Entre fogones Única e inolvidable Charles Farigola, propietario del restaurante-bar La California, dice no temer a la competencia. Pero el trabajo es enorme, agotador, por la falta de profesionalismo, añade, y reconoce que a menudo hay que enfrentarse con gente que parece estar detenida en el tiempo, sin luz larga. <<Ya somos más de dos millones de cuentapropistas, recalca, y, por suerte las mentalidades empiezan a cambiar>>. Hace solo nueve meses que se inauguró este establecimiento culinario que propone una experiencia única e inolvidable, y que sin dejar de ser un negocio proporciona a su dueño gran satisfacción espiritual. Se vincula al proyecto cultural del solar de La California, de donde toma su nombre. Una casa de vecindad que fue escenario de los triunfos iniciales de Chano Pozo, el tamborero más grande que ha dado Cuba. El lugar que fue cuna del jazz latino. -El cliente busca el entorno. Se entusiasma luego con nuestro servicio de excelencia y se deslumbra con la comida que disfruta en un ambiente inmejorable --comenta Farigola y precisa que muy acertada parece a la clientela que la casa cuente con varios salones, cada uno con la decoración apropiada, para escoger según el gusto y la ocasión. Añade que, sin que llegue a ser gourmet, La California propone una cocina diferente. La carne de cerdo que allí se lleva a la mesa proviene de animales que se alimentaron con salcocho; las especies que se utilizan son importadas, al igual que otros muchos productos como el arroz, el tomate en conserva fue sustituido por el tomate natural... Un horno de leña confiere un sabor artesanal a la amplia gama de pizzas que se confeccionan en la casa que cuenta, por otra parte, con una bodega de vinos con más de cincuenta referencias. Su forma de elaborar el pulpo ha hecho famosa a La California, y también platos como el cordero y la ropa vieja. Precisamente, ropa vieja sobre un lecho de garbanzos es de los platos de mayor demanda. El visitante quiere saber cómo viven los vecinos del barrio, que hasta comienzos de la década de 1960 fue una de las zonas de tolerancia más extendidas y sonadas de La Habana. Quiere adentrarse en detalles de la música que cobró vida en la casa de vecindad y acercarse a las creencias religiosas de ese grupo poblacional. CON MENÚ PROPIO TRES CAPAS DE CHOCOLATE Dicen que las pizzas de El Guajirito --Zulueta entre Gloria y Apodaca, La Habana Vieja-- son mejores que las italianas. La afirmación podrá parecer exagerada, pero no lo es. No son buenas; son espectaculares. Este restaurante, que ocupa el lugar que en los años 20 del siglo pasado perteneció al histórico Centro Obrero, está totalmente lleno o casi en las horas de almuerzo y cena, pese a sus precios. Dijo su gerente al columnista de Entre fogones que los precios son altos porque no está concebido para el público cubano. De su carta resultan recomendables la ropa vieja y el picadillo, así como la mariscada. Hace el columnista una sugerencia especial para la hora del postre: el dulce llamado tres capas de chocolate. CUBA PASIÓN Dos nuevos establecimientos abrieron sus puertas recientemente en esta capital. Son Somavilla; piano, bar, restaurante, en 15 y H, Vedado, y Cuba Pasión; cigar lounge, bar de tapas y restaurante con cocina gourmet tropical, en l entre 27 Y Avenida de la Universidad, también en el Vedado. El primero se ubica en la casa que fuera del notable músico cubano Rafael Somavilla, fundador y director de la recordada Orquesta Cubana de Música Moderna. Ofrece noches musicales en vivo y ameniza las cenas el pianista Adolfo Guzmán hijo. Amplia es la carta de cocteles y hay ofertas especiales de fin de semana con tables a precios aceptables. El lomo de cerdo a lo Somavilla, el cordero al estilo Cantabria y el camarón a la catalana sobresalen entre los platos principales. Mientras, en Cuba Pasión son muy demandados la langosta que lleva el nombre de la casa y que se perfuma al whisky y el pollo a la vasca, en tanto que los tostones rellenos con ropa vieja y camarones, las brochetas rústicas de jamón serrano y el carpacho de pescado acaparan las preferencias entre los entrantes en este restaurante que se ubica en un viejo caserón restaurado en la legendaria Loma de Aróstegui, a las puertas de lo mejor de La Habana. EN EL HABANA LIBRE Hay verdadera creación en los sándwiches y baguettes de la cafetería del Hotel Tryp Habana Libre --23 esquina a L, Vedado--. El que parece llevarse la palma es el sándwich de la casa, un entrepán de atún, cebolla, pimiento, tomate, huevo y aceituna, Aunque no le queda muy atrás el sándwich hielo con salmón ahumado, alcaparra, aceituna verde, pepino encurtido y mayonesa. Hay un sándwich Tokyo y por no dejar de haber otro dietético a base de pechuga de pollo, tomate y lechuga. Para los amantes de lo tradicional están los sándwiches de jamón y fantasía de q ueso y de jamón y queso. El mexicano se prepara con chorizo, cebolla, guindilla picante, tomate y papas fritas, y el londinense con carne de res asada, espinaca, berenjena y papas fritas, mientras que el sándwich criollo se compone de tomate, lechuga, pierna de cerdo, jamón, queso y mayonesa. Un sándwich criollo que nada tiene que ver del sándwich cubano que no incluye tomate ni lechuga entre sus componentes. CON DENOMINACIÓN DE ORIGEN El sándwich cubano merece párrafo aparte. Había en La Habana de los años cincuenta del siglo pasado cuatro o cinco sitios que estaban entre los primeros lugares si a ese entrepán se refiere. Eran el bar OK, en Zanja esquina a Belascoaín; el bar Encanto, en Galiano, cerca de la tienda de ese nombre; el café El Siglo XX, en Belascoaín y Neptuno, y la Bodega de Paco, --se llamaba, en realidad, La Lonja-- en 23 y 8, en el Vedado, hasta que Paco decidió sentar tienda en la cafetería Niágara, en Santa Catalina y Juan Delgado, en Santo Suárez. Compartían honores los que se elaboraban en el bar Sloppy Joe's, de la calle Zulueta, establecimiento que volvió a abrir sus puertas. Toda una novedad en la época fue la salsa especial con sabor a chorizo que se le adicionaba al sándwich en el café El Cedro del Líbano, en Artemisa. En los años 60 se llevaron la primacía los sándwich de El Asia, en el paradero de la Víbora, El Cangrejito, en Porvenir y C, en Lawton, y La Asunción, en Porvenir y Luyanó. De todos, la medalla correspondía a los de La Pelota, en 23 y 12, en el Vedado, y los de la cafetería del sótano del Hotel Nacional. No se piense solo, sin embargo, en grandes establecimientos gastronómicos. Los preparaban también, y muy buenos, en cualquier esquina habanera, en puestos de madera y cristal, semejantes a los de las fritas, y que, aunque no se movían del espacio donde se instalaban, disponían de ruedas a fin de simular que sí lo hacían; manera de eludir o reducir los impuestos. En los bares, una vidriera en la que se le leía la palabra <<Lunch>> era el predio exclusivo y privilegiado del lunchero. Cualquiera que fuera el sitio --bar, café, puesto esquinero...-- donde prestara servicio, un buen lunchero era un artista que, con gracia, movía y entrechocaba sus cuchillos en el aire para coger el ritmo y colocaba sobre una tapa de pan los ingredientes que trabajaba sobre un pedazo de madera. Era todo un ritual. Al final cortaba el pan al medio, de una manera oblicua que facilitaba la mordida y con lo que formaba dos cuñas que disponía con los cortes hacia fuera para que el cliente apreciara lo que aprisionaban. Todo era a base de cuchillo y magia, sin empleo de la lasqueadora eléctrica ni de la tostadora, artefactos que llegaron después. Los había de todos los precios, desde veinte centavos hasta un peso, y eran de tal proporción que muchos preferían compartirlo o guardar una mitad para más adelante. Ya en los años 60, el sándwich llegó a costar un peso con veinte centavos. Sus ingredientes podían variar según la época y en consonancia con las normas del establecimiento donde se elaborara. El sándwich cubano contempla lascas de jamón de pierna cocido y ahumado y de pierna de cerdo asada al jugo. También una lasquita de mortadella y otra de queso, preferiblemente gruyere, así como un pepinillo encurtido agridulce. Puede usarse también jamón serrano bien seco. Una de las tapas del pan se unta con mantequilla, y la otra, con mostaza americana suave y pastosa. El pan resulta esencial en su elaboración. Es el llamado pan de agua, suave y sedoso, que se deshace en la boca. A juicio del cronista sándwich cubano es una denominación de origen. Y como tal hay que respetar ese bocadillo que es cima y orgullo de nuestra gastronomía rápida y popular. Algunos afirman que para degustarlo como es, hay que hacerlo fuera de Cuba, como en Las Islas Canarias o en La Carreta, de Miami. La aseveración no es justa. Hay, es cierto, lugares en que son mejores que en otros, pero aun así, aquí y allá, no son extrañas las adulteraciones ni que se pretenda pasar gato por liebre. Retrato del chef El sabor de los 50 Carlos Cristóbal Márquez Valdés se acercó a la cocina por necesidad. Su madre estaba seriamente enferma, el padre --marinero mercante-- pasaba largas temporadas fuera de Cuba, y él, que era entonces todavía un niño, debía velar, bajo la orientación de la abuela, por la alimentación de sus hermanos más pequeños. Hoy Carlos Cristóbal es uno de los grandes chefs cubanos. Su restaurante --La Comercial Cubana San Cristóbal-- ocupa, aseguran los resultados de rigurosas encuestas internacionales, uno de los primeros lugares entre más 443 establecimientos habaneros de su tipo. Largo es el camino que recorrió hasta aquí. En 1986 se graduó como chef en la Escuela de Alta Cocina del Hotel Sevilla y a partir de entonces trabajó como cocinero en el Hotel Riviera y en casi todos los grandes hoteles de La Habana, y en la Escuela de Hotelería de la Corporación Cubanacán fue profesor ayudante de Cocina hasta que se calzó la cátedra en propiedad. Su experiencia internacional es enorme. Trabajó en Brasil, México, Bolivia, Estados Unidos, Italia y sobre todo España, donde después de lucirse en un restaurante pasó a trabajar para una figura de la sociedad cuyo nombre se reserva. Hoy reconoce, sin embargo, que muchos de los platos de su catálogo, que él perfeccionó en los fogones, se los enseñó a elaborar su abuela. Y dice que a la hora de cocinar, más que por las carnes, se inclina hacia los mariscos, los que trabaja siempre con placer por la amplia creatividad que le permiten. Admite en eso el influjo de otro gran chef cubano, Gilberto Smith Duquesne, el ya fallecido Rey de la Langosta; <<un gran maestro, dice Carlos Cristóbal, que inspira mucho en la cocina>>. La Comercial Cubana San Cristóbal <<es fruto del sacrificio de toda mi vida>>, asegura este hombre nacido en Camagüey y que tenía solo un año de edad cuando su familia se instaló en La Habana Vieja. Invirtió una fortuna en las antigüedades con las que decora los salones de su establecimiento: Que llevan los nombres de Embajadores, Real, y Eclesiástico, así como el patio. Piensa que muchas de las piezas que hoy son parte de su patrimonio se hubieran perdido de no haberlas rescatado y le place exhibirlas para que, sobre todo, sus clientes más jóvenes las conozcan, valoren y disfruten. Cree que tiene esa deuda con los que vienen detrás. La casona donde se ubica este restaurante remite, con su estilo ecléctico, a otras épocas. Se ubica en el barrio de San Leopoldo, en el municipio de Centro Habana, quizás la localidad habanera menos turística, pero sí de las más auténticas si del cubano de a pie se trata. Eso preocupa poco a Carlos Cristóbal Márquez Valdés. En su opinión al turismo de ciudad no le interesa Miramar ni el Country Club. Para eso tiene a Manhattan. Le interesa una Habana con sus cuarterías, barbacoas y gente ociosa sentada en los contenes de las aceras a cualquier hora del día y de la noche. La Habana de las rumbas de cajón y las chancletas de palo, sincrética y misteriosa, de raíces africanas y españolas, cosmopolita. La urbe de mulatas barrocas, puente mitológico, al decir del poeta, entre lo real y lo irreal. Comer en La Comercial Cubana San Cristóbal es acercarse al sabor de los 50. De manera invariable, una fuente de tapas, obsequio de la casa, antecede las comidas. La conforman platillos con aceitunas, ceviche de berenjena y de pescado, hojuelas de yuca, un surtido de quesos, salmón, jamón serrano, tortilla española, frituras de malanga y salpicón de mariscos. Y rematan las comidas un licor y un puro habano, como presentes del restaurante. Como para repetir la visita. Y todo a precios razonables, aseguran los que pueden comparar. Son numerosos los notables que han visitado el lugar. Sin ir más lejos, durante la pasada cumbre de la Comunidad Latinoamericana de naciones cinco mandatarios comieron aquí en una sola noche. Sus catorces empleados aseguran un servicio de excelencia, valor añadido a la exquisitez de la cocina. Ese es el resultado de muchas horas de trabajo, del énfasis que se da a las tareas, del amor y la dedicación con que se acometen, expresa Carlos Cristóbal Márquez Valdés, y añade seguro de sí mismo: <<No me siento el propietario de este restaurante. Yo soy su chef>>. Sabores de mi país Silvia Mayra Rollos de carne 4 Servicios Ingredientes: Cuatro bistecs grandes, 2 naranjas agrias, 6 dientes de ajo, 1 cebolla grande, 400g de jamón, 1/2 taza de queso rallado, 4 huevos, 4 cucharadas de aceite, 1 cucharada de vinagre, 1/4 cucharadita de orégano, 1/2 cucharada de comino, 1 hoja de laurel, 1 taza de vino blanco o vino seco, pimienta y sal a gusto. Preparación: Limpie y pique la cebolla en ruedas, limpie y machaque los ajos en un mortero. Lave y machaque los bistecs. Pique el jamón en lascas. Ponga los bistecs en una fuente y adóbelos con el zumo de la naranja, los ajos, la cebolla y sal, y déjelos por espacio de 30 minutos en el frío. Haga con cada huevo una tortilla fina. Ponga encima de cada bistec una tortilla, añada las lascas de jamón y el queso rallado. Enróllelos como si fuera un brazo gitano y amárrelos con un cordel. Asegure bien los extremos para que no se salga el relleno. Vierta aceite en una cazuela y póngala a fuego mediano, dore en ella los rollos de carne y añádales el adobo, el vinagre, el vino blanco o vino seco, el orégano, el comino, la hoja de laurel, la pimienta y sal a gusto. Déjelos cocinar durante 40 minutos hasta que la carne esté blandita. Si es necesario le agrega más vino. Sírvalos en una fuente. Acompáñelos con arroz blanco, tostones o tachinos y ensalada de vegetales frescos. -- Ciro Bianchi Ross cbianchi@enet.cu http://wwwcirobianchi.blogia.com/
sábado, 6 de septiembre de 2014
ENTRE FURGONES
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