miércoles, 15 de febrero de 2012

ELECCIONES, DINERO Y PODER

Elecciones Dinero y Poder
Por Lorenzo Gonzalo, 14 de febrero del 2012

El Presidente Obama siempre ha mostrado preocupación por las donaciones destinadas a los fondos electorales. Desde antes de aspirar a la presidencia siempre se mostró reticente de los dineros provenientes de los llamados Comités de Acción Política (PAC en inglés).

Su propuesta de limitar las donaciones como manera de establecer un control sobre las influencias que estas representan, fue rechazada por la Corte Suprema. Entre las cosas que dijo para oponerse a dicho procedimiento, el Presidente Obama se refirió a estos Comités como “una amenaza para la democracia”.

Dada la envergadura de las colectas multimillonarias que los republicanos han puesto en marcha, el Presidente se ha alejado de esa posición ideológica, so pena de no poder competir cuando comience el período de campaña presidencial. En realidad no le queda otro camino, hasta que el momento político se lo permita y entonces vuelva a arremeterla en contra de ese soborno disfrazado, con el que los grandes intereses sostienen a sus Congresistas.

Esos intereses que no están compuestos sólo de capital o de capitalistas, constituyen una madeja tejida alrededor del Estado, conformando la esencia del Poder Dominante, de aquí que aspectos de esta naturaleza no puedan ser eliminados fácilmente. Para evitar que cosas como estas sucedan, Estados Unidos cuenta con la Corte Suprema y 13 Cortes de Apelaciones de Distrito. En estas instituciones, se sustenta el Poder Decisorio que establece las normas generales de gobierno e incluso pueden decidir sobre reglas de conducta social. Si esta institución, por ejemplo, determina que los abortos deben ser abolidos de acuerdo a cualquier lectura errática que hagan de la Constitución, eso sería un modo de interferir en la conducta social.

El dinero es un elemento central en las elecciones y una de las armas que limita la participación de grupos no afines en la superestructura política.

El sistema de elección consistente en Comités de Acción Política, encargados de recaudar la mayoría de los fondos que nutren los organismos de campaña de los candidatos, convierte el dinero en una poderosa arma de combate electoral.

Cualquiera que reúna ciertos requisitos elementales, se puede postular a la Presidencia de Estados Unidos. De no pertenecer a ningún partido solamente se le exige presentar 10,000 firmas certificadas que lo apoyen en la gestión, acompañada con el nombre y número de electores que correspondan al estado en cuestión. Estos electores son quienes se reunirán en Diciembre para elegir al Presidente. Dicho organismo o Colegio Electoral, que es la manera como se les designa, siempre elige como Presidente a quien haya obtenido la mayoría de los votos, aunque teóricamente puede inclinarse a favor de un candidato que no haya sido electo en la votación general. La razón para que esto no suceda es simple, si se produjera una votación que no reflejara la voluntad del voto ciudadano, el escándalo sería demasiado grande y las razones para que algo así ocurriese nunca son lo suficientemente poderosas como para tomar semejante decisión. Es importante destacar que a la hora de las elecciones, a quienes realmente se elige son a los electores, los cuales representan a los candidatos en cuestión. Por consiguiente el Presidente y el Vicepresidente de Estados Unidos no son resultado del voto directo.

Donde radica la dificultad mayor, para llegar a ser electo en unas elecciones generales, es en la capacidad de conducir las campañas electorales hasta el final, lo cual se ve limitado porque estas se financian con dinero privado, cuyas cantidades más estrafalarias provienen de los grandes negocios a excepción de una pequeña cantidad suministrada por el gobierno federal.

No es menos cierto que en cualquier evento electoral, de todos los inventados hasta hoy, siempre habrá limitaciones para que personas ajenas a determinados grupos de poder puedan resultar electos a la principal magistratura del país. La dificultad que se agrega en el sistema de partidos, especialmente en Estados Unidos, es que el peso principal de toda la gestión recae irremediablemente en las cantidades de dinero disponibles por cada candidato. De no existir suficiente presupuesto no tendrá la exposición en los medios comerciales, quedando virtualmente anulado. De esta manera son los proveedores monetarios quienes garantizan el tipo de Estado y sus administradores.

Prácticamente, en ningún país puede existir un método de elección directo debido a los grandes conglomerados que componen al más pequeño de ellos, no obstante pudieran establecerse procedimientos para seleccionar desde abajo, hasta llegar al nombramiento de las figuras legislativas y ejecutivas. Para lograr esto, si se hace con ánimos de imparcialidad política, no es necesario ningún partido. Esto por supuesto, implicaría la existencia de una Constitución diferente, protegida por un cuerpo jurídico de carácter institucional, vinculado a la Asamblea o Congreso e investido de cierta inmovilidad, que exprese los rasgos generales de la dirección política, con lo cual se garantizaría la continuidad y desarrollo del sistema en particular.

En Estados Unidos, son los dos Partidos quienes ejercen el Poder del Estado, determinando esa continuidad y son ellos, al margen de la voluntad popular, los creadores definitivos del inmenso aparato jurídico y represivo que impone el tipo de funcionamiento para la gran industria, las instituciones financieras y para el resto de las actividades económicas, a través del Estado que constituyen y administran.

El inconveniente para el logro de una sociedad más justa y equilibrada radica en que este tipo de instituciones partidarias, tienen un carácter privado, representativo de grupo, mientras que lo necesario realmente, para garantizar un mínimo de presiones sobre la evolución social, es una forma de organización que siempre pueda ser regulada por la combinación de los múltiples intereses de la sociedad. Esto no es posible donde la disciplina de grupo se impone sobre los criterios personales. Un Partido político, independientemente de cómo enfoquemos el asunto, es una institución más cercana al interés privado que a los intereses públicos y la disciplina inherente al mismo dificulta a sus miembros ver siempre más allá de sus objetivos particulares. Si además de esta obligada disciplina estos organismos políticos están rodeados de liderazgos destacados y con vinculaciones a algún cuerpo militar de orden publico, esas dificultades se multiplican.

Lo Presidentes, sin importar el sistema en cuestión, no pueden ser cualquier persona sin una larga experiencia de gobierno. En todo sistema este requisito es determinante para el buen funcionamiento de la Administración estatal. Esto se entiende perfectamente y cualquiera que sea la forma seleccionada para designar candidatos, este elemento tiene que ser tomado en cuenta.

A las puertas de las elecciones y en medio de la Primaria del Partido Republicano para escoger su candidato, ya Obama se prepara para la contienda. No es menos cierto que si la Primaria es para designar a su oponente, cada uno de ellos aprovecha cada momento de exposición pública para atacar la Administración actual. Esto en lenguaje llano y simple se llama campaña electoral. Por consiguiente Obama decidió comenzar a esa campaña desde su Discurso a la Nación en enero.

Estas actuaciones son inevitables en un sistema de Partido. Obama no puede alejarse de sus mecanismos y aun cuando rechace algunos de ellos, como el referente a las donaciones, está obligado a colocar momentáneamente a un lado ese criterio para mejor servir a sus representados.

Como el dinero constituye la esencia de la campaña electoral en Estados Unidos y la Corte Suprema falló a favor de las donaciones corporativas, Obama se ve obligado a optar por dicho procedimiento para ponerse a la par con los republicanos.

Ni cortos ni perezosos sus administradores de campaña están haciendo su labor y el Presidente en buena lid, tiene la obligación de desentenderse coyunturalmente de su repulsa a un mecanismo corrupto y corruptor y jugar con las mismas fichas de su oponente.

Como dice un antiguo refrán cubano y muchas veces repetidos por nosotros: “lo que es igual no es trampa”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario