miércoles, 2 de octubre de 2013

NOTICIAS DE CUBA 29

JOSE ANTONIO CAMELLON Corresponsal CubaEl ciclón Flora tras su paso por Cuba se recuerda con con horror.- "Yo me pongo mal cuando oigo hablar de ciclón", afirmaba, hace casi una década, la campesina cubana Eloísa Corría, y relataba la tragedia de su prima ahogada por las aguas junto a los siete hijos. Otra guajira, Tomasa López, contaba cómo ella, el esposo y cinco niños, incluido uno recién nacido, despertaron gracias a las voces del vecino, minutos antes de que el torrente arrastrara el bohío donde dormían. Tomasa y Eloísa residían en puntos diferentes de la llanura del río Cauto, el más largo del país, y vivieron situaciones espeluznantes debidas al tristemente célebre ciclón Flora, que asoló el oriente del país hace medio siglo, entre el cuatro y el ocho de octubre de 1963. Estuvieron seis días encima de techos de bohíos, acompañadas de familiares y vecinos, y prácticamente sin comer. Solo cuando bajó el nivel de las aguas, cesó la pesadilla de lluvia, sol, sereno, hambre, soledad y desesperanza; pero ya no tenían viviendas, y permanecieron evacuadas durante semanas. No precisaron cuántas. De mil maneras se cuenta, y se narrará, el azote del Flora al oriente cubano, donde los cálculos fijaron en mil 500 las muertes humanas, pero nadie puede imaginar todavía el tamaño de las heridas en corazones y mentes. Especialistas afirman que no fue un huracán de gran intensidad, porque solo llegó a la categoría dos en la escala de cinco; pero convirtió los ríos en océanos, los valles en lagos, y los días en interminables. Algunos sitios recibieron hasta mil 400 milímetros de agua en 24 horas. Además del desplazamiento lento, el meteoro tuvo la rareza de girar hacia atrás, e hizo una suerte de lazo en el Este del país. El desastre fue mayúsculo. Alrededor de 200 mil personas perdieron viviendas y otras propiedades. Otros daños, imprecisables, también dejaron huellas tremendas en la ganadería, la agricultura, construcciones, caminos y vías férreas. La Revolución Cubana, joven, inexperta y con pocos recursos, se creció hasta la heroicidad, y dejó ejemplos inolvidables de humanismo. Fidel Castro, el Comandante en Jefe de siempre, encabezó personalmente los esfuerzos para salvar todo lo posible, y reponer todo lo viable. La tragedia generó experiencias y el dolor aguzó la inteligencia. A partir de entonces se hizo realidad uno de los mayores programas constructivos en la historia del país para evitar inundaciones, abastecer industrias y ciudades, generalizar el regadío y criar de peces de agua dulce. La mayor isla caribeña fue poblada de presas, micro presas y canales, hasta multiplicar por 200 la capacidad de embalse existente hacia 1959, año de la liberación definitiva de la tiranía sangrienta y de las garras norteamericanas. Se desarrolló el sistema de Defensa Civil, que prioriza hasta lo increíble la vida humana, además de enseñar y exigir a cada ciudadano e institución lo que debe hacer antes, durante y después del fenómeno natural. Cuba, también, ha implantado el efectivo sistema de alerta temprana, armonizada con poderosos centros de meteorología y sismología. El rápido alistamiento de escuelas, hoteles y otras instituciones para acoger a evacuados; el uso de todos los medios necesarios, incluidos los aéreos y anfibios para salvar personas; el traslado de brigadas médicas hacia sitios proclives a quedar aislados; la garantía de agua, alimentos y medicinas para albergados; la notable solidaridad entre vecinos, municipios y provincias, constituyen historia real en la lucha cubana contra ciclones y otro desastres. Las peripecias del cambio climático hacen cada vez más frecuentes y potentes los impactos de la naturaleza; pero Cuba no cesa en su empecinada porfía para demostrar que se puede ser solidario dentro y fuera del país. El Flora fue detonante de largo alcance.

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