DISCREPANCIAS ENTRE PAUL GILLMAN Y ANDREÌNA TARAZONA
Eligio Damas
Por años, como decir, “desde que el mundo es mundo”, uno ha escuchado a dueños de medios radioelèctricos y televisivos, asì como muchos de quienes a ellos sirven, decir que ofrecen basura como forma de diversiòn porque eso “es lo que a la gente le gusta”. Por supuesto, tal argumento està dentro de la lògica capitalista. A ellos no les interesa elevar la calidad de la gente, sino vender. Lo importante es que sus anunciantes vendan lo màximo posible y a ello se dedican, no a la buena educaciòn del pùblico. El “usuario”, como dicen ahora por disposiciòn legal, es visto como un potencial comprador, no sujeto a elevar. Ese discurso y concepto infernales, son coherentes con los inetreses de las empresas anunciantes y las anunciadoras; en este ùltimo caso estàn los medios privados.
Lo anterior tambièn vale para grupos musicales. De estos, muchos estàn dispuestos a ofrecer lo que sea, màs que simples morisquetas; prevalece que se llenen de gente eso que ellos llaman “conciertos” y sus discos se vendan como pan caliente.
El pueblo tiene unos gustos, formas de percibir la vida, divertirse y aficiones musicales. Entre esos valores, muchos les han inculcado por años, siempre atendiendo en mayor medida a los fines de la empresa capitalista. Decimos esto ùltimo, porque nos estamos centrando en la sociedad venezolana.
No se trata de negar ningùn gènero musical per se, pero tampoco despachar la discrepancia entre las opiniones de Paul Gillman y la joven Vice Ministra de la Juventud, Andreìna Tarazona, con un simple lugar comùn, segùn el cual “revoluciòn es inclusiòn”.
No se puede organizar un acto como el relativo al “Dìa de la Juventud”, desde el lado de la revoluciòn, con la òptica de la derecha y asumiendo sus valores. No debo apelar al discurso de “revoluciòn es incluir”, cuando estoy poniendo a un lado mis ideas, mis propòsitos, valores estratègicos, para asumir aquello que debo combatir. Tratar de llamar a los jòvenes a incoprporarse al combate por la libertad e independencia, en una fecha apropiada, usando recursos y valores que no se avienen con aquellos objetivos luce como incoherente y nada incluyente.
La mùsica, el estado de ànimo generado en muchos de los “conciertos”, la coreografìa de esos grupos que rechazò Paul Gillman, tienen una carga cultural y hasta ideològica que nada tienen que ver con el deseo de cambio que anima a los revolucionarios. A los jòvenes aquèlos les atraen, justamente porque eso es lo que le ofrecen en abundancia de acuerdo a pràctica ancestrales de quienes manejan el negocio.
Uno podrìa decir, para no aparecer tan extremista, no se puede confundir un baile, fiesta de carnaval, con actos como el del 12 de febrero. Aunque todavìa asì estarìamos cediendo espacio.
¿No percibimos que estamos asumiendo el asunto tal como por mucho tiempo lo ha hecho la derecha y la banda mercantil? ¿Si alguno de esos grupos le gusta a la gente, porque de esas cosas son las que siempre le han dado, entonces la revoluciòn debe hacer lo mismo? Si se piensa asì, no serìamos revolucionarios, ni estarìamos haciendo revoluciòn alguna.
No se debe confundir incluir, incorporar gente, abrirle espacios a todo el que se pueda, con asumir sus valores, si estos contradicen el interès popular y el fin revolucionario. En ese caso, serìan ellos quienes nos estarìan incluyendo o arropando a nosotros.
No sè si es cierto, pero es importante tomar en cuenta ademàs lo dicho por Gillman, que cada uno de esos grupos aparece asociado a empresas capitalistas trasnacionales. Lo que nos convertirìa en inocentes agentes reproductores de la carga que hay detràs de ellos.
Pero tambièn es bueno reclamar que nuestra gente merece que se le ofrezca calidad, aparte del mensaje ligado a la revoluciòn, felicidad y valores altos. Tampoco se trata de importar mùsica, como si fuese una mercancìa o algo utilitario, para pegarla como un parche a nuestra revoluciòn. En este paìs sobra mùsica de calidad, de alto valor y talento por estimular para la creatividad.
Como con frecuencia dice Cecilia Todd y bastante le oì a Jesùs Sevillano, en este bendito paìs lo que màs hay no es petròleo, sino mùsica de maravillosa calidad.
Esos pegostes indigestos, que uno escucha a veces, como hace poco en el desfile de “Los Proceres”, con motivo del 4F, que contravienen el sentido de pertenencia, nos recuerdan cuando, por no tener otra cosa que cantar - aùn Alì no se habìa expresado - no se nos ocurrìa nada original, sino la idiotez de cantar el “Bella Ciao” o la canciòn del “Quinto Regimiento”,. Aquì tambièn vale decir, “Inventamos o erramos.”
Tenemos un ejemplo valioso en nuestro cantor Alì Primera. Quien compuso y cantò decenas o centenas de canciones revolucionarias de calidad y con una voz prodigiosa. Todavìa recuerdo emocionado y sorprendido, como el falconiano, apenas con un cuatro, acà en Puerto La Cruz, deleitaba, hacìa delirar y hasta bailarr, a cientos de muchachos que nada sabìan de revoluciòn, ni habìan pensado en ella, antes de ser enganchados por su canto. Los otros gèneros, sin caer en lo panfletario, propagandismo superficial con franela roja, pueden hacer lo mismo.
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