ELIGIO DAMAS
De joven leí un excelente trabajo de Jean Paul Sartre, sobre el discurso. Para algunas personas, el discurso pareciera no tener importancia sino los hechos, las acciones. Para el gran pensador francés, el discurso debía corresponderse con aquéllos y estos con aquél. No podía hablarse de una forma y actuar de otra o viceversa. Según el autor galo, si discurso y acción no eran coherentes, se corría el riesgo de perder credibilidad. Incluso, si un plan a ejecutar no se presentaba con discurso pertinente, podía chocar con la indiferencia de la gente necesaria para llevarlo adelante.
Por supuesto, forman un conglomerado aparte para quienes el discurso lo es todo; lo que en lenguaje coloquial venezolano se expresa en “papel aguanta todo”. Son aquellos que de manera consciente y de mala fe ofrecen con la lengua villas y castillos a sabiendas que nada de eso habrán de cumplir, porque no pueden y menos quieren.
Por supuesto, lo anterior nada tiene que ver con el caso venezolano de ahora y el “Sacudón” que nos ofreció desde tiempo atrás nuestro presidente.
Un discurso explosivo, agigantado o abundoso en adjetivos y calificaciones que antecede a acciones que no le son equivalentes, pese que sean muy positivas, llenas de buena fe, intención y hasta valederas para avanzar hacia una meta deseada, puede provocar el fracaso de ellas. Es más, un proyecto de cambio no acompañado de un discurso enérgico que llame a los pueblos al combate, porque de sus intereses se trata, puede quedarse huérfano.
Pese que los cambios anunciados por el presidente Maduro, relativos a la reorganización del gobierno, buscando más eficiencia, control, agilidad y apertura hacia una participación más amplia y democrática, puedan resultar beneficiosos y hasta merecedores del aplauso colectivo, no se corresponden con las expectativas creadas alrededor del discurso calificado con un aumentativo trascendente como eso del “Sacudón”.
Por ese discurso o enunciado contundente, el común de la gente esperaba medidas que impactaran su vida cotidiana y sobre todo en lo inmediato. Por eso, aunque también ayudado por proceder del gobierno, todo lleno de misterio y ante tantas calamidades generadas por la guerra económica, la gente llevaba días en estado de tensión esperando anuncios que para bien o para mal, según fuese el caso, le moviesen el piso y le pusiesen desde ya en un nuevo camino.
Por lo anterior, es cierto que las medidas reorganizativas del gobierno pudieran o son plausibles, pero no lo suficiente como para sentirnos plenamente satisfechos y enfocar el asunto como si hubiésemos logrado incidir en los deseos de las masas, por lo menos los inmediatos, y creado bases materiales para fundamentar nuevos cambios profundos. El Estado burgués no se cambia sólo remodelando su fachada sino que hay que impulsar cambios en las estructuras que a aquel le sirven de cimiento. Como tampoco se alcanza con el discurso pese la buena fe que en él se ponga.
No hay duda, que como se preocupó por advertirlo Eleazar Díaz Rangel, los cambios a nivel administrativo son interesantes y pudieran servir para controlar mejor el funcionamiento del gobierno; hasta darle un carácter, en cierta medida, más amplio, a éste y más democráticas sus decisiones. Pero por las expectativas generadas por las circunstancias, el discurso anterior al martes y el halo de misterio en torno a las decisiones que habrían de anunciarse, no creo que merezca esa calificación aumentativa de “Sacudón”. Es decir, uno fue el discurso previo, el grado de esperanzas y hasta dessociego y otro los hechos o anuncios.
Porque lo anunciado, que tiene mucho de bueno, no estuvo a tono con las dificultades de la gente y expectativas creadas por un estado de misterio y un discurso como desajustado.
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Publicado por Eligio Damas para BLOG DE ELIGIO DAMAS el 9/05/2014 10:48:00 a. m
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