LA CONSPIRACIÓN CUBANA (NUEVE) EL CASO WIELAND (I)
LA LISTA DE CANTILLO
Alrededor de la una de la madrugada del primero de enero de 1959, los motores de varios aviones DC-3, DC-4 y C-46 atronaban el sector civil del aeropuerto de Columbia, al oeste de la capital cubana, destinado a la línea Aerovías Q.
Los vuelos regulares de esta línea aérea vinculaban la Habana con Isla de Pinos, Veracruz y varios puntos de la Florida. 1
Sin embargo, en aquella primera madrugada de 1959, los aviones que calentaban sus motores en la pista romperían la rutina. Unos se dirigirían hacia Jacksonville, Florida, y el resto se desviaría rumbo a República Dominicana.2
Según las memorias del General Fulgencio Batista, el motivo de aquellos vuelos irregulares era su salida precipitada de Cuba junto a su familia y sus más cercanos colaboradores dada la gravedad de las circunstancias políticas y militares.3
Minutos antes de que los aviones arrancaran sus motores, Batista había renunciado a su cargo de presidente de facto de la República de Cuba. Antes de partir, le había entregando el poder a una junta militar encabezada por el general Eulogio Cantillo, Jefe del Estado Mayor Conjunto del ejército cubano.2
El despachador de este singular vuelo no sería cualquier empleado de Aerovías Q, sino, precisamente, el mismísimo General Cantillo.
Una semana antes, el día de Nochebuena de 1958, Cantillo, había volado en un helicóptero hasta el Central Cuba en la zona oriental de la Isla para entrevistarse con su “acérrimo” enemigo, Fidel Castro, jefe a la sazón de la guerrilla que dominaba una extensa zona de la Sierra Maestra, en el oriente cubano. Era la segunda vez que se reunieran ambos jefes militares enemigos. La primera había sido en septiembre de ese año cuando el ya tambaleante régimen del General Batista no le quedaba otro remedio que reconocer los grupos beligerantes.2
La reunión de Nochebuena era la definitiva.
En marzo de 1958, los EE.UU. le habían retirado todo apoyo político y logístico a Batista.
El ejército estaba desmoralizado y los rebeldes tomaban la iniciativa militar y política.
Cantillo y Castro negociaron entonces la transición pacífica.
Según Castro, Cantillo le había prometido entregarle el poder y los mandos militares junto con los principales personeros del régimen batistianos para llevarlos ante la justicia revolucionaria. Ello, por cierto, parece bien dudoso, dada la involucración del propio Cantillo en todo lo que se le acusaba al gobierno de Batista.
Sin embargo, siete días más tarde, en la madrugada del primero de enero de 1959, Cantillo estaba en la pista del aeropuerto de Columbia, organizando la huida de los principales funcionarios y colaboradores del gobierno del general Fulgencio Batista.
En las manos de Cantillo, rezaba una lista negra de aquellos representantes del gobierno de Batista a los cuales se les había denegado la entrada en los Estados Unidos. A los mismos, se les había designado para los vuelos hacia ciudad Trujillo. El resto, viajaría hacia Jacksonville, Florida.2
Hacia República Dominicana, deberían partir el ya ex presidente cubano Fulgencio Batista y varios de sus más cercanos colaboradores como el jefe de Policía, el general Pedraza, etc.
En el viaje hacia Jacksonville, Florida, iría el hijo mayor de Batista -quien debió abordar el avión bajo protesta, separado de su familia- junto con el jefe del ejército, el general Tabernilla, y otros funcionarios y acólitos del gobierno de su padre “autorizados” a pisar tierras norteamericanas.2
Año y medio después de la huida de los representantes del gobierno batistiano de Cuba, en agosto de 1960, en el Senado de EE.UU. aún se cuestionaba quién había sido el autor de la mencionada lista y por qué se le había prohibido a Batista la entrada a suelo norteamericano.
El 27 de agosto de 1960, comenzó a sesionar en Washington el Subcomité del Comité de lo Judiciario del Senado de los Estados Unidos, cuyo objeto era investigar la administración de las leyes de seguridad interna del gobierno norteamericano. Su presidente era el senador por Mississippi, James O. Eastland.4
El propósito del subcomité era determinar si se necesitaba una legislación remedial para contrarrestar las fisuras en la legislación sobre la seguridad interna.
Uno de los problemas más complicados que enfrentó el subcomité fue el de las autorizaciones de seguridad para trabajar en instituciones federales tan sensibles como el Departamento de Estado.
El ejemplo más desconcertante para el subcomité había sido el caso de William Arthur Wieland. 5
El llamado caso Wieland será objeto de investigaciones recurrentes y exhaustivas desde 1960 hasta 1982, utilizándose como ejemplo en investigaciones senatoriales posteriores por sus tremendas implicaciones para la seguridad interna del Departamento de Estado y el gobierno norteamericano en general.6
Wieland había ingresado en el Departamento de Estado en 1941 y ya, en 1957, había alcanzado la alta posición de Director del Buró para México y el Caribe de la Subsecretaría de Estado para América Latina.7
El problema era que la larga carrera de Wieland en el Departamento de Estado había comenzado y se había desarrollado al parecer sin las requeridas autorizaciones de seguridad. Por demás, Wieland jamás había logrado presentar siquiera los documentos de identidad imprescindibles para poder comenzar a trabajar en el Departamento.8
Nadie a ciencia cierta sabía cómo realmente se llamaba pues unas veces aparecía como William Arthur Wieland, otras como Arturo Montenegro y otras como William Montenegro.
Ello conllevó a cuestionar sensitivas decisiones en política exterior en las que estuvo implicado Wieland.
A Wieland se le señaló no sólo como el principal causante de la caída del gobierno de Fulgencio Batista en Cuba sino como, además, el promotor del ascenso y afianzamiento de Fidel Castro en el poder.
Integrantes del subcomité y varios funcionarios del Departamento de Estado que testificaron ante el mismo sospechaban que Wieland había sido el causante de la suspensión de los embarques de armas al gobierno del general Batista.9
En tanto que Director de asuntos de México y el Caribe, Wieland tuvo la posibilidad de recomendar políticas hacia los países de la región e influir en su jefe, Roy Rubottom, jefe de la subsecretaría de Estado para América Latina en el sentido de su implementación.10
Además, a Wieland, se le señalaba como el autor intelectual de la manipulación mediática internacional que convirtió a Fidel Castro, cuando aún era un desconocido jefe guerrillero en las montañas cubanas, en todo un Robin Hood moderno ante los ojos de la opinión pública norteamericana y mundial.
Al parecer, Wieland tendrá mucho que ver con la entrevista de Herbert Mathews, el reportero estrella del New York Times, a Fidel Castro en la Sierra Maestra y con el documental televisivo de la CBS sobre la guerrilla de Castro en las montañas del oriente cubano.11
Wieland habría logrado, además, sustituir al embajador ante el gobierno de Batista, Arthur Gardner, afecto al mismo, por Earl E. T. Smith, quien jugará un rol importante en la caída del régimen.4
Wieland, además, infringió las normas más elementales del Departamento de Estado al instruir a Smith -quien no tenía experiencia diplomática alguna ni sobre asuntos cubanos- que recibiera la información sobre la situación en la Isla de Herbert Matthews –admirador y, literalmente, el aeda de Castro-, en vez de un especialista del Departamento de Estado, como es de esperar en estos casos.11
Peor aún, a no pocos resultó no poco sospechoso el hecho de que Wieland y Rubbotom estuviesen en Colombia en 1948, los momentos en que Fidel Castro se destacaba como uno de los promotores de los desórdenes sociales posteriormente bautizados como el “bogotazo”.12
Algunos incluso han insinuado hasta que Wieland conocía a Castro de sus estadías en Cuba durante la década de los 40 y que tenía vinculación con agentes del COMINTERN soviético como Fabio Grobart.
En las audiencias senatoriales, una de las cuestiones que más tiempo le tomó al subcomité fue la identificación del autor de la lista negra en la que estaban inscritos los personeros del régimen de Batista a los cuales se les había prohibido la entrada en el territorio de los Estados Unidos en la mencionada madrugada del primero de enero de 1959. al surgir la cuestión de una lista negra, el Sr. J.G. Sourwine, jefe consejero por muchos años para el Subcomité sobre subversión y comunismo encubiertos del Senado americano 13, le preguntó a Wieland: “…Y, ¿usted dice que había una lista? ¿De dónde vino esa lista? ¿Quién la hizo, quién la inició?” A lo que Wieland contestó tras ciertas evasivas: “…la lista, creo que la embajada en la Habana la preparó y la envió al Departamento de Estado”. Sourwine le preguntó directamente a Wieland si no había sugerido la lista. Como en la mayoría de las ocasiones, la respuesta de Wieland será indefinida: “No lo puedo precisar, pero, no lo creo…” Sourwine precisó una vez más: "´No le pidió usted [en inglés, usted y ustedes se dice igual, de lo que se aprovecha Wieland] a la embajada que hiciera una lista de los batistianos prominentes que buscarían la entrada en Estados Unidos?” Wieland entonces contestó, “Creo que lo hicimos, sí señor.” El presidente del subcomité repitió "¿Usted cree que ‘lo hicimos’?” Y Wieland le contestó “El Departamento [de Estado] sí señor". Sourwine insistió: “Usted lo inició todo, ¿verdad?” Y Wieland replicó: “No recuerdo, señor, qué sucedió en aquellos momentos. Si fui yo, estaría encantado de decirlo…” Pero, Sourwine volvió a la carga: “¿Recuerda si se le instruyó para hacerlo?” Y Wieland confesó a medias que: “Recuerdo haber trabajado en la lista, recibí la lista pero no recuerdo si la inicié o fue alguien más”. A lo que el senador Dodd expresó que: “No entiendo el negocio ese de ‘nosotros’. ¿No sería que algunos seres humanos lo hicieron?” Wieland, con ingenuidad imperturbable, le responderá: "Sí, señor.” Molesto, el senador Dodd le recriminará: “¿Podría ayudarnos más que decir ‘nosotros’, 'no estoy seguro' y cosas por el estilo? ¿Qué hizo usted en relación con la lista? ¿Quién le dio la lista, a quién se la dio usted? Me parece que son preguntas sencillas.” Wieland, inmutable, manifestó que: “La lista viene de la embajada y es recibida en el Departamento [de Estado]. Pasa por muchas manos, no estoy tratando de esquivar el asunto en lo absoluto.”14
Durante horas, los senadores y el consejero del subcomité senatorial interrogarán a Wieland sin lograr sacarle a este ni la más mínima pista. Fue imposible conocer el nombre de quien ordenó o sugirió que se hiciera una lista negra de aquellos personeros del gobierno de Batista a los cuales se les prohibiría la entrada en EE.UU.
Wieland se escudará en su versión laberíntica de los supuestamente intrincados canales burocráticos del Departamento de Estado haciendo imposible conocer quién ordenó hacer la lista, quién la escribió y quién tomo la decisión final.
Las respuestas de Wieland al interrogatorio del subcomité senatorial sólo parecían indicar que la lista que Cantillo tenía en las manos en la madrugada del primero de enero de 1959 se había materializado de la nada. Esta parecía haber sido absorbida por el intrincado aparato burocrático del Departamento de Estado, el cual la puso a trabajar en forma mecánica, independientemente de cualquier política, estrategia o táctica de las relaciones exteriores del gobierno norteamericano.
Nadie en definitiva ha sabido cómo la dichosa lista –tras, supuestamente, salir de la embajada americana en La Habana, llegar a Washington, circular por todos los vericuetos de la burocracia del Departamento de estado- fue a parar a tiempo a manos del General Cantillo para que este, en el momento de la estampida de los batistianos, pudiera distribuir los pasajeros hacia los aviones que los conduciría a su destino preestablecido en aquella primera madrugada de 1959.
¿Qué relación existía entre las reuniones de Cantillo con Fidel Castro, Wieland y la lista negra del Departamento de Estado?
Una vez que hubiese despedido al ex gobernante y su comitiva en el aeropuerto de Columbia, Cantillo, se nombró a sí mismo Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, exigió la renuncia del presidente del Senado y proclamó restablecida la Constitución de 1940. Siguiendo los preceptos de la misma Cantillo mandó a buscar a Carlos M. Piedra, magistrado del Tribunal Supremo, a quien le correspondía la sucesión presidencial.2
Fidel Castro había liderado el grueso de las fuerzas guerrilleras en las montañas y del movimiento clandestino en las ciudades precisamente porque, básicamente, Batista había dado un golpe de estado y derogado la constitución de 1940. Sin embargo, al enterarse de las decisiones de Cantillo, hizo su primera alocución pública por radio desde Santiago de Cuba, declarando a Cantillo traidor e inconstitucional al gobierno provisional de Piedra. Así y todo, es sorprendente cómo Castro trató a Cantillo.15
La inmensa mayoría de los jefes militares, policiales y demás funcionarios del gobierno de Fulgencio Batista que Castro logró atrapar fueron condenados al paredón de fusilamiento o a larguísimas penas de cárcel que oscilaban entre 25 y 30 años.
El general Cantillo no sólo se hallaba en la cúpula de donde se impartieron las órdenes que ejecutaron la mayoría de los militares y policías condenados sino que fue acusado de traición por el propio Castro el mismo primero de enero de 1959 supuestamente por no haberle entregado ni el poder directamente ni a los principales personeros del batistato.
Sin embargo, Cantillo recibió apenas 15 años de cárcel y, sin cumplir siquiera la mitad de su condena, logró salir de Cuba hacia EE.UU. con toda su familia en la década de los sesenta.2
Al parecer, Cantillo conocía lo que le esperaba cuando fue detenido por José Ramón “el gallego” Fernández, dejándose conducir por este en la forma más desenfadada del mundo.16
En cuanto al caso Wieland, durante el transcurso de más de 2 años, se acumularon multitud de hechos dudosos en torno a su figura y actuación dentro del Departamento de Estado. No pocos lo acusaron de ser un agente provocador del comunismo internacional. Será entonces que, en contra de todos los procedimientos y compartimentaciones del ejecutivo norteamericano, el Secretario de Estado Dean Rusk (miembro destacado del Council on Foreign Relations o CFR, amén de fideicomisario de la Fundación Rockefeller) y el propio presidente J.F. Kennedy, saldrán en defensa de Wieland, quienes lo declararán un funcionario confiable del Departamento de Estado. 17
Así se acallará todo el largo proceso del caso Wieland, aunque se dejarán todas las interrogantes del mismo flotando en lo imponderable.
NOTAS
Foto: El General Cantillo y el Magistrado Piedra enhttp://baracuteycubano.blogspot.com/2010/09/entrevista-de-emilio-ichikawa-al-sr.html
1. http://www.timetableimages.com/ttimages/qaw.htm
2. Entrevista con Fulgencio Rubén Batista y Godínez. http://www.eichikawa.com/entrevistas/Fulgencio_Batista.html
3. Cuba Betrayed. Fulgencio Batista Page 136 .http://www.questia.com/PM.qst?a=o&d=54321978
4. COMMUNIST THREAT TO THE UNITED STATES THROUGH THE CARIBBEAN HEARINGS http://www.latinamericanstudies.org/us-cuba/gardner-smith.htm
5. STATE DEPARTMENT SECURITY, THE CASE OF WILLIAM WIEL
Muchas gracias por reproducir mi artículo en este blog. El vínculo al blog original en español es http://havanaschool.blogspot.com/
ResponderEliminarOctavio Guerra