Este mensaje estaba dirigido a usted privadamente. Pero como el correo de la Diócesis - perdone si cometo algún error al decir esto - lo rebotó, opté por ponerle en este espacio. Decisión por la cual espero no causarle malestar o incomodidad alguna, en cuyo caso volvería a pedirle me excuse.
Desde años usted me inspira mucha confianza. Le creo lleno de fe y buena voluntad. Por eso, me apena verle ahora como acorralado en su mundo y puesto en actitud defensiva. Usted sabrá bien los motivo de esa su actitud, como la de pagar pecados no cometidos.
Pero quiero llamar su atención ahora, con todo el respeto que merece, por su reciente artículo sobre el “Diálogo”, aparentemente colocado originalmente en una página de Diócesis y posteriormente en Aporrea.
Soy de quienes, como usted, apuestan con fuerza y hasta entusiasmo al diálogo, por sobradas razones. De estas no hablaré porque no hace falta y no creo a usted despierte interés. Pero sí sobre su señalamiento acerca que, tanto en el gobierno o en el chavismo y la oposición, hay declarados enemigos del diálogo. Es evidente lo certero de ese señalamiento suyo. No sólo están en contra, sino que hacen lo posible por frustrarlo. Pero usted, admirado obispo, se quedó corto en su percepción. Vio, perdone el uso de este recurso o lugar común, quizás poco sutil tratándose usted de un alto representante de la iglesia en la cual milita la mayoría de los venezolanos, “la brizna de paja en ojo ajeno y no la viga en el propio”. Quizás, precisamente por quienes le rodean y estar en situación nada cómoda. Le veo como uno de esos excelentes goleadores ahogado, en un juego crucial, por una defensiva contraria sólida. Digo esto por todo lo que bien sabe.
Dentro de la iglesia católica nuestra, altos dignatarios, por razones que pudieran ser incomprensibles, más para usted, se dedican sistemática y hasta diabólicamente por un largo tiempo a alentar violencia, intemperancia, guerra civil, para lo que ahora sabotean el diálogo. Esos personajes no creo necesario nombrarles pues son de sobra conocidos porque ellos para nada disimulan. Quizás únicamente en esto son auténticos, como deben ser los buenos pastores. Nada de estar con algo y andar fingiendo otra cosa. Hay, usted bien lo sabe, quienes hablan contra el buen deseo del Papa a favor de los venezolanos, tal como los voceros más radicales del sector opositor y del gobierno a quienes usted alude como contrarios al diálogo. Si cayésemos en el simplismo de identificar entre nosotros santos y diablos, la tarea sería por demás sencilla.
Este servidor, admirador suyo, quien siempre le ha tenido como persona sensata, llamada a ocupar las más altas posiciones, justamente por parecerme competente para jugar el rol de fiel de la balanza entre sus ovejas, un verdadero pastor que jamás las pondría a destruirse mutuamente, y de paso estar en medio del combate a favor de una de las partes, no espera asuma posición beligerante, pues nos defraudaría a todos, pero sí se siga comportando muy crítico frente a aquellos que dentro del gobierno y la oposición torpedean el diálogo pero también con respecto a altos representantes de la iglesia que desempeñan el mismo rol. ¡Sí! Se le quiere como servidor del diálogo y al Papa Francisco. Por eso, en nosotros no anida el deseo de verle confrontar a quienes entre las altas autoridades de la iglesia católica o, para mejor decirlo, en la CEV, alientan violencia, intolerancia y enfrentamiento entre los venezolanos y cristianos, lo que no parece muy loable y menos digno de quienes deberían ejercer como pastores, pero sí que en oportunidades o trabajos como este que ahora motivó este intento de comunicación, reconozca que entre gobierno, oposición, iglesia católica hay quienes bregan en contra de Francisco y el hermanarse de los venezolanos. Es decir no hablo por supuesto de católicos de la multitud, hombres y mujeres sin rostro o militantes de partido, sino de algunos representantes en Venezuela del propio Papa de manera casi directa. No es necesario que a esos colegas suyos les mencione por sus nombres propios, pero sí deje constancia de la falta de cooperación con Francisco y el deseo de los venezolanos de vivir en paz. Esto pasa por ayudar a que gobierno y oposición encuentren los caminos para ello y no dedicarse a poner palos en las ruedas de la carreta.
El propio Papa reconoce que en el seno de la iglesia católica venezolana, entre sus más altos jerarcas, predominan quienes perdieron el rumbo y toman parte en el enfrentamiento entre sus ovejas. Pareciera no preocuparle que los hermanos se maten entre sí, lo que no corresponde con el espìritu cristiano. Por eso, sin duda alguna, al momento de escoger vocero o representante suyo para promover e intermediar en el diálogo, optó no por, como pareciera lógico, entre quienes le representan en Venezuela, donde hay dos cardenales, sino por lo que Gonzalo Barrios hubiese llamado un “off sider”. Nos mandó de allá de la Argentina un prelado de su confianza, pues sabe bien que, salvo honrosas excepciones como usted, no tiene muchos aquí en quién confiar.
No entiendo que una alta figura de la iglesia encuentre en la conflictividad venezolana de ahora, motivos para asumir posiciones beligerantes como para ponernos al borde la guerra civil. Pareciera un volver al tiempo de las cruzadas y convencional disposición a rescatar santos lugares. O a la conquista y genocidio de Amèrica con la cruz como escudo.
Perdone su excelencia mi imprudencia, pero por mi edad, soy mayor que usted, hijo, esposo, padre y abuelo de venezolanos hasta los tuétanos, maestro de escuela toda la vida, por lo que me duele, más de la existencia terrenal, el futuro de mi patria, además por cristiano, católico y admirador suyo, me sentí tentado a cometerla. Espero no haberle herido, muy lejos estoy de ese vulgar propósito.
Abracémonos y bendigámonos mutuamente.
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