Entre fogones Ciro Bianchi Ross La Flor de Loto es la meca de la cocina china en La Habana. A lo largo de los trece años que ha mantenido abiertas sus puertas ha consolidado su prestigio de tal modo que, incluso entre semana, en las horas pico de almuerzo y comida, se hace difícil, pese a sus cien capacidades, encontrar allí mesa libre. Hablamos de un restaurante de cocina china occidentalizada y también de cocina cubana e internacional, concebido, en lo esencial, para cubanos. Unos ciento veinte platos conforman la carta-menú de este restaurante de propiedad familiar que en la más reciente Feria Internacional de Turismo, se alzara con el primer lugar por el que contendieron los numerosos establecimientos gastronómicos que tomaron parte en dicho evento. Un primer lugar que ya le había otorgado y le ratifica la clientela con su preferencia de todos los días. HISTORIA DE ESTA HISTORIA En 1934 llega a Cuba, procedente de China, donde nació, Fernando Wong. Se dedicaría al comercio: sin darse tregua, caminaba por La Habana en su empeño de vender todo aquello que pudiera necesitarse en los trenes de lavado de sus compatriotas. Así, logró hacer ahorros y adquirió una bodega en el reparto Sevillano: comercio que fue intervenido a comienzos de los años 60. Wong recibió una compensación. Falleció en 1976. Hoy se le venera en La Flor de Loto, donde su retrato está expuesto en el vestíbulo del establecimiento. José Ramón Valdés-Prado Wong, nieto de Fernando, trabajaba como vendedor de alimentos ligeros cuando el Grupo Promotor del Barrio Chino habanero empezó a repartir locales pertenecientes al Estado para que los descendientes de chinos abrieran negocios familiares. José Ramón solicitó un local, pero ya no lo había en la zona del Cuchillo, que es el corazón de la barriada, y aceptó el que le ofrecieron en la calle Salud entre Gervasio y Escobar, cerca, pero fuera del Barrio. Su madre, Margarita Wong Alfonso estaría al frente del negocio familiar. No se pierda de vista que esto ocurre con anterioridad a la promulgación de la legislación que autorizó en Cuba el trabajo por cuenta propia. Se trataba entonces de un cuentapropismo que en el barrio Chino era, en lo fundamental, un experimento. José Ramón abrió una pequeña cafetería en el local que le asignaron. Se trataba de una zona con poco movimiento, fuera de todo tráfico comercial y, lo que era peor, apartada del Barrio Chino que tanto atraía a cubanos y a visitantes de otras latitudes. Aun así, el nieto de Fernando Wong no cejó en su empeño. Progresó y abrió un restaurante de cinco mesas, La Casa del Dragón. Su propósito era el de expender comida típica china y comida cubana. Fue entonces que Ismel Navarro, chef internacional, que había prestado sus servicios en el restaurante Floridita, se acercó a la familia Wong. Su idea era la de expandir el negocio, ampliar el local. Con él llegaba un gran cocinero cubano, Silvano Hernández Cruz, ya jubilado del Floridita y que acumulaba una experiencia de sesenta años en los fogones. El nuevo restaurante se llamaría La Flor de Loto. COCINA FUSIÓN El nombre no es casual, asegura Margarita Wong. La flor de loto es una planta que mientras más lejos esté del jardín, mejor se da; es más vistosa y llamativa. Nosotros, fuera del bullicio y las atracciones del Barrio Chino, dice, teníamos que hacernos sentir por la calidad de nuestra cocina, lo esmerado del servicio, lo abundante de nuestras raciones. No fue un camino fácil. Los sesenta y ocho empleados de La Flor del Loto, unidos todos por vínculos familiares o por largas relaciones laborales, se caracterizan por su sentido de pertenencia y profesionalismo: todos hablan inglés, y los hay que dominan el chino, el francés y el italiano. Los encuentros que, presididos por Silvino, sostienen a diario antes del inicio de la jornada laboral, los mantiene al tanto del desenvolvimiento del restaurante y de las particularidades de su cocina, lo que les permiten ofrecer al cliente la información que solicite. El arroz frito de la casa es de los mejores de La Habana, al igual que la sopa y las maripositas chinas. Entre los ciento veinte platos de la carta-menú, unos veinticinco corresponden a preparaciones a base de cerdo, y un número más o menos similar corresponde a las de pollo. Más que aludir a este o a aquel plato, conviene decir de inmediato que se trata de una cocina que fusiona la larga tradición culinaria asiática y el toque tropical y cosmopolita del Caribe. Un menú que sabe expresar en toda su acepción lo que es la cocina fusión cubana. COMER EN CASA DE TOPOLY Topoly, la casa de comida iraní de la esquina de 23 y D, en el Vedado habanero, se consolida como una oferta culinaria nada desdeñable. Cuando su propietario, Farokh Nourbakht, --dueño asimismo de dos restaurantes de cocina oriental en París y promotor de la cultura de su tierra-- comentó su propósito con amigos y conocidos, no faltaron los que le vaticinaron un fracaso inmediato y seguro. Se trataría de una casa que ofertaría platos a los que los cubanos no estaban habituados, una cocina fruto de una cultura para nosotros exótica y lejana. Farokh Nourbakht hizo oídos sordos a los malos augurios y persistió en su empeño. El restaurante que tenía en proyecto no solo daría a conocer en La Habana la cocina de su país sino que lo ayudaría a extender y consolidar su cultura entre nosotros, empeño en el que viene trabajando desde hace varios años y que lo lleva a auspiciar el festival de cine iraní en esta capital y a procurar el intercambio de artistas entre una nación y otra. El restaurante sería entonces solo una arista más de su quehacer. Por eso, a la entrada de Topoly una divisa recuerda que <<La cultura es el alimento del alma>>, y entre los retratos de Einstein, Chaplin, Gandhi y de otros gigantes del siglo XX, se da allí la bienvenida al visitante en no menos de cuarenta idiomas. Topoly quiere decir, en persa, comilón, hombre gordo y a pesar de eso, o quizás por lo mismo, agradable y simpático. El establecimiento habanero de ese nombre tiene cabida para cien comensales. Su sala de té, que también lo es de café, abre entre diez y doce de la mañana y el restaurante desde esa hora y hasta las doce de la noche. La oferta de bebidas alcohólicas es limitada en Topoly. Contempla vino iraní --de excelente calidad-- cervezas cubanas y algún que otro coctel. Las pizzas son muy demandadas. Los zumos de frutas, siempre naturales, se preparan en el momento en que son solicitados por el cliente. Digna de tomarse en cuenta es la oferta de bocaditos y entrepanes de la casa. El pan --<<nan>> en persa-- se elabora en el propio establecimiento con harina, agua y sal y por su grosor semeja una galleta. La carta del snack de Topoly incluye, siempre con el pan de la casa, el nan con queso, con salchichas, con camarones y con pollo. El nan vegetariano --<<falafel>> en persa-- contiene lechuga, pepino encurtido, salsa, tomate y croqueta de legumbres, en tanto que el entrepán que lleva el nombre del establecimiento se confecciona con lechuga, pepino encurtido, salsa, tomate y brocheta de carne molida y marinada de carnero. Afirma Farokh Nourbakht que, entre los platos fuertes, el más demandado es el <<chelo kabab kubideh>> esto es, brochetas de carne molida y grillada de carnero que se sirve con arroz blanco y otras guarniciones. Hay en la carta de Topoly camarones y carnero con arroz, pero para quienes deseen acercarse lo más rápidamente posible y de la manera más amplia a la cocina iraní, el cronista de Entre fogones sugiere el <<makhsus>> o plato mixto conformado por una brocheta de pollo, una brocheta de carne molida de carnero, arroz blanco y tomate grillado, así como el <<soltani>> royal que además de las mencionadas incorpora una brocheta de camarones, mientras que entre los postres es dable elegir el denominado <<sholé zard>> que no es otra cosa que arroz con leche con azafrán y polvoreado con canela. Hay en los predios de Topoly lecturas de poesía, música en vivo, exhibiciones de plástica y proyecciones cinematográficas. Disfruta de una clientela creciente que, en muchos casos, repite la visita. Un cliente que, por lo general, sale complacido de su incursión en una cocina que está más cerca del paladar cubano de lo que muchos puedan imaginar. Avenida 23 no. 669 esquina a D. Vedado. Tfno.: 832 3224. RETRATO DEL CHEF La magia de los contrastes Pocos profesionales atesoran en lo suyo una experiencia tan rica y diversa como María Antonia Pérez Rodríguez. Con 50 años de edad, esta creadora de platos espectaculares ha trabajado como chef en los más distinguidos restaurantes habaneros en los que acometió una cruzada por el rescate de la mejor tradición de la cocina cubana. Hizo estudios en la Escuela de Alta Cocina del hotel Sevilla, tuvo en el restaurante El Aljibe un entrenamiento que aún agradece y comenzó como lunchera en el hotel Bello Caribe, de La Habana. Allí, sin desentenderse del trabajo, prosiguió sus estudios hasta que dominó todo lo que debía saber en las áreas fría y caliente de la cocina, y un día le propusieron que sustituyera al chef de ese establecimiento. Fue ese el despegue de María Antonia. A partir de ahí se desempeñó como chef del Bello Caribe durante cinco años. Pasó, también como chef, otros seis en La Macumba, casa de fiestas del complejo recreativo La Giraldilla, en La Lisa, y, con posterioridad, tres más en el restaurante 1830, en la desembocadura del río Almendares. Tras un paso fugaz por La Torre, en lo más alto del edificio Focsa, en el Vedado, se mantuvo cuatro años en el Floridita y trabajó luego en La Bodeguita del Medio. Los tres años más recientes de su quehacer profesional los ha pasado María Antonia Pérez Rodríguez al frente de los restaurantes de la Unión Francesa. El restaurante de especialidades, la parrillada y el restaurante de cocina italiana Al Dente, situados los tres en el edificio social de esa institución que funciona como una organización no gubernamental, y a los que posiblemente no tarde en añadirse una cafetería para el expendio de alimentos ligeros. Dice María Antonia: <<Necesitaba un cambio como este. Verme en una cocina donde pudiera sentirme libre para soñar y crear. Quise siempre tener algo así, una cocina en la que pudiera desenvolverme como en mi propia cocina. Aproveché mi paso por algunos de los mejores restaurantes cubanos y ahora quiero hacer lo mío. Me siento muy bien aquí. Unión Francesa. 17 esquina a 6. Vedado. Sabores de mi país Por Silvia Mayra Mousse de guayaba 4 servicios Ingredientes: Cuatro tazas de pulpa de guayaba, 4 cucharaditas de crema de leche, 4 cucharaditas de azúcar y 2 cucharaditas de vainilla. Reserve 4 ruedas de guayaba. Preparación: Ponga todos los ingredientes en la batidora y bata durante 5 minutos. Pase el batido por un colador. Sírvalo bien frío en copas. Adórnelo con una rueda de guayaba. -- Ciro Bianchi Ross cbianchi@enet.cu http://wwwcirobianchi.blogia.com/ http://cbianchiross.blogia.com/
domingo, 12 de octubre de 2014
ENTRE FOGONES
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