viernes, 10 de mayo de 2019

APUNTES DEL CARTULARIO -LA TRAGEDIA DEL MORRO CASTLE

APUNTES DEL CARTULARIO
Ciro Bianchi Ross

La tragedia del Morro Castle

Hubo un presagio de la tragedia. El capitán del buque murió de un
ataque al corazón  mientras se celebraba la fiesta con que la compañía
naviera  agasajaba a los pasajeros en su última noche en el barco. Se
le consideraba una embarcación segura pues estaba dotada de un sistema
de detección de humo y de un servicio de extinción de incendios, que
no funcionaron cuando debieron hacerlo. Luego el oficial que quedó al
frente de la nave por la muerte del capitán, no tomó, se dice, las
decisiones correctas y, sin proponérselo, aceleró la propagación del
incendio y el Morro Castle quedó convertido en una antorcha flotante.
    El 8 de septiembre de 1934, se incendiaba el Morro Castle. Era un
crucero de 11 300 toneladas de desplazamiento y 503 pies de eslora,
propiedad de la naviera  Ward Line. Como toda embarcación de su género
disponía de espaciosos restaurantes, tiendas, salones y cámaras de
varias clases y camarotes de lujo. El día fatal cubría la ruta
Habana-Nueva York, con 400 pasajeros y 240 tripulantes a bordo, aunque
otras fuentes consignan que transportaba a 558 personas en total.
Soplaba un viento huracanado.  Se hallaba frente a las costas de New
Jersey cuando se detectó el incendio.
    Nunca se ha sabido con certeza lo que sucedió con esta embarcación,
ni tampoco si la muerte repentina de su capitán guardó relación con lo
que vendría después. Se dice que el incendio se desató en la lujosa
biblioteca de la cubierta C y que, sin que nadie se percatara,  se
extendió hacia una sala de estar y una sala de escritura. El caso es
que cuando la tripulación decidió alertar a los pasajeros, que
dormían, y pedirles que corriesen  a cubierta provistos de sus
salvavidas, ya el siniestro había cobrado fuerza suficiente para
hacerse incontrolable.  Muchos pasajeros quedaron atrapados por las
llamas  en sus camarotes y los que pudieron llegar a cubierta  apenas
podían caminar sobre las recalentadas planchas de acero. Tampoco se
puso nunca en claro por qué no funcionó el sistema contra incendios ni
por qué el telegrafista demoró tanto en trasmitir la señal de auxilio.
Los botes salvavidas se hicieron a la mar llevando como promedio a
unos  30 tripulantes y solo a  dos pasajeros cuando disponían de 58
capacidades. Para mal de males,  el primer oficial, que asumió el
mando de la nave a la muerte del capitán, insistió en navegar de
frente al temporal de viento, lo que hizo que las llamas  se
propagaran  con más fuerza y rapidez. Algunos pasajeros, para escapar,
se tiraron al mar. El notable nadador cubano Frank De Beche, confiado
en sus propias fuerzas y habilidades,  cedió caballerosamente su
salvavidas a la señorita Rosario Camacho y pereció en el intento de
mantenerse vivo en el mar hasta que lo rescataran. Una célebre
escritora, Renée Méndez Capote, la cubanita que nació con el siglo,
era una de las pasajeras del Morro Castle en su viaje final. Renée,
gorda como era, quedó atrapada por las llamas en su camarote y la
tripulación logró sacarla por la escotilla pese a su voluminoso
trasero. Uno de los camareros, el  estadounidense Carol Prior,  le
cedió su salvavidas y,  de pronto, sin saber cómo, la Méndez Capote se
vio metida, con otras 35 personas en un bote de salvamento, donde pasó
cuatro horas de angustia  antes de arribar a la costa de New  Jersey.
Por suerte para los náufragos, decenas de ellos fueron rescatados por
las embarcaciones que acudieron al llamado de socorro. El remolcador
Tampa, que acudió a la zona del siniestro, pudo enlazar al Morro
Castle, que había detenido ya sus máquinas, y comenzó a arrastrarlo
hacia la costa. Pero el fuego rompió las estachas del remolque y el
barco quedó al garete. Los equipos de rescate vieron entonces escenas
horribles pues muchos de los pasajeros habían encontrado  la muerte
aprisionados  en los ojos de buey de los camarotes.
    Pronto comenzaron las especulaciones sobre las causas del incendio.
Se habló de un  rayo que cayó cerca de los depósitos de combustible,
pero otros llegaron  a la conclusión de que el Morro Castle hubo un
sabotaje.
Esta hipótesis se comprobaría  25 años después del suceso, cuando un
investigador señaló al jefe de los telegrafistas de la nave, como el
causante de la catástrofe. Los propósitos de tal proceder, los
desconoce el cronista, pero el hecho de que el responsable del
siniestro fuera el telegrafista-jefe explica el por qué el Morro
Castle no trasmitió a tiempo  sus llamados de auxilio. El telegrafista
de guardia que se decidió a pedir ayuda lo hizo por su propia voluntad
y sin haber recibido orden alguna en tal sentido. La empresa naviera
Ward Line fue multada a causa del incendio y se condenó a penas de
prisión a los oficiales del buque; sentencias que después fueron
anuladas.
    El siniestro del Morro Castle dejó un saldo de 134 fallecidos. El
Trío Matamoros, el inmortal y cubanísimo Trío Matamoros, popularizó un
corrido que es una verídica y patética crónica sobre este suceso.
    




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Ciro Bianchi Ross

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