lunes, 28 de mayo de 2012
¡QUE BAJARE!
¡QUÉ BAJARE!
Eligio Damas
Nota: El gobernador que aquí se menciona, quien lo fue también del Distrito Federal, y como tal, directo responsable de haber prohibido la exhibición de la película “El último Tango en París”, estelarizada por Marlon Brando, como un ejemplo de cómo esa gente nunca ha sentido verdadero respeto por los derechos de las gentes, que ahora hipócritamente ven amenazados a cada instante, es un despiadado opositor al gobierno del presidente Chávez y denunciador de oficio. Poco importa la sindéresis y la equidad en el juicio.
Yo no supe nunca de dónde sacó Luis Villegas, el coime del billar de Domingo Ramírez, aquel del local de enfrente a la casa parroquial, la expresión que utilizaba para referirse a las carambolas fáciles; las llamadas de bola a bola.
En esos casos, el viejo Villegas decía: ¡qué bajare!
El pueblo cumanés adoptó aquella palabra y la endilgó de fácil. Toda acción que exigiese un mínimo de esfuerzo, una mujer fácil, una tarea educativa elemental eran y son un bajare.
Por eso, cuando aquel gobernador de Anzoátegui recibió el proyecto y posteriormente la obra del pomposamente llamado aeropuerto internacional de Barcelona, sin percatarse que no reunía las condiciones inherentes a tal clasificación, el contratista y el proyectista debieron decir, como el viejo Luis Villegas, el coime de Domingo Ramírez: ¡ Qué bajare!.
Luego vinieron muchos convencionistas, promotores de turismo. Llegaron de varias regiones del mundo. Del Canadá vino una importante representación. Recorrieron la región, descubrieron nuestras bellezas naturales, constataron que había una infraestructura hotelera adecuada y una moneda de muy poco valor cambiario frente al dólar y entonces dijeron: ¡ qué bajare!. Y nosotros también dijimos lo mismo al saber que enviarían miles de turistas y con ellos ingresarían millones de dólares.
Y entonces VIASA y otras líneas aéreas como la canadiense, diligenciaron ante el Ministerio de Transporte y Comunicaciones permisos para aterrizar sus colosos en el aeropuerto internacional de Barcelona, para dejar y recoger turistas y el ministro, sin dudarlo un momento, firmó una torre de papeles y en eso se gastó cientos de bolígrafos, y ¡ qué bajare ¡ los aviones comenzaron a llegar. Primero fue el de VIASA, pusieron una fiesta que duró siete mil días y en el avión, las bellas aeromozas, funcionarios medios, el representante del ministro, pues éste no vino porque aún le dolía el brazo por la “firmadera”, se tomaron fotos en la pista que salieron gigantescas en todos los diarios del mundo.
Y un buen día apareció en el cielo un avión grandote cargado de turistas. Había salido de Quebec y se proponía aterrizar en el aeropuerto internacional de Barcelona; descendió mansamente, tocó pista, correteó sobre el asfalto caliente y ¡”chupulùn”! se hundió de cabeza en el sitio donde debió dar la vuelta. Es un tramo de pista recién hecho y generosamente cancelado. ¡Qué bajare!
Horas después, el ministro, ya repuesto de los dolores que le dejó la “firmadera”, declaró en Barcelona que el aeropuerto tiene una pista muy angosta y la capacidad de surtir combustible es ostensiblemente insuficiente. Dicho de manera más Concreta, así como está no sirve para ser internacional.
¡Qué bajare!, Luis Villegas, coime del billar de Domingo Ramírez.
BOCA DE CHIVO
Eligio Damas
Nota:
Este artículo fue escrito en 1986, poco menos de tres años antes del “Caracazo”, publicado en el diario El Norte, de Barcelona. Entonces ejercía la presidencia de Venezuela Jaime Lusinchi. Por las informaciones que aporta y la necesidad que el lector se fundamente para juzgar la historia de ahora, le reponemos en este espacio y en esta sección que volvemos a reiniciar en este blog.
La década del setenta marcó el fin de una larga etapa de la historia del negocio petrolero y del régimen monetario venezolano. Fue cuando los nacionales sentimos por primera vez la mordedura profunda y dolorosa da esa fenómeno tan cotidiano e ingrato para los habitantes del sur, la inflación.
En 1958, cuando cayó Pérez Jiménez, el país travesaba una aguda crisis de recesión y la democracia heredó una pesada deuda. En esas condiciones, pocos meses después, por primera vez en muchos años. Se devaluó nuestro signo monetario, pero en escasos céntimos, pero así y todo, aquella medida no dejó de provocar muestras de inconformidad y estupor entre los venezolanos. Pese a esto, para desgracia nuestra, el bolívar continuó siendo una moneda dura, sólida, estable y cara. Y estas bondades no resultaban de inteligentes previsiones del Estado, sino de la tranquilidad y bonanza seculares del negocio petrolero y la sobriedad de la vida venezolana que hacía que el gasto público se mantuviese en niveles de normalidad y equilibrio. Los peculadores eran modestos y discretos y el clientelismo político aún no había encontrado fórmulas para comprometer a nuestros gobernantes.
La década del setenta fue de locura. Los conflictos del Medio Oriente y las políticas proteccionistas de la OPEP, sirvieron para responder con precios más elevados ante los aumentos agresivos de las mercancías del mundo industrial. A partir de ese momento, el ingreso nacional procedente del petróleo se agigantó y se habló o se gritó de la conveniencia de administrar la bonanza con criterio de escasez, mientras que en la práctica el país todo adoptó una conducta dilapidadora. La inflación fue contenida artificialmente a fuerza de subsidios y un sector de venezolanos continuó usufructuando una moneda sobrevalorada y entonces el Ta” barato se convirtió en la imagen de exportación del país. El período de felicidad inventada se prolongaba, se posponía la toma de decisiones en aras de los resultados electorales, como un control cambiario que detuviese las importaciones masivas e injustificadas e impidiese que los más vivos se llevasen los dólares provenientes del petróleo. Y todos llegamos a creer que el bolívar de alto precio era eterno y la palabra inflación siguió siendo ajena a nuestro vocabulario.
Esta mansedumbre prefabricada hizo del venezolano un botarate, poco previsivo, ajeno al ahorro y esta palabra se convirtió en una vulgaridad.
Por supuesto, jamás nos dábamos a la práctica de hacer pronósticos económicos. Ponerse a hablar de lo único que se podía, que en los períodos siguientes seguiría la bonanza, era como llover sobre mojado.
Al desatarse la crisis, al escasear los dólares para subsidiar todas las loqueras y también las conductas irracionales del venezolano, la economía entró en un estado de agitación y cambios rápidos. Esta nueva situación produjo el nacimiento prematuro de un espécimen que ya comienza a ser común, el pronosticador económico. Suerte de técnico injerto con brujo, apostador de oficio, un atleta del azar.
El gobierno, la oposición, la calificada de seria por el primero; los técnicos de las petroleras, de sueldos bien grandotes; los amigos de los partidos, empeñados en mantener sus curules parlamentarias a base del pantalleo, con frecuencia hacen pronósticos. Anuncian ajustes en el precio del petróleo, fijan fechas, les soplan desde lejos sugerencias a Yamani, mencionan cifras precisas, anuncian anticipadamente reducciones de la producción del Atlántico Norte y de la Unión Soviética. Pero para sorpresa nuestra nunca pegan; como no pegó Caldera cuando anunció que Luis Herrera no devaluaría la moneda. Sólo los locos, esos que llamaron "Profetas del Desastre”, desde que Pérez Alfonzo y Domingo Alberto Rangel hicieron sus vaticinios, aciertan; pero a ellos nadie les para. Y eso que, el venezolano a modo de evasión, prefiere pararle a los pronosticadores de buenos augurios, aunque siempre se pelen.
Pese a esto y a que uno no es técnico para andar haciendo pronósticos, yo quiero hacer uno, que no es más que una premonición, y más que todo por temor que, si no lo digo, acierte. Por fortuna nadie me para; y sobre razón para ello.
Yo tengo un miedo atroz que de golpe se nos venga encima una violenta y trágica devaluación; siento que mi piel de brujo se pone de gallina.
EL GOLPE PROSTÁTICO
Eligio Damas
Nota: Estábamos a mitad del año 1995 y en medio del segundo período de gobierno del Dr. Caldera. Chávez había salido de la prisión y andaba en los menesteres que le condujeron al poder. Se rumoraba insistentemente que el primer mandatario nacional estaba afectado por un cáncer prostático. El astrólogo José Bernardo Gómez, se atrevió a pronosticar la pronta muerte de aquél, “razón” por la cual se le llevó por un relativo largo tiempo a la cárcel. La derecha toda, el gobierno y hasta la oposición complaciente, porque no había tazones para que no lo fuese no percibieron en aquello una violación a los derechos de pensamiento y libre expresión. Pero no obstante, como se denuncia en este trabajo, estaba en marcha una conspiración contra el gobierno y en ella, sus socios, estaban metidos hasta la oreja.
¡Váyase a Europa compadre! ¡Hágase reconocer por los médicos de allá que si saben! ¡Despreocúpese que yo le cuido el coroto!
Así habló Juan Vicente Gómez al "cabito” Cipriano Castro, la última vez que éste se quejó ante su compadre de dolores de riñón.
El presidente, un hombre “bregao” y desconfiado, creyó al de “La Mulera ", tomó el consejo y abordó el primer barco surto en La Guaira que hacia el viejo continente iba.
Cuando aún se veía en el horizonte la humareda del barco donde, cansado de bebedizos e incesantes dolores, navegaba “el cabito ", el compadre Gómez se hizo dueño del país.
¡Por riñón malo, gobierno nuevo!, pareció ser la consigna del hombre de La Rotunda, "los grillos sesentones y aquella rapaz policía política llamada "La Sagrada".
Gómez, un militar dinosaurio, nunca quiso saber nada de las resoluciones de la Revolución francesa. Y la represión brutal fue su respuesta al derecho natural.
¡Si el riñón de mi compadre jode y por eso él no puede gobernar, qué se vaya y quedo yo!
François Mitterrand, con problemas en la próstata, presidió el gobierno francés de los últimos quince años. Hasta dos veces se operó y "La Esfinge", como le apodan los franceses, mandó ni un día más ni uno menos. Y no hubo opositores, ni los más recalcitrantes extremistas, que usasen la enfermedad del presidente para levantar una nueva teoría acerca del poder y las cosas del Estado. ¡Y hay que ver que Francia ha sido la cuna de muchas ideas políticas de vanguardia!
El presidente Reagan, varias veces hospitalizado y hasta operado, terminó el mandato y las cosas transcurrieron mansamente.
Pérez, víctima fue de una delirante y afanosa enfermedad, y por eso, hasta quisieron tumbarle. Luego, dado de baja, un cuasi familiar suyo, quiso quedarse en el poder. Y se frustró, dejaron a Velázquez. La Constitución funcionó con todo y los defectos.
Si el actual presidente enfermo está, cosa que no es un estigma, ni una causal para que "renuncie o lo renuncien", y sí algo normal en un humano y más si se tiene la edad suya, tampoco lo es para alarmarse, pues sus servicios médicos tendrá.
Y la ley dice lo que debemos hacer. Y lo dice la ley universal desde que aquellos locos tomaron "La Bastilla".
De modo que ningún sentido tiene que en este momento, ante una supuesta incapacitante enfermedad del presidente, se piense en un contubernio familiar para quedarse en Miraflores. Lo que más parece una trama a lo Delia Fiallo que un análisis político.
Por eso, menos sentido tiene estar armando contragolpes, o estimulando guerras como esas que menciona el señor Ceresole de muchos comandantes sin soldados.
¡Claro, es verdad, a Gómez todo aquello que hablaron los franceses le importó un pepino! Pero... a la historia sí.
El Norte
Barcelona, martes 20-06-95
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Publicado por Eligio Damas para BLOG DE ELIGIO DAMAS el 5/28/2012 06:05:00 AM
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