El neoliberalismo explota en
Latinoamérica
Por Hedelberto López Blanch
América Latina esta revuelta
debido a los regímenes neoliberales que se han impuesto en los
últimos años en la región impulsados por Estados Unidos, el Fondo
Monetario Internacional (FMI) y las oligarquías criollas.
Las fuertes reglas neoliberales
que se han adoptado por países como Argentina, Chile, Honduras,
Ecuador, Colombia, Haití, han motivado numerosas manifestaciones
populares las que rechazan el incremento de la desigualdad entre la
población, el crecimiento de la pobreza y la desatención
gubernamental de las grandes mayorías.
En Argentina, el gobierno de
Mauricio Macri ha endeudado al país con el FMI por más de 50 000
millones de dólares. Los empréstitos recibidos han ido a parar a
los bancos y a pagar deudas con compañías nacionales y extranjeras
mientras se incrementan las necesidades de los ciudadanos al subir la
inflación, aumentar el desempleo y eliminarse numerosos servicios
públicos que pasan a propiedad privada.
El malestar provocado por las
enormes penurias crecientes, desataron olas de manifestaciones,
creación de ollas populares para aliviar estómagos hambrientos y
protestar contra un sistema capitalista fallido. Todo eso provocó la
victoria en las elecciones del 27 de octubre de los candidatos
Alberto Fernández y Cristina Fernández y la contundente derrota de
Macri.
Ecuador se ha visto envuelto en
una enorme ola de malestar público contra las medidas neoliberales
adoptadas por el régimen de Lenin Moreno que durante su año y medio
de gobierno ha eliminado beneficios sociales que fueron impulsados
por el anterior gobierno de Rafael Correa.
Lenin, bajo presión de
Washington, buscó préstamos del FMI por 4 200 millones de dólares
para amainar los problemas fiscales y el endeudamiento externo
provocados por su propio gobierno y a la par se comprometió a
desmontar la mayoría de los programas sociales.
La copa neoliberal se colmó al
dictar el presidente un paquetazo el cual eliminaba, entre otras
cosas, los subsidios al combustible. Inmediatamente se desarrollaron
extensas protestas que se saldaron con una represión policial que
dejó ocho muertos, más de 1 200 detenidos y profusos daños
económicos. Al final, Moreno se vio obligado a dar marcha atrás al
decreto pero la situación sigue convulsa por los reclamos de la
población que gozaba de los beneficios adquiridos con el gobierno de
Correa.
Pasando a otro país de América
del Sur, Chile, la ya acostumbrada represión contra las demandas
estudiantiles y obreras que se mantienen desde que fueron instaladas
por la dictadura de Augusto Pinochet, miles de personas sufrieron las
consecuencias de protestar por la subida del precio del pasaje en la
red de transporte.
Miles de jóvenes y estudiantes
saltaron las vallas y pasaron al metro sin pagar en señal de rechazo
a las medidas de austeridad gubernamental, y el malestar siguió
incrementándose entre toda la población. Para contrarrestar las
acciones, el presidente Sebastián Piñera, (retomó el poder en
marzo de 2018) decretó el estado de excepción y la represión
policial no se hizo esperar con saldo de 25 muertos y numerosos
heridos y detenidos.
Para Estados Unidos y las
potencias occidentales, Chile ha sido, desde la dictadura de
Pinochet, el paradigma del sistema neoliberal en la región con el
objetivo de permitir la entrada de las compañías transnacionales
que se enriquecen con la extracción de sus grandes reservas mineras.
Piñera se ha convertido desde su
primer mandato 2010-2014, en un promotor de las líneas directrices
sobre el control de la economía global que se proyectan desde
Washington y el FMI, con el impulso a la imposición de sistemas
neoliberales, de libre comercio y privatizaciones.
Al igual que en Ecuador y Chile,
en Honduras han sido reprimidas las manifestaciones que ahora exigen
la dimisión del presidente Juan Orlando Hernández (reelegido en
2018 con numerosas denuncias de fraude) por sus relaciones con el
narcotráfico y acusaciones de corrupción.
Honduras es una semicolonia
estadounidense donde impera la “democracia” pese a los graves
problemas que padecen sus habitantes. Hace diez años, Estados Unidos
con el apoyo de la derecha hondureña indujo un golpe de Estado
contra Manuel Zelaya, el único presidente que laboró por llevarle a
su pueblo beneficios que nunca había disfrutado.
Datos oficiales del Instituto
Nacional de Estadística de Honduras publicados por el diario La
Prensa, informan que casi seis millones (71 %) de los 8,5 millones de
habitantes del país son pobres.
Haití no se queda atrás y la
crisis del actual mandatario, Jovenel Moise se agudiza luego de
semanas de ininterrumpidos disturbios. Los
manifestantes se han aglutinado en el Palacio Nacional, en las
oficinas de la ONU y en las calles para demandar la renuncia del
presidente.
La crisis
política no es nueva sino que condensa, cuanto menos, los dos
últimos gobiernos del Partido Haitiano Tet Kale (PHTK). Su fundador,
Michel Martelly (2011-2016), al igual que Moise, son acusados de
desviar los fondos de la ayuda internacional de las dos últimas
catástrofes climáticas que azotaron la isla. Como consecuencia, la
población fue condenada al hambre, la pandemia y el debacle de su
economía llevadas de la mano con recetas capitalistas.
Con siete bases militares
estadounidense en suelo colombiano, 300 líderes sociales, campesinos
y excombatientes asesinados en los últimos años y sin cumplir los
acuerdos de paz acordados con los grupos guerrilleros, esta nación
suramericana funge como punta de lanza de Washington en la región.
El régimen de Iván Duque se
prepara para decretar nuevas medidas de austeridad a los combustibles
a una población que en su mayoría sufre la desatención
generalizada mientras unos pocos disfrutan de sus riquezas naturales
y económicas.
Los pueblos de América se
levantan contra las leyes neoliberales pese a la represión y la
desinformación de los grandes medios de comunicación controlados
por la derecha, pero al final del túnel ha de verse la luz.
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