domingo, 8 de marzo de 2015
PRIMERAS DAMAS
Primeras Damas
Ciro Bianchi Ross * digital@juventudrebelde.cu
7 de Marzo del
2015 20:40:52 CDT
No puede precisar ahora el escribidor cuándo comenzó a
utilizarse en
Cuba el término de Primera Dama para designar a la esposa
del
presidente de la República. Supone que fue durante el Gobierno del
mayor
general Mario García Menocal y Deop, pues antes ni Genoveva
Guardiola, esposa
de Estrada Palma y que, por cierto, era hija de un
presidente de Honduras, ni
América Arias, compañera de José Miguel
Gómez y madre de Miguel Mariano, otro
presidente, merecieron tal
título. Eran sencillamente las señoras del primer
mandatario. Entre
1902 y 1958, 19 presidentes se desempeñaron en la Isla.
Algunos de
ellos --Grau y Batista-- detentaron el poder en más de una ocasión,
y
otros, a lo largo de más de un período, como Menocal y Machado. De
ellos,
Grau, solterón empedernido, no estaba casado. Tampoco lo estaba
Andrés Domingo
y Morales del Castillo, presidente decorativo entre
agosto de 1954 y febrero de
1955. Batista llevó al Palacio
Presidencial a dos primeras damas, una cada
vez.
El cuchillo de Toyo
Fulgencio Batista conoció a la que sería su primera
esposa en el
Wajay, cuando era uno de los soldados destacados en la custodia de
la
residencia campestre del presidente Alfredo Zayas. Se llamaba
Elisa
Godínez. Con ella se instaló en la casa marcada con el número 24 de
la
calle Josefina, en la Víbora, y buscó luego un apartamento en los
altos del
café El Cuchillo, en la esquina de Toyo. Ganó el soldado,
por oposición, una
plaza de sargento taquígrafo y comenzó a laborar
como maestro en la misma
escuela donde había estudiado, la academia de
taquigrafía San Mario, en Lealtad
casi esquina a Reina. Tenía un
cacharrito, jugaba al dominó con sus vecinos y
para redondear las
entradas vendía joyas a plazo. Pero la vida era cara y dura,
y Elisa
contribuía al presupuesto familiar con lo que le reportaba su
oficio
de lavandera.
Tuvo la pareja una prolongada relación hasta que
contrajeron
matrimonio en 1936. De esa unión nacieron Mirta Caridad (8
de
septiembre de 1927), Fulgencio Rubén (18 de noviembre de 1933) y
Elisa
Aleida (7 de febrero de 1941). De ellos, solo sobrevive Elisa
Aleida,
que es empleada del hospital Monte Sinaí, de Miami.
El amor no fue
eterno, sin embargo. Casado aún con Elisa conoció
Batista a Marta Fernández
Miranda, a la que descansadamente doblaba la
edad. Andaba ya el militar por el
tormentoso cabo de los 40 años, y
ella no había cumplido todavía los 20. Se
dice que el automóvil
presidencial con Batista a bordo atropelló a la muchacha
cuando
montaba bicicleta y que el romance surgió cuando el Presidente
la
visitaba en el hospital. Eso no pasa de ser una leyenda. Nada escribe
al
respecto Roberto Fernández Miranda en sus memorias tituladas Mis
relaciones con
el general Batista. Lo real parece ser que Marta --una
humilde muchacha del
reparto Buenavista, en Marianao, y que era muy
atractiva y vistosa-- formaba
parte del séquito de Mary Morandeira,
poetisa española radicada en Cuba, y fue
presentada al mandatario por
su testaferro Andrés Domingo y Morales del
Castillo.
Batista tuvo entonces, de manera paralela, una relación pública y
otra
secreta. Con Elisa en Palacio, y con Marta donde podía. Fue entonces
que
compró una finca rústica de 17 caballerías de extensión, enclavada
al borde de
la Autopista del Mediodía y que queda encerrada entre la
Carretera Central, la
carretera de Cantarranas a Entronque del Guatao
y la vía que corre de San Pedro
a Punta Brava. La bautizó como Kuquine
y encargó al arquitecto Nicolás Arroyo
-- que andando el tiempo sería
su ministro de Obras Públicas y embajador en
Washington-- la ejecución
de la casa de vivienda del predio.
Cuando salió de
la presidencia, el 10 de octubre de 1944, Batista se
divorció de Elisa Godínez.
Once millones de pesos tocaron a la señora
en la división de gananciales. Se
casó con Marta el 28 de noviembre de
1945, en la capilla de la finca. Ya para
entonces, 19 de agosto de
1942, había nacido el primero de los cinco hijos del
matrimonio.
Doña América
Genoveva Guardiola de Estrada Palma no fue la única
de las primeras
damas que nació fuera de Cuba. Fuera nacieron también Laura
Bertinni,
esposa de Carlos Manuel de Céspedes, hijo del Padre de la Patria,
que
no llegó a un mes en la presidencia, y Marcela Cleard, la esposa de
José
Agripino Barnet y Vinajeras.
El general Alberto Herrera fue presidente tras la
renuncia de Machado,
entre la tarde del 11 de agosto de 1933 hasta el mediodía
del 12. No
encontró el escribidor el nombre de su esposa. Elisa <>
Edelman,
hija de un presidente del Tribunal Supremo de Justicia, era la
esposa
de Carlos Hevia Reyes Gavilán, que pasó 38 horas en la presidencia
de
la República. Más breve aun --solo seis horas-- duró el mandato interino
de
Manuel Márquez Sterling, casado con su prima Mercedes. También con
una prima
suya, Elvira, contrajo matrimonio Gerardo Machado. Elvira
sobrevivió largas
décadas a su marido; falleció con más de cien años,
muy entrada la década de
1960. Fueron inhumados en nichos contiguos en
el cementerio de Woodland Park,
de Miami. Serafina Diago fue la esposa
de Miguel Mariano Gómez, que pasó no más
de siete meses en el poder.
Genoveva Guardiola no pudo asistir a la toma de
posesión de su marido
como presidente de la República, porque el protocolo de
entonces
impedía la presencia femenina en ese tipo de actos. Era toda
modestia
y sencillez. Sentada en una comadrita, zurcía en un balcón del
palacio
que fue de los Capitanes Generales los calcetines de su esposo,
el
Presidente que, pese a su posición, tenía solo tres trajes. Era
pequeña y
delgada. Usaba los zapatos hasta gastarlos y lucía como
única prenda su alianza
de matrimonio, un aro liso, de oro.
Mariana Seba de García Menocal, en cambio,
gastaba con distinción y
elegancia lo que robaba su marido en la presidencia. A
María Jaén, la
esposa de Zayas, le apodaban María Centén porque decían que esa
fue su
tarifa en noches de alegre juventud. Era gorda, muy gorda. Una
noche,
luego de una función de ópera, en la que abandonaba el Teatro
Nacional,
debió hacerlo escoltada por las risas mal disimuladas de la
elegante multitud
que colmaba el coliseo. Los colores de su traje
--azul celeste tierno y
blanco-- resaltaban la exagerada gordura de la
Primera Dama. No pudo ni quiso
ignorar la burla de que era objeto y
deteniendo el paso, pero sin mirar a los
irrespetuosos, exclamó: <>.
Carmela
Ledón era una mujer honesta y muy enamorada de su marido,
Carlos Mendieta
(mandatario provisional entre 1934 y 1935), al punto
de que la única hija que
tuvo el matrimonio se sentía como una extraña
ante aquella pareja. Nadie pudo
acusarla de meter la mano en el Tesoro
de la nación ni de apadrinar ministros
ladrones. Pero nunca vio las
manchas de su esposo, como tampoco vio las del
suyo Leonor Montes
--Monona-- de Laredo Bru, adornada de todas las virtudes de
las criollas
de buena cepa y de todas sus limitaciones también. Con los
<>
de su esposo, Monona hizo construir el edificio <> en el
Vedado.
América Arias de Gómez fue siempre Doña América. Renée Méndez
Capote
la recordaba sencilla en medio de una gran fortuna creciente, sobre
la
que no le estaba permitido indagar de dónde provenía ni cómo
se
acrecentaba. Durante la Guerra del 95 fue correo de los mambises y
una
segura colaboradora del marido cuando José Miguel, antes de
convertirse en
el tiburón que se bañaba y salpicaba, encabezaba en la
manigua la valiente
caballería espirituana. Fue una gran cubana. Hoy,
un busto perpetúa su memoria
en las inmediaciones del antiguo Palacio
Presidencial y lleva su nombre un
hospital de maternidad habanero.
Las mujeres mandan
María <> Tarrero se
desempañaba como taquígrafa del Senado, y de
los 54 senadores en ejercicio se
enamoró del único que llegaría a ser
presidente, Carlos Prío Socarrás. Tuvieron
dos hijas. Uno de los
nietos de la pareja es asesor del presidente Obama. La
viuda de Prío
falleció en Miami el 23 de septiembre de 2010, a los 85 años de
edad,
y fue inhumada junto a su esposo en el cementerio de Woodland Park.
Grau
San Martín repetía en público la frase de <> y
en privado
aclaraba que aunque mandaran no era necesario hacerles
caso. Cuando ocupó la
primera magistratura, la Primera Dama fue su
cuñada Paulina Alsina y, en otras
ocasiones, su sobrina Polita. Que no
estuviera casado no quiere decir que no
fuera enamorado y mujeriego. A
la Méndez Capote --lo cuenta ella misma-- la
acorraló una vez en el
despacho presidencial y le dijo que si pasaba unos días
con él le daba
lo que quisiera. Eso ocurrió en 1933. Con tal de lograr sus
propósitos
estaba dispuesto a meter al marido preso en La Cabaña. Cuando
regresó
al poder en 1944 la mandó a buscar de nuevo. Le prometió un ascenso
de
empleo y sueldo en el Ministerio de Educación, a fin de conseguir lo
que se
proponía. <>. Otra vez
envió por ella. Se reunían en Palacio las
Damas del Buen Vecino y estaría allí
también el embajador
norteamericano Braden. Cuenta Renée en su libro Por el ojo
de la
cerradura: <>. Años después
Grau impactaría a la opinión pública cuando se dejó
fotografiar en
Varadero en traje de baño y junto a Lina Salomé, escultural
y
curvilínea vedette cubana. Fotografías que, desde luego, reprodujo
la
prensa. <> se defendió: <<¿Acaso una artista no tiene el
derecho
de recibir de mí el mismo trato que merece una encopetada dama
de nuestra
sociedad?>>. Y comentó para los que alegaban que dada su
condición de ex
mandatario no debió exhibirse en trusa: <<¿Y qué
querían? ¿Que me vistiera de
frac o de chaquet para bañarme en la
playa?>>.
--
Ciro Bianchi
Ross
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