Coronavirus, pandemia y la condición humana. Guaidó tiene la mejor oportunidad de su vida
Eligio Damas
La vida es insondable. Todavía lo que el hombre en su petulancia cree saber es poco. Para decirlo con una expresión como muy convencional, la vida sigue y seguirá llena de misterios. Quienes formularon los primeros conocimientos y hasta principios religiosos se quedaron encerrados en el pequeño espacio al cual estaban como atados. Cada día suceden cosas que al hombre sorprenden pese sus formulaciones teóricas y sus predicciones fundamentadas en muy serios estudios.
De la China, el gigante asiático que ha venido asombrando al mundo con su crecimiento y sus políticas de acercamiento a los mercados como calcadas en la habitual mansedumbre de sus habitantes, donde hay muchas cosas controladas como la salud, saltó un inesperado hecho; un virus conocido como coronavirus, del cual hasta ahora poco se sabe, pues más se ha hablado de la velocidad con la que se expande que de su origen y hasta síntomas, hizo su aparición en una lejana ciudad China. En pocos días se expandió con una velocidad asombrosa, llegó a Europa y de allí ha estado trasladándose al mundo entero. Es un fenómeno de la época, de estos tiempos cuando el hombre se traslada de un sitio remoto a otro en cosa de horas y en grandes cantidades. Tiene necesidad de hacerlo, pues aparte de su habitual sedentarismo se corresponde con el funcionamiento de la humanidad de hoy. Por eso los organismos internacionales competentes lo han declarado como pandemia. No hay forma de evitar que entre a cualquier país; lo sustantivo es hacer todo lo posible para que no entre o sus efectos sean minimizados al máximo.
La particularidad alrederor de este fenómeno, visto desde la perspectiva venezolana, como la precariedad de los recursos de todo tipo que ahora adolecemos, es el nivel de la confrontación política que nos separa y la gravedad de las sanciones del gobierno de Trump contra nuestra economía. Y en esto hay algo digno de resaltar, como factores políticos contrarios al gobierno han solicitado en su auxilio, algo no visto desde los tiempos cuando Gómez solicitó la intervención extranjera para garantizarse el control del poder una vez Castro salió del país a curarse aconsejado por su propio “compadre”, que Estados Unidos y los países de la UE nos aplican sanciones rapaces, casi como actos de piratería, para producir el cambio político que ellos demandan y estarían obligados a producir por su sola y propia cuenta y con el respaldo y concurso de la mayoria nacional.
Más de seis o siete años llevamos los venezolanos padeciendo los efectos de las malas políticas gubernamentales y la descomunal corrupción de personajes del gobierno que en su mayoría terminan guareciéndose en los Estados Unidos, a cambio de colocar allá sus dineros mal habidos y declarar cuanto les sea solicitado contra Maduro y los suyos. El ingreso nacional desciende descomunalmente y sin pausa, mientras el gobierno no da muestras de tener planes reales para activar la economía en ningún área, ni siquiera en el rentismo y menos ha podido implementar políticas monetarias para detener la destrucción de la moneda nacional. El asunto del petro parece tan enredado todavía que nadie lo entiende, como que el gobierno habla de enjambres de “técnicos” por lanzar a la calle para explicar el asunto.
Lo concreto es que el venezolano de ahora, atrapado como ha estado por la crisis económica generada por las sanciones y la impericia o incompetencia del gobierno, siente la amenaza del coronavirus, sobre todo cuando se ha informado oficialmente que se han detectado dos casos en el Estado Miranda procedentes de Europa. Por distintas razones, como la velocidad y cuantía con las que el hombre se desplaza por el mundo, además de la prontitud y volumen de la información que hoy el mismo produce, que llega además cada día a más gente y grupos etarios, Venezuela como casi todos los pueblos del planeta está alarmada y por decir lo menos, bastante preocupada. Tanto que, por lo que puede observarse a simple vista, en pocos días, el fenómeno de la pandemia pareciera haber desplazado nuestras habituales preocupaciones desde hace unos años, como las relativas al costo de la vida, el deterioro del salario y la conflictividad política.
Según una información producida por medios imparciales, en Chile, los casos comprobados de la enfermedad, ahora mismo llegan a 43 y pese eso, el gobierno no ha asumido hasta ahorita, viernes 13-3-2020 a las 5.55 p.m, el asunto con la gravedad y prontitud que le corresponde, pues Piñera pareciera más estar centrado en la crisis que lo agobia, agravada por la brutalidad de los carabineros y la persistencia de las enormes manifestaciones a lo largo de todo el país.
El gobierno venezolano, como le corresponde, es lo menos por hacer, ha puesto en alerta a la población y ha manifestado su disposición a enfrentar hasta dónde le sea permitido las calamidades inherentes al caso.
Es cierto, el gobierno carece de recursos, al margen de las razones que se puedan esgrimir. El sistema de salud es por demás precario. Y es en estas circunstancias que nos halla la amenaza. El derecho a la vida, la conservación de la especie es la meta primordial del hombre y en ello, todos los sanos y de buen juicio, al margen de sus opiniones, intereses, cultura o ideología, como a cualquiera se le ocurra decirlo, deberían poner su empeño.
Enfrentar la pandemia es la tarea primordial de los nacionales de cualquier país hoy. Y lo es para los venezolanos. Otros asuntos, como los relativos a la naturaleza o composición del Estado, pasan a segundo plano. Es absurdo acabar con lo poco que tenemos, como lo atinente a la solidaridad, por darle primordial importancia a lo de tomar o mantener el control del aparato del Estado, mientras la pandemia pudiera aniquilarnos.
Por supuesto, esto plantea al gobierno, no sólo eso de destinar los centros de salud u hospitales de los cuales habló para atender a quienes resulten afectados por el virus y su disposición a gestionar, dentro de las dificultades y limitaciones en las cuales se mueve, los medios o recursos inherentes al tratamiento del mismo, sino también poner empeño, hasta donde sea posible y necesario, en unir a los venezolanos para entablar esta lucha que es por la salud, seguridad, destino y vida de todos. No se trata sólo de enfrentar la amenaza que implica la enfermedad por sí misma, sino los cuantiosos efectos colaterales que implica. Veamos como la bolsa de valores en el mundo se ha desplomado, el petróleo descendió bruscamente de precios y es de esperar que la producción mundial también descienda y esto, se convierte al mismo tiempo en un catalizador que pudiera expandir los efectos nocivos del virus. Se trata de una pandemia y sus efectos colaterales contra la humanidad toda, desde los pudientes hasta los más “vulnerables”, para decirlo con una palabra muy del gusto del gobierno y hasta por él mismo mal interpretada.
Pero la oposición también tiene un reto. No puede mantenerse de observadora, como quien mira el combate desde la seguridad de las tribunas. El virus no sabe distinguir entre gustos y colores, ideologías o culturas. De atacar lo haría con la vehemencia que le es propia a quien se le atraviese por el medio. Guaidó se ha venido publicitando como presidente interino de Venezuela. Eso, es suficiente para que sienta obligado a hacer lo que pudiere por sus “gobernados” y no basta eso de “decir tomaremos las medidas del caso”, como quien saluda a la bandera o repite una estereotipada frase para cumplir formalidades.
Guaidó y los suyos han venido “pidiendo”, lo que no es exactamente así, al gobierno de EEUU o de Trump, sanciones que ahogan la economía del país, como la última de impedir que Venezuela venda su petróleo y las que los venezolanos todos conocemos, el congelamiento de cuentas. Y dijimos arriba que “no es exactamente así”, porque esas medidas se diseñan y toman desde el gobierno estadounidense; Guaidó y los suyos sólo sirven, como decimos en lenguaje coloquial, de justificación. Pero en fin de cuentas, quienes las aplican intentan vender a la gente común que esas medidas son a solicitud de los venezolanos mismos.
Pero como dijimos arriba, estamos en una encrucijada, donde lo más importante para los venezolanos es enfrentar de la mejor manera la amenaza del coronavirus. En estas circunstancias, Guaidó a quien ya casi se le vence el período, de lo que sea, presidente de la AN o “interino” del país, y además está siendo afectado por una grave crisis de aislamiento de lo cual las recientes declaraciones de Ramos Allup son un síntoma de significativa magnitud, debería hasta por su propia sobrevivencia como político dirigente, dar un paso noble, ponerse al servicio del país para enfrentar la pandemia y solicitar públicamente a Trump suspender las sanciones.
Con toda sinceridad, lo que está sustentada en mi habitual posición crítica frente a ambos sectores, esa opción o “salida”, como prefiera llamarla, daría a Guaidó todo el oxígeno que ahora demanda y le convertiría en una referencia importante. Hasta comenzaría a ser él mismo, habiendo roto los cordones que le atan.
Eligio Damas
La vida es insondable. Todavía lo que el hombre en su petulancia cree saber es poco. Para decirlo con una expresión como muy convencional, la vida sigue y seguirá llena de misterios. Quienes formularon los primeros conocimientos y hasta principios religiosos se quedaron encerrados en el pequeño espacio al cual estaban como atados. Cada día suceden cosas que al hombre sorprenden pese sus formulaciones teóricas y sus predicciones fundamentadas en muy serios estudios.
De la China, el gigante asiático que ha venido asombrando al mundo con su crecimiento y sus políticas de acercamiento a los mercados como calcadas en la habitual mansedumbre de sus habitantes, donde hay muchas cosas controladas como la salud, saltó un inesperado hecho; un virus conocido como coronavirus, del cual hasta ahora poco se sabe, pues más se ha hablado de la velocidad con la que se expande que de su origen y hasta síntomas, hizo su aparición en una lejana ciudad China. En pocos días se expandió con una velocidad asombrosa, llegó a Europa y de allí ha estado trasladándose al mundo entero. Es un fenómeno de la época, de estos tiempos cuando el hombre se traslada de un sitio remoto a otro en cosa de horas y en grandes cantidades. Tiene necesidad de hacerlo, pues aparte de su habitual sedentarismo se corresponde con el funcionamiento de la humanidad de hoy. Por eso los organismos internacionales competentes lo han declarado como pandemia. No hay forma de evitar que entre a cualquier país; lo sustantivo es hacer todo lo posible para que no entre o sus efectos sean minimizados al máximo.
La particularidad alrederor de este fenómeno, visto desde la perspectiva venezolana, como la precariedad de los recursos de todo tipo que ahora adolecemos, es el nivel de la confrontación política que nos separa y la gravedad de las sanciones del gobierno de Trump contra nuestra economía. Y en esto hay algo digno de resaltar, como factores políticos contrarios al gobierno han solicitado en su auxilio, algo no visto desde los tiempos cuando Gómez solicitó la intervención extranjera para garantizarse el control del poder una vez Castro salió del país a curarse aconsejado por su propio “compadre”, que Estados Unidos y los países de la UE nos aplican sanciones rapaces, casi como actos de piratería, para producir el cambio político que ellos demandan y estarían obligados a producir por su sola y propia cuenta y con el respaldo y concurso de la mayoria nacional.
Más de seis o siete años llevamos los venezolanos padeciendo los efectos de las malas políticas gubernamentales y la descomunal corrupción de personajes del gobierno que en su mayoría terminan guareciéndose en los Estados Unidos, a cambio de colocar allá sus dineros mal habidos y declarar cuanto les sea solicitado contra Maduro y los suyos. El ingreso nacional desciende descomunalmente y sin pausa, mientras el gobierno no da muestras de tener planes reales para activar la economía en ningún área, ni siquiera en el rentismo y menos ha podido implementar políticas monetarias para detener la destrucción de la moneda nacional. El asunto del petro parece tan enredado todavía que nadie lo entiende, como que el gobierno habla de enjambres de “técnicos” por lanzar a la calle para explicar el asunto.
Lo concreto es que el venezolano de ahora, atrapado como ha estado por la crisis económica generada por las sanciones y la impericia o incompetencia del gobierno, siente la amenaza del coronavirus, sobre todo cuando se ha informado oficialmente que se han detectado dos casos en el Estado Miranda procedentes de Europa. Por distintas razones, como la velocidad y cuantía con las que el hombre se desplaza por el mundo, además de la prontitud y volumen de la información que hoy el mismo produce, que llega además cada día a más gente y grupos etarios, Venezuela como casi todos los pueblos del planeta está alarmada y por decir lo menos, bastante preocupada. Tanto que, por lo que puede observarse a simple vista, en pocos días, el fenómeno de la pandemia pareciera haber desplazado nuestras habituales preocupaciones desde hace unos años, como las relativas al costo de la vida, el deterioro del salario y la conflictividad política.
Según una información producida por medios imparciales, en Chile, los casos comprobados de la enfermedad, ahora mismo llegan a 43 y pese eso, el gobierno no ha asumido hasta ahorita, viernes 13-3-2020 a las 5.55 p.m, el asunto con la gravedad y prontitud que le corresponde, pues Piñera pareciera más estar centrado en la crisis que lo agobia, agravada por la brutalidad de los carabineros y la persistencia de las enormes manifestaciones a lo largo de todo el país.
El gobierno venezolano, como le corresponde, es lo menos por hacer, ha puesto en alerta a la población y ha manifestado su disposición a enfrentar hasta dónde le sea permitido las calamidades inherentes al caso.
Es cierto, el gobierno carece de recursos, al margen de las razones que se puedan esgrimir. El sistema de salud es por demás precario. Y es en estas circunstancias que nos halla la amenaza. El derecho a la vida, la conservación de la especie es la meta primordial del hombre y en ello, todos los sanos y de buen juicio, al margen de sus opiniones, intereses, cultura o ideología, como a cualquiera se le ocurra decirlo, deberían poner su empeño.
Enfrentar la pandemia es la tarea primordial de los nacionales de cualquier país hoy. Y lo es para los venezolanos. Otros asuntos, como los relativos a la naturaleza o composición del Estado, pasan a segundo plano. Es absurdo acabar con lo poco que tenemos, como lo atinente a la solidaridad, por darle primordial importancia a lo de tomar o mantener el control del aparato del Estado, mientras la pandemia pudiera aniquilarnos.
Por supuesto, esto plantea al gobierno, no sólo eso de destinar los centros de salud u hospitales de los cuales habló para atender a quienes resulten afectados por el virus y su disposición a gestionar, dentro de las dificultades y limitaciones en las cuales se mueve, los medios o recursos inherentes al tratamiento del mismo, sino también poner empeño, hasta donde sea posible y necesario, en unir a los venezolanos para entablar esta lucha que es por la salud, seguridad, destino y vida de todos. No se trata sólo de enfrentar la amenaza que implica la enfermedad por sí misma, sino los cuantiosos efectos colaterales que implica. Veamos como la bolsa de valores en el mundo se ha desplomado, el petróleo descendió bruscamente de precios y es de esperar que la producción mundial también descienda y esto, se convierte al mismo tiempo en un catalizador que pudiera expandir los efectos nocivos del virus. Se trata de una pandemia y sus efectos colaterales contra la humanidad toda, desde los pudientes hasta los más “vulnerables”, para decirlo con una palabra muy del gusto del gobierno y hasta por él mismo mal interpretada.
Pero la oposición también tiene un reto. No puede mantenerse de observadora, como quien mira el combate desde la seguridad de las tribunas. El virus no sabe distinguir entre gustos y colores, ideologías o culturas. De atacar lo haría con la vehemencia que le es propia a quien se le atraviese por el medio. Guaidó se ha venido publicitando como presidente interino de Venezuela. Eso, es suficiente para que sienta obligado a hacer lo que pudiere por sus “gobernados” y no basta eso de “decir tomaremos las medidas del caso”, como quien saluda a la bandera o repite una estereotipada frase para cumplir formalidades.
Guaidó y los suyos han venido “pidiendo”, lo que no es exactamente así, al gobierno de EEUU o de Trump, sanciones que ahogan la economía del país, como la última de impedir que Venezuela venda su petróleo y las que los venezolanos todos conocemos, el congelamiento de cuentas. Y dijimos arriba que “no es exactamente así”, porque esas medidas se diseñan y toman desde el gobierno estadounidense; Guaidó y los suyos sólo sirven, como decimos en lenguaje coloquial, de justificación. Pero en fin de cuentas, quienes las aplican intentan vender a la gente común que esas medidas son a solicitud de los venezolanos mismos.
Pero como dijimos arriba, estamos en una encrucijada, donde lo más importante para los venezolanos es enfrentar de la mejor manera la amenaza del coronavirus. En estas circunstancias, Guaidó a quien ya casi se le vence el período, de lo que sea, presidente de la AN o “interino” del país, y además está siendo afectado por una grave crisis de aislamiento de lo cual las recientes declaraciones de Ramos Allup son un síntoma de significativa magnitud, debería hasta por su propia sobrevivencia como político dirigente, dar un paso noble, ponerse al servicio del país para enfrentar la pandemia y solicitar públicamente a Trump suspender las sanciones.
Con toda sinceridad, lo que está sustentada en mi habitual posición crítica frente a ambos sectores, esa opción o “salida”, como prefiera llamarla, daría a Guaidó todo el oxígeno que ahora demanda y le convertiría en una referencia importante. Hasta comenzaría a ser él mismo, habiendo roto los cordones que le atan.
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