domingo, 9 de junio de 2019

EDIFICIOS HABANEROS

Ciro Bianchi Ross (cirobianchiross@gmail.com)To:you + 26 more Details
Edificios habaneros
Ciro Bianchi Ross
Quiere el escribidor hablar en esta página sobre algunas edificaciones
habaneras que se construyeron con un propósito o que en un momento
determinado tuvieron  una finalidad específica y terminaron siendo
otra cosa. O de mansiones que fueron demolidas para aprovechar su
espacio en la construcción de grandes edificios, como la morada del
oculista Horacio Ferrer que dio paso al rascacielos de la esquina de
Línea y L. La embajada de Adolfo Hitler, en la intersección de H y 19,
también en El Vedado, es, desde hace años, una casa de vecindad. Como
una casa de vecindad es asimismo el palacete que perteneciera a la
familia del líder político Eduardo Chibás y que por no dejar de ser
fue antes sede de la funeraria “Alfredo Fernández”.
El Hospital Anglo Americano de El Vedado es ahora residencia para
médicos en tránsito. El bufete de las Tres C (Carlos Miguel de
Céspedes, José Manuel Cortina y Carlos Manuel de la Cruz) en la calle
O Reilly parece ser hoy un comedor obrero. El palacete art novau de la
esquina de Reina y Lealtad fue construido para vivirlo por el jabonero
Ramón Crusellas y sirvió ya en la década de 1960 como redacción de la
revista Cuba. Trasladada esta en 1988 albergó la dirección de una
empresa textil y hoy da asiento a una dirección municipal del
Ministerio de Cultura, aunque hubo el intento de destinarlo a sede del
museo de Centro Habana en virtud de los valores arquitectónicos y
artísticos del inmueble.
En el espacio que ocupa la heladería Coppelia hubo en los años
iniciales de la revolución un complejo turístico (restaurante, bar,
cabaret…) y antes, el hospital Mercedes. La tienda por departamentos
Flogar ocupa desde mediados de la década de 1950 el lugar del café La
Isla, famoso por sus helados y sus dos salidas a calles diferentes que
permitían escapadas oportunas. Cines como Florida, Gran Cinema y
Alegría, antiguo Martha, pertenecen hoy al Circo Nacional, en tanto
que salas como Apolo y Santa Catalina  acogen a sendas compañías de
teatro infantil. La Coca Cola, antes de que se construyera su moderna
fábrica  de Santa Catalina y Palatino, se elaboraba en la calle
Alejandro Ramírez número 66. El bufete del doctor Mario Lazo a quien
se suponía el hombre fuerte de CIA en Cuba, en el noveno piso del
Motor Center, en Infanta y 23, es ahora una apacible oficina del
Ministerio del Comercio Exterior…
En muchos casos fueron cambios que sobrevinieron porque la sociedad se
transformó después de 1959, y otros fueron llegando porque sí, porque
la vida se modernizaba, la ciudad crecía, mejoraba la tecnología y se
imponía un aprovechamiento mejor del espacio con las ganancias
consiguientes.
De no haber triunfado la Revolución, ¿hubiera existido un museo de
artes decorativas en la casa de la Condesa de Revilla de Camargo?
¿Existiría un museo napoleónico en la casa de Orestes Ferrara? ¿Se
hubiera construido el Pabellón Cuba en la esquina de 23 y N o se
habría destinado ese espacio a un edificio de muchas plantas en una
ciudad que a partir de la ley de propiedad horizontal de 1952 se había
disparado hacia arriba?
Antes de construirse el llamado Palacio de Justicia (actual Palacio de
la Revolución) el Tribunal Supremo sesionaba en el Palacio del Segundo
Cabo,  en la Plaza de Armas; el Tribunal Superior Electoral en O
Reilly número 311, y la Audiencia de La Habana en un viejo caserón que
a no existe, en Tejadillo esquina a Mercaderes. La Cámara de Comercio
de la República funcionaba en lo que hoy es el Hotel Raquel.
LA CASA DE LAS VIUDAS
En una bella mansión de dos pisos, situada en Capdevila número 6, cuyo
frente mira hacia la entrada del Túnel de La Habana y que, aunque en
una reparación de nunca acabar, es la sede del Museo Nacional de la
Música, funcionó desde 1936 el  Ministerio de Estado. Había sido la
lujosa residencia de la familia Pérez de la Riva, un inmueble de
estilo italiano con salones espléndidos para recepciones, banquetes y
recibo de embajadores, pero totalmente inoperante para oficinas. Allí
se mantiene esa secretaria hasta su traslado, ya en la Revolución, al
edificio que todavía ocupa en El Vedado.
    En los años 40 no había tantos ministerios como ahora, Ninguno de los
que existían en aquella época se encuentra en el mismo sitio de
entonces. El desaparecido Premierato, las oficinas del Primer
Ministro, radicaba en la Avenida de las  Misiones número 1. El
Ministerio de la Agricultura se mantuvo en 23 y P hasta que cedió su
espacio al Ministerio del Trabajo, situado en los años 40 y 50 en
Oficios numero 52. El de Comercio, en Teniente Rey y Mercaderes y
Comunicaciones en el convento de San Francisco (Oficios número 170).
Educación tenía sus oficinas en Oficios y Muralla, y Gobernación, en
el antiguo colegio de Belén, en  Luz y Compostela. En Cuba y Obispo y
en Belascoaín y Desagüe  radicaban las secretarias de Hacienda y
Justicia, respectivamente. Obras Públicas en Cuba y Sol (convento de
Santa Clara). Salubridad, en Belascoaín esquina a Estrella, donde
radica hoy el Instituto de Diseño, en la llamada Casa de las Viudas
porque allí durante un tiempo se dio amparo a esposas de oficiales
españoles muertos durante las guerras de Cuba. El Ministerio de
Defensa estaba en Monserrate esquina a  Empedrado, donde radicarían
luego las oficinas del DTI y ahora la sección administrativa del Museo
Nacional.
    Por cierto, en el edificio de Monserrate y Empedrado era óptimo el
aprovechamiento del espacio. Al menos eso parece cuando se sabe que
allí radicaban, además del Ministerio de Defensa, los departamentos de
Tránsito y Dactiloscopia de la Policía Nacional y la Primera Estación
de ese cuerpo.
    En los años 40 el Buró de Investigaciones tenía s sede en Belascoaín
y Concepción de la Valla. Llegó a la Revolución una policía montada
que tenía su cuartel en una elevación contigua al desaparecido
sanatorio antituberculoso de La Esperanza, actual hospital Julio
Trigo.
CASA DE LAS AMÉRICAS
Parece un templo. Vista desde fuera, la Casa de las Américas remeda el
lugar de culto de alguna denominación protestante o semeja un edificio
traído de otra ciudad y sembrado en la esquina de Tercera y G, en El
Vedado. Una especie de tumba egipcia, escribe el narrador Lisandro
Otero en sus memorias.
    Se trata en verdad de un edificio construido para la Sociedad
Colombista Panamericana. Funcioaba allí además una Casa Continental de
la Cultura y tenía su sede la Sociedad de Escritores Americanos. Se
había construido sobre una vivienda que Lisandro recordaba de su niñez
y que evoca    en su libro Llover sobre mojado como un castillete barroco
recargado de guirnaldas de piedra y grecas talladas en cantería.
    Allí, en el gran salón del tercer piso, tuvieron lugar las sesiones
del llamado Diálogo Cívico, que presidió don Cosme de la Torriente;
encuentros entre personeros de la dictadura batistiana y
representantes de  los partidos políticos tradicionales, aquella
oposición “atomizada y pedigüeña”, de la que hablaba Fidel Castro a la
sazón en México, y que pretendía por la vía de las conversaciones
buscar una solución a lo que Jorge Mañach llamó “el drama de Cuba”.
    Hubo en aquellas jornadas discursos brillantes de parte y parte, pero
el encuentro de políticos de una  y otra banda en aquella Casa
Continental de la Cultura no pasó de un diálogo de sordos. La
oposición pedía la renuncia de Batista y Batista, por supuesto se
negaba a renunciar.
    En los días iniciales de 1959 la Revolución ocupó el edificio de
Tercera y G, pero no había una idea clara acerca de su destino. En un
primer momento el edificio de adscribió al Ministerio de Estado
(Relaciones Exteriores) y Raúl Roa, al asumir la cancillería, tuvo
allí su despacho.
Fue por esa época que en el edificio empezaron a entrar los que harían
posible la Casa de las Américas, creada por decreto en abril del
propio año y que presidiría la inolvidable Haydée Santamaría.
23 y M
No siempre Miramar fue el barrio diplomático y empresarial por
excelencia. En la segunda mitad del siglo XIX cónsules y hombres de
negocios extranjeros se asentaban en el Cerro, y todavía en el siglo
XX allí estaba, en la calle Santa Catalina número 4, la embajada
norteamericana que recorrió no pocos lugares hasta que construyó el
edificio actual en El Vedado.
    Sin ir muy lejos, en la Manzana de Gómez se localizaban las embajadas
de Uruguay y Venezuela; en el edificio Abreu la de Costa Rica, y en la
Lonja del Comercio, las de Chile y Noruega. Bélgica, Perú, Bolivia,
España y Paraguay también tenían sus oficinas en La Habana Vieja, y
Colombia, en  Centro Habana. En El Vedado estaban las de Dominicana,
Haití, Francia, Argentina, Ecuador, Italia, Gran Bretaña, Japón,
Panamá, Portugal, el Vaticano  la ya aludida Alemania. Solo Brasil,
China y México tenían sus cancillerías en Miramar.
    Quizás ninguna otra edificación tuvo en La Habana de los años 60 un
cambio tan radical de función como la funeraria Caballero, en 23
esquina a M, De casa mortuoria pasó a ser un centro cultural. Se
inauguró en enero de 1968,en los días de Congreso de La Habana que
reunió aquí a figuras muy notables de la intelectualidad mundial.
Pero por razones largas de explicar no demoraría en tener otro
destino.


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Ciro Bianchi Ross
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