Amor en dos tiempos
ligia guillen
Lo conocí en un mes de septiembre del año 1983, mes de lluvias, huracanes y temporada de elevar cometas. Sin saberlo, los dos estábamos en la misma causa por la misma razón pero todavía creíamos en sueños desmedidos. Llegó con las manos llenas de milagros, en ellas todas las cicatrices, izando una bandera del tamaño del mundo.
Aquella tarde borrosa de lluvia lo ví acercarse y al mirarle a los ojos pude apreciar la profunda hoguera que le quemaba el alma. Por su sonrisa limpia y abierta ni siquiera imaginé que venía del lado mas negro de la vida. Había pasado 22 años en cárceles de Cuba, después de combatir a la dictadura batistiana para pasar a ser perseguido y condenado por la misma Revolución que defendió.
Me causó profunda impresión su frescura de espíritu que no daba cabida a sentimientos de venganza y rencor lo que desarmaba la malicia y el odio de quienes combatieron su lucha a beso desplegado, así guardó la semilla a costa de la flor. Convivió con la muerte durante ocho mil días, hasta amansarla como un animal domesticado y darle de comer en su mano.
Al traspasar el umbral del terror quería vivir la vida desvivida, sentir, palpar, conocer, abarcar de una sóla vez lo que le fue negado. Quería dar sus ojos a los que no miran y dar su lengua al que no puede hablar. Pero ignoraba que esa batalla nunca termina y que al final los sueños mueren en manos de los hombres.
Compartimos tres días de reuniones en un congreso celebrado en Miami frente a la playa y al cuarto ya sabíamos que éramos el uno para el otro. De allí en adelante nos propusimos dar a luz un amor diferente, de dos personas que estaban de regreso de otras vidas que nos quemaban como brasas encendidas. Dedicamos nuestro tiempo a inventar palabras para nombrar las cosas.
Pero él, no contento con los años de presidio intentó entregar lo que le quedaba a su causa: Cuba. Las circunstancias le demostraron que el odio y la malicia esperan en el próximo instante. Sin embargo, como todo espíritu indomable y como el Ave Fénix surgió de las ruinas para reencontrarnos.
Alejandro Novo, "Novito" es un digno orgullo del Presidio Político Plantado, un ejemplo de amor a una patria enajenada. Un orgullo para todos los cubanos auténticos y para cualquier hombre o mujer por sólo el hecho de compartir su humanidad. Lo ha dado todo por su Patria sin esperar nada a cambio, sin quedarse con nada, sin pedir cuentas de nada, con el desapego, generosidad de espíritu y entrega total que caracteriza a los elegidos por la vida.
Por eso lo admiro y lo amo y me enorgullezco de su calidad, de su sacrificio y de su amor. Y como los dos somos valientes tuvimos la audacia de pedirle amor a la vida.
Te quiero Alejandro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario