De
lo que he vivido, de lo que pienso y creo
Con motivo de la presentación del Libro “Hart, pasión por Cuba”, de Eloísa M. Carreras
II y última
Especial para Unicornio
Con motivo de la presentación del Libro “Hart, pasión por Cuba”, de Eloísa M. Carreras
II y última
Especial para Unicornio
Félix Sautié
Mederos.
Realmente, no me fue suficiente el espacio de un único artículo para referirme a las emociones, sentimientos, recuerdos, e incluso, consideraciones que asaltaron mi conciencia durante y después de haber asistido a la presentación del libro “Hart, Pasión por Cuba”, realizada hace algunos días en el Salón Simón Bolívar del Centro de Estudios Martianos coincidiendo, además, con la celebración del 84 cumpleaños de Armando Hart, simplemente Hart para algunos, mientras que para otros es Armando, e incluso, hay quienes indistintamente usan uno u otro nombre, lo cual en sentido general es símbolo del aprecio sensiblemente humano que, en mi opinión, ha generado Armando Hart durante su extensa vida política, caracterizada por una ética inclaudicable puesta en práctica en todo momento de la cual en lo que a mí me corresponde, como parte esencial de mis relaciones con Hart, puedo afirmar que soy testigo, a veces de excepción, lo que es honrado reconocer porque se corresponde con la verdad histórica.
Las polarizaciones que lamentablemente se manifiestan en la Cuba de hoy, a partir de la cuales se clasifican o desclasifican a las personas, considerándolas ubicadas únicamente en uno u otro de los polos opuestos y de sus contradicciones enfrentadas, determinan que, sin muchas veces tener en cuenta las objetividades de la verdad histórica y del real desenvolvimiento de la vida por sí mismos, de quienes son clasificados o desclasificados dentro de esos enquistamientos contrapuestos, que se creen juicios injustos sobre la vida de algunas personas más allá de sus verdaderas realidades existenciales. Según las improntas de esas polarizaciones y enquistamientos, los que no pueden prescindirlas ven a la sociedad y a las personas que la componen en blanco o negro, sin tener en cuenta la diversidad de la coloratura existencial, que es posiblemente la mayor riqueza de una sociedad determinada.
Todo ello echa por tierra la objetividad de juicio sobre el papel real de la personas trascendentes en la vida política del país, que se elevan más allá de cualquier enquistamiento sectario, que es el caso que, en mi criterio, me ocupa en la valoración de Armando Hart; y sucede como consecuencia, en mi consideración, de los muchos años de centralización y autoritarismo vertical que han ahogado sentimientos y derechos, han nublado los entendimientos de juicios y han debilitado el sentido de la objetividad, lo que lleva al enquistamiento conceptual de las personas que son juzgadas de acuerdo con los esquemas grises en que son agrupadas artificialmente en contra o favor, sin entender nada más. En lo personal, debo decir que me resisto a aceptar esos enquistamientos que, en mi opinión, empobrecen la vida y la realidad sin tener en cuenta aquello que Goethe escribió en Fausto, de que gris es la teoría y sólo es verde el árbol de la vida, lo que adaptado a las circunstancias y coyunturas, a las que me refiero, bien podría decirse que grises son los enquistamientos esquemáticos y que sólo es verde el árbol de la realidad, manifiéstese como se manifieste.
En este caso, de acuerdo con mi experiencia directa de muchos años, tengo que decir que a Armando Hart, para ser verdaderamente justo con su persona, no debería confundirse ni ser agrupado dentro del conjunto de funcionarios burocráticos que le han cogido el ritmo al sistema del Socialismo Real, para en vez de vivir para y por la causa de la equidad distributiva, la justicia social y la paz en el pueblo, se han dedicado a vivir de esa causa y manifestarse sobre esos principios en la teoría, si poner por delante el ejemplo personal. De estos personajes se conocen a muchos tristemente, e incluso hay algunos que su sola presencia pública evoca al dogmatismo esquemático y a las ideas conservadoras. En mi opinión muy personal, Hart desde la dignidad de su sillón de ruedas y sus limitaciones de salud, evoca todo lo contrario: nos conmina a la lucha por la ética y por la utopía de José Martí. Esto lo afirmo sin ambages desde lo más profundo de la nueva izquierda cubana y de las concepciones a favor de desarrollar un socialismo próspero y sustentable, cada vez más participativo y más democrático
Para mí, que lo conocí desde que yo era muy joven, puedo afirmar que siempre encontré en él el rechazo a todo lo que fueran los esquematismos dogmáticos que enclaustran al pensamiento en aquellas épocas y aún hoy lo hacen. Lo vi precisamente como algo distinto en aquellos momentos de finales de los 60’s y principios de los 70’s, en que el dogmatismo político se desarrollaba en el medio revolucionario en su verdadero esplendor. Hart, en cambio, como procedimiento muy propio de su personalidad y de su ética de vida, se manifestaba y se manifiesta hoy a favor de la búsqueda en libertad de los análisis apegados a lo que pudiéramos denominar el humanismo martiano, que en su vida lo ha llevado hasta sus últimas consecuencias, lo que no podrán negar ni siquiera los que son sus enemigos ideológicos.
Recuerdo que cuando yo formaba parte de la Dirección Nacional de la UJC, durante los tiempos de epopeyas y luchas exentos de las estratificaciones, que con el paso de los años se han ido estableciendo en el tejido social de la Revolución Cubana, Hart ya en aquellos momentos nos instaba a romper con el “índice prohibitivo” de lecturas, establecido por los que pudiéramos denominar como los guardianes sectarios de la pureza ideológica apegados a un Realismo Socialista a ultranza, circunstancias que algunos hoy, que intentan ser más progresistas que el progreso y menos grises que la grisura, mantienen aún vigente. Los surrealistas como Matta, Saura; en Cuba Posada, y las expresiones de libertad formal junto con pensadores como, por ejemplo, Sartre, Marcuse y otros más, incluyendo los libros de Rosa de Luxemburgo y Trotsky, fueron iconos importantes en nuestra época, que recuerdo buscábamos con avidez estimulados por los planteamientos anti dogmáticos que Hart expresaba desde sus posiciones y encuentros con nosotros. Si en el Buró y en el Comité Nacional de la UJC entonces se mantuvo abierta, prioritariamente, la necesidad de ejercer y respetar el pensamiento propio, en mi criterio, se lo debíamos a la orientación y conceptos de Armando Hart desde la Secretaria de Organización del Partido, como parte de su Buró Político y a la correcta interpretación y sensibilidad que Jaime Crombet, como Primer Secretario, siempre mantuvo al frente de sus responsabilidades.
Entrando más específicamente en algunos aspectos esenciales de mis experiencias, que no pude exponer completamente en la primera parte de este testimonio mío, regreso a la etapa final de la Columna Juvenil del Centenario y del experimento de reeducación de jóvenes pre delincuentes que realizamos con positivos resultados en la experiencia que Hart nos propuso y que denominamos Pre Columna del Centenario. En aquellas tareas, en Camagüey, se concertaron dos pensamientos éticos muy definidos, el de Armando Hart y el de Jaime Crombet, puestos plenamente en la práctica cotidiana, de los cuales tuve la muy especial circunstancia de vivir muy de cerca, a partir de responsabilidades concretas en su ejecución, porque como expresé en la primera parte de este artículo, fui responsabilizado por Hart y por Crombet con la dirección de aquel proyecto que desarrollamos desde finales de 1968, durante 1969 hasta que en 1970 se culminó la Zafra de los 10 millones y posteriormente en 1971, hasta que se creó el Ejército Juvenil del Trabajo, EJT, en la que, por cierto, quiero significar que en Camagüey, La Columna Juvenil del Centenario y su Pre Columna cumplimos a cabalidad con los metas de corte de caña que nos correspondía entregar a la industria azucarera para que se cumplieran los planes de los 10 millones de toneladas de azúcar. Otros en el país no lo hicieron así, por múltiples causas que no vienen al caso explicar, porque no es el asunto que me ocupa; pero nosotros sí, lo que fue plenamente reconocido en aquel final maratónico.
También expliqué la entusiasta participación en aquellos propósitos formativos de la Columna y la Pre Columna del Centenario, en su condición de Vice Ministro de Educación encargado de la Educación de adultos en el país, del veterano e insigne maestro y poeta Raúl Ferrer, quien fuera uno de los Coordinadores de la Campaña de Alfabetización que dirigió Armando Hart como Ministro de Educación, en los primeros años de la Revolución. Debo decir que yo terminé aquellas zafras maratónicas, enfermo e ingresado en la Sala Borges del Hospital Calixto García, como consecuencia de aquellas epopeyas que, en .lo personal, habían comenzado durante el trabajo agrícola directo en la Granja Juventud Heroica de Ciego de Avila, al que me referí en la primera parte de este artículo, de donde fui sacado a finales de 1968 para incorporarme directamente a la Columna del Centenario, como Jefe de su Sección Política, y posteriormente como Jefe de la Pre Columna del Centenario, de acuerdo con las ideas y la designación que Armando Hart y Jaime Crombet me plantearon al respecto.
Cuando fui dado de alta de aquella situación de salud en la que estuve por espacio de dos meses aproximadamente, a finales de 1971, me esperaba una nueva designación en el Buró Nacional de la UJC, dirigida a crear una Secretaría de Trabajo Social encaminada a poner en práctica las experiencias que habíamos alcanzado en la formación de los jóvenes en la Columna del Centenario y muy especialmente en el proyecto que Hart nos había planteado con la Pre Columna del Centenario. En esa etapa, después de la Zafra de los 10 Millones, según recuerdo, ya Hart no estaba directamente relacionado con nosotros y con toda aquella epopeya Camagüeyana; tenía otras responsabilidades y otros empeños sobre los cuales no me corresponde escribir, pero aquella idea y aquel estilo de trabajo había calado muy profundamente en nosotros y contaba con el sostén y el ejemplo de Jaime Crombet y la atención por la dirección del Partido de Jesús Montané Oropesa, así como con la entusiasta y activa participación del inolvidable Raúl Ferrer.
Como resultado de todo aquello, en que la impronta de las ideas de Hart fueron decisivas junto con Raúl Ferrer en el Buró Nacional de la UJC de entonces, trabajamos en la elaboración del Decreto de las Escuelas Talleres y del Movimiento de Aprendices, que comenzamos a desarrollar hasta que llegó el congreso de la UJC en el que un grupo de veteranos dirigentes juveniles fuimos enviados a otras tareas y a mí me tocó la Dirección de la Escuela Nacional de Arte y la Dirección General de las Escuelas de Arte en el Consejo Nacional de Cultura; y en las memorias que estoy publicando dominicalmente, en el suplemento cultural Unicornio con el título de la Espiritualidad Prohibida, narro los testimonios de mi paso por esas responsabilidades que, en definitiva, no están relacionadas con Armando Hart y, por tanto, no vienen al caso mencionarlas.
Pero las vueltas y vueltas que da la vida, poco tiempo después, de nuevo las circunstancias me volvieron a relacionar directamente con Armando Hart, fue durante un Consejo de Ministros en que se estaba analizando la estructura del gobierno y de las entidades gubernamentales con vistas al establecimiento del Poder Popular y las primeras elecciones previstas al respecto. En aquellos momentos yo era Vicepresidente del Consejo Nacional de Cultura y, aunque continuaba atendiendo a las escuelas de arte en el país, el motivo principal de aquella responsabilidad era apoyar a Luis Pavón, quien tenía serios problemas de salud. Debo confesar que había sido quizás una de las responsabilidades más complejas que he tenido en mi vida, porque me encontraba en un medio muy complicado y controvertido en el que la famosa Resolución No. 3 cargada de exclusiones había hecho muchos estragos en los medios artísticos, principalmente en el teatro, y yo me encontraba en realidad en un medio hostil en el que tenía que cumplir una responsabilidad compleja que me hacía chocar con muchas cosas con las que no estaba de acuerdo.
Como parte de ese cargo había tenido que ir a varias reuniones de ministros de cultura de los países socialistas, en sustitución de Pavón imposibilitado de viajar por razones de su salud muy complicada entonces. También los avatares de esta etapa los he testimoniado en los capítulos correspondientes de La Espiritualidad Prohibida, e incluso, en mis participaciones en el intercambio de correos entre los intelectuales cubanos que se produjo cuando la denominada “guerrita de los email, o emilios”, como se le denominó entonces, así como con mis respuestas a unas desafortunadas declaraciones de Desiderio Navarro con motivo de un artículo publicado por la periodista Soledad Cruz. Igualmente, sobre estas cuestiones he publicado mis testimonios en La Espiritualidad Prohibida, e incluso en la ediciones diarias de entonces en Por Esto!, en donde salieron varios trabajos sobre mi respuesta a Desiderio Navarro. Todo lo cual me exime de tener que explicitarme al respecto en este artículo, que además de hacerlo muy extenso no vendría al caso, dado que el testimonio que estoy expresando es mi valoración sobre la pasión por Cuba de Armando Hart, vista desde mis relaciones con su actividad y con su persona.
Pues bien, a aquella reunión del Consejo Ministros, que de acuerdo con sus propósitos fue dedicada al análisis del proyecto de estructura de los organismos de la Administración Central del Estado en la implantación del Poder Popular a nivel nacional; en definitiva, yo asistí en sustitución de Pavón que en esos días tenía una crisis de salud; y, ¿qué sucedió entonces en relación con Hart?
Reitero que yo asistía como sustituto del Presidente del CNC en aquella reunión y, por tanto, no me correspondía ponerme a opinar sobre las cuestiones que estaban analizando y que no se encontraban relacionadas con la actividad de cultura, porque en realidad yo no era un miembro titular de aquel alto organismo gubernamental; pero sucedió que los distintos ministros y titulares de Organismos de la Administración Central del Estado estaban siendo conminados a expresar sus opiniones al respecto de la reestructuración del gobierno que se planeaba con motivo del establecimiento del Poder Popular. Y en medio de aquellos análisis, recuerdo que Fidel hizo una pregunta que no olvidaré ¿Y…Cultura , qué hacemos con Cultura?, fue directa para mi representación y no pude evadirla y comencé a responder; yo no había ido preparado con un estudio sobre la cuestión, era un sustituto circunstancial e inesperado de mi parte, porque la indisposición de Luis Pavón había sido repentina y Celia Sánchez había insistido en que fuera su sustituto, porque la reunión era muy importante. Además había algunas cuestiones en el CNC de las que yo no estaba al tanto y aquélla de la reestructuración era una de ellas.
Confieso, además, que yo estaba muy impresionado con todas las complicaciones que entonces existían, y mi respuesta fue rápida y muy directa. Dije a Fidel: disolver el Conejo de Cultura y crear un Ministerio, con un Ministro con responsabilidad y autoridad política de primer nivel, así como credibilidad en el medio. Yo acaba de regresar de una reunión de ministros de Cultura de los países socialistas y fundamenté mi respuesta con lo que había percibido en aquellos encuentros y con mi visita a la URSS, Hungría, Bulgaria, Polonia y la RDA, en las que había visto el funcionamiento de los organismos de Cultura, todos dirigidos por personas del más alto nivel en la política y en los gobiernos.
Entonces recuerdo que Fidel volvió a la carga con sus preguntas incisivas y me dijo entonces algo que tampoco olvidaré: ¿Qué tú dices…qué te nombre a tí Ministro de Cultura y que te hagamos miembro del Buró Político?, aquello fue medio en broma medio en serio y muchos se echaron a reír, pero sin inmutarme, seco y alto dije: No …yo ni siquiera soy el Presidente del CNC, soy su vicepresidente y estoy en sustitución de Luis Pavón que está enfermo, le he respondido a sus preguntas con mi experiencia muy personal al respecto. Y Fidel volvió de nuevo a la carga; sabemos que él era penetrante e incansable con sus preguntas: ¿Y a quien tú propones entonces como Ministro de Cultura?, a lo que volví a responder alto, escueto y claro: A Armando Hart.
Después pasó de nuevo el tiempo y recuerdo algo muy triste, cuando se hicieron las elecciones nacionales primeras del Poder Popular y se estaba preparando su primera sesión constitutiva, me sucedió algo muy trágico, cuando yo me encontraba enfrascado en la organización del programa artístico con vistas a aquel evento a celebrarse en la Ciudad Deportiva. En aquellos momentos me sorprendió la muerte casi repentina por causa de un extraño cáncer de uno de mis hijos, algo que nunca tampoco olvidaré. En aquella primera asamblea constitutiva a que me refiero, se expuso el nuevo gobierno con las fusiones, reestructuraciones, disoluciones y creaciones de ministerios y organismos de la Administración Central del Estado que se habían estado preparando desde aquella reunión del Consejo de Ministros que he narrado; y se planteó quienes eran los nuevos jefes de organismos, así como los que continuaban en sus cargos, en definitiva, yo la pasé en la funeraria velando a mi hijo con una profunda crisis de tristeza, ensimismado en mi Ser Interior y apartado mentalmente de toda la realidad externa. Fue al día siguiente que era el entierro, que algunos amigos que vinieron a acompañarme y que habían estado en la Asamblea Nacional y en aquel Consejo de Ministros que relato y conocían del asunto. Me dijeron que habían nombrado a Armando Hart, ministro del nuevo Ministerio de Cultura. No creí entonces ni creo ahora que aquello hubiera sido mi planteamiento y mi exposición. La cuestión era parte de una lógica evidente para muchos que de seguro a Fidel no se le escapó y era que para sacar a la Cultura de la crisis en que se había empantanado el Consejo Nacional de Cultura y crear una estructura más eficaz y creíble, Armando Hart, exitoso en sus empeños educacionales y políticos desde los primeros años de la Revolución, con una profunda cultura martiana y general, era realmente la persona indicada. En aquel momento no había otra persona más idónea y la vida nos dio la razón a todos los que así pensamos. Los hechos están a la vista y no hace falta que los relate en este testimonio. Son sus obras, escritos e intervenciones los que mejor lo expresan, yo sólo soy un testigo de primera mano, en algunos casos quizás de excepción, y cumplo con el deber de relatar mi experiencia para que se incluya en los esfuerzos que Eloísa Carreras está haciendo para recopilar una obra del presente que se proyecta al futuro, especialmente para las nuevas generaciones.
Después de aquella experiencia en el CNC, le pedí a Hart irme para la Isla de la Juventud, salir de La Habana, donde me martillaba día a día el recuerdo de la muerte de mi hijo, buscar nuevos aires sanadores y trabajar en aquella Isla, con cuya transformación estaba comprometido desde mi época de dirigente de la UJC, mis amigos y hermanos del alma; Roberto Ogando, que era entonces el Presidente del Poder Popular y el entrañable Arturo Lince, Delegado del Buró Político, ambos en la Isla me habían invitado y me esperaban para reorganizar la cultura en aquel territorio. Recuerdo que el día de la entrega en la Presidencia del CNC, estaba muy fresca la muerte de mi hijo que reconozco me golpeó en lo personal con mucha fuerza, y recuerdo que esperábamos a Hart en el despacho de Pavón en la torre del Palacio del Segundo Cabo, en donde estaba el CNC. Cuando Hart llegó en aquella oficina estábamos Pavón y yo esperándolo. Por mi parte estaba derrumbado sobre un sofá como si fuera un verdadero zombis. Entonces Hart dijo algo que no olvidaré, más o menos esto: Pavón, tú y yo sabemos que él no está triste por la disolución del CNC, él está triste por su hijo. Después le pedí irme para atender Cultura en la Isla y él estuvo de acuerdo; pero antes le dejé un estudio sobre el teatro en Cuba que elaboré como producto de las entrevistas que realicé con algunos de los principales artistas del país, al respecto del muy lamentable proceso de “parametración” con que me encontré cuando me sacaron de las escuelas de arte para ayudar a Pavón en su cargo; de esto también he escrito explícitamente en la Espiritualidad Prohibida.
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En la Isla de la Juventud con el apoyo de Hart que nos visitó varias veces hicimos una verdadera revolución cultural. Se creó un taller de gráfica con una máquina de grabado que trajimos de La Habana, se creó un taller de arte popular con Marta Machado, la mamá de Cacho, al frente; allí ella desarrolló al máximo con los jóvenes y los niños su arte, se fundó el Grupo de Teatro Los Pinos Nuevos y el grupo de teatro Infantil La Toronjita Dorada, ambos con alumnos recién graduados de las escuelas de arte, que vinieron como parte de su servicio social a establecerse en la Isla; se creó el Museo Antiimperialista sobre la intromisión directa de los Estados Unidos en la Isla de Pinos desde 1868 hasta 1925, en que por fin se reconoció la soberanía cubana que pretendieron escamotearnos, se fundó un taller de cerámica artística que dio cabida a importantes ceramistas que vinieron para la Isla, como Angelito Norniella, José Ramón y Amelia. Angelito y Amelia hoy tienen su taller en La Habana Vieja. Se creó una Casa de Cultura con las perspectivas de lo que habría de ser ese movimiento. Se reparó el teatro Victoria y se comenzaron a dar funciones con una primera visita en mucho tiempo del Ballet Nacional de Cuba con Alicia Alonso al frente. Se comenzaron a realizar tertulias literarias. Fue un cambio radical en apoyo a la Transformación de la Isla y en todo aquello estaba la mano de Armando Hart en su estreno como Ministro de Cultura.
Posteriormente, unos 10 años después Hart me volvió a convocar para fundar la Editorial José Martí de Publicaciones en Lenguas Extranjeras, otra idea suya que personalmente me tocó implementar. Fueron de nuevo años de trabajo dentro de los ámbitos que él creó y dirigió en el Instituto del Libro en Cuba, de los cuales Rafael Almeida es un testigo de excepción. Sería muy extenso relatar todo ese tiempo que también he escrito en los capítulos correspondientes de La Espiritualidad Prohibida en Unicornio, quizás alguna otra vez se propicie la ocasión para volver de nuevo sobre este tema de una pasión apasionante, y valga la redundancia, que removió mi conciencia y mis recuerdos como consecuencia del libro presentado “Hart, pasión por Cuba” a que me he estado refiriendo en los dos artículos que he publicado en Unicornio. Me queda referirme a un tema importante que fue la fundación del movimiento de estudios juveniles martianos, del cual también soy un testigo de excepción, y quizás alguna otra vez vuelva a escribir sobre este tan importante movimiento en sus inicios.
En la Isla de la Juventud con el apoyo de Hart que nos visitó varias veces hicimos una verdadera revolución cultural. Se creó un taller de gráfica con una máquina de grabado que trajimos de La Habana, se creó un taller de arte popular con Marta Machado, la mamá de Cacho, al frente; allí ella desarrolló al máximo con los jóvenes y los niños su arte, se fundó el Grupo de Teatro Los Pinos Nuevos y el grupo de teatro Infantil La Toronjita Dorada, ambos con alumnos recién graduados de las escuelas de arte, que vinieron como parte de su servicio social a establecerse en la Isla; se creó el Museo Antiimperialista sobre la intromisión directa de los Estados Unidos en la Isla de Pinos desde 1868 hasta 1925, en que por fin se reconoció la soberanía cubana que pretendieron escamotearnos, se fundó un taller de cerámica artística que dio cabida a importantes ceramistas que vinieron para la Isla, como Angelito Norniella, José Ramón y Amelia. Angelito y Amelia hoy tienen su taller en La Habana Vieja. Se creó una Casa de Cultura con las perspectivas de lo que habría de ser ese movimiento. Se reparó el teatro Victoria y se comenzaron a dar funciones con una primera visita en mucho tiempo del Ballet Nacional de Cuba con Alicia Alonso al frente. Se comenzaron a realizar tertulias literarias. Fue un cambio radical en apoyo a la Transformación de la Isla y en todo aquello estaba la mano de Armando Hart en su estreno como Ministro de Cultura.
Posteriormente, unos 10 años después Hart me volvió a convocar para fundar la Editorial José Martí de Publicaciones en Lenguas Extranjeras, otra idea suya que personalmente me tocó implementar. Fueron de nuevo años de trabajo dentro de los ámbitos que él creó y dirigió en el Instituto del Libro en Cuba, de los cuales Rafael Almeida es un testigo de excepción. Sería muy extenso relatar todo ese tiempo que también he escrito en los capítulos correspondientes de La Espiritualidad Prohibida en Unicornio, quizás alguna otra vez se propicie la ocasión para volver de nuevo sobre este tema de una pasión apasionante, y valga la redundancia, que removió mi conciencia y mis recuerdos como consecuencia del libro presentado “Hart, pasión por Cuba” a que me he estado refiriendo en los dos artículos que he publicado en Unicornio. Me queda referirme a un tema importante que fue la fundación del movimiento de estudios juveniles martianos, del cual también soy un testigo de excepción, y quizás alguna otra vez vuelva a escribir sobre este tan importante movimiento en sus inicios.
Finalmente, para terminar esta serie de dos artículos titulados “HART, PASIÓN POR CUBA… YO TAMBIÉN SOY UN TESTIGO, I y II.”, quiero decir que Yo lo afirmo y doy fe, sobre todo ahora que ello no podría implicar algún elogio al ejercicio de un poder político y gubernamental, de los cuales ya no es exponente ni ejecutor Armando Hart. En las actuales circunstancias, para mi opinión muy personal, que tengo pleno derecho a expresar en mis testimonios y consideraciones al respecto de estos temas, con mis respetos a quienes piensen diferente y sin querer ofender a nadie en particular, tal como termino mis Crónicas Cubanas, Hart es poseedor máximo de la dignidad, la ética y la honradez de pensamiento que mueven y dan alimento a su vida. fsmederos@gmail.com
Nota final
Se adjuntan facsímiles de documentos firmados por Armando Hart, que tienen que ver directamente con algunas de las responsabilidades cumplidas de las que escribo en estos dos artículos y que avalan mi expresión “yo también soy testigo”, con el uso del Yo Teresiano que hace muchos años hice mío, en sustitución del “nos mayestático”, tan al uso. Yo teresiano, que el famoso crítico español Martín Alonso en su prólogo al “Libro de las Fundaciones; y “Las Moradas” de Santa Teresa de Jesús, Editorial EDAF, Madrid 1966, definió textualmente con una expresión que mucho tiene que ver con la concepción y el contenido de este testimonio mío sobre Armando Hart, salido de mi conciencia y del alma, de mi ser interior. Y cito textual como conclusión de mi testimonio: “El ‘yo’ teresiano tiene el sello de las confesiones sinceras y el amor inflamado de las comunicaciones divinas.
Fin
Unicornio,
domingo 29 de junio del 2014.
http://www.poresto.net/ver_nota.php?zona=yucatan&idSeccion=24&idTitulo=335150
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