PUBLICACION "ENTORNO"
Opinion
ASEDIO CONTRA SIRIA. ENTRE MENTIRAS Y VERDADES
por Omar Rafael Garc�a Lazo
La desinformación ha sido una constante alrededor de los sucesos que sacuden hoy al Medio Oriente. Las causas van desde el desconocimiento de aspectos fundamentales de las culturas que conviven en la región, hasta el casi invulnerable manto de silencio, medias verdades y mentiras que los grandes medios de comunicación han tejido sobre los hechos que allí han sucedido.
No hay dudas que hubo explosiones sociales, revueltas genuinas, contra gobiernos totalitarios. Pero tampoco puede haber vacilación para denunciar la actitud oportunista e imperial, largamente planificada, de EE.UU. y sus amigos occidentales y locales, que esperaron, estimularon, desplazaron y encauzaron las manifestaciones y parte de sus fuerzas motrices, sobre todo aquellas acéfalas y espontáneas, para evitar peligrosos desequilibrios en la región y fortalecer posiciones.
En este complejo escenario, EE.UU. es un actor protagónico, pero no es el único que juega sus cartas. Existen jugadores árabes que tienen agendas e intereses propios, ajenos totalmente a las demandas populares, y que pueden o no coincidir con los de Washington, Londres o París; aunque para ser exactos, tampoco hay muchas contradicciones, al menos en el corto plazo.
Las monarquías del golfo Pérsico buscan un espacio de influencia regional que garantice su supervivencia y aleje amenazas. En ese sentido, no han dudado nunca en aliarse a EE.UU. y Occidente. La lista de las alianzas fratricidas árabes es larga y debemos conocerla para entender hechos recientes. Todos esos emiratos y reinos son esencialmente bases navales, aéreas y de operaciones especiales estadounidenses, pero han avanzado en su papel regional gracias a sus asociaciones políticas históricas, por sus recursos energéticos y gracias también a los errores que cometieron durante años países como la Libia de Gaddafi, la Siria de Al Assad y el Irak de Saddam Hussein. Evidentemente, las incoherencias en política se pagan caras.
Las fuerzas islámicas han ganado también en relevancia, en tanto el Islam constituye el núcleo ideológico en torno al cual gira la mayor parte de la vida de la región. Por otro lado, la puja de intereses y la habitual habilidad occidental para contraponerlos ha incentivado la división en la región y ha hecho del panarabismo una quimera.
La historia ha demostrado cuán “flexibles” pueden ser las posturas de Occidente, de muchísimas fuerzas islámicas, y de los gobiernos monárquicos árabes. Por tanto, no puede sorprendernos la convivencia de todos en las mismas trincheras tanto en Libia como en Siria. Padrinos y ahijados pueden tener diferencias, pero en este caso, prevalecen los vínculos. No olvidemos la relación que mantuvo por años Osama bin Laden con Washington y la CIA. Claro, tampoco olvidemos el refrán de los cuervos.
Pero nada de esto nos cuentan los medios. Nos ocultan información, sobredimensionan otras y tergiversan los hechos. En el caso específico de Siria, solo halan el gatillo los hombres de la policía y el ejército nacional, mientras que los manifestantes solo exponen sus pechos.
Si en un momento fue realmente así, como el propio gobierno sirio lo reconoció, ya todo ha cambiado. No dudo que grupos de manifestantes fueron obligados a armarse para defender sus ideas, pero también es cierto, y ya existen pruebas, que desde Turquía, Jordania y Líbano operan mercenarios y fuerzas especiales bien armadas de países occidentales y árabes opuestos a Damasco. Pero de esto, ni una línea cablegráfica, ni un byt en las páginas web de los grandes medios de comunicación.
Las revueltas recibieron una respuesta “desproporcionada” por parte de las fuerzas sirias, como diría cualquier agencia de prensa occidental si estuviera cubriendo una manifestación de indignados en Barcelona o Valencia. Pero el término usado fue “represión” y cuando esto sucede, la “comunidad internacional” debe actuar para “proteger civiles” como en Libia, aunque haya que usar modernos bombarderos y misiles y aceptar pasivos sus “daños colaterales” contabilizados en unos cuantos miles de muertos y heridos.
Pero en Siria es distinto, y aunque traten de ocultarlo y otros lo duden, el Presidente cuenta con apoyo, pues de no ser así ya se hubiera caído. Además, una parte considerable de las fuerzas opositoras sirias se oponen a cualquier tipo de intervención. Estoy convencido de que conocen lo sucedido en Libia y la estafa política que significaron Túnez y Egipto para las organizaciones y manifestantes que buscaban un cambio real.
En lo externo, se ha dicho bastante qué significaría para Rusia y China la caída de Siria, uno de los principales anillos de defensa de Irán. Por esta razón, Moscú ha vetado dos veces, igual que China, las resoluciones antisirias en el Consejo de Seguridad; mantiene sus contratos militares con Damasco, reforzó sus medios marítimos en su base naval de Tartus; y envió una amplia delegación al país árabe el 7 de febrero, encabezada por el canciller Serguei Lavrov y el director de la Inteligencia Exterior, Mijaíl Fradkov, a la que se sumó la reciente visita del titular del Comité de Relaciones Internacionales de la Duma Rusa (parlamento).
Según medios de prensa sirios, silenciados constantemente por la gran prensa, en la reunión del 7 de febrero se valoraron “las medidas para hacer frente a un grupo de países occidentales y árabes en su posible actitud anti-Siria”. Otros medios alternativos han informado que la delegación rusa se reunió con representantes de Turquía, Irán y Líbano y establecieron varios acuerdos con el fin de restablecer la paz.
Se afirma que Siria se comprometió a frenar la violencia y a entregar 49 instructores militares extranjeros hechos prisioneros por el ejército nacional. Turquía intercedió en la liberación, concretada el 8 de febrero, de 11 peregrinos iraníes secuestrados por grupos rebeldes en Siria, y a detener el apoyo al “Ejército Sirio Libre”. Para ello, informó el cierre de sus instalaciones en suelo turco y la entrega del coronel Rifat al-Assad, tío renegado del actual mandatario sirio.
El mismo día 8, la vocera del Departamento de Estado, Victoria Nuland, informó que EE.UU. se opone a enviar armas a la oposición y que trabaja por silenciarlas para garantizar una “transición pacífica a la democracia”. Aunque no creamos una palabra de lo que dice, es papable que la visita de la delegación rusa tuvo efecto.
EE.UU. sigue tapándose con la Liga Árabe, dominada por las monarquías del Golfo, y ante las derrotas diplomáticas en el Consejo de Seguridad, encaminó sus pasos hacia la Asamblea General. De igual forma, trata de contrarrestar las acciones de Moscú y la postura de Beijing con la organización de una Conferencia de interventores “Amigos de Siria”, “convocada” por la Liga Árabe, que busca cerrar el cerco.
Mientras todo eso ocurre, los medios solo nos hablan de “represión” y “amigos de Siria”, de la “amenaza nuclear” iraní y de la postura poco civilizada de China y Rusia, que, por cierto, saben que el objetivo final es Irán, algo que, desde cualquier punto de vista geoestratégico, no pueden permitir.
Bashar Al Assad, por su parte, continúa sus acciones contra los grupos armados y trata de hacer avanzar las reformas que considera podrían salvar el régimen. En Israel no saben qué es mejor para su seguridad, si una Siria con Bashar o sin él, y monitorean impotentes a Teherán.
En el Golfo, los emires, sultanes y reyes buscan alternativas e insisten en eliminar viejos enemigos regionales, reprimen impunemente a sus pueblos y buscan una salida manca al conflicto israelo-palestino, pues así tratan de alejar la influencia de Irán, minimizan las amenazas contra Israel y aseguran un poco de crédito ante las masa árabes.
Irán observa con atención el tablero y mueve sus fichas, todas, para evitar peligros y disuadir. Y en EE.UU., más allá de la histeria guerrerista de algunos, la élite militar y económica se convence cada vez más de que es mejor subvertir que agredir militarmente, lo mismo a Damasco que a Teherán. En definitiva, piensan, hay caldo de cultivo para ello.
Parece, por tanto, que la guerra aún no está cerca, aunque como dicen muchos, cualquier chispa puede encender una llama. Y todos los actores en el escenario lo saben muy bien.
Fuente: Panorama Mundial
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