De: Perucho Figueredo
Para: Figueredo Perucho
Enviado: Viernes 24 de febrero de 2012 18:58
Asunto: SPD 85 BOLETIN ESPECIAL con articulo mío para su publicación
SPD
No. 85 (7/ año 4). La Habana, 24/Febrero-2012
“Se reconoce a los ciudadanos libertad de palabra y prensa conforme a los fines de la sociedad socialista”.
Art. 53 de la Constitución
Boletín por un socialismo más participativo y democrático.
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ÍNDICE
BOLETIN ESPECIAL
La enfermedad de Chávez y el futuro del proceso revolucionario cubano
Sin la ayuda de Venezuela, la única forma de evitar la restauración del viejo régimen, es hacer efectivo el poder de los trabajadores y del pueblo
Por Pedro Campos
CONTENIDO
La enfermedad de Chávez y el futuro del proceso revolucionario cubano
Sin la ayuda de Venezuela, la única forma de evitar la restauración del viejo régimen, es hacer efectivo el poder de los trabajadores y del pueblo
Por Pedro Campos
Se ha anunciado la segunda intervención quirúrgica al Presidente Chávez, en La Habana. Deseamos ardientemente su pronta recuperación. Si por alguna razón, esta operación implicara la posibilidad de que no pueda presentarse a las elecciones de Octubre, el gobierno de Cuba podría quedarse sin el determinante apoyo económico de Venezuela, pues gane o pierda el PSUV, tal respaldo sería incierto sin Chávez como Presidente.
Hace tiempo el gobierno-partido viene tratando de diversificar sus fuentes de ingresos e inversiones. Pero Brasil, Rusia y China juntos, no pueden llenar el vacío que dejaría la ayuda venezolana. La colaboración con EE.UU. en cuestiones de narcotráfico, terrorismo, migración y tráfico de personas, le ha valido para aflojar algunas cintas del bloqueo, pero éste sigue en pié en lo fundamental. La Escarabeo 9 apenas acaba de comenzar sus excavaciones en la plataforma en busca de petróleo.
La “actualización” en busca de productividad e ingresos para beneficio del estado rentista, válido únicamente para EE:UU por ser el emisor de la moneda de cambio internacional, optó por un divorcio con su propia clase obrera, al decidir la racionalización de millón y medio de puestos de trabajo y por una alianza con los capitalistas nacionales y extranjeros, antes que compartir el control de las empresas estatales con los trabajadores y avanzar en un proceso de cogestión y autogestión, que si bien no implicaría grandes ingresos al presupuesto central, fomentaría la producción, generaría beneficios directos para la población, aumentaría la responsabilidad material de los trabajadores y fortalecería el compromiso político de los mismos con el proceso revolucionario.
Esa fue nuestra propuesta ante al llamado democrático de Raúl al IV Congreso del PCC en1991. Su respuesta fue apartarnos. Fue nuestra sugerencia, mucho más argumentada, en el 2006, enviada directamente a Fidel y a Raúl, en detalles, obviada, despreciada, ignorada.
Fue lo que hicimos en el 2007, con las “15 propuestas concretas para revitalizar el socialismo en Cuba”. Fue lo que planteamos con la presentación a todo el pueblo del documento “Cuba necesita un socialismo participativo y democrático. Propuestas Programáticas”, en el 2008. Fue lo que presentamos en el 2011, con “Propuestas para el avance al socialismo en Cuba” al VI Congreso del PCC. Siempre con la callada por respuesta y la represión silenciosa.
No lo hicimos para recibir algún reconocimiento, ni para un diplomado en la Universidad. Bien lo saben allá arriba: lo hicimos para ayudar a los trabajadores y a la transición socialista, para tratar de hacer avanzar la revolución, para comenzar el camino pendiente, de la socialización y la democratización del poder económico y político, estancado en la estatización, para evitar el desastre.
Ni los capitalistas nacionales, ni los extranjeros han podido auxiliar al gobierno de la “actualización”, con la prontitud y la eficiencia que éste necesita, mientras las políticas de aislamiento internacional han continuado. Es muy difícil, en el mundo moderno, apoyar un gobierno de control total, de corte neoestalinista.
Las medidas tomadas para estimular la agricultura y la industria, al seguir lastradas por el pecado original del estatalismo centralizado, no han logrado sacar el país del desabastecimiento y el gobierno ha tenido que seguir invirtiendo cientos de millones de dólares en alimentos que podrían producirse aquí. La aniquilación de la industria azucarera dejó a Cuba sin su tradicional moneda de cambio internacional.
Los dos motores básicos de una eventual economía socialista, la auto y cogestión y el cooperativismo, siguen apagados.
Sin el respaldo de Venezuela, el modelo económico político y social estado-céntrico tradicional, -que el partido-gobierno solo aspira a “actualizar”, no a cambiar-, puede sufrir su más grave recaída, desde la desaparición de la URSS y el “campo socialista”.
Podrían reeditarse en Cuba los peores momentos del Período Especial: los apagones, la disminución drástica del transporte público, la paralización de las plantas industriales que lograron mantenerse o arrancar gracias a la ayuda venezolana, la inestabilidad en la entrega de los pocos productos alimenticios normados subsidiados por el estado y repartidos a través de la libreta de racionamiento, la drástica disminución de la calidad de los servicios turísticos y otros, a consecuencia de la falta de petróleo.
El descontento ya existente se podría generalizar y las protestas callejeras se podrían hacer masivas. La represión y el uso de las fuerzas de respuesta rápida y antimotines, solo agravarían la situación. Las amenazas al pensamiento diferente, cada vez serían más contraproducentes. Si se llegara a crear un clima de hostilidad y represión generalizada, podría ser el fin de proceso revolucionario y se abriría el camino a la plena restauración del viejo régimen. La posibilidad de una intervención directa del imperialismo se haría presente. Los únicos responsables serían los que se han resistido a dar participación real en el poder al pueblo y a los trabajadores y han preferido la represión al diálogo.
Ante la crisis que podría acercarse, la única forma en que el gobierno-partido podría ofrecer una solución nacional, sería compartiendo verdaderamente el poder con los trabajadores y el pueblo, en cada centro de producción o servicios, en cada barrio, región o municipio. Tendría que desarrollarse aceleradamente el programa amplio de participación de los trabajadores en el control directo sobre la dirección, la gestión y las utilidades de las empresas, fomentar el cooperativismo aceleradamente y abrir todas las puertas al trabajo por cuenta propia. Eso demandaría un radical cambio en los cuadros principales y en los métodos de dirección.
Paralelamente, tendría que avanzarse en un proceso de democratización del modelo político actual, que posibilite la elección democrática directa de todos los cargos públicos, la realización de referendos para la aprobación de los presupuestos participativos y las nuevas leyes, la plena libertad de expresión y asociación que facilite a las fuerzas de izquierda derrotar políticamente las tendencias burocráticas y pro-capitalistas dentro y fuera del estado y organizar a los trabajadores y al pueblo en formas democráticas directas para ejercer el poder en los barrios, los municipios, la nación.
Una vez creados los Consejos de Trabajadores que dirigirían las empresas estatales, de acuerdo con nuevas formas de autogestión y cogestión, los colectivos de trabajadores deberían tener la plena capacidad para defender sus intereses, política y materialmente.
En fin, desarrollar un programa económico, político y social verdaderamente socialista y democrático.
Hay lecciones históricas de los acontecimientos en la URSS y el “campo socialista”, que deben recordarse: al no contemplar los intereses de los trabajadores, al no compartir con ellos el poder real, el económico, al no permitir que los trabajadores dejaran de ser asalariados, para convertirse en libres asociados, en la nueva clase revolucionaria, el poder burocrático terminó perdiendo el apoyo de sus propios asalariados y en el momento de su aislamiento, los obreros terminaron colaborando con las fuerzas de la oposición restauradora capitalista, por la sencilla razón de que los capitalistas privados, pagan mejor que los capitalistas del estado y dan más libertades formales.
Hoy todavía, los trabajadores cubanos, cansados de ser culpados de la situación actual por “indisciplinados”, colmados de paciencia, podrían aceptar la oferta de compartir el poder; pero el estado todo-poseedor y todo-decisor, tendría que saber que sería el comienzo del fin verdadero del burocratismo y la corrupción sistémica, de las prebendas estatales, de los tiempos ilimitados en los cargos, de los grandes presupuestos militares y de seguridad, el fin de estatalismo centralizado, para el nacimiento, entonces sí, del proceso de democratización y socialización del poder económico y político, de la revolución social pendiente, de la Cuba con todos y para el bien de todos, democrática y libertaria, con la que soñó Martí.
Sin la ayuda venezolana, la única forma de evitar la restauración del viejo régimen, es hacer verdaderamente efectivo, sin subterfugio alguno, el poder económico y político de los trabajadores y el pueblo.
Aún, el gobierno-partido tiene donde escoger: con el pueblo y con los trabajadores, o el “precipicio que estamos bordeando”.
Socialismo por la vida.
La Habana, 24 de febrero de 2012. En el 117 Aniversario del Inicio de la Guerra convocada por Martí, por la libertad, la independencia y la democracia de todos.
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