¿Si Trump sopetea a Nancy Pelosi y otros tantos, qué guardará para Guaidó?
Eligio Damas
El presidente Trump, si en algo se desborda es en malas costumbres. Malas mañas, gestos vulgares e intemperancias de carajito mal criado. Pareciera más bien un sempiterno patán. Que recuerde, nunca antes se había visto en la Casa Blanca, de presidente por supuesto, un tipo de esa calaña. De los últimos, sin atender al orden cronológico por simple flojera, Jhon Kennedy, Jimmy Carter, Barack Obama, Bill Clinton, este pese el asunto de Mónica Lewinsky y las malas lenguas, son y fueron unos destacados caballeros. Johnson, Ronald Reagan y George W. Bush, destacaron por respetuosos y discretos en sus relaciones personales y oficiales, lo que no les quita la ferocidad que el cargo ha demandado. Por lo menos siempre se comportaron no sólo como caballeros sino conservando el debido respeto y deferencia que se merecen las personas. Richard Nixon, Bush tuvieron algo de ególatras y dieron esa imagen, también como Reagan, de lo todopoderoso que pareciera demandar la jefatura de la Casa Blanca, pero eso es distinto a ser mal educado, resabiado, ordinario e irrespetuoso con las personas.
Trump va más allá de lo que pudiera aceptarse propio de alguien a quien en su casa malcriaron en exceso y pareciera que no tuvo, pese la bonanza en la que ha vivido, quien le enseñara lo bello que significa ser persona respetable, educada y tener eso que en mi pueblo llaman “don de gente”. Por eso Walter Martínez suele llamarle “el energúmeno de la Casa Blanca” y en esto tiene razón.
Habla y gesticula Trump peor que todo aquello que se decía antes para significar la imagen de un ser de baja calidad humana, pésima conducta y peor gusto.
Hay personas que suelen tener doble conducta o cara. En un sitio o ante una gente son de una manera y en otra y entre otros de otra. Depende de lo que busquen o el respeto que esas personas le merezcan, por supuesto siempre actuando sobre la base de su pésima calidad humana o de eso que llamamos educación. Trump es coherente, tanto que cuando se ve obligado a conciliar, como ahora con respecto a Irán, después de haberse excedido en amenazas, lo hace como si estuviese otorgando un perdón. Él siempre tiene la razón y derecho de ser y actuar como es y lo hace.
Unos cuantos meses atrás se hizo famoso o “se volvió viral”, como dicen ahora, un vídeo en el cual Trump desplazó de un empujón a un presidente o primer ministro de uno de los países que participaban en un evento multinacional en el momento tomar la habitual fotografía del cierre. Quiso para él un determinado puesto y no creyó necesario y hasta indispensable solicitar permiso, si eso era diplomáticamente acertado, a quien creyó se lo impedía y optó por empujarle como los muchachitos en la fila de la escuela o en medio de una piñata.
Pocos días atrás, habiendo recibido al rey de España en la Casa Blanca, al momento de entrar hizo la señal convenida para que los invitados entrasen, siendo él por supuesto el anfitrión y después que entraron su esposa y la del rey, entró él y dejó al monarca español a su espalda.
Al pobre Duque, presidente de Colombia, pese su comportamiento y esmerado deseo de servirle, Trump le ha tratado de manera irreverente, pese el presidente colombiano hace todo lo posible por ser aquello de lo que habló Pedro Pablo Kuczynski Godard, el ex presidente peruano. Como si Duque fuese el pagapeo de la tropa y es que el norteamericano poco sabe, por lo menos eso es lo que a uno enseña, de buena educación y respeto por la gente, sobre todo a aquella que valora por debajo; viéndose de presidente de la primera potencia militar del mundo, actúa en concordancia como es él y lo que representa, como un guapo y “apoyao”. Es ni más ni menos un guapetón de barrio armado de misiles. ¡Y eso le hace peligroso!
Su historial con las damas es más bien un grueso prontuario. Sus abogados, más que de los asuntos de sus empresas, viven ocupados en resolverle conflictos, evitar que trasciendan más allá de lo habitual, que generan en sus relaciones con ellas. Unas cuantas son las demandas que aquellos deben atender y él ha debido pagar buenas cantidades de dinero para que las cosas no se salgan de cauce. Y por lo general se trata de asuntos derivados de ese creerse con derecho a todo y hasta como amo de las gentes; como ese muchachito malcriado que se siente poderoso y respaldado. ¿Cómo olvidar aquel triste, deprimente, espectáculo, en plena campaña electoral, de cuando más de una vez se refirió ofensivamente contra una ex reina de belleza venezolana?
Quizás, por saber eso, Michel Moore, el cineasta norteamericano, vaticinó que el entonces recién electo presidente saldría de la Casa Blanca antes que terminase la legalidad de su período.
Ahora, en el Congreso de Estados Unidos, se discute por asuntos de su conducta y lo relativo al informe Mueller, lo que tiene que ver con las intimidades del proceso electoral en el cual fue elegido y las acusaciones que hacen de la intermediación de Rusia en favor de Trump. Por este asunto, y su solicitud de respaldo económico para construir el muro en la frontera con México, el cual le ha sido negado, más de una vez ha tratado con rudeza y muy mala educación a Nancy Pelosi, quien aparte de ser una dama, es presidenta de la Cámara de representantes e integrante del Partido Demócrata que ejerce la mayoría en el Congreso. Sin olvidar los malos tratos dados a muchos de sus colaboradores que se han ido hasta cubiertos de vergüenza.
Hace apenas dos días, en una reunión derivada de la investigación que se le sigue por el asunto mencionado, en su habitual forma de hablar y gesticular propia del patán y poco cuidadoso de las formas, tildó a la congresista de loca. Como dice un reporte de prensa “Calificó a la mujer de más alto rango en la historia de la política estadounidense de “desorden” y la llamó “loca”. En otra diatriba, cuestionó si ella era lo suficientemente inteligente como para leer un proyecto de ley, a pesar de que la presidenta de la cámara ha demostrado ser una legisladora muy inteligente y entusiasta.” https://cnnespanol.cnn.com/video/la-pelea-entre-pelosi-y-trump-ataques-criticas-pkg-ione-molinares/
A Guaidó le sacaron de la nada. De una lista larga y llena de ausentes hasta que llegaron a él. Es el producto de un entrenamiento de los organismos que en EEUU se encargan de fomentar la intriga y hasta las guerras no convencionales para derrocar gobiernos que les incomodan. Es como un producto de “un mundo feliz”. Es decir, para decir lo menos, es una elaboración pragmática y utilitaria de la “diplomacia” de ese país. Es como un soldado “universal”, pero tercermundista al fin, para guerras de colores, insertado en la política internacional de Estados Unidos y en consecuencia del Pentágono. De su formación, de lo que no dice mucho su título de ingeniero, en un país donde de esos abundan como sorgo en tiempos de cosecha, y hasta nivel intelectual y político, de lo que si dice mucho su demasiado discreto y hasta contrahecho discurso, que además es toda luces una extraña pieza coincidente con el de Mike Pence, Pompeo, Bolton y hasta el de Eliot Abrams, uno concluye que está para cumplir lo que se lo ordene. ¡Disponga usted señor comendador! O como diría el pueblo, ¿para qué soy bueno?
¿Entonces siendo así, qué puede esperar de Trump teniéndole de frente? Pues, para terminar intentando ser como muy ilustrativo y ahorrar tiempo y palabras, si al rey de España le dejó a sus espaldas a la entrada, a Guaidó, otorgándole la prerrogativa de recibirle, lo haría en la entrada de la Casa y Blanca y allí mismo, como a persona con quien uno no quiere que le vean y tampoco ver, porque poco valor le da, dirá “no quiero que vengas a mi casa; lo que tenga que ordenarte lo haré por intermedio de un emisario”. “No te iguales”. “Vete ya para que nadie te vea”.
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