Eligio Damas
Debe ser, quién sabe, el mundo es insondable que estar en el gobierno, específicamente en el Poder Ejecutivo, a lo mejor, para decirlo como mi gente, embrutece. He leído expresiones como que el poder desgasta y hasta pudre y siendo así, también como dije, pudiera disminuir las capacidades mentales de tanto buscar sin éxito la forma de parar a corruptos, bachaqueros y hasta pedigüeños. Tan poco éxito que un rol y otro suelen confundirse.
Pero, menos mal que, apenas se sale de aquellos menesteres, como los de ser ministro, se recuperan las facultades y los tipos vuelven a ser los mismos de antes de entrar al cargo, competentes para hacer aquello que no hicieron. Antes, lo habitual era que los ministros se volvían intratables y hasta desconocían a los viejos amigos, volviendo a lo de antes apenas dejaban o los sacaban del cargo. Es decir, vuelven a recuperar la vista y verle a la bola hasta las costuras así ella viaje a más de cien millas hacia el plato. Ahora, en su lugar nuevo, la Constituyente, se extrañan que quienes están donde ellos estuvieron, no vean lo que ellos ven, pero antes no vieron. Hay quienes llegan a cargos precedidos de la fama de expertos, como un Grandes Ligas que jugará unos días con unos carajitos y deben salir frustrados y hasta cargando la tristeza de quienes en ellos creyeron. Una cosa piensa el burro y otro quien lo arrea. O una vaina es ser ministro, tener que tomar las medidas y cargar con las consecuencias, por aquello que la vida es un cuero seco, y otra es diagnosticar, teorizar y hasta recomendar desde la ANC sin asumir responsabilidad directa en las decisiones.
Quizás sea eso, percatarse que el poder desgasta y no otra cosa, como las cosas que uno imaginó, lo que llevó a tanto funcionario, de ministros para abajo, que no pudieron con la múcura, dejar sus cargos bien remunerados y teniendo a su disposición tantas cosas que el común de la gente añora, salir en estampida a inscribirse como candidatos a constituyentes, sabiendo además que saldrían electos porque el poder de eso se encargaría. Se percataron entonces, estando sentados en sus curules, donde el horario es como más flexible y nadie tiene que reclamarles nada porque no tienen obligaciones específicas, como sus facultades retornaban, como la golondrina, esa que “conoce el calendario….y “divide el año por el consejo de una sabiduría innata”, como dijese José Antonio Ramos Sucre en el poema de ese nombre. Esa ave qué si sabe cuándo volver, sin equivocación alguna.
En la tele, un Constituyente, hasta hace poco ministro, uno de los tantos del área de la economía, fue entrevistado por un par de periodistas ansiosos por saber o mejor que los televidentes supiesen lo por hacer desde la ANC para abordar la tragedia que embarga a los venezolanos, cuyo rasgo fundamental es lo difícil del comer. Me asombró la claridad de la cual hizo gala al momento de ofrecer solución a los problemas, pero desde allí. Para cada asunto tiene ahora una respuesta y solución, aunque a largo plazo. Dijo lo que habría que hacer en materia cambiaria para contener la inflación, elevar la producción a niveles nunca vistos, abandonar con rapidez el modelo rentista; es decir, casi se dejó ver la varita de virtud. Lo único que le faltó, una falla como pegajosa, una maña que se aferra como una garrapata, fue predecir cuándo “arrancarían esos motores”. Me hizo recordar de nuevo a Joselo y su “Dr. Pensamos”.
Otro, menos osado, por lo menos, menos que él mismo, cuando aceptó ser ministro de la economía, admite que la vaina está peluda, tanto como en el borde de un barranco y no ve claro cómo evitar la zambullida. Pero le sobra entusiasmo para proponer cosas, acciones que si no resuelven problemas como la especulación o la escasez, si servirán para que la gente esos problemas olvide.
Pero no fueron esos dos solamente si no todos esos, saquen cuentas, hagan su lista, que estuvieron hasta hace menos de un mes en cargos de ministros, ahora de constituyentes, parecen haber recuperado la vista y hasta el entusiasmo. Se les escucha hablar y es tanto el fervor que despiertan que uno jura que en breve todo volverá a ser como antes. De donde se concluye que la Constituyente debería modificar tanto y a fondo el Estado, de manera que ella debería quedarse para siempre y ser al mismo tiempo el poder constituido. Si los Constituyentes fuesen ministros con funciones de ministros, se acabaría la ceguera y la lentitud. Por el número no hay que preocuparse, hay tantos ministros como Constituyentes. ¿Quién, de esos que le roban hasta el home a los ministros, pudiera hacerlo si este fuese al mismo tiempo Constituyente? Nadie. A menos que se roben así mismos.
Hay quienes fueron gobernadores, jefes de organismos que debían ponerle un “parao” a especuladores, contrabandistas y bachaqueros, y en aquellas funciones casi tiraron la toalla o dejaron el pelero, siendo ahora Constituyentes, sin que en esto hayan pasado mucho tiempo, ya se sienten como quien toma un segundo aire, vuelan cual golondrinas, tan frescos y perspicaces, por un segundo chance. Por eso, cual pájaros buchones, muchos de aquellos, de nuevo se lanzaron para gobernadores.
Otra forma sería que la Constituyente sea permanente y se convierta algo así como una estación donde los agotados, cansados, esmirriados y hasta corruptos declarados, funcionarios del Poder Constituido, vayan a recuperarse y mirar desde allá hacia el espacio y esterero que dejaron, para volver, si no con su “sabiduría innata”, esa de las golondrinas de la cual habló el gran poeta cumanés, si con las pilas cargadas aunque sea por un tiempo breve. Otra vez volverán y volverán, en la Constituyente siempre habrá energía de sobra para recargarse, como nuestra reserva petrolera. Sería pues como una “Colonia Vacacional”, aunque no la llamemos colonia, no vaya alguien a confundirla con un espacio gringo. Eso, la proposición, tome en cuenta el lector, está en perfecta sintonía o concordancia con la ancestral conducta del Estado bolivariano, de no desechar ministros, por muy cansados y agotados que estén, sino la de rotarlos. Quien aquí está va para allá donde hay espacios amplios y buenos para bostezar. Si lo piensa bien es hasta un proceder propia de la crisis, uno quita una pieza mala del carro y la guarda por si acaso. En este caso la repotencia. Y quien allá dejó sus bostezos se vuelve para donde antes estuvo y no por mucho tiempo porque tendrá que ir de Constituyente a aclarar las ideas y recargar las pilas. Mire usted lector amigo, como esta propuesta, parece la ideal para que los compañeros leales, esos de los cuales uno no se puede desprender aunque no conecten la bola ni que usen una tabla como bate y tampoco encuentren como no dejarse empapar por los corruptos, puedan repotenciarse y volver, aunque sea por momentos, a la posición de juego donde antes estuvieron y hasta los rolincitos se les iban y ante las rectas, por demás lentas, se ponchaban.
La constituyente sería, es mi segunda propuesta, como un espacio de entretenimiento, ejercicio, descanso, relax para recuperar la capacidad perdida de mirar, escuchar y resolver todo lo que se dejó de mirar, escuchar y resolver por estar pendientes de otras cosas.
Lo que en principio creí malo en la Constituyente, se llenase de unos cuantos bates quebrados, pudiera ser lo mejor, pues estos saldrán en capacidad de mejorar sus números; en fin de cuentas, el enroque les pondrá inexorablemente donde antes estuvieron o por allí cerca. ¡Quizás, quien decide piense – y quién es uno para cambiar eso –, más vale un malo conocido que uno bueno por conocer! ¡Lealtad ante todo! Lo malo es que mucho de esos “out” por regla, se quedaron en el Ejecutivo. Si me logré explicar la Constituyente sería como una planta de reciclaje de material de desecho y eso es apropiado en tiempos de deshacernos del rentismo.
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