martes, 3 de noviembre de 2015
EL MENSAJE A GARCIA
El mensaje a García
Ciro Bianchi Ross • digital@juventudrebelde.cu
31 de
Octubre del 2015 23:35:11 CDT
Transcurría la noche del 22 de febrero de 1899
y el periodista
norteamericano Elbert Green Hubbard, de la revista
Philistine,
apremiado por la hora del cierre, se devanaba los sesos ante el
papel
en blanco. Los temas que había barajado para la jornada y de los
que
tenía algunos apuntes, le parecían, llegado el momento de escribirlos,
demasiado insustanciales o carentes de interés, incapaces de
entusiasmar al
lector y hacerlo leer hasta el final. De golpe creyó
tener una buena historia,
pero la rechazó cuando todavía no había
llenado la mitad de la segunda
cuartilla. Si lo aburría a él, cómo la
acogería entonces el que la leyera.
Abrumado, escurrió la pluma de
punto metálico en los bordes del tintero y la
colocó con cuidado en
la escribanía, como si debiera permanecer así durante
largo tiempo. En
situaciones semejantes, le daba resultado jugar con los
objetos que
adornaban su escritorio, sobre todo con aquella bola de
inscripciones
incomprensibles que, de niño, le regaló su padre y que
conservaba
desde entonces como una reliquia, pero ahora ni eso.
Hubbard se
puso de pie y salió del estudio al escuchar que su hijo
Bert se movía en el
salón contiguo. La conversación, sin orden ni
concierto, los llevó al tema de
la guerra que Estados Unidos libró en
Cuba contra España, y Hubbard aseguró que
el mayor general Calixto
García, Lugarteniente General del Ejército Libertador,
al garantizar
el desembarco exitoso de 16 000 soldados norteamericanos y trazar
el
plan de acción que conduciría a la rendición de la ciudad de Santiago
de
Cuba, en el que oficiales y soldados cubanos llevaron la peor
parte, era el
héroe de la contienda. Bert no ocultó su desacuerdo. El
verdadero héroe de la
llamada guerra hispano-cubano-americana, dijo
con énfasis, no era el general
holguinero, sino el teniente Andrew
Summers Rowan.
¡Rowan! Ese sí era un tema
que valía la pena explotar. Hubbard volvió
a su estudio para aplicarse de nuevo
sobre su trabajo. Ahora la pluma
corría sobre el papel, pero apenas podía
seguir el ritmo de su
pensamiento. Sin el menor respeto por la verdad
histórica, Hubbard
transformó el viaje del teniente Rowan a Cuba, a fin de
transmitir a
Calixto un mensaje verbal del Presidente de los Estados Unidos,
«en
una odisea individual, cargada de peligros, combates y hazañas
increíbles,
solo realizables por un norteamericano, clara evidencia
del sentido racista que
animaba su texto».
Nace un best seller
Nacía así El mensaje a García (A
Message to García). Una revista de
Filadelfia había encargado a Hubbard un
artículo de relleno y el
periodista fabricaba en cambio «una leyenda digna de
una novela de
aventuras». Suceso editorial que terminó convirtiéndose en el
primer
best seller de la literatura y el periodismo de Estados Unidos.
No
había transcurrido una semana de su publicación original cuando la
Compañía
de Noticias pidió autorización al autor para imprimir mil
copias del mensaje, y
el Ferrocarril Central de Nueva York obtuvo
reproducirlo en un millón de
folletos. Un mes más tarde había sido
reproducido ya por 200 revistas y
periódicos de ese país.
Al príncipe Andrei Hilakoff, director de los
ferrocarriles de Rusia,
el material le pareció interesante y lo hizo traducir
al ruso y
repartió copias entre todos los empleados de su empresa. Se
popularizó
en Francia, España y Alemania. En 1905, en la guerra con Japón,
cada
soldado ruso llevaba en su mochila un ejemplar de El mensaje a
García.
Moscú perdió aquella contienda, pero Tokio le atribuyó un
valor
especial al texto y, traducido, destinó una copia a cada uno de
los
súbditos civiles y militares del imperio del Sol Naciente.
Hollywood puso
también su granito de arena. Con la actuación de
Wallace Beary, uno de los
adelantados del entonces balbuceante
«sistema de estrellas», en el papel del
teniente Rowan, se llevó al
cine el artículo de Hubbard. Digamos de paso que un
incipiente
Hollywood explotó la guerra de Cuba no solo en el área de la
ficción,
sino además en la documental: la Vitagraph Company filmó aquí
las
primeras imágenes en movimiento de una guerra real.
En 1909, diez años
después de haber visto la luz por primera vez,
alcanzaba tiradas por 40
millones de ejemplares. Una información
reciente aseguraba que, traducido a
idiomas potables e impotables,
llegaba ya a los cien millones de copias. Hasta
donde sabe el
escribidor, El mensaje a García sigue siendo motivo de estudio
y
referencia en escuelas norteamericanas, y su lectura es obligatoria
para los
que mediante cursos de autoayuda se esfuerzan por saber cómo
se logra el
liderazgo.
Graduado de West Point
En abril de 1898, días antes de que
Washington declarara formalmente
la guerra a España —lo que ocurre el 25 de ese
mes— el presidente
William McKinley llamó a su despacho de la Casa Blanca al
general
Nelson Miles, jefe del Ejército. Se requería de un oficial
que
entrase en Cuba y localizase al mayor general Calixto García, segundo
al
mando de las tropas mambisas y jefe de la zona oriental. Ese
oficial entraría
a la Isla vestido de paisano y sin ninguna
documentación, y transmitiría
verbalmente el mensaje del Presidente.
McKinley quería conocer la composición
del Ejército Libertador y
obtener de Calixto el compromiso de apoyar el
desembarco
norteamericano y la guerra que a partir de ahí se
desencadenaría.
Consultado por Miles, el coronel Arthur Wagner, jefe de
la
Inteligencia, recomendó al teniente Andrew Summers Rowan, un graduado
de la
academia militar de West Point que dominaba el idioma español y
había cumplido
misiones secretas en América Latina.
Penetrar de manera clandestina en un país
en guerra con el objetivo de
entrevistarse, en representación de una potencia
extranjera, con uno
de los máximos jefes de la insurrección, es una misión
arriesgada y
difícil. Se requiere de valor y ecuanimidad para acometerla.
El
teniente Rowan la cumplió con éxito. A su regreso a Washington se
le
recompensó con el ascenso al grado de teniente coronel.
Lo que omite el
periodista Elbert Green Hubbard en su artículo es que
Rowan, desde el momento
en que se le confió la tarea hasta su regreso
a Estados Unidos, tuvo el apoyo
de decenas de cubanos conocedores de
las costas orientales y de los territorios
ocupados por las fuerzas
independentistas. Al desembarcar en la ensenada de
Mora, al sur de la
antigua provincia de Oriente, lo esperaban jóvenes
oficiales, educados
algunos de ellos en Estados Unidos, que le sirvieron de
guía hasta la
ciudad de Bayamo donde, después de la entrevista, Calixto lo
invitó a
la fiesta que en su honor auspiciaban varias familias cubanas.
Nada
de eso se dice en las páginas escritas por Hubbard. Habla en
cambio el
periodista de cómo Rowan recibe y transmite el mensaje sin
que nadie le
proporcione información ni medios para encontrar a
García. A pie recorrerá la
Isla de costa a costa, y lo hará en medio
de una naturaleza hostil que también
es su enemiga: ríos crecidos,
montañas infranqueables, temporales inclementes.
Correrá mil peligros
y al final, sin preguntar nada a nadie, llegará donde
García, que se
esconde en las selvas cubanas.
Más allá de las peripecias de
Andrew Summers Rowan en Cuba y el ya
apuntado sentido racista de su historia,
sobresale en El mensaje a
García la capacidad del protagonista de superar
cualquier obstáculo
con ciega obediencia, exponente como es de un pueblo que se
cree
elegido para regir los destinos de la humanidad. Lo importante es
cumplir
la tarea de manera inmediata, sin reticencias ni vacilaciones,
dice Hubbard, y
resalta además el papel del compromiso y la voluntad
de ejecutar las tareas
que se asumen. Sostiene que el mundo necesita
«muchos Rowan» y que existen
pendientes por entregar muchos «mensajes
a García». En la cultura popular
norteamericana, «el mensaje a García»
es una frase que incita a realizar tareas
difíciles.
Escribe Hubbard: «Existe un hombre cuya figura debe fundirse en
bronce
inmortal… un hombre que fue leal a la confianza en él depositada…
el
que llevó el mensaje a García».
Los hechos
Tan pronto como Rowan supo en
Washington, tras su entrevista con el
jefe del Ejército, de la misión que debía
cumplir, tomó el tren
expreso con destino a Nueva York. Allí, el 15 de abril,
Gonzalo de
Quesada y Tomás Estrada Palma, delegado del Partido
Revolucionario
Cubano, le instruyeron que se trasladara a Jamaica y se
entrevistara
con Octavio Lay, representante del Partido en Kingston. Viajó el
18 y
Lay lo puso en contacto con el comandante Gervasio Sabio que
debía
traerlo a Cuba. Sabio y Rowan, en compañía de varios cubanos,
hicieron
el viaje en una débil barquilla y en la ensenada de Mora, al pie de
la
Sierra Maestra, los esperaba un escuadrón de caballería al mando
del
teniente Eugenio Fernández Barrot. Este llevó a los recién llegados
a
presencia del general Salvador Ríos, jefe de las tropas cubanas
de
Manzanillo, quien ordenó al teniente Fernández que llevara al
militar
norteamericano al campamento de Calixto García, dondequiera que
se
encontrarse.
Pronto supo Fernández que Calixto estaba en Bayamo. En la casa
de esa
ciudad que le servía de cuartel general, el capitán Aníbal
Escalante
(padre), ayudante de guardia, recibió a Rowan. Enseguida anunció
su
llegada al coronel Tomás Collazo, jefe del Estado Mayor de Calixto, y
el
General no demoró en recibir al visitante. Solo el coronel Collazo
asistió a la
entrevista. Finalizada esta, Rowan se reunió con los
ayudantes del General y
tuvo frases de elogio para el insigne caudillo
que le dispensara tan grata
acogida. Era el 1ro. de mayo. Ese mismo
día, la armada norteamericana destruía
totalmente en cuestión de horas
la escuadra española del Pacífico en la bahía
de Cavite, Filipinas.
En las primeras horas del día 2, Rowan buscó la costa
norte y se hizo
a la mar en un bote. Lo acompañaban el general Enrique Collazo,
el
coronel Charles Hernández y el teniente Nicolás Valbuena
Mayedo
(práctico), quienes llevaban la respuesta de Calixto García al
Gobierno
de Washington. Un barco de bandera norteamericana los
recogió en alta mar y
los condujo a Cayo Hueso. De ahí siguieron viaje
hacia la capital
norteamericana.
Final
El periodista Elbert Green Hubbard nació el 19 de
junio de 1851, en
Bloomington, Illinois. Murió el 7 de mayo de 1915 cuando el
barco en
que viajaba, el trasatlántico Lusitania, a unas diez millas al sur
de
Irlanda, fue bombardeado por un submarino alemán, acción que provocó
más de
cien fallecidos y determinó la entrada de Estados Unidos en la
I Guerra
Mundial.
Rowan murió en 1943. Entonces se emplazó un busto suyo, obra
del
cubano Hernández Giró, en el desaparecido parque Maine, en el
Malecón
habanero, a un costado del hotel Nacional. Allí estaban el
presidente
Batista, que costeó el pedestal de mármol de la escultura,
el
vicepresidente Cuervo Rubio y el primer ministro Ramón Zaydín,
apodado
«Mongo Pillería». No faltaban otras figuras del Gobierno y el
cuerpo
diplomático. Hubo varios oradores, entre ellos, el encargado
de
negocios de Estados Unidos, y, al final, desfiló un grupo de mambises
y una
representación de las fuerzas armadas. El teniente Eugenio
Fernández no aparece
en la lista de los invitados al acto.
--
Ciro Bianchi
Ross
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