jueves, 3 de mayo de 2012

ARTICULO EXTRAIDO DEL SITIO "TERSITES"

Publicado por: Pedro Fraga Tersites Articulo extraido del sitio “Tersites” WEDNESDAY, MAY 2, 2012 El Cardenal, la reconciliación y el olvido La reciente presentación del cardenal Jaime Ortega, Arzobispo de La Habana, en el fórum de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard, ha causado numerosas reacciones en la prensa, la blogosfera y las comunidades católicas de la diáspora cubana. Este fue uno de los fragmentos más comentados de su intervención:"Cuando yo fui a Miami como cardenal la primera vez, nuestro querido amigo, desaparecido ya, en estos días —a quien tanto quería yo también—, obispo Román, me llamó aparte y me dijo: 'En tus discursos, en tus homilías, tú hablas de reconciliación. No menciones esa palabra en Miami'. Me costó quitarla, pero él conocía el terreno mejor que yo; pero es terrible que un obispo, que nosotros tengamos que callar esa palabra que es nuestra, que es propia del cristianismo. [...] "Pero, ¿qué hacer? ¿Callarla siempre? ¿Esperar que vengan tiempos mejores? ¿O propiciar mejores tiempos para que se comprenda que tenemos que ser un pueblo reconciliado?" Este párrafo causó conmoción entre los católicos de Miami. Monseñor Román había muerto de un infarto apenas tres semanas antes. Era un pastor que gozaba del afecto y la veneración de la comunidad cubana y latina de la ciudad. Había sido expulsado de Cuba en 1961, junto a cientos de sacerdotes y monjas, y durante su medio siglo de exilio acompañó a sus compatriotas y recibió, albergó y ayudó a decenas de sacerdotes cubanos que llegaban a Miami, así como a otros miles de cubanos. Muchos se preguntaron por qué había que contar, a menos de veinte días del entierro, una anécdota que hace aparecer a monseñor Román como un sacerdote inconsecuente y carente de valor. La anécdota, además, supone una comunidad hostil, donde a un obispo no le es posible hablar de ciertos temas. ¿Fue esa la tónica de la primera visita del Cardenal Ortega a Miami? Tratando de responder esa pregunta, encontré la edición de agosto de 1995 de la revista Esto Vir de la Agrupación Católica Universitaria. Allí se reproduce la homilía del Cardenal en la Catedral de Miami el sábado 27 de mayo de 1995, la única que dio en la ciudad en aquella ocasión. Uno de los temas centrales de su homilía es, precisamente, la reconciliación. Toda la parte final es una reflexión sobre el duro deber cristiano de "poner la otra mejilla". Y el Cardenal afirma que la reconciliación es el objetivo de su visita a Miami: Por esto me propuse visitarlos desde el momento mismo de mi investidura cardenalicia, pues estoy convencido en el Señor, que esa misma acción convocadora, congregante, generadora de unidad y ciertamente reconciliadora, debe alcanzar a todos los cubanos creyentes en Cristo en cualquier sitio que se encuentren. (El subrayado es mío.) La homilía del Cardenal es sustancial, y recomiendo que se lea completa. En ella describe a su grey de la Isla como "una iglesia reconciliada", y hace una crítica lúcida y rigurosa del sistema capitalista y del modo de vida que muchos cubanos de Miami probablemente imaginen como el mejor del mundo. ¿Cuál fue, entonces, la reacción de los asistentes a la misa ante esta homilía? La respuesta también se puede hallar en la revista Esto Vir. En una crónica sobre ese día, se dice: "Después de la Santa Misa, el Cardenal se mantuvo por aproximadamente una hora en la puerta de la Catedral saludando a los feligreses que quisieron saludarlo personalmente y durante largo tiempo permanecieron en fila". Esos dos documentos indican que los temas de su discurso fueron la reconciliación y la denuncia de los excesos del capitalismo, y que los fieles que llenaban la catedral hicieron fila después de la misa para tener la oportunidad de abrazar al nuevo cardenal. Las críticas a la Iglesia de Cuba, habituales en Miami, no parecen haber sido la tónica en esos días; por el contrario, parece ser que el ilustre visitante recibió una calurosa bienvenida. En esa homilía de 1995 en Miami, al explicar las razones por las que Juan Pablo II había querido que hubiese un capelo en Cuba, el Cardenal dice que la iglesia en Cuba es "servidora en el amor de los necesitados que llaman a su puerta, sean quienes sean"; diecisiete años después, en la conferencia de Harvard, el Cardenal explica la expulsión de los trece disidentes de la Iglesia de la Caridad en La Habana diciendo que "todos eran antiguos delincuentes… Había toda una gente allí sin nivel cultural y con problemas psicológicos”. Ojalá que el arco que sugieren esas dos frases no se convierta en una metáfora del derrotero de su episcopado. Ese no debería ser el colofón para una vida dedicada a anunciar la fe en Jesucristo, aquel carpintero judío sin nivel cultural a quien las autoridades de su tiempo consideraban un delincuente y un loco.

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