sábado, 20 de junio de 2015
¿EL PERMANENTE CLIMA ELECTORAL AFECTA EL CAMBIO? ¿PUDO EVITARSE?
ELIGIO DAMAS
No haber podido cumplir la meta trazada desde antes de 1998, es el caldo de cultivo de la escasez, especulación, contrabando, inflación y esa pequeña pero atroz cosa que llaman bachaqueo. Las clases dominantes gozan porque creen estar destruyendo un proyecto generoso.
El presunto modelo “bucólico” de capitalismo rentista dominante en Venezuela desde comienzos del siglo veinte, condujo a eso que el presidente Chávez, con toda justicia, calificó como una inmensa acumulación de pasivos sociales. Claro, para el capitalismo no se trata de eso, sino de los desechos naturales sin significancia e importancia alguna de todo proceso productivo. Ven eso como el proceso digestivo humano y para sus mentores y partidarios, la gente pobre no es más que desecho, basura. Esperar que piensen en el equilibrio natural, defensa del planeta, compartir y la convivencia humana, es pedir demasiado.
Recién caído Pérez Jiménez, por tomar arbitrariamente una referencia, aunque esto viene de lejos, incluso del gobierno de Medina, aunque los partidarios de éste todavía, pese el peso de las cifras, sigan diciendo lo contrario, el gobierno de Betancourt, atendiendo a los acuerdos previos con su amigo Rockefeller, asumió el asunto de “sembrar” el petróleo, acudiendo al modelo de sustitución de importaciones. Eso significó, que continuaríamos siendo importadores, pero de partes que aquí se ensamblarían o armarían, para aprovechar la mano de obra más barata de los nacionales.
Fue esa la estrategia que se trazó el capitalismo norteamericano, en su fase imperialista, viendo que el costo de mano de obra allá en Estados Unidos, no hacía propicio que los capitales rindieran mayores ganancias. Estrategia dentro de la cual se incluyó al mundo todo, donde abundase eso que suelen llamar los ejércitos de desocupados y dispuestos al enganche “por lo que sea”. Pero fue también un arma para mantener contralados nuestra economía y gobiernos.
La derecha adeca, al frente de ella Betancourt y sus tecnócratas, nos vendieron aquello como la panacea. Para ellos significaba la industrialización del país y hasta la independencia. Venezuela, según sus discursos, “produciría gran parte de los bienes” que entonces importaba y hasta se convertiría en exportadora. Las clases dominantes que en Venezuela se ocupaban de los negocios vinculados a la actividad portuaria, no tenían interés en invertir en una actividad que no les produciría más que la que habían explotado por años, sin mucho esfuerzo, talento y enormes beneficios. Justamente por eso se le ha llamado parasitaria, porque vive exclusivamente de la renta, del comprar y vender.
Así nacieron los enclaves de Valencia, Pto. Cabello, Maracay, se intensificó la densidad de población caraqueña y el campo quedó despoblado. Sólo se mantuvieron con relativa vida las poblaciones petroleras, justo donde se producía la renta, pero donde dominaba una actividad que poca mano de obra utilizaba. Todo estaba cuadrado para el beneficio gringo y aquella clase parasitaria o improductiva.
Por esa estructura, Caracas, sus alrededores y las grandes ciudades se llenaron de ranchos, con el concurso del crecimiento vegetativo de la población venezolana, concurrencia de toda población en estado miseria y marginada de América Latina e hipertrofia del aparato productivo, Venezuela terminó siendo un depósito enorme de pasivos - nacionales y adoptados - y un casi espacio donde el rancho terminó siendo la vivienda predominante. Caracas misma, la bella “Sultana del Ávila”, la poética ciudad de “Los Techos Rojos”, el soñado y de ensueño valle, se convirtió en prisionera dentro de una enorme cerca de viviendas caóticas e inestables.
Fue ese el dramático cuadro que encontró Chávez, cuando en 1958 arribó a Miraflores. Claro, bien lo conocía y se proponía desmontarlo y cambiarlo. Descongestionar Caracas y las grandes ciudades del centro, eran metas que formaban parte del plan de acabar con el rentismo petrolero y sembrar a Venezuela de industrias de diferente tipo, partiendo del ingreso derivado del hidrocarburo. Es decir, invertir esa renta, no donde lo había impuesto el modelo anterior, sino donde fuese realmente necesario para lograr la independencia económica y la soberanía.
Pero una cosa piensa uno y muchas veces otra determinan las circunstancias. El venezolano de manera irreverente dice, “una cosa piensa el burro y otra quien lo va a montar”. Los constituyentistas de 1999, incluye ello a quienes no habiéndolo sido propiamente, tenían peso y responsabilidad políticas, no previeron una circunstancia. No fue que cayeron en una trampa armada por la derecha, porque esta tampoco tuvo eso claro, sino que entre todos montaron la que atrapó la estrategia de Chávez y contra el rentismo petrolero que, hasta la misma socialdemocracia, afectó en distintas etapas. Sólo que dentro de ella las fuerzas del cambio no tuvieron el necesario empuje, fuerza y dieron por sobreestimar la simple conquista electoral. Tanto que la convirtieron como en un fin en sí mismo.
Chávez, después del proceso constituyentista, se percató de algo que venía siendo evidente; cinco años eran pocos para cualquier proyecto de cambio que llegase al poder. Para cualquiera de mentalidad capitalista y rentista, conforme con lo existente, el vaivén de AD y COPEI, salvo sus crisis, era complaciente y placentero. No había interés en cambiar nada. Por lo anterior, Chávez puso énfasis en llevar el período constitucional por lo menos a seis años y no por otra razón. Pero este esfuerzo, satisfecho en una propuesta de reforma exitosa, no pudo cambiar el mal que ya estaba hecho y de manera complicada, en forma de un tejido que atrapó la idea del cambio.
Lo acordado en la constitución del 1.999, la vigente, relativo a las elecciones de gobernadores, legisladores, diputados, alcaldes y concejales, que deben efectuarse cada cierto tiempo y en la mayoría de los casos por separado, convirtió a Venezuela en una permanente feria electoral. Como decimos los venezolanos, en ese aspecto, “salimos de una y entramos en otra”.
Ese apretado y escalonado calendario electoral, aunado a lo que ya hemos llamado “acumulación de pasivos”, una bomba de tiempo creada por el capitalismo rentista y recargada con el programa de sustitución de importaciones, la economía de puerto, los enclaves capitalistas, la destrucción del aparato productivo agrícola y la desequilibrada repartición poblacional, influyó en el cambio de estrategia de enterrar la economía rentista por atender lo que al parecer es prioritario, la miseria que abarrotó las ciudades. Si uno escucha el discurso oficial no le queda duda que esa apreciación se ha impuesto.
La popularidad de un gobierno, por lo menos entre nosotros, por razones no necesarias de explicar porque es demasiado evidente, no la determina su propuesta estratégica y tampoco el ritmo o pertinencia de la marcha misma. La fuerza de la frase de Berthold Brecht, en “La Ópera de los tres centavos”, que tanto me impactó en la edad juvenil, “lo primero es el comer, la moral viene después”, es más apropiada o inherente a nuestro mundo real que aquella “no sólo de pan vive el hombre”, del apóstol Mateo, pronunció Federico García Lorca, quien dijo, “si tuviese hambre pediría un pan, pero también un libro” y título de un libro de escritor izquierdista, muy popular en mi tiempo juvenil, cuyo nombre ahora no recuerdo. Es esto una idealización que supone la existencia antes de tiempo de un hombre colectivo nuevo; una aspiración que no se corresponde con el capitalismo. Es bueno tener presente, para no confundirnos y caer en dislates, que de García Lorca, era lo más natural esperar aquello.
Esa es la tragedia que nos embarga. Los constituyentistas de 1.999, incluso la vanguardia dirigente del proceso, no fue capaz de prever como afectaría esa permanente fiesta electoral que, hasta dentro del mismo partido de la “revolución” daña, cuando toda discusión se pospone para cuando “salgamos de estas elecciones”; lo que nunca ha sido posible, porque al salir de una entramos en otra.
No se trata que estemos en desacuerdo con elegir a nuestras autoridades, más sabiendo que eso no depende de la voluntad de alguien en particular y acerca del marco dentro del cual nos movemos. Además, somos absolutamente partidarios que el pueblo, la gente conduzca su proceso y ajenos a los cogollos o grupos que hagan las veces de Dios. En este caso, lo que se trata es que “bueno es culantro pero no tanto”. El exceso de ese condimento u hoja, nos descompuso el caldo. Más cuando no se construye un partido como lo demandan las circunstancias mismas; sino un partido para buscar votos pero no para crear conciencias.
Por eso, el deseo generoso de pagar la deuda acumulada, aunado a las contiendas electorales, le cambiaron el ritmo y el orden al proceso. Con el agravante, que el deseo de pagar, lo que es muy bueno, “quien paga siempre tendrá quien le fie”, solía decir una vieja y muy hábil tía, quizás pudo habernos llevado a comernos las gallinas ponedoras. ¡Claro! No podemos ocultar que, tanto o más que eso, influyó la caterva de ladrones, dentro y fuera del gobierno, hicieron cuanto les dio la gana y todavía nadie les denuncia.
En nuestra opinión, la muy avanzada constitución bolivariana, que echó las bases para el cambio, dentro de una sociedad plural y con formas también plurales, al mismo tiempo creo el cepo que nos impide crear y construir. A lo mejor, se nos fueron los tiempos.
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Publicado por Eligio Damas para BLOG DE ELIGIO DAMAS el 6/18/2015 12:52:00 p. m.
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