lunes, 16 de marzo de 2015
MACHIN
Machín
Ciro Bianchi Ross * digital@juventudrebelde.cu
14 de Marzo del 2015
21:26:41 CDT
Solo la muerte logró arrancarlo de los escenarios. La edad no
melló
sus facultades vocales ni su capacidad de trabajo, y su popularidad
se
mantuvo <> hasta el final, escribe su biógrafo José Luis
Pérez Machado.
Viejo ya seguía haciendo que el público abarrotara los
teatros y le llovían los
contratos para los casinos más exclusivos y
los más populares espacios de radio
y televisión.
Llegó así el 7 de junio de 1977. Su recital de esa noche en un
teatro
de Andalucía transcurrió de la manera prevista. Tras interpretar
la
última de las piezas contempladas en el programa, complació peticiones
de
los espectadores. Cayó el telón y el cantante cubano Antonio Machín
quedó a la
espera para salir a saludar al público que seguía
aplaudiéndolo a rabiar. No le
fue posible. Un cansancio insuperable lo
invadió de improviso y le imposibilitó
hacerlo. A partir de ahí su
salud fue de mal en peor. Apenas dos meses más
tarde, el 4 de agosto,
la noticia de su muerte, en Madrid, ocupaba espacios de
primera plana
en la prensa española y motivaba programaciones radiales y
televisivas
especiales que resaltaban la significación de su quehacer.
<>, <>, <>, repetían los medios de comunicación de la Península,
mientras que su
entierro en la necrópolis de San Fernando de Sevilla
--sitio escogido por el
cantante para que reposaran sus restos-- se
convertía en una manifestación de
luto popular impresionante.
Después de su muerte, la fama de Machín siguió en
espiral, dice el ya
aludido Pérez Machado. Se le dedicaron múltiples
espectáculos
musicales, se evocó su nombre de disímiles maneras, se ahondó
en
facetas de su arte y se buscó al hombre en los testimonios que sobre
él
brindaron familiares y amigos. Un homenaje formidable lo
constituyó, en el
Palacio de los Deportes, de Barcelona, el concierto
donde Joan Manuel Serrat,
Moncho, Peret y Jaime Sisa, entre otros
cantantes, interpretaron, ante cuatro
mil espectadores, lo más
representativo del repertorio del cubano.
La
recaudación de ese espectáculo se destinó a erigirle un monumento a
Antonio
Machín en el cementerio de Sevilla. Una lápida de mármol negro
donde se lee su
nombre cubre su tumba, y sobre ella, en un dado, se
aprecia la efigie del
cantante. Encima de ese dado se alza la figura
de un ángel; de seguro ese ángel
protector que le inspiró una de sus
composiciones.
Ocurre allí algo
significativo. Cuando artistas cubanos provenientes
de la Isla visitan Sevilla,
acuden a la necrópolis de San Fernando.
Cantan sones y boleros junto a la tumba
de Machín y vierten
aguardiente sobre ella en señal de fraterno homenaje a un
exponente
imprescindible de la música cubana.
El manisero
Antonio Abad Lugo
Machín. ¿Quién es este hombre que nació en Sagua la
Grande, en la antigua
provincia de Las Villas, el 17 de enero de 1903,
de madre cubana y padre
español, e hizo fuera de Cuba la mayor parte
de su carrera?
En opinión de
Alejo Carpentier, la música cubana halló en Machín un
intérprete concienzudo y
conocedor que sabía acometer con igual
fortuna una rumba trepidante que un tema
lleno de nostalgia. Luego de
elogiar su repertorio <>, el
autor de El siglo de las
luces resalta que el artista, pleno de curiosidad y
amor por su
tierra, sacaba del olvido décimas y canciones antiguas cuyo
recuerdo
empezaba a borrarse, comunicándoles nueva vida. Señala
Carpentier
finalmente: <>.
Precisa el erudito Radamés Giro que la carrera de Machín
comenzó con
su ingreso como clarinetista en la banda municipal de su región
natal.
En 1924 está ya en La Habana, donde hizo dúo con Miguel Zaballa y,
como
voz prima y maraquero, formó parte del trío Luna y más tarde del
septeto
Agabama. Se sumó, en 1926, a la orquesta de Don Azpiazu, con
la que en 1930
viajó a Nueva York. Allí grabó su primera versión de El
manisero, de Moisés
Simons, entre otros números. Su paso por la cadena
de teatros de la RKO hizo
que la pieza mencionada, uno de los primeros
éxitos internacionales de la
música cubana, se popularizara en Estados
Unidos. Antes, con Don Azpiazu había
actuado en el exclusivo Casino
Nacional del reparto Country Club, de La
Habana.
Afirma Cristóbal Díaz Ayala, musicógrafo cubano radicado en Puerto
Rico:
<>.
Angelitos negros
Hizo en 1935 una gira por Europa e inició así
una carrera vertiginosa.
En Londres convenció al público con su interpretación
de Lamento
esclavo, de Eliseo Grenet. Participó en París en la revista Canto
a
los trópicos, que dirigía Simons. Luego, con su orquesta Habana, viajó
por
Noruega, Suecia, Dinamarca, Holanda, Alemania, Rumania e Italia,
para volver a
París. En abril de 1939, cinco meses antes de que
estallara la II Guerra
Mundial, se radicó en España. Con la orquesta
Los Miura, de Sobré, con la que
permaneció hasta 1946, grabó Angelitos
negros, con letra de Andrés Eloy Blanco
y música de Manuel Álvarez
Maciste, uno de sus grandes éxitos. Se vendieron
miles de discos de
esa pieza, y famosos vocalistas hicieron sus propias
versiones.
Angelitos negros convirtió al cubano en un ídolo dentro y fuera
de
España, e hizo que ganara el sobrenombre de El divo de la canción.
Declaró
por aquellos días: <>.
Triunfa en el teatro
musical, género muy gustado en España. Interviene
en no pocas películas
producidas allí, en las que interpreta sus
canciones y representa personajes de
reparto. También se escucha en
las bandas sonoras de decenas de filmes
españoles. Es autor de unas
cien canciones.
Se ha dicho que fue el cantante
preferido del generalísimo Francisco
Franco. Afirma su biógrafo José Luis Pérez
Machado que Machín fue un
cultivador de la canción romántica y que su arte no
fue de ruptura con
el franquismo, pero tampoco de reafirmación. En su
repertorio existían
piezas de contenido social --Negrito de qué, Tabú, Del
mismo color,
Angelitos negros...-- que denunciaban <>. Sin
embargo, este cantante mulato y extranjero por añadidura no
fue
censurado ni limitado en el proyecto cultural español. Había llegado
a
España antes de que finalizara la Guerra Civil y había compartido con
los
españoles los llamados Años del Hambre en un país arrasado por la
guerra,
devorado por la incertidumbre y asfixiado por el bloqueo
económico.
Escribe
Pérez Machado: <>.
Con Cuba
De Isolina Carrillo interpretó
Dos gardenias; de Osvaldo Farrés,
Madrecita y Tres palabras; de Julio Brito,
Mira que eres linda...Otros
compositores cubanos presentes en el repertorio de
Machín son Juan
Arrondo, Luis Marquetti, René Márquez, Orlando de la Rosa,
Adolfo
Guzmán, Ignacio Piñeiro, Leopoldo Ulloa y Margarita Lecuona,
entre
otros muchos, cuyas obras interpretó con su voz suave y
acariciadora,
hecha de azúcar y de mar. Fue él quien introdujo el chachachá
en
España.
En 1958 estuvo en Cuba y compartió en Sagua la Grande con
familiares y
amigos. Aunque vino en visita privada aceptó gustoso el
reconocimiento
que la CMQ-Canal 6 e importantes radioemisoras le hicieron por
su
labor de difusión de la música cubana en el exterior.
En 1943 se casó en
España con una española y allí nació su única hija.
Se consideró un hombre con
dos patrias y su fidelidad a ambas hizo que
popularmente se le calificara como
<>.
En 1972
reafirmó ante la prensa su condición de cubano cuando, sin que
nadie lo
esperara, se personó en el Pabellón Cuba de la Feria
Internacional de Barcelona
y se presentó con el dúo Los Compadres. Un
año después compartió la escena con
una delegación artística de la
Isla que conformaban Pacho Alonso y su orquesta,
Los Papines y la
intérprete Ela Calvo, quienes hacían una gira por España. Y en
febrero
de 1977, poco antes de su muerte, viajó a Barcelona para departir
con
Carlos Puebla.
Machín decía que nadie lo había enseñado a cantar. Su
música fue
siempre cubana y dejó en España una imagen artística perdurable. De
él
diría el famoso realizador español Pedro Almodóvar: <<Él fue quien me
metió
el bolero en la sangre>>.
--
Ciro Bianchi
Ross
cbianchi@enet.cu
http://wwwcirobianchi.blogia.com/
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