28-02-2012
México, un ALBA en vez del TLCAN
Hedelberto López Blanch
Rebelión
Publicado tambien en Ajintem y Diario Universal
Resulta completamente paradójico que después de 18 años de la firma del Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN) entre Estados Unidos, Canadá y México, este último país tenga 55,1 millones de pobres, según el oficial Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).
El presidente Carlos Salinas de Gortari, en diciembre de 1992 firmó el TLCAN, que entró en vigor en enero de 1994. Los sucesivos mandatarios Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón siguieron impulsándolo.
Datos de Coneval indican que en 2008 existían en el país 50,6 millones de personas en la pobreza, que al sumárseles 4,5 millones en los últimos tres años, la cifra alcanza a 55,1 millones, o sea, el 51,3 % del total de la población estimada en 107,4 millones de habitantes.
Para ese organismo con sede en Ciudad de México, los índices de pobreza se elevaron debido al alza internacional en los precios de los alimentos, así como a la abrupta disminución de la producción nacional de maíz, granos y carnes que ahora deben importarse, en su gran mayoría, desde Estados Unidos.
Coneval significó que en el 40,8 % de los 2 456 municipios de México, se concentra más del 75 % de la población pobre.
En la negativa lista destacan, Puebla, (732,154); Iztapalapa, DF (727,128); Ecatepec de Morelos, México (723,559); León, Guanajuato (600,145); Tijuana, Baja California (525,769); Juárez, Chihuahua (494,726); Nezahualcóyotl,(462,405); Toluca,(407,691); Acapulco de Juárez, Guerrero (405,499), y Gustavo A. Madero, Distrito Federal (356,328).
En cuanto a los Estados, los de mayor pobreza son Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Tabasco, Veracruz, Baja California y Durango donde se concentran los más altos porcentajes de población autóctona.
Mediante el TLCAN, la nación azteca se ha convertido en los últimos años en una dependencia de Washington. La profusión de leyes neoliberales permite a las compañías extranjeras utilizar mano de obra barata para sus producciones, explotar sus recursos naturales, extraer petróleo a precios preferenciales y exportar los excesos de mercancías norteamericanas hacia ese país.
Estos datos pueden llevarnos a la reflexión: El 86 % de las importaciones mexicanas provienen de Estados Unidos, mientras que el 70 % de sus exportaciones van hacia ese mercado, controladas en su mayoría por transnacionales con sede en el vecino del norte que obtienen cuantiosas ganancias.
El Tratado ha permitido a Washington tener un mayor control sobre la economía azteca al adueñarse mediante sus compañías de las fuentes de producción y servicios de esa nación.
Acápites pro monopólicos impuestos dentro del TLCAN, permiten a las empresas norteamericanas proceder legalmente contra el gobierno y exigir compensaciones extraordinarias si se promulgan leyes que atenten contra sus intereses económicos.
Esas cláusulas impiden a cualquier mexicano afectado acudir a tribunales nacionales cuando se presenten diferencias, mientras en los internacionales las disputas son inapelables, las audiencias casi siempre son secretas y Estados Unidos puede ser demandado pero sin reclamos a los inversionistas .
La desigualdad es otro de los aspectos negativos de las políticas neoliberales establecidas en las últimas dos décadas pues mientras más de la mitad de los mexicanos estan marginados, sin poder cubrir sus necesidades alimenticias, ni de educación o de salud, solo ocho magnates nacionales poseen una fortuna de más de 90 000 millones de dólares que equivale al 10 % de Producto Interno Bruto (PIB) del país.
Ellos son Carlos Slim con 53 500 millones de dólares, Ricardo Salinas (10 400 millones); Germán Larrea (9 700 millones); Alberto Baileres (8 400 millones); Jerónimo Arango (4 000 millones); Emilio Azcárraga (1 500 millones); Roberto Hernández (1 300 millones) y Alfredo Harp (1 100 millones).
Esta abismal desigualdad ocurre en una nación donde según el Fondo Monetario Internacional, el PIB se eleva a 1 658 187 millones de dólares, o sea, el segundo de América Latina después de Brasil.
Esto demuestra que si no existe una voluntad política para llevar adelante la satisfacción de las necesidades de la población, no importa cuan elevado pueda ser el PIB de un país.
Dos ejemplos recientes en América Latina llaman la atención por los resultados logrados.
Venezuela sacó de la pobreza a millones de personas desde que en 1999 el presidente Hugo Chávez llegó al poder y puso a disposición de todo el pueblo las riquezas obtenidas de la producción petrolera que antes eran llevadas al extranjero mediante las compañías transnacionales.
La Comisión Económica para América Latina (CEPAL) señaló que pese a que en la región, desde 1990 hasta 2010, la pobreza en algunos países se incrementó, “el caso venezolano, hay que mirarlo con atención porque en ese mismo periodo, ese flagelo disminuyó en más del 50 %”.
La CEPAL argumentó que Caracas logró bajar la pobreza general de más del 60 % al 28 %, y la extrema del 29 % a 7 %”.
El otro caso es el de Bolivia. El jefe de la misión del FMI en La Paz, Gabriel Lopetegui, declaró recientemente que “el buen desempeño económico, los avances en la redistribución del ingreso y la inclusión social, han permitido a esa nación comenzar a salir de los grandes problemas sociales y económicos padecidos durante dos siglos.
Lopetegui argumentó que 11 % de la población de Bolivia, de 10 millones de habitantes, o sea, 1,1 millones, abandonó la línea de extrema pobreza entre 2006 y 2010, después que el Gobierno boliviano aprobó el pago de rentas vitalicias, de entre 1 800 y 2 400 pesos a la población mayor de 60 años, que engloba a 800 000 adultos.
Datos de organismos internacionales indican que en 2004, siete de cada 10 bolivianos vivían bajo la línea de pobreza.
Muchos de los logros de estas dos naciones se han obtenido con acuerdos de cooperación y de integración solidaria elaborados a través de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) que además han llevado la educación y atención sanitaria gratuita a millones de personas en esos países.
Por tanto, cabe preguntarse: ¿No sería mejor para los mexicanos buscar mecanismos similares al ALBA y abandonar el TLCAN?
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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