El presupuesto de Estados Unidos y los millonarios
Por Lorenzo Gonzalo, 15 de Agosto del 2011
En estos días de largas discusiones sobre los problemas deficitarios en los Estados Unidos de América, es bueno escuchar a alguien proveniente del sector que más irritación genera en los conservadores, cuando de gravar sus intereses se trata: aquel compuesto por los grandes billonarios.
Cuando alguien plantea que las obligaciones sociales de dicho sector debieran estar a la altura de sus riquezas, inmediatamente el tema se convierte en la manzana de la discordia. Hemos sido testigos durante semanas, de las discusiones que aún continúan en el Capitolio de ese inmenso país, donde a veces los asambleístas parecen retroceder a los tiempos de Bizancio, con sus discusiones estériles. Durante interminables horas, los participantes en estos debates, en lugar de buscar verdaderas soluciones a las realidades, se han dedicado a descubrir, cómo haciendo lo mismo obtienen resultados diferentes. Dicen que cuando una persona adopta dicha norma como costumbre padece de problemas demenciales. El Congreso estadounidense en estos días, ha dado muestras que un Ejecutivo y un sistema Judicial sano, debían enfrascarse con urgencia, en la construcción de un hospital siquiátrico que pudiera atender a los flamantes congresistas.
Pero dejando a un lado algo que es camino trillado, y de tanta agua vertida se ha convertido en un lodazal, escuchemos la voz de alguien, proveniente de ese sector que representa la manzana de la discordia, en las discusiones del Congresos, cuando se abordan asuntos de impuestos.
Las tres personas que la revista Forbes considera más ricas del mundo, en orden de los capitales que poseen, son los siguientes: Carlos Slim, de México; y de Estados Unidos, en segundo lugar Bill Gates y en tercero Warren Buffet, éste último con una fortuna de 52,000 millones de dólares.
A propósito de esta discusión presupuestaria, donde uno de los elementos centrales es la enorme cantidad de gastos del Estado de Estados Unidos, y una contracción de los ingresos para afrontarlos, el tema candente ha sido no elevar los impuestos de los ricos y de aquellos que reciben enormes cantidades de ingresos.
El señor Buffet, considerado por muchos como inversionista, empresario y filántropo, acaba de suplicar a los legisladores, que aumenten los impuestos de los super-ricos, para ayudar a reducir el déficit y que contrario a lo expresado por los oponentes de esta medida, eso no perjudica en nada las inversiones.
“Mis amigos y yo hemos sido mimados lo suficiente por un amistoso Congreso billonario. Es tiempo que nuestro gobierno se tome en serio el sacrificio compartido”. Estas declaraciones acaban aparecer en un artículo escrito por el conocido billonario, en el periódico New York Times.
Confesó Buffet que sus impuestos del año 2010 fueron de 6,938,744 dólares.
“Esto parece ser mucho dinero pero en realidad solamente representa un 17.4% de mis ingresos personales que debieran ser gravados y ese porcentaje es más pequeño que el resto de los impuestos pagados por las demás personas de mi oficina. El promedio de impuestos pagados por esas personas oscila entre el 33 y el 41 por ciento y el promedio total es del 36%”.
“Los estadounidenses están perdiendo rápidamente la fe en la habilidad del Congreso, sobre cómo lidiar con nuestros problemas fiscales. Solamente una acción inmediata, real y sustancial, puede prevenir que esa duda se transforme en desesperanza”.
“Impuestos mayores para los ricos no van a desanimar las inversiones”,dice Buffet, el mayor inversionista de Estados Unidos.
“Yo he trabajado con inversionistas durante 60 años y todavía estoy esperando, para ver si encuentro alguno, ni siquiera cuando los impuestos a la ganancia eran del 39.9% en los años 1976 – 1977, mostrar timidez ante una inversión sensible, con motivo de impuesto elevados ante una posible ganancia”.
“La gente invierte para hacer dinero y los potenciales impuestos jamás los atemorizan”.
Esto lo dice la tercera persona más billonaria del mundo. Entonces nos preguntamos a qué tipo de dificultades aducen los supuestos representantes de la población estadounidense, cuando debaten con tanto fervor asuntos tan sensibles sobre cómo legislar para que se compartan los sacrificios.
Las dificultades estriban en que hay personas con mucho poder, que quieren más poder, para finalmente quedarse con todo el poder.
Lo hemos manifestado, ni siquiera se trata de una clase, cuya definición resulta compleja en un país como Estados Unidos, donde antiguos patrones ideológicos no aplican. Realmente se trata de la enfermedad de algunos, que de no ser curada o erradicada en un plazo breve se podría extender como la más maligna de las bacterias sociales.
Buffet no es el único billonario que así piensa, ni el único rico que sabe que son necesarias las obligaciones compartidas. Esto no significa que la solución está en convencer a todos los billonarios y millonarios, para que procedan de esa manera, pero sin duda, de lograrse, ayudaría a desbrozar caminos, para que las generaciones venideras sean capaces de buscar nuevas avenidas en una sociedad cuya complejidad escapa a los más expertos.
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