ELIGIO DAMAS
De la vieja izquierda no pudimos decir que estaba pegada ni siquiera con “baba
é perro”, porque si se estudia la historia nacional, después de muerto Gómez,
para tomar una referencia manejable, nunca pudo ponerse de acuerdo en nada.
Apenas en los años finales del pérezjimenismo, el PCV y sectores de AD, sobre
todo los jóvenes de esta organización, pudieron desarrollar políticas unitarias
que tuvieron acierto y contribuyeron al derrocamiento de la dictadura. En lo
que se llamó el regreso a la democracia, Betancourt pudo por un cierto tiempo,
deslindar a sus jóvenes compañeros del PCV y hasta con sus políticas contra el
interés nacional y los pobres, produjo la magia de volver unir a aquellos
sectores. Dentro de ese proceso de acercamiento, nació el MIR.
Si estudiamos el espacio temporal de la llamada lucha armada encontramos en
gran medida una historia de divisiones y enfrentamientos, tanto que al retornar
a la legalidad había más partidos de izquierda que en toda la anterior vida
nacional. La tarjeta electoral misma había que agrandarla para que cupieran
todos, los que al final eran muy pocos los votos que alcanzaban.
Porque las contiendas electorales, en las cuales AD y Copei se cambiaban el
gobierno para darle vida a un sistema que agonizaba, ofrecía otro trágico
cuadro, representando a una izquierda dispersa con tres y cuatro candidatos en
buena forma ofreciendo las mismas cosas a sus potenciales electores. Aquella
izquierda al pasar de cuatro rebuscaba en las ideas cual servía para dividirse
en dos de dos.
Dentro de esta tragedia, se produjo el fenómeno chileno y la derrota de
Allende. Todo aquel que ha ahondado ese episodio trágico de la vida
latinoamericana, hallará un componente que hizo bastante daño y posible la
acontecido. La izquierda chilena en su conjunto no pudo hallar un punto sólido
de acuerdo y las acciones de un lado y otro se entorpecieron y debilitaron sin
duda la unidad popular. El Movimiento Sandinista, fue víctima de la desunión y
ese factor permitió al Departamento de Estado hilvanar una política, que pasó
por constantes y abundantes actos de sabotaje, para al final hacer que la
derecha retornase al poder con la señora Chamorro. El pueblo, en aquella
disputa que, lejos de aclararle las cosas, se confundió e hizo que asumiese los
males generados por la conspiración, fuera y dentro de Nicaragua, como
propiciados por el gobierno revolucionario.
Los pedazos de la izquierda venezolana, la que quedó
de la vieja y la de nuevo cuño, de los nuevos tiempos y grandes sectores no
provenientes de ella, se pegaron no con “baba e´ perro”, sino por el accionar,
el discurso y hacer de Hugo Chávez. La pega pareció ser tan sólida y aún parece
serlo, que se produjo el milagro que pueblo y fuerzas armadas encontraron que
era verdad aquello del poema de Nicolás Guillen:
“No sé por qué piensas tú,
soldado que te odio yo.
Tú eres pobre, lo soy yo.
Ya nos veremos yo y tú,
hombro con hombro,
tu y yo”.
Chávez unió las fuerzas dispersas de la izquierda, los restos de los viejos que
ya parecíamos como resignados, las nuevas sin brújula y al pueblo todo con su
gente proveniente de todos los espacios, para la realización de una tarea
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