Conferencia en el Congreso de Historia
(24.04.14)
El desmontaje de la historia y cómo
enfrentarlo.
PUBLICADO: HECTOR GARCIA SOTO
Coronel
® René González Barrios
Presidente del Instituto de Historia de Cuba
El
escenario de la guerra
Para los
teóricos del arte militar, el terreno es el gran dictador de la táctica. El
espacio físico se convierte, por lo tanto, en el elemento prioritario a tener en
cuenta a la hora de tomar decisiones estratégicas u operativas, para enfrentar
al enemigo. El terreno impone la táctica del empleo de las armas y la selección
de las fuerzas vivas con que entraremos en acción.
El siglo
XXI ha nacido en el esplendor de una vertiginosa y acelerada revolución de la
ciencia y la tecnología, en especial en la esfera de las infocomunicaciones. El
planeta es el mismo, pero es diferente. La era del Internet, ha cambiado el
mundo, al punto, que el gobierno de Estados Unidos, para marcar primero entre
las grandes potencias, creó el 23 de junio de 2009, el Comando del Ciber
Espacio, institución que según su primer jefe, el general de inteligencia Robert
J. Elder, tendría “Alcance mundial, vigilancia mundial, poderío
mundial.”[1]
Las
nuevas guerras, desde entonces, no se escenifican solo en el aire, el mar y la
tierra. El citado Comando, tiene la misión de organizarla y ejecutarla, en los
escenarios virtuales. En ese nuevo campo de batalla, las agencias federales de
EEUU, con la CIA, la USAID y la NED a la vanguardia, despliegan sus nuevas
estrategias para revertir los procesos políticos y sociales que no resulten de
su agrado, y subvertir el orden interno de los países objetivos,
explosionándolos.
Los
analistas norteamericanos Richard A. Clarke y Robert K. Knake, en su obra
Guerra en la red. Los nuevos campos de batalla, definen como campo de
batalla del siglo XXI, el ciberespacio:
La
palabra sugiere otra dimensión, quizás una hecha de luz verde y columnas de
números y símbolos brillantes flotando en medio de la nada como en la película
TheMatrix. El ciberespacio, sin embargo, es en realidad mucho más mundano. Es el
portátil que sus hijos llevan a la escuela y el ordenador de sobremesa que tiene
en el despacho. Es un edificio gris y desprovisto de ventanas en el centro de
una ciudad y una tubería subterránea que recorre sus calles. Está en todos los
lugares en los que hay un ordenador o un procesador o un cable que conecta a
uno.
Y ahora
es una zona de guerra en la que se pelearán muchas de las batallas decisivas del
siglo XXI.[2]
En tal
escenario, EEUU trata de sacar las ventajas de su galopante desarrollo
tecnológico. Sin embargo, sus estrategas son conscientes de que en ese terreno,
la lucha es compleja y muchas veces un adversario menos poderoso, utilizando
talento, inteligencia y las mismas o similares armas, tiene oportunidades
semejantes. Como dijera nuestro Comandante en Jefe, “Internet parece
inventada para nosotros”[3], en
la seguridad de que la tecnología no es ni buena ni mala, sino poder en las
manos de quienes la tienen.
El
escenario virtual, junto a la guerra mediática, se ha convertido en uno de los
principales campos de batalla de la guerra ideológica y cultural. De ello dan fe
las revueltas de las llamadas revoluciones de colores en el norte de África, el
actual conflicto en Siria, la subversión en Venezuela, Ucrania, y la permanente
campaña de desmontaje de nuestra historia emprendida por el gobierno de
EEUU.
Al nuevo
teatro de operaciones con sus sofisticados medios tecnológicos, se une, en el
caso cubano, las actuales circunstancias en que se desarrolla el proceso
revolucionario, signado por tres elementos fundamentales:
Ø
longevidad de la revolución y su liderazgo histórico, con sus múltiples
aciertos y también sus desaciertos, hijos todos de la práctica
revolucionaria,
Ø
inevitables cambios generacionales en la dirección de la
revolución,
Ø
desaparición del discurso beligerante y amenazante de los mandatarios
estadounidenses respecto a Cuba, y modelación de un seudo discurso de
cooperación y diálogo.
En medio
de estas circunstancias, EEUU despliega contra Cuba una bien hilvanada campaña
de desmontaje cultural, con la historia como primer objetivo. El fin último es
la introducción en los jóvenes cubanos de gérmenes de duda y desconfianza en la
dirección de la Revolución, su liderazgo histórico y la pureza del proceso
revolucionario. Al respecto, en su discurso del 1ro de enero de 2014 en Santiago
de Cuba, el Presidente de Cuba, general de Ejército Raúl Castro Ruz,
reflexionaba:
En nuestro caso, como sucede en varias regiones del mundo, se perciben
intentos de introducir sutilmente plataformas de pensamiento neoliberal y de
restauración del capitalismo neocolonial, enfiladas contra las esencias mismas
de la Revolución Socialista a partir de una manipulación premeditada de la
historia y de la situación actual de crisis general del sistema capitalista, en
menoscabo de los valores, la identidad y la cultura nacionales, favoreciendo el
individualismo, el egoísmo y el interés mercantilista por encima de la
moral.
En resumen, se afanan engañosamente en vender a los más jóvenes las supuestas ventajas de prescindir de ideologías y conciencia social, como si esos preceptos no representaran cabalmente los intereses de la clase dominante en el mundo capitalista. Con ello pretenden, además, inducir la ruptura entre la dirección histórica de la Revolución y las nuevas generaciones y promover incertidumbre y pesimismo de cara al futuro, todo ello con el marcado fin de desmantelar desde adentro el socialismo en Cuba.[4]
Ante el
hecho inevitable de una revolución que ha convertido a su pueblo en uno de los
más instruidos y cultos del planeta, la estrategia de la propaganda burda, el
mensaje grotesco y la farsa vulgar, ha sido sustituida por una avalancha de
información que pareciera concebida en laboratorios, dirigida a impactar
directamente en las mentes de nuestros ciudadanos.
A los
ataques mediáticos cotidianos, los de los medios imperiales y los blogueros
contrarrevolucionarios, se une ahora los de intelectuales enemigos de nuestro
proceso -cubanos y extranjeros-, enfrascados en cambiar la historia, en
demostrar verdades que no lo son, y argumentar un pasado edulcorado, que solo
existe en mentes impregnadas en la ideología de la clase burguesa derrotada por
la Revolución de 1959.
La
estrategia de atacar la historia y los valores de una nación para desmembrar su
unidad, no es nueva, y tuvo como máximo esplendor, la guerra ideológica contra
el campo socialista. Los ideólogos del capital, con Samuel P. Huntington a la
cabeza, llegaron a afirmar que con el fin del llamado socialismo real en Europa,
la historia había desaparecido. La perestroika y la llamada Glasnot, hicieron el
juego al imperialismo.
Estrategia imperial del desmontaje
Es
difícil determinar en qué momento comenzó a utilizarse la tergiversación de la
historia como arma de guerra, aunque todo indica se trata de una vieja
estrategia. Lo cierto es, que con el surgimiento del campo socialista y la
consolidación de la URSS como motor impulsor del sistema socialista mundial, la
guerra ideológica y cultural pasó a formar parte prioritaria del arsenal
político-militar del imperialismo y la juventud, un objetivo de primer
orden.
En 1953,
Allan Dulles, Director de la CIA, reflexionaba en su libro “El arte del
espionaje”:
Los
Estados Unidos poseen el 50% de la riqueza del mundo, pero sólo el 6% de su
población… En tales condiciones, es imposible evitar que la gente nos envidie.
Nuestra auténtica tarea consiste en mantener esta posición de disparidad sin
detrimento de nuestra seguridad nacional. Para lograrlo, tendremos que
desprendernos de sentimentalismos y tonterías. Hemos de dejarnos de objetivos
vagos y poco realistas como los derechos humanos, la mejora de los niveles de
vida y la democratización.
Pronto llegará el día en que tendremos que funcionar con conceptos
directos de poder. Cuantas menos bobadas idealistas dificulten nuestra tarea,
mejor nos irá…
Sembrando el caos en la Unión Soviética, sin que sea percibido,
sustituiremos sus valores por otros falsos y les obligaremos a creer en ellos.
Encontraremos a nuestros aliados y correligionarios en la propia Rusia. Episodio
tras episodio se va a representar por sus proporciones una grandiosa tragedia,
la de la muerte del más irreducible pueblo en la tierra, la tragedia de la
definitiva e irreversible extinción de su autoconciencia.
De la
literatura y el arte, por ejemplo, haremos desaparecer su carga social.
Deshabituaremos a los artistas, les quitaremos las ganas de dedicarse al arte, a
la investigación de los procesos que se desarrollan en el interior de la
sociedad. La literatura, el cine, y el teatro, deberán reflejar y enaltecer los
más bajos sentimientos humanos.
Apoyaremos y encumbraremos por todos los medios a los denominados
artistas, que comenzarán a sembrar e inculcar en la conciencia humana el culto
del sexo, de la violencia, el sadismo, la traición. En una palabra: cualquier
tipo de inmoralidad.
En la
dirección del Estado, crearemos el caos y la confusión. De una manera
imperceptible, pero activa y constante, propiciaremos el despotismo de los
funcionarios, el soborno, la corrupción, la falta de principios. La honradez y
la honestidad serán ridiculizadas como innecesarias y convertidas en un vestigio
del pasado. El descaro, la insolencia, el engaño, la mentira, el alcoholismo, la
drogadicción y el miedo irracional entre semejantes.
…Gracias a su diversificado sistema propagandístico, Estados Unidos debe
imponerle su visión, estilo de vida e intereses particulares al resto del mundo,
en un contexto internacional donde nuestras grandes corporaciones
transnacionales contarán siempre con el despliegue inmediato de las fuerzas
armadas, en cualquier zona, sin que le asista a ninguno de los países agredidos
el derecho natural a defenderse.
La
traición, el nacionalismo, la enemistad entre los pueblos, y ante todo el odio
al pueblo ruso, todo esto es lo que vamos a cultivar hábilmente hasta que
reviente como el capullo de una flor.
Sólo
unos pocos acertarán a sospechar e incluso a comprender lo que realmente sucede.
Pero a esa gente la situaremos en una posición de indefensión, ridiculizándolos,
encontrando la manera de calumniarles, desacreditarles y señalarles como
desechos de la sociedad. Haremos parecer chabacanos los fundamentos de la
moralidad, destruyéndolos.
Nuestra principal apuesta será la juventud. La corromperemos,
desmoralizaremos y pervertiremos.
…Debemos lograr que los agredidos nos reciban con los brazos abiertos,
pero estamos hablando de ciencia, de una ciencia para ganar en un nuevo
escenario la mente de los hombres. Antes que los portaaviones y los misiles,
llegan los símbolos, los que venderemos como universales, glamurosos,
modernos, heraldos de la eterna juventud y la felicidad
ilimitada.
El
objetivo final de la estrategia a escala planetaria, es derrotar en el terreno
de la ideas las alternativas a nuestro dominio, mediante el deslumbramiento y la
persuasión, la manipulación del inconsciente, la usurpación del imaginario
colectivo y la recolonización de las utopías redentoras y libertarias, para
lograr un producto paradójico e inquietante: que las víctimas lleguen a
comprender y compartir la lógica de sus verdugos.[5]
Traspoladas en el tiempo, parecería que las palabras del maquiavélico
Dulles, fuese plataforma de trabajo de la actual administración norteamericana.
Convencidos de los negativos costos económicos y sobre todo, sicológicos
y morales de los impactos de las intervenciones militares norteamericanas en el
mundo, los estrategas del poder buscan nuevas tácticas, en las que prevalezca la
economía de recursos.
Para
ello parten del criterio de la superioridad cultural norteamericana, haciendo de
su modelo de vida, una de las fortalezas del sistema. Zbigniew Brezezinski, uno
de los principales ideólogos imperiales, amigo y asesor personal del actual
mandatario de la Casa Blanca, en su obra El Gran Tablero Mundial, al
identificar a EEUU como única superpotencia global extensa, definía los cuatro
ámbitos decisivos de su poder global: militar, económico, tecnológico y
cultural. Respecto a este último, refería que disfrutaba “de un atractivo que no
tiene rival, especialmente entre la juventud mundial,”[6]y añadía:
“La
dominación cultural ha sido una faceta infravalorada del poder global
estadounidense. Piénsese lo que se piense acerca de sus valores estéticos, la
cultura de masas estadounidense ejerce un atractivo magnético, especialmente
sobre la juventud del planeta. Puede que esa atracción se derive de la cualidad
hedonista del estilo de vida que proyecta, pero su atractivo global es
innegable. Los programas de televisión y las películas estadounidenses
representan alrededor de las tres cuartas partes del mercado global. La música
popular estadounidense es igualmente dominante, en tanto las novedades, los
hábitos alimenticios e incluso las vestimentas estadounidenses son cada vez más
imitados en todo el mundo. La lengua de Internet es el inglés, y una abrumadora
proporción de las conversaciones globales a través de ordenador se originan
también en los Estados Unidos, lo que influencia los contenidos de la
conversación global. Por último, los Estados Unidos se han convertido en una
meca para quienes buscan una educación avanzada.”[7]
La
aseveración del político norteamericano, escrita casi 50 años después de la
citada estrategia de Allen Dulles, es coincidente. En el ataque a los valores
identitarios de una nación, a su historia, ven la oportunidad más segura para el
resquebrajamiento de la unidad nacional de un adversario.
Estas
estrategias van acompañadas por las concebidas por los mandatarios
norteamericanos para sus respectivos mandatos. George W. Bush, por
ejemplo, aplicaba la guerra cultural pero centraba sus esfuerzos en el llamado
«poder duro» o Hard Power, caracterizado por el predominio de las armas y las
amenazas de intervenciones militares. Bill Clinton, proclamó el «poder suave» o
Soft Power, priorizando la guerra cultural, Hollywood, los ideales
norteamericanos, la diplomacia, autoridad moral y campañas para ganar «las
mentes y corazones» de las poblaciones civiles en países
adversarios.
La administración de Barack
Obama, en cambio, ha optado por una conjunción de estos dos
conceptos, fusionando el poder militar con la diplomacia, y la influencia
política y económica con la cultural y legal, llamándolo «poder inteligente» o
Smart Power. Este término fue definido por Joseph Nye (1937), quien fuera
Sub-Secretario de Estado en la administración Carter, Secretario Adjunto de la
Defensa, en la administración Clinton, representante del Club Bilderberg y
Director para América del Norte de la Comisión Trilateral.
Mientras
Nye era subsecretario de Defensa de Bill Clinton, planteaba que el poderío de su
país en el escenario mundial no se fundaba en su arsenal nuclear ni en sus bases
misilísticas, sino en la fuerza de atracción de su sistema político, el encanto
de su cultura, y su liderazgo en la ciencia, los deportes, la música y la
cinematografía y otras áreas del “american way of life” que no tienen que ver
con las armas y los uniformes.
Otro
teórico imperial en boga y relacionado con la guerra cultural, es Gene Sharp (1973),
conocido como artífice de «La política de la acción no violenta», como método
para utilizar el poder en un conflicto. Para Sharp,
“Los
modos y resultados de un conflicto violento son bien conocidos. Las armas
físicas se usan para intimidar, herir, matar y destruir. La lucha no violenta es
una técnica mucho más variada y compleja que la violencia. A diferencia de ésta,
es una lucha que emplea armas políticas, económicas, sociales y sicológicas,
aplicadas por la población y las instituciones de la sociedad. A estas armas se
les ha conocido bajo diversos nombres, como protestas, huelgas, desobediencia o
no cooperación, boicot, descontento y poder popular.[8]
La
combinación de estas estratégicas, va acompañada de la manipulación mediática,
conformando un conjunto de armas imperiales para la guerra cultural.
Estas,
en conjunto, son armas combinadas que hoy el imperio utiliza contra Cuba. Obama,
por ejemplo, no ha amenazado nunca con el empleo del poder militar contra
nuestro país. Su lenguaje va en otra dirección, aparentando deseos de diálogo y
cooperación, llegando a insinuar públicamente, que es Cuba quien ha quedado
atrapada en la historia y no quiere, o no tiene interés, en mejorar sus
relaciones con el vecino del norte. Así lo manifestó en la Cumbre de las
Américas en Trinidad y Tobago, el 17 de abril de 2009, cuando los líderes del
continente le exigieron la presencia de Cuba en estos cónclaves. Allí
expresó:
Para
avanzar, no podemos permitirnos ser prisioneros de pasados desacuerdos. No he
venido aquí para debatir el pasado. He venido aquí para enfrentar el futuro.
Creo, como algunos de los anteriores oradores han declarado, que debemos
aprender de la historia, pero no podemos quedar atrapados por ella.[9]
La
demagogia del discurso de Obama, dejaba a un lado el hecho de que, Cuba vive, en
su relación con Estados Unidos y a causa de su gobierno, una no relación anómala
y beligerante. Los motivos hablan por sí solos:
Ø
No existen relaciones diplomáticas bilaterales.
Ø
Bloqueo económico de EEUU con su alcance
extraterritorial.
Ø
Acusación permanente a Cuba como violadora de los
DH.
Ø
Permanencia de Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo
global, elaborada por el Departamento de Estado.
Ø
Permanente exploración militar contra Cuba.
Ø
Guerra cultural desarrollada por agencias federales como la CIA, la NED
y la USAID.
Ø
Presencia de la ilegal Base Naval de Guantánamo.
Estos elementos, contextualizan el momento histórico concreto en el que se desarrolla hoy la Guerra Cultural de EEUU contra Cuba y su interés en contraponer a las diferentes generaciones de cubanos.
Contra
el campo socialista
La
experiencia más reciente de operaciones de desmontaje de la historia nacional,
tuvo lugar contra el campo socialista. Como si fuese una premonición y un aviso
de la dirección del golpe principal del ataque, Ronald Reagan, acérrimo anticomunista, alertó
a los jóvenes estudiantes moscovitas sobre los peligros de denigrar de la
historia del país. Al
intervenir ante estudiantes de la Universidad de Moscú, el 31 de mayo de 1988,
subrayó:
Los
cambios no deben significar una negación del pasado. Ese es el árbol, en el que
se conserva la vida en todos los tiempos, que introduce sus raíces en la tierra
y saca del sol la vida. Los cambios positivos también deben salir de los valores
tradicionales enraizados en la tierra y la cultura, en la familia y en el
colectivo y ellos deben sacar fuerza de las cosas eternas, de las fuentes de la
propia vida, que es su propia fe.[10]
El
presidente actor, desbordó la guerra en la misma dirección que había advertido a
los jóvenes estudiantes. La historia de la URSS se satanizó. De ello se
encargarían las fuerzas del imperialismo y los enemigos internos del socialismo.
Ello despertó reacciones de indignación contra la glasnost. El 13 de marzo de
1988, en un artículo del diario Sovietkaia Rossia, firmado por Nina Andreeva,
bajo el título “No renunciar a los principios”, se expresaba un fuerte
repudio por la forma en que se denigraba la historia de la nación por todos los
medios de prensa. La dirección del Partido Comunista de la URSS, no reaccionó
ante tales hechos.
El
general soviético Serguei Leonov, en su libro Via crucis de
Rusia.
1991 – 2000,
expresaba
apesadumbrado que “…la historia de las naciones siempre guarda tanta basura
inflamable que basta con acercarle un fósforo para que comience a arder una casa
que se construyó con tanto trabajo.”[11]
Esta cita nos
remonta a nuestras guerras de independencia, en especial la de los Diez Años,
cuando el mayor general dominicano Modesto Díaz escribiera al también mayor
general Vicente García por motivo de la sedición de Lagunas de
Varona:
Compañero, todos los pueblos tienen un pomo de veneno, que, guardándolo
tapado, no hace daño. Cuba tiene el suyo y usted lo ha destapado... iAlgún día
le pesará![12]
Explicaba Leonov
en su obra que “…Todo lo doloroso, trágico y humillante para el individuo que
tuvo nuestra historia reciente, se sacaba a la luz, se concentraba en potentes
blockbusters que día tras día martillaban en la cabeza del azorado
televidente. Era preciso crear la impresión de que en los 70 años de poder
soviético ni el país, ni el pueblo tuvieron nada bueno; los mostradores vacíos,
las grandes colas y los rostros exhaustos eran imágenes constantes en la
televisión. La misma situación reinaba en las publicaciones.”[13]
El
Otrora secretario general del Partido Socialista Unificado Alemán, Erick Erich
Honecker, meditaría en sus memorias publicadas en Berlín en 1994:
…El
hecho de desfigurar la historia del socialismo, hizo el trabajo ideológico más
difícil entre la juventud. Aquellos que se reclamaban de un socialismo sin tacha
para subrayar los fracasos y los errores, jugaron un papel de disgregación.
Muchos perdieron así su fe en los ideales socialistas. Revelar las debilidades y
los errores era un aspecto necesario para clarificar lo que se debía hacer mejor
en el futuro y en el presente. Había que sacar las enseñanzas necesarias. Pero
¿qué es lo que intervino para desorientar a todo el mundo? Hubo una toma de
distancia radical con la historia del socialismo. Ésta se desarrolló a través de
los medios pero también mediante la difusión de libros, en el curso de
representaciones teatrales… El socialismo aparecía como el camino del crimen y
el engaño. (…) campañas caracterizando al Partido como reaccionario y al
socialismo como una forma de feudalismo. Se sembró la duda, nuestros ideales
fueron sacudidos.
Todos
los valores fueron nuevamente cuestionados. Fue una reevaluación general de todo
el camino lleno de espinas que el socialismo había recorrido. Ni la victoria
sobre el fascismo escapó a esto. No se trataba de un análisis de la historia que
permitiera tener en cuenta un desarrollo general acompañado de fallos y errores.
No, todo lo que hasta entonces había sido considerado como correcto fue
cuestionado, incluida la Revolución de Octubre.
Se
analizaban los fallos y errores cometidos en la construcción del socialismo de
una manera que cuestionaba las conquistas y los ideales de esa sociedad
alternativa al capitalismo explotador. Nuestra debilidad consistía en no haber
conseguido dar vida a todos los aspectos de nuestros ideales socialistas para
cada individuo.[14]
A la
opinión de Honecker se unía la voz de Egon Krenz, último dirigente comunista de
la RDA:
“Comenzaba una nueva evaluación de todos los valores, no solo de los
valores políticos, sino de toda la cultura mundial de valores. Los valores
ideales perdieron en importancia. El pragmatismo material dominaba.”[15]
Tras la
caída del Muro de Berlín y el derribo de estatuas y símbolos patrios, hoy las
naciones ex socialistas reescriben la historia de acuerdo a los intereses de sus
nuevos gobernantes. Se llega al punto de que la República Checa ha cambiado la
fecha de celebración de la derrota sobre el fascismo alemán: ahora el día de la
liberación no referencia la entrada de los comunistas checos y soviéticos al
país, sino la del encuentro con las tropas norteamericanas, muchos días después,
de los oficiales alemanes que escapaban de aquellos.
Son
estos apenas algunos ejemplos de los daños causados a las naciones socialistas
por la estrategia de guerra cultural del imperio. Cabría preguntarnos: ¿Cuantas
de las situaciones descriptas se dan hoy en nuestro país?
Un hecho
parece inconmovible en la mentalidad imperial respecto a Cuba y su revolución.
La guerra contra la generación histórica encabezada por Fidel y Raúl, la
perdieron. La apuesta es contra el relevo. Otro hecho cierto e irrefutable, es
que el imperio no perdonará jamás a la generación que con su ejemplo y acción
levantó una revolución que inspiró a los pueblos del continente en la defensa de
la dignidad y la soberanía. Tampoco perdonarán a sus hijos patriotas, decididos
a mantener en alto las banderas soberanas enarboladas por sus gloriosos
antepasados.
El
desmontaje de la historia de Cuba
En su
discurso por el XX Aniversario de la fundación de la Oficina de Asuntos
Históricos del Consejo de Estado, nuestro Comandante en Jefe dijo:
… Para
nosotros, la historia, más que minuciosa y pormenorizada crónica de la vida de
un pueblo, es base y sostén para la elevación de los valores morales y
culturales, para el desarrollo de su ideología y su conciencia; es instrumento y
vehículo de la Revolución.[16]
Estoy
seguro que coincidimos todos, en que la historia de Cuba es el más seguro sostén
ideológico de nuestro proyecto nacional. Ella se yergue como arma e instrumento
de maestros, políticos y ciudadanos, para el afianzamiento de la identidad
nacional y sus más genuinos valores.
Para
instrumentar sus campañas de desmontaje de nuestra
historia, el imperialismo cuenta con las siguientes
fuerzas:
Ø
El gobierno de EEUU y la CIA a través de sus agencias y tanques
pensantes.
Ø
C/R cubana en EEUU, en especial Miami.
Ø
C/R cubana en España, México, Francia, y otros países.
Ø
C/R interna, blogueros, prensa independiente, etc.
Ø
Historiadores e intelectuales hipercríticos, no comprometidos,
desafectos o prejuiciados con el proceso revolucionario.
Dentro
de las direcciones fundamentales del desmontaje, se encuentran:
Ø Exaltación de la década del 50
y la figura de Fulgencio Batista.
Se trata
de hacerlo ver como “el salvador” de una situación de caos provocada por el
gansterismo y pistolerismo de los gobiernos auténticos y promotor de supuesto un
boom de desarrollo económico que puso a Cuba en una posición privilegiada,
respecto al resto de los países del continente.
Ø Idealización del pasado
capitalista, sobre todo en las esferas económicas y culturales y contraposición
con los éxitos alcanzados por la revolución en estas
esferas.
En este
sentido, se mide la historia por cifras concretas de la cantidad de televisores,
refrigeradores, radios y autos, entre otros, por habitantes y su comparación con
el resto del continente, ignorando el resto de los parámetros sociales y
económicos que sumían al país en una permanente crisis estructural, sobre todo
en el campo. Nada se dice de la corrupción generada y aupada por Batista y el
resto de los gobiernos pre revolucionarios.
Ø Reescritura de nuestras
guerras de independencia y revaloración de la burguesía nacional que emergió con
la neocolonia.
El
contrarrevolucionario Carlos Alberto Montaner, por ejemplo, clasifica el siglo
XX como de repúblicas mambisas, revoluciones y dictaduras. Las primeras, hasta
el gobierno de Mendieta, por estar encabezadas por representantes del mambisado
cubano. Como revoluciones identifica la de los sargentos del 33 y el golpe de
estado del 10 de marzo, y como dictadura, la revolución cubana de enero de
1959.
Ø Sobrevaloración de los
artistas e intelectuales cubanos que marcharon al exilio tras el triunfo de la
revolución.
Aprovechando las bondades de Internet, y la prensa digital, se potencia
la imagen de estos y cuelgan sus obras en la red, haciendo a la revolución como
culpable de la represión de sus ideas y obras.
Ø Establecimiento de una
política de premios que prioriza y estimula a los intelectuales que emiten
juicios críticos contrarios al proceso histórico de la
Revolución.
Ello ha
sido una práctica del gobierno de los EEUU, instrumentado fundamentalmente a
través de terceros países y agencias internacionales.
Ø Intentos de sembrar la
división interna en el pueblo alimentando desconfianzas, rencores históricos y
celos, por diferencias generacionales, raciales o de
géneros.
Un
ejemplo reciente de ello ha sido el tratamiento descontextualizado dado al tema
de la represión de los independientes de color desde EEUU, haciendo casi
culpable a la revolución, del racismo heredado de un colonialismo brutal y una
república segregacionista.
Ø Satanización del proceso
revolucionario, sus líderes, artistas, e intelectuales comprometidos con
él.
Todo lo
vinculado con la revolución es malo. No se pierde oportunidad para ofrecer
informaciones que denigren la integridad de quienes la dirigen o quienes brillan
por sus cualidades como artistas o intelectuales. Se magnifica el prestigio de
los que se han marchado de la isla.
Ø Creación de sitios en Internet
diseñados para fomentar la nostalgia por el pasado.
La
avalancha de imágenes en fotos o videos de un capitalismo paradisiaco, invade
constantemente la red, llevando a las mentes la añoranza por una Cuba de
glamour, mercados, turismo y prosperidad. Ante las imágenes que circulan, entre
ellas las Obras en construcción del Presidente Batista, la Revolución parece
innecesaria.
Ø Promoción de actitudes
desmovilizativas, apolíticas y desideologizadas, entre artistas e intelectuales,
fundamentadas en la historia.
El fin
de las ideologías se trata de inducir a través de una campaña permanente de
descrédito del Partido Comunista de Cuba en todas las épocas. Para ello no
escatiman esfuerzos y, en análisis descontextualizados, lo vinculan a Batista
por un lado, o lo dibujan como marioneta eterna del PCUS y el comunismo
internacional. Se magnifican sus errores y no se identifican aciertos. Lo ideal
entonces, es renunciar al partidismo comunista. Con ello se persigue
desmovilizar la continuidad del actual Partido Comunista y la
UJC.
Ø Hacer ver la revolución como
un proceso de privaciones, agonías y sufrimientos. Eliminar la alegría de la
épica revolucionaria y sus triunfos.
La vieja
táctica de identificar la revolución como un proceso de amargas experiencias
coincide con la desplegada por el imperialismo contra la URSS. Se sataniza el
salvador racionamiento, las necesarias movilizaciones militares o económicas, el
internacionalismo y la solidaridad, las relaciones con el campo socialista,
entre otros.
Ø Vincular el rumbo socialista
con el fracaso del proyecto de revolución.
Se
contrapone el supuesto desarrollo de la Cuba capitalista al proyecto socio
político de la revolución cubana. En el espejo de la contrarrevolución, sólo se
ve la opulencia de la sociedad de consumo y no sus lacras. Se llega al punto de
insinuar que Machado no pudo desarrollar más a Cuba porque Mella, Villena y los
comunistas, le boicotearon su proyecto de nación. El mismo enfoque emplean
contra la figura de Fidel.
En esta
guerra cultural, el enemigo, de manera ofensiva y activa, emplea todas las
oportunidades que brindan la tecnología y la modernidad, en especial,
aprovechando de manera óptima las posibilidades de
Internet.
Para
ello colocan libros en la red, por ejemplo, los libros escritos de Batista,
Machado, personeros civiles y militares de la seudo república, traidores a la
revolución, y estudiosos enemigos de esta. El enfoque maniqueísta que por
mucho tiempo caracterizó el análisis de la república neocolonial, llevó a
generaciones de cubanos, a ver a los personeros de aquella época como simples
marionetas imperiales y a la república nacida en 1902 como carente total de
virtudes. La exposición libre de estas publicaciones, introduce el germen de la
duda y el cuestionamiento, al ofrecer acceso a los argumentos de los
representantes del imperialismo y la burguesía nacional y a fuentes hasta ahora
desconocidas o inaccesibles para estudiosos o pueblo en
general.
En el
caso de Batista, caracterizado por varias generaciones como el usurpador
sargento taquígrafo, hoy se escriben profusas biografías tratando de demostrar
sus dotes de hombre de estado lleno de cualidades para la organización de la
economía, la cultura y el desarrollo integral de la nación. Nada se dice del
inescrupuloso bandido anticomunista que asesinó a Guiteras, quien fungió en la
isla como el más fiel representante del imperialismo yanqui de quien se decía
era “su hombre fuerte”, ni de las corruptelas que lo convirtieron en uno de los
hombres más ricos del país.
La
organización de eventos internacionales para analizar la historia de Cuba desde
la perspectiva imperial, es otra práctica imperial a la que hoy se dedica
presupuesto. Lo mismo a la edición de obras de traidores o enemigos de la
Revolución.
En
Miami, por ejemplo, los cantores del capitalismo cubano, escriben y publican
decenas o cientos de obras de historia, muy bien definidas en la ideología que
profesan, que es la que quisieran imponer en la isla de caer la
revolución.
Allí
también se escribe de Martí, de Gómez, de las Guerras de Independencia, y de los
héroes del llamado exilio cubano, que no son otros que los mercenarios de Girón,
los bandidos del Escambray, los terroristas que han llenado de luto a las
familias cubanas desde enero de 1959. Para aquellos personeros, que celebran
también, con sus interpretaciones y matices, el 28 de enero, el 24 de febrero y
el 10 de octubre, el 20 de mayo es la fecha de mayor significación en nuestra
historia.
Y como
la guerra es total, escriben desde allá, o en contubernio con apóstatas de acá,
las historias de las provincias y municipios, en contraposición al proyecto que
comenzó el movimiento de activistas de historia y que hoy se materializa en el
Programa Nacional de Historia con las síntesis históricas provinciales y
municipales.
Volviendo a los ciber escenarios, es necesario meditar profundamente en
el daño que representan las llamadas enciclopedias virtuales, facturadas
ideológicamente por personas que nada tienen que ver con nuestra concepción de
nación o ideología. Wikipedia y Encarta, se han convertido en fuentes de
consultas cada vez más frecuentes de estudiantes y profesores, quienes después
llevan a las aulas los errores y tergiversaciones que estas
promueven.
Por
ejemplo, al referirse a Camilo Cienfuegos, después de elogiar su figura de
manera que parece tomada por una obra escrita desde la Revolución, concluye
afirmando que:
“Al margen de la versión oficial existen numerosos rumores
sobre los hechos que rodean a la muerte de Cienfuegos. La mayoría de ellos
apuntan a un asesinato ordenado por Fidel Castro.”[17]
Del Che, de manera idéntica, tras resaltar su imagen, lo estigmatizan
como responsable de fusilamientos masivos, afirmando que murió en Bolivia
abandonado por la revolución. Wikipedia concluye que “…Guevara fundó el sistema
cubano de campos de trabajo, cuando estableció el primero de ellos en
Guanahacabibes, para reeducar a los directores de empresas estatales
considerados culpables de violaciones a la «ética revolucionaria». Jorge
Castañeda, en su biografía del Che Guevara, ha señalado que, tras la partida de
Guevara de Cuba, «estos campos fueron utilizados para enviar disidentes,
homosexuales y, más de dos décadas después de la muerte de Guevara, enfermos de
sida».[18]
Lo más preocupante es que nuestros niños y jóvenes consultan estas
fuentes y repiten en las aulas sus tergiversados contenidos, sin que muchas
veces el profesor que tiene delante tenga argumentos para rebatirlos. El germen
cala y se reproduce.
La propia Wikipedia, al mencionar a los impulsores de la revolución,
menciona a Fidel, Raúl, el Che, Camilo, Almeida y Huber Matos, dando a este último un protagonismo histórico que nunca
tuvo y colocándolo en el campo visual de una nueva generación que de él poco o
nada sabe.
Estos temas, pululan además en los cientos de discos piratas que hoy se
venden libremente, con facturaciones tendenciosas o abiertamente
contrarrevolucionarias.
Como
enfrentar el desmontaje
Es
obligación de los historiadores revolucionarios, comprometidos con su pueblo,
asumir un protagonismo más activo y responsable, en la Cuba de hoy.
Para
ello debemos despojarnos de prejuicios y maniqueísmos y cubrir, con total
valentía y objetividad, desde la Revolución, los vacíos historiográficos que
aprovecha el enemigo para agredirnos. En esta batalla, debe prevalecer la
ciencia y no el discurso, pues la historia se puede interpretar, pero no cambiar
al antojo de un autor o adecuar a una circunstancia. Con el paso del tiempo,
cuando ello ocurre, los daños son más grandes.
Internet
nos ofrece infinitas oportunidades, que debemos aprovechar con total
profesionalismo. No nos podemos dar el lujo de fomentar una Ecured con errores,
ni páginas virtuales con trabajos inacabados o no correctamente revisados por
las instituciones responsables.
El
historiador debe velar por el cuidado del patrimonio de la nación y exigir por
ello permanentemente. Debe sentir y sufrir los olvidos y la dejadez y
convertirse en un motor de impulsos para romper inercias.
Las
fuerzas de los historiadores cubanos son hoy mayores que nunca. La UNHIC, la
Academia de la Historia, las Oficinas de los Historiadores de las ciudades
patrimoniales, con el ejemplo guía del Dr. Eusebio Leal, sacerdote del trabajo y
el sacrificio, la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado, Las
Universidades, Centros de Investigación, el CITMA, el Instituto de Historia de
Cuba, todos, conforman un poderoso y talentoso ejército en el que puede confiar
nuestros ciudadanos.
Unid
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