Se rompió la
cadena económica mundial
Por
Hedelberto López Blanch
La economía
mundial, que ya presentaba grandes lagunas en 2019, acabó de estremecerse
violentamente al romperse el eslabón que la sostenía debido a la aparición y
propagación del nuevo coronavirus Covid 19 el cual ha puesto en vilo a toda la
humanidad.
Varios indicadores
macroeconómicos auguraban que desde hacía un tiempo, la economía global estaba
al borde de una nueva crisis parecida o superior a la de 2008 cuando comenzó
por Estados Unidos con la quiebra del banco de inversiones Lehman Brothers.
La políticas
de “sanciones” o mejor dicho, extorsiones aplicadas por Washington contra
numerosas naciones del mundo, comenzaron a provocar una disminución del
comercio mundial.
Los
especialistas explicaban hace pocos meses que a diferencia de la crisis mundial
anterior debido al endeudamiento de los gobiernos, familias y debilidad fiscal
de los bancos, en esta ocasión ocurriría por los pasivos acumulados de las
grandes empresas (deuda corporativa) y por la deuda soberana de muchos Estados.
En el
transcurso de 2019, ocurrió la desaceleración económica en varias naciones por
lo que disminuyeron los pedidos de materias primas, se redujeron producciones,
aumentaron los precios, la inflación y las fuentes de empleo se dirigieron mayormente
a los servicios y al sector informal de la economía.
El portal Proyect Syndicate,
explicaba que los mercados emergentes se estaban enfrentando a serios desafíos
y presiones mundiales, como la desaceleración de China, el deterioro comercial de
materias primas, creciente inflación, la debilidad de la moneda en varias
naciones, que aumentaban el valor real de la deuda acumulada durante la última
década.
Es decir,
antes de la aparición de la pandemia del Covid-2, la economía mundial estaba
entrando en un proceso de recesión al debilitarse el comercio internacional
cuyo mejor ejemplo es que en seis meses, de septiembre de 2019 a marzo 2020,
bajó 84 %. A la par, bajaban las esperanzas de crecimiento para casi todos los
países.
Ahora, con
la rápida expansión del coronavirus se han aglomerado una cadena de negativas
consecuencias como pánico en los mercados financieros, fuga de capitales, caída
de los precios del petróleo, devaluación de las monedas frente al dólar,
quiebra de empresas, desaparición masiva de puestos de empleo y como
consecuencia la amenaza de una recesión global.
La industria
sin humo, desde los primeros momentos, se convirtió en la más perjudicada. La
Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA) estima que el impacto será
superior a la crisis financiera de 2008 o al provocado por el derribo de las
torres gemelas de Nueva York en 2001.
La IATA
informó que los precios de las acciones de las aerolíneas cayeron entre 25 % y
30 % y los transportistas perderán más de 120 000 millones de dólares por ese
desastre sanitario.
En línea
directa con esa estimación, el Consejo Mundial del Viaje y el Turismo significó
que el desplome de la demanda de pasajeros internacionales eliminará más de 50
millones de empleos en la industria turística global.
En cuanto al
precio del petróleo, antes de la pandemia había bajado por disputas entre la
OPEP y Rusia y se acrecentó con el frenazo en la demanda por los efectos del
tsunami sanitario. El barril se cotiza en estos momentos entre 25 y 30 dólares.
Para tratar
de suavizar los efectos negativos en la Bolsa de Valores, la Reserva Federal
(FED) de Estados Unidos bajó los tipos de interés al 0 % y anunció compras de
deuda por 700 000 millones de dólares pero eso no fue óbice para que se
desplomara Wall Street y bajaran el Dow Jones y el Nasdaq.
El Bank of
America declaró que la economía del país norteamericano “ha caído en una
recesión” y prevé que la economía “colapse en el segundo trimestre de 2020”. El
virus se propaga por toda la nación y no se sabe cuando se podrá detener,
mientras el presidente Donald Trump realiza incoherentes declaraciones que
apuestan por apoyar una economía en contra de la vida de la población.
Goldman Sachs considera
que el 50% de los estadounidenses contraerá el virus (unos 150 millones de
personas), y en Europa también lo adquirirán decenas de millones de sus
habitantes.
Por lo
tanto, la economía mundial ya esta recibiendo un contundente golpe y los que
más se afectarán son las naciones en desarrollo que no tienen reservas
monetarias para enfrentar la paralización de sus intercambios comerciales y la
fuerte baja del turismo del que muchos dependen. En América Latina se estima un
decrecimiento del 1,5 % para este año.
La
consultora McKinsey & Company y Bloomberg consideraron que con este
escenario las pérdidas globales podrían alcanzar los 2,7 billones de dólares.
Mientras
estos cálculos suceden, China, por donde se inició el virus y considerada
actualmente como la locomotora de la economía del orbe, después de alcanzar el
pico de contagio, ha pasado a la fase de recuperación y cerca del 95 % de las
grandes compañías y el 60 % de las pequeñas y medianas empresas han comenzado a
funcionar.
Esperemos que
tras los desastres económicos, financieros y humanos que dejará esta pandemia,
las naciones con sistemas neoliberales, comprendan la imperiosa necesidad de
implementar programas sociales que salven a sus poblaciones por encima del
enriquecimiento de unos pocos como ha estado ocurriendo en los últimos 30 años.
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