Sin culipandeo
ELIGIO DAMAS
He leído con mucha atención y el debido respeto, lo que parece “el tirar de una parada”, en momentos que el jugador que la planta, se expone a “jugarse a Rosalinda”, una clasificación de los “chavistas” de ahora, según la cual hay duros y blandengues. Como muy pocos, supongo yo, les agrada estar o les pongan en el segundo grupo, aunque de hecho lo estén, incluso quien la formula por falta de claridad o simple ligereza, habitual entre quienes escriben con intensidad. No para caer en algo parecido a aquello en que se parapetaban los blandos, de proponer, cuando alguien nos desafiaba, marcar una raya en el suelo, justo al pie más adelantado de los presuntos combatientes, diciendo “cada raya que se tiene al pie representa la madre del otro, pisarla obliga y ordena el ataque”; la medida era buena para que nadie pisara la raya a su pie, pues allí se acababan los guapos y nadie perdía su prestigio. Otra estrategia era cuadrarse, puños al frente y mientras los supuestos combatientes se miraban a los ojos, giraban en el mismo sentido de las agujas del reloj ahora y al contrario más tarde, como danzando, sin que nadie atacase, hasta que alguien tomaba la cosa a risa y optaba por intervenir poniendo fin a aquel “usual” combate. Y ¡quedamos como amigos! Dije “usual”, porque era frecuente; pues nadie se atrevía, y faltaba talento y humildad para ser valiente y declarar que no podía combatir por las razones que fuesen. Más bien, la clasificación chavista enunciada al principio es una como presión al estilo de aquello “quien no esté en esto conmigo está contra mí”. Lo que parece muy simple para abordar asunto tan complejo, sin dejar de reconocer que pudiera ser un generoso, aunque disimulado, llamado a la unidad y al combate contra el imperialismo en lo que sí hay que mantenerse duro.
Porque es como infantil que en medio de este enorme desafío, donde las discrepancias, no hablaré de contradicciones para no parecer una cotorra, que enfrentan a ese enorme y amplio espectro de la izquierda que solemos aplicarle el cognomento de chavismo, llamemos a resolverlas planteando una clasificación parecida al asunto de la raya o los danzantes. Los duros, los de este lado, uno no sabe tampoco a ciencia cierta donde se halla ese, son los auténticos, quienes tienen la piedra filosofal en mano y la verdad de las verdades. Pero también las bolas; porque este es un asunto de testículos, según esa razón y ordenamiento. Los blandengues, quienes están de aquel lado, tampoco se sabe dónde, son unos traidores o, como decimos en lenguaje coloquial, “una pila de culipandiadores” a quienes les faltan cojones y están a punto de saltar la talanquera.
Pero esa estratagema no es nada nueva. Quienes siempre quisieron imponer la idea de la lucha armada, aun todavía cuando los hechos mostraban que era algo más que disparate, usaron ese mismo truco. Antes, en otro trabajo, he dicho que un conocido comandante guerrillero, ya muerto y quien en verdad se inmoló inocentemente por creerse duro, acostumbraba a decir de manera muy enfática que “la revolución no era más que un echarle bolas al asunto”. Para él, el “asunto”, era irse para las montañas donde esperaba la gloria a los audaces. Le acribillaron a tiros y todo el mundo sabe en qué paró aquella aventura guerrillera. Allende y Chávez mostraron otro camino, que sí ahora en Venezuela y en Brasil, sobre todo acá anda como anda, no es por falta de armas ni de bolas. Aquí lo que ha faltado es talento y humildad en la vanguardia para corregir errores, escuchar al vocerío, respetar los tiempos y derechos de la gente toda, pese se piense se cubrieron todas las expectativas, y en el momento dado, como dijo Chávez, no dar un golpe de timón, sino todos los que fuesen necesarios.
Quien estudie sin mucho detenimiento ni detalle el accionar guerrero del Mariscal Sucre, podrá observar que su gloria se la debe más a su talento que sus bolas. El General Bermúdez, un hombrón famoso por sus testículos, combatiente de pecho abierto y encerronas, solía burlarse de Sucre, por eso de las bolas. Pero fue “Toñito”, simplemente “Toñito”, quien se llenó de gloria en el sur y sobre todo en Ayacucho. Cuando fue redactor y principal autor de aquel acuerdo que se llamó “Tratado de Regularización de la Guerra”, documento vital en la historia de la defensa de los derechos humanos, por su contenido, los duros, al cumanés, tildaron de blandengue.
No sé si haya algo de verdad en lo que digo, bolas siempre me han faltado, tengo un gran sentido de supervivencia, tanto que casi llego a los ochenta años y siempre he estado de este lado, pues he preferido más atender mis razones que a las vísceras. El hombre no aprehende el movimiento por estas, sino a través del raciocinio. Además, con el perdón de quien se pueda sentir aludido, no lo digo por alguien en particular ni intento herir a nadie, “cansados estamos de ver muertos recogiendo basura”.
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