Todos vivimos inmersos en la historia. Aun a nuestro pesar. Sabemos que el presente no es historia, pero es el taller donde se elabora esta. La mayoría de los seres humanos no conciencian ese hecho, también ignoran que respiran, metabolizan y viven, gracias al oxigeno existente en la atmosfera, y sin embargo, ignorarlo, no le quita importancia a la atmosfera, que tiene un rol vital en nuestra vida.
Saber o no que el oxigeno está ahí, y que nos posibilita la vida, ni aporta ni sustrae sustancia vital a nuestra existencia. Necesitamos el oxigeno, pero no necesitamos saber que lo necesitamos, (estamos hablando de la vida y no de los hospitales).
En la década de los sesenta, según un tratado de economía de Samuelson, todos los componentes químicos que conformaban un ser humano, se podían obtener en una farmacia, por el módico precio de ±$7.50 (dólares). Como todas las cosas, nuestro precio se ha incrementado. Tal vez se halle actualmente sobre los cien dólares. Como paradoja, es de connotarse, que mientras los componentes químicos del cuerpo material, han incrementado su costo, los componentes no materiales han retrocedido en el mercado de la espiritualidad. Los componentes no tangibles del ser humano contemporáneo, han perdido casi todo su valor, y si no, pregúntenle a los drones y a quienes los operan.
Hay quienes, cuando se refieren al ser humano, tal parece que lo hacen, remitiéndose a su costo sobre el mostrador de los distribuidores de productos químicos.
Un segmento menor de la raza humana, piensa que el resto de sus congéneres, son solo un batido mixto de productos metálicos y no metálicos, que unidos de una peculiar manera y proporción, son capaces de pensar, o de medio pensar; porque ese segmento menor de nuestra especie, se arroga para sí mismo, la capacidad del pensar absoluto y total.
Luego de la revolución industrial, la pugna por el poder se fue decantando hasta quedar resumida en el siglo XX, a dos facciones minoritarias, una denominada capitalismo, que intentaba controlarnos mediante estructuras económicas. Y otra auto titulada comunismo, que intentaba someternos, a través de un absoluto y rígido dominio político.
Hasta la década de los setenta, los integrantes de los partidos comunistas del mundo, creían que formaban parte de una elite escogida por la historia, para sacar a la humanidad de su empantanamiento. Unos pocos años después, se supo, no solo que eran unos simples esbirros, sino que eran los peores de cuantos había conocido la humanidad, su eficacia para mantenerse en el poder, se podía medir por litros o galones de sangre vertida. Es de mencionarse a su favor, que mucha de la sangre derramada, provenía de sus propias filas, por un incontrolable impulso de devorarse los unos a los otros mientras aniquilaban masivamente a sus enemigos. No otra doctrina, ha tenido consecuencias tan sangrientas en la historia de la humanidad.
A la par, un tanto tardíamente, a principio del siglo XXl, las instituciones punteras, que regían las estructuras financieras que lideraban el mundo capitalista, quedan expuestas como simple fundaciones delictivas, al igual que los partidos comunistas, sin controles eficientes, ni filosofía, que pudieren servir de detente a los desmanes y pretensiones faraónicas de sus dirigentes. Gracias a ellos, Occidente es hoy mucho más pobre que hace treinta años.
Avanzamos hacia las medianías del nuevo siglo, sin solución a la vista. Los líderes capitalistas (no sus asalariados políticos, que tienen la penosa tarea de simular que existe una pugna ficticia), pactan con los comunistas y cierran el cerco de opresión sobre todas las sociedades, la formula parece mágica y estúpida a la vez: libertad económica, y opresión política, ejemplos: China, Viet Nam, Cuba, Rusia, y la cuerda de pequeños malversadores de la revolución del siglo XXl en América Latina, con los históricos al frente. Y por qué no, los E.U. y Europa, con estados cada vez más fuertes, y una sociedad más corrupta.
Durante siglos, tal vez milenios, para satisfacer su necesidad de hornear su espíritu para hacerlo crecer, los seres humanos recurrieron al único método de que disponían: fundaron las instituciones religiosas, cuya función primera fue: pervertir el mensaje y la doctrina de sus respectivos profetas. Crearon así, una imagen de los dioses, impresa en urdimbres de mitos. Las clases dominadoras, a través de las religiones, auspiciaron originalmente los mitos, y ocultaron los dilemas y paradojas, que traían aparejadas la intuición y sospecha de una trascendencia espiritual. Inventaron respuestas en vez de buscarlas.
Hoy, más de dos milenios después, estamos tan desorientados como en el principio. Los señores del poder, sienten que pueden, lenta y progresivamente, diluir los mitos que ellos mismos crearon. Aprenderemos a adorarlos primero a ellos, y después, a nosotros mismos, y a nuestro divino producto: La Ciencia.
La existencia de un Dios que está al tanto de los chismes del barrio para juzgarlos, es cosa difícil de promocionar en los tiempos que corren. Pero también es difícil negar la posibilidad de que el Universo tenga una intención, y que nosotros estemos en el camino que esa intención tiene que recorrer para manifestarse. De ser así, estamos en problemas, porque en un acto propio de nuestro engreimiento, podemos achacar a la creación, innumerables fallas, pero la estupidez, no es una de ellas. Si queremos incorporarnos en la cualquier vía que lleve a la trascendencia, tenemos que dejar la estupidez atrás, en vez de estarla arreando para que nos anteceda.
Pedro Fraga 03 de agosto de 2014
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