DOUGLAS BOLIVAR
VENEZUELA
Mi principal contribución a la Revolución creo que es mi cualidad de fisgón. A todo lo que tenga que ver con ella y se me atraviese lo "inteligencio". Mi más reciente intrepidez está en el rubro alimenticio. Hace rato que venía haciendo pesquisa al voleo de los precios en el Gran Abasto Bicentenario, porque al pasearme por sus pasillos me inquietaba una sensación de inconformidad que no lograba precisar.
Hace varios meses me había propuesto hacer una prueba de descarte con una pequeña investigación de campo. Planifiqué la compra de cuatro productos no regulados en Bicentenario y en otros dos sitios similares, uno de ellos Makro. El tercero sería aleatorio y terminó siendo una bodega llamada Enne (Maracaibo), una cosa equivalente a Lubrevas.
Mis cartas seleccionadas para jugar fueron el tomate, la papa, la cebolla y el aguacate. Compraría un kilo de cada uno en los tres sitios y haría una comparación. Científicamente mi incertidumbre quedaría hecha trizas.
El 24 de agosto acudí presto al Bicentenario (zona norte de Maracaibo) y me hice de un kilo de tomate a 11, 8 bolívares, la cebolla a 14, 0 el kilito, la papa a 12, 9 y el aguacate a 13,4.
Tenía la ilusión de que esos mismos alimentos resultasen espantosamente más costosos en todos los lugares del planeta, incluido el Mercado de Coche. Me gusta ilusionarme con la idea de enrostrarle a alguna gente con la que converso sus aspiraciones pequeñoburguesas (pequeñoburgueses que ni por curiosidad antropológica visitan un Barrio Adentro y que hacen sus compras en Excelsior Gama, porque aplican la conciencia y se abstienen e ir a Bicentenario para que los alimentos estén más al alcance de los pobres).
Diez días tardé para que la realidad me bajara estrepitosamente de esa nube. En Makro el kilo de aguacate me costó míseros 8, 8 bolívares. ¡Cómo me habría gustado obtener ese precio en el Bicentenario para regocijarme conmigo mismo! Con el agravante de que Bicentenario me clavó el aguacate criollo en un 50% más caro que Makro, que me vendió uno de injerto, que se supone es más costoso, o al menos eso le hacen creer a uno en Caracas los bodegueros.
Con la papa (sin lavar) también rodé aparatosamente, porque en Bicentenario la compré a 12, 9. Pero Makro bajó la apuesta a ¡9,3! Un abaratamiento del 50%. Vaya manera de salir vapuleado en mi investigación, al menos en estos dos rubros.
En el tomate hay una paridad a beneficio de quienes adquirimos en Bicentenario, pues nos vende el kilo a 11, 8 bolívares y los desalmados de Makro a 12, quienes también tienen un precio elevado de la cebolla, porque la despachan a 17 bolívares, a diferencia de los 14 en Bicentenario, un margen de aproximadamente el 18%, que atribuyo al seguro hecho de que los degenerados productores del campo se le afincarán a los socialistas de Makro.
En resumen, el monto total de los cuatro rubros en Bicentenario suma 52, 1 bolívares y 47, 1 en Makro. Una relación indefendible, porque nadie puede vender más barato que nosotros, más aún cuando le estamos vendiendo a los pelabolas, porque los que tienen poder adquisitivo, como los de almas pequeñoburguesas, son seducidos por los comerciales que César Miguel Rondón hace para Excelsior Gama.
Se dirá que es normal que Makro tenga mejores rebajas porque vender al mayor. Al coño con esa leyenda. Yo compré apenas dos kilos de cada producto. Y es inconcebible que Makro tenga más clientela que Bicentenario, si es que alguien va a apelar a la frasecitas pendejas tales como oferta, demanda, volumen, masa, velocidad, desplazamiento de costos y precios, etcétera.
En Enne, equivalente a Lubrevas, el tomate lo venden a 13, 75, la cebolla a 17, 50, la papa a 12, 95 y el aguacate a 13, 95. Un poco más caro que Bicentenario, pero no significativo. Todo eso sale en Enne a 58, 1 bolívares.
Como quiera que sea, esta calentura es una nimiedad ante algo más trascendente. Habrás notado que en el Bicentenario de Terrazas del Ávila hay una venta de chicha, otra de tequeños, de cocada, y como 20 más de tantas cosas. Lo propio en Maracaibo.
Cuando acudo a alguna de las dos, sobre todo en Caracas, me acercó a los mostradores de la administración y pregunto por la persona encargada del Bicentenario. Nunca me han atendido, pero le dejo escrito en cualquier papel este saludo: ¡miserable!
La gente humilde que sirve la chicha, los tequeños, las cocadas y los demás productos que se expenden antes de entrar a Bicentenario ganan salario básico (se los pregunto todas las veces y todas las veces me lo confirman). Es decir, son unos explotados por otros que desde la arena de la playa llaman para preguntarles por el flujo de caja.
¿No debería ser un deber revolucionario de los señores gerentes de Bicentenario entregarle esos "puestos" de venta a esa gente humilde que los atiende? Porque, vamos, esos "puntos" ya están hechos por la atracción del propio Bicentenario, no necesitan que los señores capitalistas muevan un dedo en inversión de publicidad. Tampoco debe ser muy difícil que estos venezolanos que están ahí todo el día puedan servir la misma chicha, los tequeños y las cocadas hechas por con sus capacidades innatas. Si fuera el caso, ellos mismos pueden negociar tales franquicias, que es lo que en realidad hacen quienes les explotan por un salario golilla. Esos venezolanos, señores del Bicentenario, apenas requieren de una pequeña ayuda: que los aparten de las garras de los capitalistas. ¡Por el amor de Dios! ¡Chico, ayúdalos a formar grupos de cinco o diez socios y que ellos mismos sean los beneficiarios totales del trabajo que se hacen! Para la explotación a la que son sometidos no se necesitan máquinas ni fábricas. Son, en verdad, víctimas de maquila.
@douglasbolivar
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