La arruga que se corrió, cómo tantas se corren, el 19 de abril de 1810. No todo puede ser el COVID-19
Eligio Damas
No todo puede ser el COVID-19, es malo eso dejarse atropellar y lo es atropellar a los demás. Como es malo lo que en Margarita ha reventado, un asunto como una escuela, es lo que he entendido, internado a tiempo completo, con alumnos de 12 años, dedicada exclusivamente al aprendizaje y entrenamiento de beisbol. Y como eso aparece asociado a la pandemia, pues en esa escuela se localizó una buena cantidad de contagiados, el asunto como la pandemia misma, está ahora ocupando buena parte del espacio informativo. Quizás por esas cosas que a la gente toda tiene consternada, podamos pasar desapercibido que mañana es 19 de abril, o para mejor decirlo se cumplen 210 años que los caraqueños se alzaron no exactamente contra la corona española sino el dominio francés y de los Bonaparte y a favor de Fernando VII rey de España. Y con ello dieron inicio a alzamientos repetidos en toda la Capitanía general de Venezuela que hasta llegaron al fondo del continente. Y no se trata tampoco de hablar de aquello como se habla de los muertos sino de todo lo que sigue vivo y clamando libertad.
Aquella no fue la primera manifestación contra el dominio español. La historia oficial en las sociedades clasistas, siempre ignora lo que hacen los pueblos, humildes y explotados. Le ha parecido que en todo gesto de estos está ausente grandeza y nobleza; sólo prevalecen bochinche, desorden, guachafita y rochela; por eso todo lo que entre ellos acontezca destinado está al olvido, ignorancia y hasta dejadez de parte de los archivos. Los negros cimarrones, alzados contra la explotación y organizados en comunidades solidarias, como los quilombos brasileños, pasaron a la jerga de la dominación como sitios despreciables, hasta de prostíbulos habla el Drae, por algo es “de la real academia española” y en Venezuela le llamaron despectivamente rochelas. Hasta la novelística venezolana del avanzado el siglo XX, así lo percibe. Hay en la novela venezolana como en la de Gallegos, Manuel Díaz Rodríguez, referencia a gestos de los sometidos a la esclavitud pero de los considerados despreciables por la moral del grupo dominante, cual aquellos de la violación de niñas blancas por negros, siendo la violación de niñas negras por los blancos un acontecimiento del cual nunca se habló, pues se tenía como un derecho natural de los supremacistas; sin entender que aquello de la venganza, una respuesta como instintiva, no podía ser fácilmente sustituida por un grupo al cual hasta le habían negado el derecho a elaborar respuestas constructivas.
Ciertamente la de abril de 1810, fue la primera de blancos criollos, o mantuanos, como en una extraña expresión contra y a favor al mismo tiempo de la monarquía española. Contradicción que tendrá que ver con la fugacidad de aquel experimento. Para decirlo, a la manera del discurso festivo fue un extraño aquelarre clasista que, pese lo concurrido, no dejó de excluir. Propietarios de tierras y esclavos; comerciantes, más o menos grandes y pequeños; contrabandistas, en fin mantuanos, pardos, blancos, isleños, intelectuales progresistas y hasta monárquicos, por preservar lo que Napoleón en Europa deshacía, se acordaron por conservar “los derechos de Fernando VII.”
A pobres del campo y la ciudad, los venidos de África y sus descendientes, les dejaron fuera.
También es verdad que parte de aquel mantuanaje, aún después del 5 de julio de 1811, dudó de la pertinencia de declarar la independencia. Lo que no tuvo nada de extraño ni distinto a sus aspiraciones iníciales.
Hasta ese día de abril se habían producido distintas manifestaciones de inconformidad. Se llegan a contar más de veinte. Pero todas ellas fueron más contra la esclavitud y el carácter de las relaciones comerciales, que el sistema en su conjunto. Negros alzados, amotinados en quilombos y rochelas, no tuvieron importancia alguna; como tampoco, toda aquella reacción de contrabandistas acosados y reprimidos por la Guipuzcoana, porque en eso andaba el pueblo rebelde e indigno de aparecer en gestas precursoras.
La protesta de Juan Francisco de León, en Panaquire, sólo aspiró un mejor tratamiento de parte de la Compañía Guipuzcoana para los hacendados y comerciantes de Barlovento; lo que le reportó el respaldo lógico de los mantuanos del Cabildo caraqueño.
En cambio, el negro libre José Leonardo Chirinos, Gual y España, atentaron contra la espina dorsal del sistema. Sus programas vinculaban la independencia de Venezuela con el abolicionismo.
El movimiento de José Leonardo Chirinos expresó el interés de los esclavos y de los grupos intermedios. Gual y España, con sus protestas sociales y económicas, que incluía solicitud de comercio libre, recogieron el deseo de muchos, menos de las autoridades coloniales, opuestas a la independencia y de mantuanos contrarios a la eliminación de la esclavitud.
Por esto, no fue raro el gesto mantuano de salir a las calles de Caracas y La Guaira a pedir las cabezas de Gual y España y, cuando en Coro, organizaron partidas de cacerías de cimarrones afectos a José Leonardo.
Esta experiencia confirma algo que muchos políticos no deberían olvidar. La necesidad de establecer prioridades; definir la contradicción fundamental, los aliados y acciones correspondientes para resolverla.
Si un rasgo caracteriza a la Venezuela de ahorita, abril del 2020, es que ninguna de las dos tendencias, la oposición extremista y el gobierno, valoran eso de la contradicción o contradicciones fundamentales, sino que sobreponen a eso sus caprichos, compromisos hasta inconfesables y el muy desacertado diagnóstico que para su consumo y gusto, se han hecho del momento venezolano.
El 19 de abril condujo a la formación de una junta de gobierno a nombre de Fernando VII, porque los grupos más progresistas, provenientes tanto de los mantuanos como de los pardos, hicieron concesiones al mantuanismo conservador para llevarle a aquella toma de posición.
La declaración de independencia y abolición de la esclavitud fueron postergadas. La primera se alcanzará en 1811, dando nacimiento a una república nonata que naufragará prontamente para sumergir a los venezolanos en una larguísima y cruenta guerra por la independencia. Sin olvidar que, como dijese Alí Primera, después de derrotado aquí, aquel español “se volvió gringo” y continuó el dominio. Lo segundo, lo del abolicionismo, es historia larga, penosa y habla muy mal de las clases que dominaron política y economía venezolanas en ese período. El abolicionismo en Venezuela no fue una conquista de las luchas de los sometidos a la esclavitud sino que resultó de una como auto disolución del modelo, cuando el esclavo se volvió una carga para sus propietarios. Todos los decretos, gestos anteriores de abolición se quedaban en el papel y el modelo continuaba hasta que dejó de ser funcional y productivo y entonces se procedió como quien bota una máquina que ya no es rentable o repararla, mantenerla resulta muy costosa.
Aquellas arrugadas las corrieron, las escondieron en una pomposa manifestación contra los Bonaparte y a favor de Fernando VII para dejar todo como estaba; pocos meses después declararon la independencia, como decir ni con uno ni lo otro, pero mantuvieron intacta la estructura y los derechos. Quienes antes gozaron de todas las prerrogativas y derechos seguirían en lo mismo e igual los condenados al abandono, miseria y a la nada; lo que causaría una guerra larga, muy larga y por demás cruenta.
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