sábado, 20 de junio de 2015
TRES FIGURAS DEL AYER
Tres figuras de ayer
Ciro Bianchi Ross • digital@juventudrebelde.cu
20 de
Junio del 2015 19:10:42 CDT
Sobre la calle llamada Carlitos Aguirre inquiere
el doctor Rafael
Nodarse, médico del hospital Calixto García y profesor de su
Facultad
de Ciencias Médicas. Dice que en sus recorridos habituales por la
zona
ha «tropezado con esa callecita casi virtual, enclavada en la
esquina
donde coincide con San Rafael, a un costado de la Universidad», y
pide
que contemos algo sobre ella. «¿Por qué el nombre tan pequeñín como
la
calle misma?», pregunta.
Carlitos Aguirre Sánchez es de esas personas a las
que toca una muerte
que no es la suya. Como se lee en el pedestal de la estatua
que se le
erigió en el parque que lleva su nombre, fue «tempranamente
arrancado
de la vida por inconcebible tragedia cuando era ejemplo a la
juventud
y la mente vigorosa y fuerte voluntad eran presagios de
indescriptible
grandeza». Una muerte absurda que hace que lo recordemos. La
familia
encargó al escultor italiano Nicolini esa imagen de bulto y la
emplazó
en el parque que hizo construir a un costado del estadio de
la
Universidad, donde la calle deja de ser Ronda para llamarse
Carlitos
Aguirre.
Su padre fue Charles Aguirre, coronel del Ejército
Libertador. Cesada
la guerra contra España fue capitán del puerto de La Habana,
y más
tarde, entre 1911 y 1912, jefe de la Policía en la capital de la
Isla.
Un incidente desafortunado lo llevó a la cárcel en mayo de 1916;
causó
lesiones con arma de fuego a Generoso Canal. Lo condenaron a tres
años
de privación de libertad. Un indulto lo benefició en noviembre
de
1918.
La madre, Fredesvinda, era hermana de María Luisa, la esposa
de
Orestes Ferrara, el avieso político italiano avecindado en La
Habana,
también coronel de nuestras gestas independentistas. Su
residencia,
que acoge hoy al Museo Napoleónico, colindaba por la parte trasera
con
Villa Carlitos, morada de los Aguirre, en San Rafael y Ronda,
convertida
desde hace años en una casa de vecindad muy deteriorada por
el tiempo y el
abandono. Siempre que Ferrara estaba en Cuba —fue
embajador en EE.UU. y
canciller en tiempos de Machado— atravesaba el
patio, junto con María Luisa,
para almorzar con los Aguirre. Allí,
mientras almorzaba, supo del atentado que
costó la vida, en 1932, a
Clemente Vázquez Bello, presidente del Senado e
íntimo de Machado.
Allí almorzó —macarrones napolitanos— el 12 de agosto de
1933, cuando
ya la dictadura machadista se había desplomado. De casa de los
Aguirre
salió hacia el puerto a fin de tomar el hidroavión que lo
conduciría
al exilio. De pura casualidad los estudiantes que lo perseguían
no
pudieron atraparlo.
En una vívida crónica sobre la muerte de Carlitos, que
el amigo y
colega Luis Sexto publicó hace años en estas mismas páginas y
que
compiló luego en su libro El camino siempre va a alguna parte (2008),
del
que conservo un ejemplar con una generosa dedicatoria del autor,
se dice que
nació en 1901, y que en 1919 matriculó la carrera de
Derecho para graduarse de
abogado el 6 de julio de 1923. Luis, que
revisó su expediente universitario,
asegura que la generalidad de las
asignaturas muestra el cuño de sobresaliente,
con premios. Escribe el
cronista: «Su expediente confirma que Carlitos Aguirre
era una promesa
en lo intelectual y lo moral. Uno de sus profesores definió su
vida
como el breve esfuerzo de una mente electa».
Ya para entonces Carlitos
había publicado un libro, Sensaciones de
viaje, fruto de un periplo turístico
por varios países europeos, y
había tenido la temeridad de cruzar en avión el
Canal de la Mancha en
una época en que la aviación estaba aún en pañales. Con
relación a ese
vuelo confiesa, dice Luis, que no sintió miedo porque «era
fatalista y
sabía que su muerte estaba prescrita, con día, mes y año en un
tiempo
inexorable».
Dos meses después de su graduación, Carlitos Aguirre era
cadáver. Sus
éxitos estudiantiles fueron premiados con un viaje a Europa. Su
cuerpo
embalsamado llegó a Cuba por mar el 4 de octubre. Lo velaron en el
Aula
Magna de la Universidad.
¿Qué sucedió? Dejemos que Luis Sexto nos lo
cuente:
«El día de su muerte presenciaba una corrida de toros en Bayona.
El
matador ejecutaba sus últimas figuras, fintas, pases; la bestia
resoplaba,
parecía querer abrir un hueco con las patas para tal vez
huir de aquello que no
comprendía. La cólera le aliviaba el
agotamiento. El matador se acercaba con la
espada.
«La señorita que lo acompañaba, norteamericana de origen, le dijo
a
Carlitos: “El sol me molesta”.
«El matador midió la distancia; caminó luego
como en puntillas.
Carlitos se levantó y cedió su asiento a la señorita Straus.
El
matador clavó la espada allí donde la vida del toro estaba
inerme,
vulnerable. El animal bufó, sacudió la testuz. El arma se
desprendió
como un proyectil…
«La espada terminó su vuelo en el pecho de
Carlitos».
Nicanor del Campo
Un lector cuyo nombre, lamentablemente, no
anoté, luego de confesarse
seguidor asiduo de esta página, se interesa por
saber por qué el lugar
donde vive, perteneciente al municipio de Playa, se
denomina Nicanor
del Campo.
No es mucho lo que conoce el escribidor acerca de
ese personaje. En
todo caso, no más de lo que sobre él refirió una de sus
nietas, Emilia
«Lili» del Campo, a las escritoras francesas Marjorie Moore y
Adrienne
Hunter cuando acometían su libro sobre varias señoras de la
alta
burguesía cubana que decidieron permanecer en Cuba después de 1959.
El
libro, publicado por la editorial de Ciencias Sociales en 2003, se
titula
Siete mujeres y la Revolución Cubana y aparte del de Emilia del
Campo recoge
los testimonios de Laura Gómez Tarafa «Chinie», Celia
Ponce de León «Cuqui»,
Gloria González, Margot del Pozo, Natalia
Bolívar y Conchita Freire de Andrade.
Un descendiente de Nicanor del
Campo, de igual nombre, presta servicios como
especialista en
Medicina Interna en el hospital clínico-quirúrgico Joaquín
Albarrán,
de La Habana.
El personaje en cuestión fue el fundador del reparto
Almendares. Dice
su nieta en la entrevista aludida: «Su nombre es bien conocido
en La
Habana porque hay un barrio que se llama igual. Ese no es su
nombre
oficial, pero la gente estaba acostumbrada a asociar el barrio con él
y
lo llamaba de esa manera. El nombre oficial es el que mi propio
abuelo le dio:
Reparto Almendares».
Precisa Emilia del Campo que su abuelo vino a Cuba como
funcionario de
la administración colonial y que, aunque no peleó contra los
mambises,
fue teniente del cuerpo de Voluntarios. Prosperó aquí, se casó con
una
cubana, su abuela, y permaneció en la Isla una vez que Cuba alcanzó
su
independencia.
Fue propietario de una fábrica de tejas. Con las ganancias
que le
producía compró la finca que una vez urbanizada fue el
reparto
Almendares. Poseía además una granja lechera, llamada El Mayor,
dotada
de un sistema de ordeño mecanizado y de equipos para la
pasteurización
y homogenización de la leche. Tenía en este giro un competidor
fuerte,
la Ward Company, un gran negocio lechero norteamericano,
establecido
en Cuba, que hacía helados y otros productos lácteos y era mucho
mayor
que las lecherías cubanas.
Comenta Emilia que su abuelo llegó a ser
multimillonario. Tenía el
orgullo de ser el mayor contribuyente del municipio
de Marianao; esto
es, el que más contribuciones e impuestos pagaba en ese
territorio.
Gran parte de su fortuna se volatizó cuando el desplome de la bolsa
de
valores de Nueva York, el 13 de octubre de 1929, dio inicio a la
Gran
Depresión. Nicanor del Campo perdió o se vio obligado a deshacerse
de
muchas de sus propiedades. Con el tiempo logró rehacer parte de su
fortuna,
pero ya nada fue como antes. Había dejado de ser el mayor
contribuyente de
Marianao. Falleció en 1941.
Carlos Manuel de Céspedes
Carlos Manuel de
Céspedes y Quesada, hijo del Padre de la Patria, fue
uno de los tres
presidentes de la República que vio la luz fuera de
Cuba. Nació en Nueva York,
el 12 de agosto de 1871, luego de que su
madre lograra salir de la Isla. Su
padre no llegó a conocerlo. Por él
se interesa el lector Jorge López, de
Madruga.
Estudió en EE.UU. y en Francia, y graduado ya de bachiller hizo
un
viaje por Alemania, Italia e Inglaterra. Poco después de iniciada la
Guerra
de Independencia llega a Cuba en la expedición del vapor
Laurada, que
desembarca cerca de Baracoa. Alcanzó el grado de coronel
y fue delegado a la
Asamblea Constituyente de La Yaya. Concluida la
contienda, se opuso en la
Asamblea del Cerro a la destitución de
Máximo Gómez como General en Jefe del
Ejército Libertador.
Se graduó de abogado en 1901. En ese mismo año resultó
electo
Representante a la Cámara, cargo en que se reeligió en 1905.
La
guerrita de agosto de 1906 contra el presidente Estrada Palma hace que
se
aparte de la vida pública. El presidente José Miguel Gómez lo
designa embajador
en Roma y es enviado especial de la República a los
funerales del rey Jorge, de
Grecia. En 1913 es embajador en Buenos
Aires y más tarde en Washington, donde
coordina los trabajos
encaminados a la construcción del bello edificio que
daría albergue a
la Embajada de Cuba, actual Oficina de Intereses.
El
presidente Zayas le confía la Secretaría de Estado (Relaciones
Exteriores) y es
Ministro interino de Hacienda y, más tarde, de
Guerra. En noviembre de 1924
representa a la República en los actos de
toma de posesión de Plutarco Elías
Calles como presidente de México, y
el 20 de mayo de 1925, el presidente
Machado lo ratifica en la cartera
de Estado. En 1926, desde París, envía su
renuncia a esa cartera y
acepta la embajada en Francia. Con posterioridad se le
traslada a
Inglaterra con igual rango, y, también como embajador, vuelve
a
Francia, hasta que se le designa en México. No llega a tomar posesión.
El 20
de mayo de 1933 Machado lo declara en disponibilidad.
Cuando, a la caída de
Machado, los militares se niegan a aceptar al
general Alberto Herrera como
sustituto del dictador en fuga, el
Embajador norteamericano impone a Céspedes
en la presidencia de la
República. Toma posesión el 12 de agosto de 1933, el
día en que
cumplía 62 años de edad. Dura 23 días en el cargo. Lo derroca, el 4
de
septiembre, un movimiento de clases y soldados que encabeza un
sargento
llamado Batista. Se niega a secundar a los oficiales
amotinados en el Hotel
Nacional que quieren verlo entre ellos. Dice:
«Por mí no se derramará sangre
cubana ni habrá intervención
extranjera».
El presidente Mendieta lo designa
embajador en España. Representa a
Cuba en la Asamblea Extraordinaria de la
Sociedad de Naciones. Al
frente del Partido Centrista quiere aspirar a la
Presidencia, pero la
falta de calor popular lo empuja a desistir. En junio
renuncia a su
cargo en España, pero siempre con categoría de embajador, se
le
designa asesor técnico de la Secretaría de Estado y juez del Tribunal
de
Arbitraje. Murió en La Habana, el 27 de marzo de 1934. Fue
académico de la
Historia. Escribió una biografía de su padre y otra de
su tío, el polémico
general Manuel de Quesada, entre otros libros, y
dejó inédita una obra en la
que relató su paso fugaz por la
Presidencia.
--
Ciro
Bianchi
Ross
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