domingo, 18 de enero de 2015
NUEZ A PRIMERA VISTA
Nuez a primera vista
sCiro Bianchi Ross * digital@juventudrebelde.cu
17 de Enero del 2015 19:41:04 CDT
Fue un trabajador infatigable. Ahora que ha muerto, volví sobre su
cronología y resulta impresionante lo que llegó a hacer a lo largo de
los 78 años que vivió. René de la Nuez no dejó pasar un día sin llevar
el dibujo a sus cartones.
Era muy joven cuando se dio a conocer como dibujante. Debutó en
publicaciones estudiantiles y en la revista Páginas, del Círculo de
Artesanos de San Antonio de los Baños, su ciudad natal. Y era muy
joven asimismo cuando presentó --a dos manos con José Luis Posada-- su
primera exposición y obtuvo el primero de los muchos galardones que
conquistaría en su larga carrera. Veinte años después de aquel
reconocimiento inicial, se le conceptuaba entre los cien mejores
caricaturistas del mundo, y con posterioridad merecería el Premio
Nacional del Humor (2008). Cuatro años más tarde, el Premio Nacional
de Artes Plásticas coronaba su quehacer.
Y es que René de la Nuez sobresalió y de qué manera en todos los
costados del humor que cultivó: lo costumbrista, lo político, la
caricatura personal, el humor blanco... No en balde la Universidad de
Alcalá de Henares, en España, lo designó Profesor de Mérito en la
categoría de humorismo gráfico.
Su padre fue su influencia más remota. No era pintor ni dibujante,
pero gustaba de pintar y dibujar, y sus modestos afanes de aficionado
inspiraron al hijo, lo motivaron y le hicieron pensar que él también
podría hacerlo. Por otra parte existía en San Antonio de los Baños un
clima propicio para el dibujo. De allí era oriundo Eduardo Abela, el
creador de El Bobo, uno de los personajes mejor delineados y con
mayores aristas del humorismo gráfico cubano. Coincidieron en la
localidad el ya aludido Posada, Peroga, Jesús de Armas y Manuel
Alonso, que fue allí el iniciador del humorismo gráfico.
Con sus concepciones y realizaciones, esos artistas, tan jóvenes en
algunos casos como el mismo Nuez, lo ayudaron a bosquejar la opinión
propia, a buscar y hacer un humor alejado de lo chabacano, lejos del
chiste por el chiste y que fuera también obra artística de valor.
Más de mil dibujos dedicó Nuez a la causa del pueblo vietnamita, y
otros muchos a la lucha de Chile contra el fascismo pinochetista.
Realizó exposiciones personales en Praga, Moscú, Viena, Managua,
Berlín y en numerosas ciudades mexicanas así como de Francia, India,
Canadá. Títulos como Allí fumé, El humor NUEZtro de cada día y Cuba sí
sobresalen entre sus libros.
Expresó el artista en una oportunidad que el humor tenía que ser
esencialmente crítico. Dijo además: El humor está en todo. Es una
forma de ver la vida y asumir y enfrentar los problemas.
Dijo también:
<>.
Hacerse el loco
¿Recuerdan a El Loquito? Es uno de los personajes más populares de la
caricatura cubana. Un ente de ojos estrábicos y nariz de cucurucho,
tocado invariablemente con un gorro de papel periódico, que aunque no
hablaba decía con lucidez luciferina aquello que la dictadura de
Fulgencio Batista pretendía ocultar con la represión y la censura. El
Loquito hacía alusiones que el pueblo sabía traducir e interpretar. Si
el personaje leía en la prensa el anuncio de una <>, se hacía evidente que lanzaba una advertencia
contra los chivatos batistianos, a los que se les pagaba 33 pesos con
33 centavos por su deplorable proceder. O que recomendaba moverse con
cautela ante la censura de prensa cuando, delante de una florería,
veía un cartel que decía: <>. En otro dibujo, El
Loquito coloca muy juntos los dedos índice y pulgar de una de sus
manos; sostiene algo pequeño. El texto dice: <>; un
llamado a colaborar con la lucha insurreccional. En otro, ve llegar un
ómnibus de la ruta 30, que hacía el recorrido entre el reparto La
Sierra, en Marianao, y el centro de La Habana. Mensaje clarísimo: está
próximo el triunfo de la Revolución.
Dice la doctora Adelaida de Juan, en su libro Pintura cubana: temas y
variaciones --Unión, La Habana, 1978-- que al igual que El Bobo, de
Abela, El Loquito, de René de la Nuez, lleva un nombre que indica su
condición de necesario engaño a la autoridad. Uno se <> el bobo,
el otro, el loco, y en su aparente ingenuidad y simpleza esconden su
firme posición. Puntualiza la mencionada ensayista: <>. Liborio
crece en una época de grandes decepciones políticas, carece de
esperanzas, no tiene fe en que su situación cambiará un día; está
amargado, se ve a sí mismo como una víctima. No se ven así El Bobo ni
El Loquito. Señala Adelaida: <>.
Nuez quiso buscar su Liborio, esto es, un personaje que simbolizara al
cubano de su tiempo. Pero a diferencia del de Torriente, que siempre
le pareció pasivo y aguantón, quería a un personaje más vivo. Un día,
al pasar en un ómnibus frente al Hospital de Dementes de Mazorra, se
le ocurrió El Loquito. La lucha en la Sierra Maestra había comenzado,
la dictadura acentuaba la represión y el personaje, con su locura,
diría la verdad de lo que sucedía en el país, lo que no siempre podía
ser dicho por la prensa.
Cuando ideó El Loquito, Nuez disponía ya de un espacio semanal fijo en
Zig Zag, la publicación humorística cubana más importante del momento.
Al comienzo no devengaba pago alguno por sus cartones, pero eso
resultaba secundario para el joven dibujante, que agradecía la
posibilidad de publicar en dicho semanario y de relacionarse con
algunos de los más destacados humoristas de la época.
José Manuel Roseñada, director de Zig Zag, acogió de inmediato a El
Loquito, que no revelaría sus verdaderos propósitos en sus primeras
salidas en público. Al comienzo hizo solo locuras, cosas sin mucho
sentido y fue cayendo paulatinamente en lo político. Así creó sus
claves. Su creador tenía una ventaja sobre el resto de sus compañeros
de redacción: se hallaba vinculado al 26 de Julio y era enlace del
coordinador provincial del Movimiento. Así, conocía muy bien las
noticias de la Sierra Maestra y de la lucha clandestina en las
ciudades, y a partir de ahí El Loquito también las sabría.
Otros personajes
Fue un personaje que prendió en la conciencia colectiva. Gracias a él
su creador se vio envuelto en situaciones verdaderamente conmovedoras,
como cuando un día de 1958 recibió en Zig Zag a un grupo de masones
que lo visitó al creerlo en peligro. Por una de esas casualidades de
la vida, en una caricatura El Loquito aparecía con un gesto que ellos
identificaron como una señal de auxilio masónico y allí estaban para
ofrecerle su ayuda.
Otros personajes de Nuez calaron asimismo en el público. El Barbudo
tiene su antecedente en las propias caricaturas de El Loquito,
anteriores a 1959, en las que aparece Fidel. Después del triunfo de la
Revolución ese personaje atraviesa etapas en las que se enriquece y
deviene símbolo del pueblo cubano. Es un hilo conductor dentro de la
caricatura del artista: lleva la voz del pueblo y la Revolución, y
Nuez ha querido verlo como el masculino de la Flora, de René
Portocarrero.
En la misma línea está otro personaje suyo, Mogollón. Apareció antes
de la promulgación de la ley contra la vagancia (1971) como una forma
de crear en la población el rechazo hacia el vago, y cuando al fin
apareció la ley el pueblo quemó su imagen en todas las provincias. Lo
curioso es que Nuez se había propuesto, aun con la ley en vigencia,
seguir utilizándolo. No pudo hacerlo dada la reacción popular. Si la
gente lo había quemado, Mogollón ya no existía y lo hizo desaparecer
con la misma alegría con la que lo concibió. Al día siguiente, en las
páginas del periódico Granma aparecía otro personaje, de apellido
Mogollones, que no era propiamente un vago, pero pertenecía a la misma
familia, un sujeto indolente, apático, indiferente al esfuerzo ajeno.
Ya el pueblo había enterrado a Don Cizaño, otro personaje suyo,
símbolo de la prensa burguesa. El día en que el Gobierno
Revolucionario nacionalizó las publicaciones que quedaban aún en manos
de la burguesía, los estudiantes se echaron a la calle con un ataúd.
Dentro iba Don Cizaño. Se hizo imposible entonces que su creador
siguiera utilizándolo.
También El Loquito perdió su razón de existir. En enero de 1959 Fidel
remitió a la dirección de Zig Zag una carta en la que felicitaba al
colectivo del semanario, y muy especialmente a El Loquito, por la
posición mantenida durante la lucha. Poco después, sin embargo, los
propietarios de Zig Zag comenzaron a entrar en contradicciones con la
Revolución y empezaron los problemas entre Nuez y Roseñada. Las
diferencias hicieron crisis en mayo. Obreros armados desfilaron por
las calles para expresar así su decisión de defender la Revolución
hasta las últimas consecuencias y Roseñada se opuso a que Nuez llevara
a los trabajadores con sus armas a su caricatura. Entonces el artista
se fue del semanario, donde ya le pagaban muy bien sus dibujos, y El
Loquito reapareció en las páginas del periódico Revolución. Tenía a
Don Cizaño de contrafigura.
Con los días, El Loquito perdió sentido. La Revolución estaba en el
poder y el personaje no tenía que decir en clave lo que podía gritar a
voz en cuello, no debía burlar ya ninguna censura. Sus sueños se
habían hecho realidad, y dejó de salir.
El Loquito, con el tiempo, llegó a parecer ingenuo a su creador. En lo
estrictamente profesional, le enseñó, a lo largo de meses, a resolver
problemas de dibujo en un espacio muy reducido. Se apreciarán sus
cambios si se revisa, en orden cronológico, la colección de Zig Zag;
variaciones no en cuanto a la idea y filosofía del personaje, sino en
relación con el dibujo y las soluciones. Un monumento a El Loquito se
erigió en las afueras de San Antonio de los Baños. Está en la
historia. Y ahora lo está también su creador, René de la Nuez.
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