Para quienes se afanan en amasar enemigos.
Eligio Damas
¿Hacia dónde vamos, amigo? No estamos solos y muchos estàn pendientes de nosotros. Unos cuantos, más de quienes deberían, se quedaron en tierra, esperando nuestras noticias. Son tantos y hacen falta, como para que nos preocupemos por ellos y pongamos empeño que nadie nos deje o deserte de la nave. La carga pesa y es diversa. Una poca va hasta allí mismo; la más abundante tras aquel recodo que la vista no alcanza y, la restante, la ligera, allá a la lejanía.
Los remeros son muchos, pero nunca suficientes. Pero uno sabe desde que abordamos esta nave, por los rostros, historial y gesticulación, hasta dónde pueden llegar. Algunos de quienes en esta barca viajan, acostumbrados a hacerlo en primera, sin lastimar sus frágiles cuerpos, desembarcarán en el primer puerto, apenas soplen vientos encabritados, el casco emita sus primeros crujidos y se les exija cumplir tareas de remeros. Es más, en viajes anteriores, menos exigentes y tiempo ideal para la navegación, hemos visto a unos cuantos desertar, hasta con galones y charreteras de mucho mando. Afortunadamente no fueron lo suficiente, ni lo son ahora, como para hacer que la nave encalle a naufrague; y por no estar acostumbrados al esfuerzo, privaciones habituales de la marinería, en cualquier puerto saltan a tierra con sus bártulos y pequeñitos sueños. Basta con empeñarse en hacer o tomar algo prohibido para todos por seguridad y justicia, para que quieran trasbordar al primer barco que venga en sentido contrario o quedarse en cualquier puerto desolado y triste que creen luminoso. El egoísmo y la pequeñez hacen ver ilusiones, espejismos y oasis.
Pero aún así, uno vigilante y persuasivo, debe tolerarles y hasta empujarles suavemente, para que alguna labor cumplan y dejen descansar a los remeros buenos, que después de aquel recodo empujarán con fuerza y pasión de dioses.
Por eso, en este punto del camino, aquí mismo, muy cerca aún de la orilla de donde zarpamos, uno se pregunta ¿hacia dónde y con quién vamos?
El capitán, oficiales y hasta la marinería, la que rema y cumple las tareas de mantener a flote la nave que debe llegar primero hasta dónde el sueño total de los de abordo indique, deben reflexionar juntos. Ponerse de acuerdo contando cada sueño y entendiendo que la vida es una mezcla de ellos. Que es más abundante un tipo de sueños que otros.
Y de nuevo, mirar hacia el recodo difuso, donde comienza a explayarse el horizonte. Y volver con rutinario empeño a preguntarse ¿a dónde vamos y con quién? ¿Qué es lo nuevo que como colectividad hemos soñado? ¿Qué resulta de tu nuevo sueño cuando lo cotejo con el mío, el de él, el de todos los que abordo estamos en esta nave corajuda hecha a imagen y semejanza nuestra?
El sólo sueño mío, no nos sirve. Salvo que lo sueñen todos, quienes andamos en este agitado navegar. Y el egoísmo de los pocos, que sueñan soltar como lastre a casi todos para repartir en grandes porciones el ansiado premio, es muy mal consejero y solo atrae tempestades en medio de un mar que, aun estando bravo como está, todos juntos podemos dominar. Si naufragamos por no remar parejo tras el sueño que es de todos el sueño, como pececillos, seremos engullidos por tiburones y bestias marinas que nos vienen rodeando.
Tampoco es bueno alentar a los lenguaraces, fabricantes de rumores e insidia que dividen a la marinería, abnegados remeros, oficiales y toda la gente que debe contribuir en mantener el rumbo y ritmo deseados de nuestro soberbio bajel.
Si procedemos amigo, atendiendo al movimiento, a la vida, a la gente tal como es y aprovechamos el pequeño aporte de cada quién, llegaremos a cada puerto hacia el cual pongamos proa.
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Publicado por Eligio Damas para BLOG DE ELIGIO DAMAS el 11/29/2012 01:55:00 p.m.
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