viernes, 12 de septiembre de 2014

"LA ENGANADORA"


"La engañadora". Cómo surgió el primer chachachá
Ciro Bianchi Ross

 
Prado y Neptuno ha sido, desde tiempos inmemoriales, una de las
esquinas más céntricas de La Habana. Un lugar de encuentro y
referencia. Un sitio que ha mantenido su preeminencia pese a los
muchos cambios que, a lo largo del siglo XX, se operaron en sus áreas.
Un lugar que se inscribe de manera indeleble en la crónica habanera
porque allí nació el primer chachachá.

Muy cerca de allí, en Prado y San Miguel, volvió a abrir sus puertas,
totalmente remozado y ampliado el Hotel Telégrafo, donde pasó su
estancia  cubana la familia del asesinado presidente Madero,  mientras
que del café Las Antillas,  punto de reunión, en la década del 50, de
un grupo de poetas entre los que sobresalían Fayad Jamís, Rolando
Escardó  y Luis Marré, no queda ni memoria.

Rialto dejó de ser una sala de cine desde hace muchísimos años, en
tanto el café Los Parados sigue parado en su mismo sitio. En la
esquina de Neptuno y Prado estaba el bar Partagás, que ya no existe,
como tampoco existen el café Alemán ni el restaurante Frascati.

En la acera opuesta se ubicaba, en la época colonial,  el llamado
Bodegón de Alonso, propiedad de Alonso Álvarez de la Campa y del
hermano, padre y tío de uno de los estudiantes de Medicina fusilados
en 1871. Ese bodegón se convirtió después en el café Las Columnas,
célebre por la  champola de guanábana que entusiasmó a Federico García
Lorca en su visita de 1930.  Ahí no acabaron los cambios.

Con posterioridad, el espacio del café Las Columnas fue ocupado,
sucesivamente, por los restaurantes Miami y Caracas hasta que hace
algunos años se inauguró allí el café-restaurante que lleva el nombre
de A Prado y Neptuno. En los altos estaban los amplios salones del
Centro Castellano, que alquilaban los sábados y los domingos para
celebrar bailes públicos. Y es a esa sala de fiestas a la que quiere
referirse el cronista porque allí surgió La engañadora, el primer
chachachá.

¿Cómo surgió esa célebre melodía creada por el maestro Enrique Jorrín?
Se han dado varias versiones sobre su origen, la más extendida de las
cuales es la de la trifulca que en el propio salón de Prado y Neptuno
protagonizaron dos mujeres durante un baile que animaba la orquesta
América, en la que Jorrín tocaba uno de los violines. Según esa
versión, una de las mujeres envueltas en la pelea lucía senos rotundos
y amplias caderas, pero lo fue perdiendo todo en el combate pues se
trataba únicamente de relleno. El compositor, que vio la bronca desde
la tarima de la orquesta, se dice,  se fue entonces al servicio
sanitario y allí empezó a escribir el célebre chachachá.

Es esa una buena historia, pero es falsa, aunque no son pocos los que
aseguran, al referirla, que se la escucharon contar al mismísimo
Enrique Jorrín. La historia del origen de La engañadora es otra. Su
autor la contó en 1987.

Relataba  Jorrín que una tarde de sábado caminaba por la calle Infanta
cuando reparó en una mujer de formas exageradas, muy provocativa, que
avanzaba en sentido contrario. Al verla, detuvieron su marcha los
vehículos, el policía de tránsito de desentendió de lo suyo y todos
los hombres la siguieron con ojos codiciosos. Aquello era algo
descomunal, precisaba el Maestro. Al verla caminar hacia él, un sujeto
se arrodilló en la esquina de Sitios e Infanta y empezó a rezarle como
si fuera una virgen. Sin disimular su desagrado, la dama pasó junto al
hombre e hizo un gesto despectivo. El tipo, molesto, se puso de pie y,
 dirigiéndose a los que contemplaban  la escena exclamó:

-Tanto cuento y cuando vienes a ver es de goma...

A Jorrín y sus compañeros de orquesta llamaba mucho la atención una
muchacha que, siempre vestida de hilo blanco, era de las habituales en
los bailes de Prado y Neptuno. Una mujer muy bella, de formas
llamativas, sin dudas, pero algo raro advertían en ella los músicos.
Las partes visibles de su cuerpo no armonizaban con lo que se ocultaba
bajo el vestido. Era como si se tratara de dos mujeres diferentes.

Una noche, al ella entrar al salón, Jorrín la siguió con los ojos
desde la tarima. No lucía como siempre, sino desarreglada, como si no
hubiese tenido tiempo de componerse antes de llegar al baile, como si
se hubiese vestido sin quitarle el perchero a la ropa.  El compositor
siguió con atención los movimientos de la joven. Esquiva, sin apenas
responder a los saludos, se escurrió hasta el tocador. Minutos después
salía de allí con la apariencia que le era característica. Jorrín
relacionó entonces a la muchacha del salón  con la mujer opulenta que
vio en la calle Infanta y con lo que el hombre despechado dijo acerca
de su anatomía, que sus formas  podían ser  de goma...

-Esta es la verdadera historia de La engañadora, precisaba el
compositor en 1987, aunque hay quien crea que yo vi a una persona con
relleno... No fue así.

En México

Enrique Jorrín Oleaga nació en Pinar del Río, la más occidental de las
provincias cubanas, en 1926. Tenía el niño cinco años de edad cuando
su familia se instala en La Habana. Hace aquí el pequeño Enrique
estudios de música y a partir de 1941 forma parte, de manera sucesiva,
de diferentes orquestas, entre ellas la muy célebre de Antonio Arcaño,
hasta que en 1946 se integra a la orquesta América.

Compone Jorrín algunos danzones, como Doña Olga, que pegó fuerte en la
preferencia del público. Sorprende con un nuevo ritmo y no sabe cómo
llamarlo. Piensa que el nombre pueda ser mambo-rumba. Pero el caso es
que al compás de La engañadora los bailadores comienzan a hacer
filigranas y a sacar nuevos pasos y no se sabe bien si fue el sonido
del güiro en el acompañamiento o el escobillado de los pies de los
bailadores lo que dio lugar al nombre. <<Chachachá, chachachá es un
baile sin igual...>> repite el coro en la siguiente pieza de ese estilo
que compone Jorrín, Silver star.

Escribe le musicógrafo cubano Cristóbal Díaz Ayala: <<¡Qué clase de
hijo le ha nacido al danzón¡ Tiene de él el sentido rítmico y la
dulzura criolla, pero es nuevo, se presta a nuevas figuras de baile y
sobre todo es más cómodo  de bailar que el mambo, de pasos tan
complicados y rápidos. Se puede cantar y como en el danzón, se pueden
ajustar a su ritmo boleros y otras composiciones musicales, y además
es fácil componer chachachá y otros autores seguirán a Jorrín>>.

El chachachá causa furor en Cuba. Se venden 13 000 copias del disco de
La engañadora y siguen, también de la autoría de Jorrín, El alardoso y
El túnel.

Con el triunfo de La engañadora, todo lo que Jorrín compuso en
aquellos ya lejanos años de 1953 y 1954 se convirtió en éxito  y el
Maestro terminó por adueñarse del hit parade. La creación del primer
chachachá significó un resurgir de la música cubana y un retorno a lo
nacional.

Están eufóricos los bailadores. Está eufórico el compositor. Pero
Ninón Mondéjar, director de la orquesta América, no comparte esa
alegría. Cree que el chachachá es una creación colectiva de su
orquesta y no de Jorrín. Sale Jorrín de la orquesta América y funda su
propia agrupación. Corría el mes de mayo de 1954.

Entonces, dice Díaz Ayala, Mondéjar y Jorrín cometen el mismo error.
Quieren repetir el éxito de Pérez Prado en México y ambos, con sus
respectivas orquestas, se van a ese país, pero dejan vacía la plaza
cubana y la pierden. En el favor popular las sustituyen pronto otras
orquestas. Conjuntos como Fajardo y sus Estrellas, Sublime, Sensación,
Melodías del 40 y sobre todo Aragón le arrebatan al público. En 1958
Jorrín retornará a La Habana, pero ya nada será lo mismo.

¿Qué hace en México en todos esos años?

Se presenta en la radioemisora XEW y anima bailes populares. Hace
innovaciones en el formato charanga. Diría más tarde: <<Al llegar a
México me di cuenta de que allí gustaba mucho la trompeta, por eso
incorporé tres, para lograr cambiar el timbre y así romper la
monotonía de la orquesta tipo charanga, en donde la flauta es la que
lleva todo el canto...>>. Además, dice el erudito Radamés Giro, amplificó
los violines y el contrabajo con objeto de aumentar el volumen sonoro
de la orquesta a tenor de la amplitud de los lugares donde debía
actuar, generalmente grades salones de baile.

En su monumental Diccionario enciclopédico de la música en Cuba,
precisa Giro que si bien muchos de los elementos constitutivos del
chachachá estaban en el ambiente, fue Jorrín quien le aportó la
estructura y el estilo con que hoy le conocemos. Expresó el propio
compositor: <<El chachachá es mi estilo de hacer música. Yo no me
propuse crear un nuevo ritmo, ¡me salió¡  Para escribir un chachachá
solo tengo que escribir mi música, mientras los demás músicos para
escribir un chachachá deben pensar en lo que yo hice, deben partir de
mi estilo>>.

Enrique Jorrín falleció en La Habana en 1987.

















-- 
Ciro Bianchi Ross
cbianchi@enet.cu
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