Publicado por Pedro Fraga
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El triunfo de Chávez no es el triunfo de Cuba Destacado
por Roberto Cobas Avivar
Sábado, 25 de Febrero de 2012 18:45
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La revolución bolivariana peligra porque la revolución cubana claudica. La relación inversa es falsa.
Creer que el triunfo de H. Chávez en las inminentes elecciones presidenciales venezolanas (oct. 2012) significa una garantía para la revolución cubana responde a la idea del triunfo en Cuba de la transición capitalista en marcha.
Cuba y Venezuela convergen en sus caminos, no porque la revolucion bolivariana avance hacia el socialismo, sino porque la cubana ha hecho renuncia de ese camino.
La revolución bolivariana permanece cuesta arriba en lucha abierta y tenaz por la expansión y consolidación del poder, desafiando el orden económico capitalista dominante y el sistema de democracia burguesa legitimado por la propia Constitución.
La revolución cubana desde el poder conquistado va cuesta abajo por la senda del reformismo liberal-burgués, desafiando la propia Constitución en aras de la transferencia del poder económico a una clase burguesa propietaria naciente y a la clase política de la burocracia estado-partidista adueñada de la gestión económica y empresarial determinante.
Fidel Castro y Raúl Castro, decididos, antes de desaparecer físicamente, a encaramar a Cuba en los carriles de un modelo de transición neocapitalista, le quitan a Hugo Chávez la brújula que para la revolución bolivariana había de significar la transición socialista desde el poder revolucionario.
Todo el apoyo económico-financiero de Venezuela a Cuba ha sido puesto por el PCC en función del reformismo socio-liberal del estado y el modelo económico cubano. No posee el presidente H. Chávez formación revolucionaria en el entendimiento marxiano para poder analizar críticamente la contribución que hace - desde el personalismo político de su liderazgo - a la reversión en Cuba de la transición socialista. De esa forma - desde el acriticismo anti revolucionario – H. Chávez contribuye a la orfandad ideológica de la propia revolución bolivariana.
El triunfo de H. Chávez no es el triunfo de la continuidad socialista de la revolución cubana. Todo lo contrario. Puesto que en Cuba el PCC ha impuesto al pueblo cubano desde el poder del estado, la aceptación de que el único camino para superar la obsolescencia del modelo de socialismo de estado es el del desarrollismo económico en base a la propiedad privada y a la propiedad burocratizada.
Cuando se afirma que: “Sin la ayuda venezolana, la única forma de evitar la restauración del viejo régimen, es hacer verdaderamente efectivo, sin subterfugio alguno, el poder económico y político de los trabajadores y el pueblo” (P.Campos)[i] – se desconoce contradictoriamente el fondo del problema ante el que se encuentra el pueblo cubano y la continuidad de la revolución, en el único sentido de entender la continuidad, el de la decidida transición socialista.
Sin la decisiva ayuda económica que para Cuba significan las relaciones con el Gobierno bolivariano de Venezuela lo que colapsaría, serían las condiciones materiales que están sirviéndole al Partido-estado cubano para la implementación del modelo desarrollista neocapitalista. No cabe esperar que la crisis se resolviese según alguna voluntad política del PCC de recuperar la idea de la democracia, único vehículo para poner las riendas de la reconversión en manos del pueblo. Con el VI Congreso y la Conferencia del Partido ha quedado plasmado que esa voluntad no existe. Ha sido así por cuanto la correlación de fuerzas dentro del Partido del poder no favorece a las corrientes revolucionarias socialistas.
La aparente paradoja consiste en que la solución más apropiada para el PCC gobernante, ante una crisis económica de calado provocada por el corte del cordón umbilical con Venezuela, será la profundización de la marcha hacia el sistema desarrollista neocapitalista. La opción asumida por la dirección del Partido cubano no tiene nada que ver con la lucha anticapitalista en que se enfrasca la revolución bolivariana. El viejo problema de la liberación negativa versus la liberación positiva salta a la luz. La lucha anticapitalista no necesariamente conduce a la lucha por el socialismo. La idea que nutre la marcha del reformismo cubano es la de la gran marcha china en su transición hacia el neocapitalismo de estado. Un quiebre del nexo económico nutriente con Venezuela sería reencauzado dentro del relacionamiento económico estratégico con China, y complementariamente con Brasil. Es decir, ante escenarios de crisis de la propia revolución bolivariana, tomará fuerza la marcha hacia el neocapitalismo de estado en Cuba. Esa circunstancia constituiría para los EEUU, cual efecto colateral de relevancia, la premisa determinante para el desmontaje del bloqueo económico que mantienen contra el país.
Una probable crisis en un escenario propicio para sumar a los capitales chinos y brasileños el estadounidense - FMI y BM mediante -, estaría reforzando a las fuerzas de la burocracia tecnocrática dominantes en el seno del PCC y del Estado. Estamos hablando de los flujos de grandes capitales que deciden la relación de dependencia económica. Flujos, cuyas ya actuales proyecciones en las inversiones infraestructurales están fuera del control de la ANPP, ni que decir de los sindicatos y de los órganos de prensa. Estarían esas fuerzas, por lo tanto, redefiniendo – de espaldas al pueblo al conculcarse como de costumbre el debate democrático sobre el rumbo y los derroteros – los lineamientos del modelo en la dirección que ya hoy han asumido.
En efecto, por cuanto una crisis económica - que según intelectuales cubanos residentes políticamente reconocidos por el Gobierno, entre otros, el jurista J.C.Guanche y el sociólogo J. Valdés, el pueblo no estaría dispuesto a soportarla en términos de otro “periodo especial en tiempos de paz” – pondría en colapso la gobernabilidad, ante lo cual la reacción del Gobierno obedecería a la misma lógica política por la que el PCC decide mediante la inconstitucionalidad de los LPES la reforma neocapitalista del sistema económico.
Raúl Castro ha decidido personalmente, con la anuencia del Líder de la Revolución, hacer uso del recurso de legitimidad de la Dirigencia histórica para imponer los cambios conceptuales y estructurales que ha entendido. Lo ha hecho aprovechando el estado de indefensión económica y política de la sociedad cubana. Para ello ha sido imprescindible darle votos a las corrientes del pensamiento liberal-burgués que durante decenios han cohabitado con los círculos del poder. De igual manera ha sido necesario acallar las voces del pueblo y de la intelectualidad comprometida con las ideas socialistas cultivadas por el marxismo revolucionario. Por su parte, el indoctrinamiento de la masa partidista y la coerción del pensamiento único de la Dirección del PCC sobre ella ha creado el inmovilismo y la subordinación irrestricta de lo que se dió en llamar “vanguardia revolucionaria”. Todas estas condiciones han servido para que los lineamientos del reformismo socio-liberal hayan sido acatados como única vía de salvación nacional, puesto que justo en esos términos la propaganda ideológica del Partido y el Gobierno le ha presentado al pueblo la situación crítica a la que lo han llevado.
Es una falsedad ideológica, en consecuencia, la idea de que sin lucha del pueblo por retomar el poder político, y en esencia el económico, Cuba se pondrá a resguardo de los efectos de las crisis de sus aliados estratégicos. El problema es más complejo por cuanto la sociedad cubana ha perdido la conciencia de clase en sí y para sí. Más de cincuenta años de subordinación incontestable al poder económico del Estado y al poder político del Partido único, crean el grado de alienación suficiente como para que la masa de trabajadores asalariados haya perdido el sentido de pertenencia política y de sujeto del sistema económico. El sistema económico estatizado y verticalmente gestionado no les ha resuelto el problema de la existencia material básica ni puede alimentar las expectativas de progreso. La relación asalariada que mantienen con el sistema empresarial estatal puede ser en cada momento cambiada por la relación asalariada con respecto a propietarios privados.
A ese estado de enajenación clasista en Cuba le he dedicado ingentes análisis de manera casi ininterrumpida ya desde el principio del decenio 2000. Cuando hoy se constata cómo el PCC declara vía franca a la micro, pequeña y mediana empresa privada con plena facultad para la explotación del trabajado asalariado, y se observa la rapidez con que un número creciente de trabajadores acepta esa relación de trabajo capitalista[ii], no se hace más que corroborar la certeza de los análisis hechos. No cabe satisfacción por ello, sino reflexión de hasta dónde desde el mismo PCC se ha venido premeditando la contra-revolución que hoy toma cuerpo institucionalmente. Por cuanto tales estudios, análisis y debates han estado al alcance de la dirección del Partido. Porque lo han mantenido también numerosos compañeros dentro del país, asumiendo el “revolucionario riesgo de la verdad”. Y porque el PCC ha hecho todo lo que ha podido para que esos estudios, análisis y debates revolucionarios no lleguen a la mayoría del pueblo.
La revolución bolivariana de Venezuela no tiene ejemplo que buscar en Cuba sobre cómo avanzar en la transformación socialista de la sociedad. El pensamiento pequeño burgués de Fidel Castro y Raúl Castro ha demostrado su anclaje en las ideas del socialismo vulgar radiografiado por Marx. Producir desde relaciones de trabajo neocapitalistas y distribuir la renta desde el estado monopolista se le sirve a Hugo Chávez como el summun del socialismo cubano. Los avances sociales logrados, esencialmente en la salud y la educación, se “venden” como logros del socialismo. No importa la primitivez ideológica de dicha propaganda. No es pura casualidad que aunque bajo las condiciones de la lucha por el poder contra las clases burguesas que minan el estado y la sociedad venezolana, la revolución bolivariana tienda a radicalizarse, y al mismo tiempo el discurso ideológico y la praxis política del «chavismo» se reduzcan sin embargo a la cuestión de la justicia social. El problema de las relaciones de propiedad sobre los factores de producción y reproducción – sobre la tierra, el capital y el trabajo – se mantiene como cuestión secundaria. El Partido de Gobierno – PSUV – pudiendo asumir la independencia ideológica y política que le permita definir derroteros incuestionables de la transición socialista, se ha convertido, a imagen y semejanza del Partido único cubano, en correa de trasmisión de las determinaciones del Gobierno, en grado sumo concentradas en el mando único del H. Chávez.
Partiendo hacia la Habana a una intervención quirúrgica por el rebrote de un foco cancerígeno, no se ha visto ni que el Presdente, ni el Gobierno ni el Partido de Gobierno hayan presentado ante los órganos de poder y el pueblo el reordenamiento de gobierno que regiría en el Estado en caso de que H. Chávez no pueda reasumir las funciones que le están atribuidas. La revolución queda en vilo. El caudillismo no superado muestra la debilidad institucional del poder revolucionario. Toda semejanza con la realidad política cubana no es pura coincidencia. La estirpe burguesa del nuevo poder acaba imponiéndose. Así como se ha impuesto en Cuba.
La renuncia de Raúl y Fidel Castro a estimular y emprender el revolucionario riesgo de las verdades socialistas ha puesto al pueblo cubano en profundo estado de vulnerabilidad política, y ante todo económica. Resulta así porque el caudillismo institucionalizado en el sistema de poder de partido-único ha quitado la subjetivación política al pueblo. Mientras tanto, el estado de alienación política del sistema de poder cubano imposibilita el reencaminamiento del socialismo en Cuba. La contradicción, por tanto, no se resuelve desde el poder.
No existe otra posibilidad de evitar la marcha del PCC hacia la transformación burguesa de la sociedad y el estado cubano que desde el anti poder revolucionario. La actual Constitución de la República legitima la lucha Por el Socialismo en Cuba. El regreso de H. Chávez al gobierno no garantiza la transición socialista ni en Venezuela ni en Cuba. La lucha democrática del pueblo cubano por la reconquista del poder político y económico blinda la soberanía de la nación, siembra el sentido de mancomunidad popular en Cuba y salva a la revolución bolivariana.
RCA
[i] “La enfermedad de Chávez y el futuro del proceso revolucionario cubano”; http://www.kaosenlared.net/america-latina/item/9143-la-enfermedad-de-ch%C3%A1vez-y-el-futuro-del-proceso-revolucionario-cubano.html#
[ii] Un restaurante de propiedad privada para 100 comensales prospera en la Habana, los trabajdores se sienten bien en esa relación de trabajo - son elogios con que la prensa cubana comienza el trabajo ideológico por la aceptación social del nuevo modelo de propiedad. Nada de prensa revolucionaria crítica. En el mundo conocemos las condiciones de trabajo que terminan por imponerse en esos mismos restaurantes prósperos capitalistas. En la competencia por el lucro esos trabajadores de los servicios gastronómicos arrastran 10 y 14 horas de trabajo, cada vez mas bajo contratos basura, en un proceso de degeneración social y económica propio del siglo xix
Ultima modificacion el Domingo, 26 de Febrero de 2012 11:32
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