Ábrete Sésamo”
Eligio Damas

           En la historia de Alí Babá, esa que hasta estuvo metida en la niñez de uno, hay como una truculencia, pues según una versión no formó parte originalmente de “Las mil y una noches”, sino que fue agregada para que apareciese bajo el cobijo de aquella. Pero no cabe duda que alcanzó un éxito tan grande como esta misma. Tanto que hasta logró como una comodísima independencia y fuerte personalidad, pues el común de la gente que de ellas supimos, solemos pensarlas independientes y por separado.
           La de Alí Babá habla de 40 ladrones, una banda que el célebre personaje llegó a comandar.
           Y uno, que vio la película de niño, allá en el cine Pichincha o en el Paramount, aquel que estuvo donde ahora el Teatro Luis Mariano Rivera, en Cumaná, y leyó la historia unas cuantas veces, y no olvida aquello de “Ábrete Sésamo”, conjuro bajo el cual se abría la puerta de la cueva de los ladrones, al leer las recientes declaraciones de Mike Pompeo, eso de “Serían más de cuarenta personas quienes creen que son el heredero legítimo de Maduro -
https://cnnespanol.cnn.com/2019/06/05/pompeo-reconoce-que-mantener-unida-a-la-oposicion-venezolana-ha-mostrado-ser-tremendamente-dificil/- y recordando el uso que frecuentemente se le daba a la frase del título, como que todo tugurio de mala fama se le llamaba con el nombre de aquella cueva  que pudiera no haber tenido nada de infantil, pero los infantes de mi tiempo bastante la “disfrutamos”, pues jugamos ser los bandidos y simulábamos una cueva con puerta corrediza, por aquello impresionante de una piedra enorme que se desplazaba horizontalmente para permitir la entrada a una cueva al pie de una gigantesca montaña, al gritarle “Ábrete Sésamo”. Y el juicio de Pompeo a uno se le antoja como con doble intención por eso de escoger justamente la cifra de cuarenta. Y cuando dijo aquello el jefe de la diplomacia gringa, vimos correr la enorme piedra o cortina y detrás de ella, dentro de la cueva, a esas cuarenta figuras.
            Pompeo, como todo político norteamericano que se respete, tiene muy clara su meta. Sabe bien lo que busca. Pero no tiene nada de los nuestros, entre quienes abundan los interesados en explicar, hasta con rigurosidad científica y pedagógica, si eso le es posible, los fenómenos que abordan. Si de esa vaina nada saben inventan o repiten discursos que oyeron a otros. Ellos, los norteamericanos, no, y Pompeo es un producto original. La política la asumen como un negocio y las cifras entonces juegan un rol preponderante. No hay en ellos nada de alquimistas, magos o poetas. Tampoco les interesa enseñarle nada a nadie ni que quienes les siguen aprendan y entiendan con rigurosidad el asunto. Para ellos es suficiente decir lo que les conviene para justificar sus actos que, generalmente, se apoyan en la fuerza de las armas y el dinero. Las razones se imponen o se compran. Y Pompeo, por sus habituales intervenciones y figura, no deja duda que es un riguroso apegado a esa escuela.
       Si se revisa y analiza la frase arriba citada, se concluye sin duda que es no sólo de mal gusto sino que constituye un total irrespeto a quienes le sirven e intentan ayudarle, más que a salir de Maduro, a cumplir el gran sueño americano, apoderarse de Venezuela y sus recursos. Pero si se pone el interés debido en la cifra, que es como demasiado sugerente – cuarenta – e inexorablemente se piensa en “Alí Babá”, uno concluye de nuevo en lo de siempre, a Pompeo, o mejor digamos al Departamento de Estado, sus aliados nada significan y menos valen, por eso el trato tan indelicado. Además, como se suele decir, “cada ladrón juzga por su condición”. No es poca la plata que en cada bajada de mula han tenido que entregar a sus socios de acá para terminar como están.
         De quienes intentan ayudarle para que logre su meta de someter a Venezuela a su redil, dijo de manera indelicada y procaz “En el momento en que Maduro se vaya, todos levantarán la mano y [dirán],Tómenme, soy el próximo presidente de Venezuela”.
        Esta última expresión, por demás irrespetuosa, sobre todo cuando se refiera a sus aliados y el uso de aquella cifra, cuarenta, explica que uno, inmediatamente, piense en la “Cueva de Alí Babá”, pues sin duda eso quiso Pompeo. Pero dice algo más, como para que a uno no le quede dudas, “Lamentablemente, todos estaban conspirando para sí mismos.” Y explica que por eso, el mayor dilema de ellos, el Departamento de Estado, ha sido “mantener a la oposición unida, ha demostrado ser tremendamente difícil”.
                No es trabajoso comprender la pobre valoración que tiene de sus aliados, pues según cree, todos, sin excepción trabajaban en función de sus intereses personales o “estaban conspirando para sí mismos”. Lo que dicho de manera sencilla, forman una banda de cuarenta oportunistas.
           Pero quienes se toman el trabajo de pensar sobre Venezuela y todas las circunstancias que la coyuntura comporta, sabe bien que el juicio de Pompeo es demasiado pobre. Lo es desde la perspectiva como juzga a sus aliados y el cómo concibe el proceso político nuestro.
            Para él, de manera simple, las dificultades que han confrontado para unir a la oposición se derivan de las inocultables aspiraciones presidenciales esas “cuarenta personas”, que según su apreciación, quieren sustituir a Maduro. Lo que sería una muy infeliz manera de diagnosticar la enfermedad. Pero es lo que ya dije, a ellos no les interesa abordar el tema como es, con la rigurosidad que demanda y menos hacer públicas las razones verdaderas, les basta como ya dije, decir lo que les conviene y por hacerlo no les importa agredir, descalificar y hasta ofender a sus aliados.
            La desunión opositora no está determinada por el simplismo de Pompeo. Lo está por algo muy obvio pero sustancial. Cada grupo en la oposición, como es habitual en el universo todo, tiene una visión de país y hasta una de cómo relacionarse con Estados Unidos y cualquier otro del mundo. No todos piensan como quiere el señor Pompeo. Incluso unos quieren que EEUU invada, se lleve por delante lo que sea, tomo lo que le venga en gana, quiere y le convenga aunque nos dejen las migajas y otros no. Estos son más respetuosos de su dignidad y hasta hay quienes no quieren la injerencia extranjera en los asuntos venezolanos. Y eso lo sabe Pompeo, si no por sí mismo, por los expertos y asesores que tiene.
            Pero la verdad no interesa decirla porque no conviene. Ante los hechos, irrefutables y hasta demasiados vistosos, como que la oposición es un saco de gatos, con tantas diferencias entre ellos y como las que anidan contra el gobierno que les imposibilita para diseñar un programa de lucha y hasta para ponerse de acuerdo en las formas, opta por ocultarlas y achacárselas a las aspiraciones personales de las distintas figuras opositoras, tal esas cuarenta personas que quieren ser presidente de Venezuela. Y sí él dice eso con premeditación y hasta alevosía, uno sin querer ni tener vela en el entierro, piensa en “Alí Babá y los cuarenta ladrones” y aquella enorme piedra que se desplazaba horizontalmente de derecha a izquierda al sólo grito de “Ábrete Sésamo”. Eso es lo que él quiere, descalificar a la oposición toda para quedar como la piedra angular de todo y se le vea como el destinado –uno nunca sabrá por quién – para decidir nuestro destino. Porque no hay duda que Pompeo piensa que la soberanía popular es pura paja, pues siendo Venezuela como él la mira, una cueva con cuarenta ladrones adentro, basta que el grite “ábrete sésamo”, mientras la allana con sus marines, para que aquella se diluya.




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